Written by Andrea Domenech

Las alegorías y la opulencia barroca

Las alegorías y la opulencia barroca

Dos mujeres protagonistas de un universo creado para su deleite. Placeres dispuestos para el disfrute de dos sentidos; la vista y el gusto.

La composición de cada una de nuestras obras es clara, los personajes femeninos se disponen en el centro como un eje del que parte el escenario y el resto de los elementos.  Cada uno de estos es sabiamente escogido para transmitir un mensaje, la vanidad y deleite que desembocan los sentidos. Las estancias donde se desarrolla la escena son gabinetes de curiosidades.

Lote 35310192. Atribuido a Jan Brueghel
Lote 35310193. Atribuido a Jan Brueghel

Por un lado el lote 35310192, la “kunstkammer” de un rico coleccionista que ha atesorado “la curación del ciego de Rubens” o una escultura en bronce del Rapto de Hipodamia además mesas repletas de joyas, conchas, relojes o monedas que ruedan hasta caer por el suelo. Esta exuberancia nos convierte en un personaje más del cuadro ya que estamos sintiendo un efecto similar de disfrute con su contemplación. La alegoría de la vista tiene dos sutiles detalles que trascienden a los tesoros materiales, uno seria la naturaleza que se manifiesta detrás de los muros de la estancia y los globos terráqueos donde se intuye el nombre de América en una clara alusión a todo el mundo que está todavía por ver y descubrir.

Detalle lote 35310192
Detalle lote 35310192

El gusto es un banquete que cuenta sólo con una invitada (lote 35310193). La dama ocupa un puesto de honor tan claro que todo cuando la rodea esta exhibido para que lo escoja. Cerca de una cuarentena manjares en el salón; piezas de caza penden del techo, frutas desbordando de la mesa, bandejas como la que porta el sátiro apenas tiene hueco sobre un mantel incapaz de contener tanta comida.  Dos escenas se desarrollan en el fondo, una inerte con el cuadro del Banquete del Rico Epulón y una llena de vida y realismo, el almuerzo en una casa flamenca con convidados a la mesa, cocineros y criados en un ambiente de profunda cotidianeidad. Distintos mundos conviven en el mismo cuadro siendo la escena principal un derroche de exquisiteces.

Detalle del lote 35310193
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¿Por qué toda esta opulencia? .¿Cuál es el mensaje que esconden las pinturas?. El lenguaje barroco empleado sugiere tanto un deleite de la contemplación de cosas bellas como un mensaje moralizante: arrastrarnos por los placeres de los sentidos puede consumirnos.  La mejor manera de entender esta idea es a través de los monos que intercalan las escenas. De forma discreta interpretan un papel humano. Sus actitudes ridiculizan el propio comportamiento del hombre, la embriaguez, la gula, la vanidad entre otros pecados son puestos de manifiesto como una alerta para el espectador. El arte aquí puede jugar con nosotros y plantearnos dos caminos tras ver las obras: seguir el consejo del autor y huir de los excesos, o por el contrario dejarnos llevar por los placeres de los sentidos tras ser tentados por ellos.

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El Manierismo y la exquisitez de su extravagancia

El estilo manierista, surgido en Italia alrededor de la década de 1530, supuso un cambio de paradigma respecto al Renacimiento donde los rasgos de proporción, equilibrio y armonía que hasta entonces habían definido la creación artística, perdieron su total hegemonía en virtud de la intencionalidad artística y la expresividad. Una vez afianzados los conocimientos sobre anatomía humana, perspectiva y color, los artistas y sus talleres avanzaron en su camino hacia la experimentación, buscando con ello un mayor dramatismo y distinción en sus composiciones que eclosionaría en época Barroca.

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La pintura de caprichos: entre la realidad y la fantasía

Las arquitecturas fantasiosas de la pintura de caprichos se licitarán en Setdart el próximo día 26 de enero. En este sentido la pareja de lienzos que presentamos en subasta se enmarca en el círculo próximo a Codazzi. Del mismo modo que lo hiciera el pintor lombardo, las vistas arquitectónicas que nos ocupan guardan a pesar del componente imaginativo intrínseco al género, cierto grado de verosimilitud, jugando con la iluminación para obtener efectos expresivos típicamente barrocos, que realzan la apariencia de los edificios de apariencia antigua.

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Miradas desde el pasado – El legado de la colección Aras Jáuregui

Quizá el mayor talento de un pintor sea sin lugar a duda la captación psicológica de su modelo y el reflejo de esto en la obra. La expresividad de los personajes suele venir por las poses y los gestos en un ademan teatral para ser más evidente. Sin embargo, el más profundo y a la vez sutil de estos rasgos personales se encuentra tras esa pequeña pincelada de blanco dentro de una pupila. Suele decirse que los ojos son el espejo del alma, una afirmación que cobra sentido sólo con ver alguna de la fuerza que emanan alguna de las obras de la colección a subasta del legado Aras Jauregui.

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El legado de la colección Aras Jáuregui

Pocas figuras hubo más llamativas en la sociedad vasca de los años veinte como el joven Ramón Aras Jáuregui. Perfectamente comparable a Jay Gatsby era de esas personas que estaban en todos los puntos clave de la sociedad dando la sensación de manejar sus hilos. Entre otros cargos ostento desde el de socio de honor y tesorero del Atthelic Club de Bilbao (en parte financiado por su propio bolsillo), concejal de la ciudad desde 1913 a 1917 o mecenas de pintores del momento como Darío de Regoyos.

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Vender pintura en Setdart

En 2004 nace Setdart aportando una visión modernizada del mundo de las subastas de arte en España, con los objetivos claros de ofrecer piezas de calidad y de interés para el mercado, a la vez que popularizar, internacionalizar y mejorar el servicio y el asesoramiento con un equipo de expertos con experiencia y altamente cualificado.

Setdart aúna lo mejor de las subastas tradicionales, presencia física con sus sedes en Barcelona, Madrid y Valencia, donde puede visualizar las piezas y contactar con nuestros expertos que le aportarán experiencia, fiabilidad y estrategias adaptadas a sus necesidades; y la más moderna tecnología de la información aplicada a su portal web, un efectivo márquetin digital y el desarrollo de las Redes Sociales, que le proporcionan visibilidad, accesibilidad y alcance internacional.

El amplio abanico de piezas subastadas, la seguridad y funcionalidad de nuestro sistema y el compromiso y la profesionalidad de nuestro equipo ha permitido a muchas personas el acceso al coleccionismo artístico, con destacadas ventas a los principales museos y a coleccionistas de arte en todo el mundo.

 

Pintura

PIETRO NERI SCACCIATI (Florencia, 1684-1749).

PIETRO NERI SCACCIATI (Florencia, 1684-1749).

Compradores privados e institucionales, museos nacionales y extranjeros atestiguan el éxito de la selección que ofrece Setdart en todos los campos del arte y las antigüedades, si bien la pintura es quizás el más representativo por su relevancia histórica, que incluye a grandes artistas de todas las épocas y escuelas.  Nuestro equipo cuenta con una gran experiencia en la selección y promoción de todo tipo de pintura, catalogada con rigor académico, y apoyada en cuidadas operaciones de marketing que incluyen la presencia en prensa, blogs y redes sociales.

 

FRANCISCO DE ZURBARÁN Y TALLER (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664)

FRANCISCO DE ZURBARÁN Y TALLER (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664)

La pintura de alta época goza de una gran presencia en Setdart, que ofrece no sólo obras españolas sino de todas las grandes escuelas históricas. Un ejemplo es el paisaje barroco flamenco y holandés, una de las cumbres de la pintura de alta época, que convive en nuestra subasta online con el paisaje clasicista italiano, la “veduta” veneciana o las idílicas visiones de la Arcadia de Lorena o Poussin.

Del mismo modo, la pintura religiosa de los primitivos flamencos, reflejo de la espiritualidad medieval, siempre atrayente y evocadora, se relaciona con el tardo gótico español, la pintura renacentista e incluso la colonial americana, a modo de dinámica lección de historia del arte, una lección que crece y cambia cada día, añadiendo nuevos ejemplos, datos y puntos de vista.

 

JULIO ROMERO DE TORRES, (Córdoba, 1874 – 1930).

JULIO ROMERO DE TORRES, (Córdoba, 1874 – 1930).

 

MARIANO FORTUNY MARSAL, (Reus, Tarragona, 1838 – Roma, 1874)

MARIANO FORTUNY MARSAL, (Reus, Tarragona, 1838 – Roma, 1874)

Setdart es además especialista en pintura del siglo XIX en todas sus vertientes, desde el rigor neoclásico el academicismo que le sigue hasta el impresionismo de las escuelas francesa, española y europea. Brilla especialmente en nuestra subasta el siglo XIX español, reflejo de una época de cambios en nuestro país. El impresionismo español también se distingue con fuerza a través de grandes nombras como Joaquín Sorolla, Santiago Rusiñol o Darío de Regoyos. Finalmente, el cambio de siglo y los nuevos aires estéticos son recurrentes en nuestra subasta a través de la obra de Francisco Gimeno, Ramón Casas y muchos otros.

 

Ya en el siglo XX, las vanguardias tienen un notable peso en la oferta de Setdart, con nombres de importancia internacional como Pablo Picasso, cuya obra gráfica tiene una constante presencia en nuestra subasta. Lo mismo ocurre con Salvador Dalí y Joan Miró o, ya dentro del panorama del informalismo, con Tàpies y Clavé, entre otros. Finalmente, el estimulante panorama del arte actual ocupa una notable posición en nuestra web. Nombres como Israel Melero, Héctor Puértolas o Santiago Garci gozan de un privilegiado escaparate en Setdart, reflejando lo mejor de las nuevas tendencias españolas contemporáneas.

 

 

No hay nada que nos emocione más que conseguir un buen remate. Trabajamos para ello. Investigamos las piezas, buscamos las historias que hay detrás, las mimamos con una buena presentación y, acto seguido, habla el mercado. Los amantes del arte, del lujo, coleccionistas, museos e instituciones de todo el mundo son nuestros clientes.

 

Ventas destacadas

 

 


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Los retratos de Romero de Torres en Setdart

Julio Romero de Torres (Córdoba, 1874-1930) fue uno de los más destacados pintores españoles del primer tercio del siglo XX, conocido como “el pintor de la mujer cordobesa” por sus bellos y enigmáticos modelos femeninos, de raíz simbolista aunque de claro carácter social, arraigados en su tierra. De hecho, desde sus inicios, Julio Romero de Torres recibió la influencia de la pintura realista de su padre, Rafael Romero Barros, y de su hermano Rafael Romero de Torres. Así, parte en su primera época de la pintura de corte social, si bien pronto se mostrará especialmente sensible a las influencias de otras corrientes contemporáneas, principalmente el impresionismo y el modernismo simbolista. Estas características se aprecian en obras clave de esta etapa de juventud como los murales alegóricos que realizó en 1905 para el Círculo de Amistad de Córdoba. En esta primera época Romero de Torres se dedicará de forma especialmente intensa al dibujo, actividad que cultivará durante toda su carrera.

Aunque se llegó a decir que Romero de Torres no era un buen dibujante, obras como el “Dibujo de estudio masculino” (1892), conservada en el museo que lleva su nombre en Córdoba, muestran claramente lo contrario. El cordobés fue un auténtico maestro en esta técnica, un dibujante de trazo firme, seguro y expresivo. Lo mismo podemos decir de dos dibujos que presenta estos días Setdart, una pareja de retratos al carboncillo, uno femenino y otro masculino, examinados por el propio Museo Julio Romero de Torres. Los expertos de esta institución indican que se trata de dos magníficos retratos inéditos del artista, enmarcados precisamente dentro de esta primera etapa de su carrera, pudiéndose datar entre 1900 y 1905, aproximadamente.

Ambos dibujos se enmarcan por tanto en el periodo de gestación del estilo de Romero de Torres, que culminará hacia 1907-08 con obras como “Nuestra Señora de Andalucía”, que inaugura su etapa de madurez, o “Musa gitana”, que le valió en 1908 la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Junto al gusto por el decorativismo y el contenido simbólico, en esta primera época se aprecian ya elementos que serán básicos en el lenguaje maduro de Romero de Torres, como la maestría del dibujo y la precisión formal.

En subasta el próximo mes de Abril. (acceso directo a subasta en las imágenes)

 

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Escuela burgalesa siglo XV
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Escuela burgalesa del siglo XV. “Cristo con ángeles, santo Tomás y san Bartolomé”.

Escuela burgalesa siglo XV

 

Lote en subasta:

Escuela burgalesa del siglo XV.
“Cristo con ángeles, santo Tomás y san Bartolomé”.
Óleo sobre tabla, tríptico.
53 x 65 cm (tabla central); 53 x 53 cm (tablas laterales); 70 x 195 cm (total).

 

Tríptico hispano flamenco de la escuela burgalesa del siglo XV. La tabla central nos muestra a Cristo resucitado, rodeado de ángeles dolientes y señalándose la herida del costado mientras muestra al frente la llaga de su mano derecha, que queda bañada por el agua que sale de un caño situado en la parte superior de la composición. En las tablas laterales vemos a dos apóstoles de medio cuerpo, plasmados de perfil, con la mirada dirigida hacia Cristo: santo Tomás en el lado izquierdo, portando la lanza de su martirio, y san Bartolomé en el derecho, sosteniendo el cuchillo de desollar con el que fue martirizado. El fondo de la tabla central es neutro y oscuro, de tono rojizo, y aparece casi completamente cubierto por las figuras de los ángeles, representados como jóvenes de cabellos dorados elegantemente vestidos, en contraposición con la desnudez y el sufrimiento de Cristo. En cambio, en las tablas laterales los santos quedan destacados sobre un tapiz brocado, típico de la escuela española del siglo XV, que permite a ambos lados contemplar un paisaje minuciosamente descrito, de influencia flamenca, trabajado en profundidad con un claro acento narrativo.

Dentro del gótico español, la escuela hispano flamenca se caracterizó por la gran influencia de los primitivos flamencos, que pervivió en España hasta bien entrado el siglo XVI, debido en gran parte a los lazos políticos y culturales entre ambos países. La pintura flamenca era, en el siglo XV, la más avanzada de Europa, e influyó en todas las escuelas nacionales, incluyendo a la italiana. Se consideraba un arte de enorme refinamiento, con obras realizadas y tratadas como joyas. También se debía esta consideración a los riquísimos materiales empleados en su ejecución, así como los montajes de las tablas que, como aquí vemos, eran de una gran riqueza.

Los rasgos de la escuela hispano flamenca son cercanos a los de la pintura flamenca, empezando por la máxima preocupación de los pintores de Flandes, la búsqueda de la realidad por encima de todo. En relación con este anhelo, se presta una enorme atención a las calidades de los objetos, así como a los más mínimos detalles, dotados además frecuentemente de una carga simbólica. La iconografía sigue siendo principalmente religiosa, y en las escenas predominará un dibujo correcto y preciso, muy minucioso. Del mismo modo, tratan de plasmar una iluminación lo más verídica posible, ya sea artificial o natural, siempre modelando las carnaciones y produciendo claroscuros en mayor o menor grado. Otras características propias de esta escuela derivan directamente de la influencia de Van Eyck, el gran pintor flamenco, que visitó España en persona, y cuyos cuadros, así como los de su escuela, fueron importados como tesoros por las altas jerarquías. Debido a su influencia los pintores españoles trabajarán con un detalle preciosista, de una minuciosidad casi miniaturista, y se recrean en elementos ornamentales como las joyas o las vestiduras, reflejadas con precisión y suntuosidad.

Dentro de la escuela hispano flamenca española destaca el foco castellano, en el que Burgos gozará de un importante papel, dado el desarrollo cultural que experimentó la ciudad en torno a la construcción y decoración de la catedral.

 

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Escuela hispano-flamenca del siglo XVII. Lote 34003443

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Escuela hispano-flamenca del siglo XVII.
“Santiago el Menor”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Precisa consolidación y restauración.
Medidas: 78 x 105 cm; 97 x 123 cm (marco).

En esta obra se representa al apóstol Santiago el Menor en primer plano, en actitud reflexiva, con un bastón y un libro abierto en las manos, las Sagradas Escrituras. En un segundo plano se desarrolla, con gran riqueza narrativa, la escena de su martirio. Vemos, ante un espacio abierto que clarifica la composición, al apóstol con el torso desnudo, sentado en el suelo, a punto de ser muerto a golpes de maza por un sacerdote, mientras un muchacho mantiene su cabeza erguida, agarrándole por los cabellos. El cuello de Santiago está ya manchado de sangre, al igual que el arma de su verdugo, un detalle que aporta patetismo a la escena. Junto a la muchedumbre que contempla la ejecución se alza el templo, en cuya parte superior aparece el sumo sacerdote Anás II. Éste había ordenado a Santiago renegar de Jesús, pero éste al hallarse en lo alto del templo aprovechó la concurrencia para predicar el Evangelio. Al escuchar esto, los fariseos y escribas se enfurecieron, y uno de ellos lo empujó desde lo alto. No obstante Santiago no muere por la caída, por lo que la multitud comienza a apedrearlo, mientras rogaba a Dios de rodillas por sus asesinos. Entonces uno de los sacerdotes, hijo de Rahab, se encaró con la multitud y pidió que cesara la lapidación, puesto que el apóstol correspondía a la crueldad orando por sus verdugos. Aquí aparece este hombre representado en el lado izquierdo, vestido con túnica amarilla, con una mano en el pecho y la otra alzada señalando al cielo. No obstante, uno de los fanáticos se acercó a Santiago con una maza y descargó sobre su cabeza un golpe terrible, que le rompió el cráneo. Aquí el hombre que finalmente acaba con la vida del apóstol es representado como un sumo sacerdote, con tocado en doble punta y manto brocado, un detalle que incide en el hecho de que fue el Sanedrín el responsable de la muerte de Santiago. Como vemos, en una misma pintura se representa la figura del santo dos veces, un recurso narrativo muy frecuente en los siglos XV y XVI dentro de la escuela flamenca, que tendrá un cierto desarrollo aún dentro del barroco. También de influencia flamenca es la profusión de elementos narrativos en la imagen, la minuciosa descripción del escenario y la proliferación de personajes, que llenan todo el espacio en los planos intermedios. La forma de tratar el paisaje de fondo, a base de bandas paralelas en tonos azulados y verdosos, corresponde también a la herencia de los primitivos flamencos.
Santiago el Menor, hijo de Alfeo, fue uno de los doce apóstoles de Jesucristo, pariente de Judas Tadeo. La tradición cristiana siempre lo ha identificado como “el hermano del Señor”, es mencionado en la Carta a los Gálatas como una de las columnas de la Iglesia, y también se le identifica con aquel Santiago a quien se le aparece el Señor resucitado. Es autor de la carta del Nuevo Testamento que lleva su nombre. Santiago el Menor era un líder de su comunidad, y prueba de la autoridad de la que gozaba en Jerusalén es el hecho de que San Pedro le manda anunciar su liberación. Tomó la palabra en el Concilio de Jerusalén, y fue el primer obispo de esta ciudad, quedando a cargo de su Iglesia después de la dispersión de los apóstoles por el mundo. Dado que era considerado “hermano del Señor”, es decir, pariente cercano de Jesús, se le suele representar con rasgos parecidos a los de Cristo.

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Taller de ZURBARÁN, Francisco de (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664). Lote 30122567

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Taller de ZURBARÁN, Francisco de (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664).
“La casa de Nazaret”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta estudio y certificado de José Gudiol Ricard, director del Instituto Amatller de Arte Hispánico, que lo atribuye a Francisco de Zurbarán (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664) y taller.
Medidas: 152 x 200 cm.
Obra catalogada en “Francisco de Zurbarán. Catálogo razonado II. Los conjuntos y el obrador”, de Odile Delenda (Madrid; Fundación de Arte Hispánico, 2009-2010).

Este cuadro es una versión de taller, ligeramente más pequeña, de la pintura del mismo título realizada por Zurbarán en 1630, y hoy conservada en el Museo de Arte de Cleveland. La composición es una velada alegoría religiosa bajo la apariencia de una escena cotidiana. Zurbarán pintó varias versiones de este tema, de composición similar algunas de ellas, y en otras cambiando algunos elementos. En este caso la copia es muy fiel al modelo del maestro, respetándose incluso las formas de los pliegues, los detalles narrativos y del escenario, etc. Tan sólo cambian los rostros, similares aunque fundamentalmente distintos a los de la obra de Cleveland, y algún detalle secundario como la forma del jarrito situado junto al Niño. Incluso las flores parecen copiadas directamente del original, lo que bien pudo haber sucedido al tratarse de una pintura realizada en el mismo taller de Zurbarán.
La escena ilustra la infancia de Jesús, y éste aparece acompañado de su madre en su hogar. Las figuras no presentan nimbos ni otros rasgos de divinidad, tan sólo un discreto rompimiento de gloria en el ángulo superior izquierdo nos indica que estamos ante una escena sagrada. María aparece ensimismada en sus pensamientos, interrumpida su labor de costura. Jesús, ocupado en tejer una pequeña corona de espinas, se ha pinchado con una de ellas en un dedo, un detalle narrativo que es una clara prefiguración de su futuro sacrificio. El asunto del cuadro es por tanto la Redención, que queda simbolizada por el dolor de Jesús, anticipo de la Pasión, y también por la propia corona de espinas. Hay también otras metáforas visuales diseminadas a modo de elementos secundarios en el cuadro: los paños blancos son símbolo de pureza, las palomas representan el alma resucitada, el cacharro de agua a los pies de Jesús alude al bautismo, y los libros situados sobre la mesa sugieren las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías. Junto a ellos, un racimo de peras simboliza el amor de Cristo por la humanidad y la salvación. Por último, el bello jarrón de flores, con lirios y rosas, es una clara referencia a la virginidad de María y a su maternidad divina. Como vemos, Zurbarán escoge objetos humildes y cotidianos, en la línea de la representación barroca naturalista, para representar verdades teológicas complejas.
Francisco de Zurbarán se formó en Sevilla, donde fue discípulo de Pedro Díaz de Villanueva entre 1614 y 1617. En este período tendría la ocasión de conocer a Pachecho y Herrera, y de establecer contactos con sus coetáneos Velázquez y Cano, aprendices como él en la Sevilla de la época. Tras varios años de aprendizaje diverso, Zurbarán regresó a Badajoz sin someterse al examen gremial sevillano. Se estableció en Llerena entre 1617 y 1628, ciudad donde recibió encargos tanto del municipio como de diversos conventos e iglesias de Extremadura. En 1629, Zurbarán se instala definitivamente en Sevilla, iniciándose el decenio más prestigioso de su carrera. Recibió encargos de todas las órdenes religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, y finalmente fue invitado a la corte en 1934, para participar en la decoración del salón grande del Buen Retiro. De regreso a Sevilla, Zurbarán siguió trabajando para la corte y para diversas órdenes monásticas. En 1958, se trasladó a Madrid. Durante esta última época de su producción realizó lienzos de devoción privada de pequeño formato y ejecución refinada.
Zurbarán fue un pintor de realismo sencillo, excluyendo de su obra la grandilocuencia y la teatralidad, e incluso podemos hallar algo de torpeza en el momento de resolver los problemas técnicos de la perspectiva geométrica, como se observa en este lienzo en el trazado de la mesa, pese a la perfección de su dibujo en anatomías, rostros y objetos. Tampoco le interesan los escorzos ni la sugerencia de espacios ilusionistas a la italiana. Sus composiciones severas, rigurosamente ordenadas, alcanzan un nivel excepcional de emoción piadosa. Con respecto al tenebrismo, el pintor lo practicó sobre todo en su primera época sevillana, tanto en sus conocidas obras monásticas como en piezas para devoción privada. Nadie le supera en la manera de expresar la ternura y el candor de los niños, jóvenes vírgenes y santas adolescentes. Su técnica excepcional le permitió, además, representar los valores táctiles de las telas y de los objetos, lo que hace de él un bodegonista excepcional, como se aprecia en los detalles anecdóticos que llenan la escena que aquí presentamos. Su sobriedad, la fuerza expresiva y la plasticidad de sus figuras, añadidas a sus evidentes dotes de colorista, los sitúan en la cumbre de los maestros españoles del siglo de oro y quizás es, de entre todos ellos, el que más conmueve nuestra sensibilidad moderna.
Francisco de Zurbarán está representado en las pinacotecas más importantes de todo el mundo, como el Museo del Prado, el Metropolitan de Nueva York, el Louvre, el Hermitage de San Petersburgo o la National Gallery de Londres, entre muchos otros.

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Escuela italiana clasicista, siglo XVII. Lote 35013460

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Escuela italiana clasicista, siglo XVII.
“Virgen de la leche”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Muy ligeras restauraciones y craquelado. El marco presenta faltas.
Medidas: 114 x 104 cm; 136 x 129 cm (marco).

En este lienzo se representa a la Virgen sentada, con el Niño Jesús en su regazo, amamantándolo. Las figuras, monumentales y escultóricas, se sitúan en primer plano sobre un fondo cerrado por cortinajes de dinámicos plegados, típicamente barrocos. Formalmente en esta obra domina la influencia del clasicismo romano-boloñés de los Carracci y sus seguidores, una de las dos grandes corrientes del barroco italiano, junto al naturalismo caravaggista.
Así, las figuras son monumentales, de rostros idealizados y gestos serenos y equilibrados, en una representación idealizada cuya base parte de los cánones clásicos. También la retórica de los gestos, teatrales y elocuentes, netamente barrocos, es algo típico del clasicismo italiano del XVII. Cabe señalar asimismo la importancia del aspecto cromático, muy pensado, entonado y equilibrado, centrado en gamas básicas en torno al rojo, el verde y el gris azulado. También la forma de componer la escena, siguiendo un esquema piramidal equilibrado y asentado, es propio de esta escuela. Sin embargo, pese al dominio de lo clásico se advierte una cierta influencia del naturalismo, especialmente en el aspecto lumínico. Así, la luz aunque es natural es dirigida, centrada en la escena principal y dejando el resto en penumbra, diferenciando así los diferentes planos del espacio y centrando la atención del espectador en la escena.
El tema de la Virgen representada con el Niño Jesús, y más concretamente con éste en su regazo, sentado o de pie, tiene su origen en las religiones orientales de la Antigüedad, en imágenes como la de Isis con su hijo Horus, pero la referencia más directa es la de la Virgen como “Sedes Sapientiae”, o trono de Dios, en el arte cristiano medieval. Poco a poco, con el avance del naturalismo, la Virgen pasará de ser un simple “trono” del Niño a revelar una relación de afecto, a partir del periodo gótico. Desde entonces las figuras irán adquiriendo movimiento, acercándose la una a la otra, y finalmente desaparecerá el concepto de trono y con él el papel secundario de la Virgen. De este modo, la imagen se convertirá en ejemplo del amor entre María y su Hijo, una imagen de ternura, cercana, pensada para conmover el ánimo del fiel.
Esta relación materno-filial, más humanizada, se traducirá la recuperación y potenciación de antiguas iconografías poco frecuentes hasta entonces, como la de la Virgen de la Leche. Conocida también como Virgen nutricia o nodriza, del Reposo o de Belén, es una iconografía mariana en la que se representa a María amamantando al Niño. Se basa en la historia de la Gruta de la Leche, en Belén, donde la tradición dice que la Virgen dio de mamar al Niño, y una gota se derramó sobre una roca, que cambió su color y se tornó blanca.

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VOS, Paul de (Amberes, 1591/95 – 1678). Lote 34002612

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VOS, Paul de (Amberes, 1591/95 – 1678).
“Perros peleando por la carne”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 124 x 185 cm; 148 x 207 cm (marco).

Pintor flamenco, hermano de Cornelis y Jan, Paul de Vos fue uno de los principales representantes del bodegón dinámico flamenco, junto a Frans Snyders.
Se formó junto a sus hermanos con David Remeeus, y alcanzó la maestría en torno a 1620. Durante su aprendizaje trabajó con el propio Snyders, por lo que sus primeras obras se muestran muy cercanas a éste, tanto en temática como en motivos. No obstante, a lo largo de su trayectoria Paul de Vos irá incorporando rasgos innovadores a su obra, con diversas variaciones en las escenas de caza, género en el que se especializó.
Al igual que Snyders, Vos también contó con la colaboración de su hermanos Cornelis, quien realizó con frecuencia las figuras de sus cuadros. Sin embargo, Vos se muestra más aterciopelado en las texturas que Snyders, y se caracterizó por un mayor desarrollo del paisaje, principalmente en sus escenas de caza. Además utilizó un personal cromatismo basado en las gamas cálidas, que abarcan desde los ocres hasta los terrosos, pero más claros y pálidos que los de Snyders. Asimismo, su técnica es más suelta, desdibujando los contornos y las ricas texturas de Snyders en favor de una apariencia general más atmosférica y difusa. También son mayores en la obra de Vos el dramatismo y la tensión, pues prefirió siempre escenas de gran violencia, en las que a menudo se representa la lucha de animales de forma sangrienta y feroz.
Las suyas son por tanto imágenes de gran patetismo, algo especialmente patente en sus escenas de caza, dotadas de un dramatismo que se reflejó también en las ilustraciones de fábulas que realizó, protagonizadas por animales. Por otro lado, abordó de forma distinta la anatomía de los animales, plasmándola de forma menos naturalista, con cuerpos más alargados.
Paul de Vos colaboró asiduamente con otros artistas, entre los que destaca Rubens. Así, realizó los animales de obras clave de este maestro como la “Diana cazadora” del Museo del Prado. La admiración de Rubens por Vos le llevó incluso a adquirir ocho obras de su mano, que se encontraban entre sus posesiones cuando murió en 1649. También estuvo vinculado a Thomas Willeboirts y Adriaen van Utrecht, con los que colaboró en algunos encargos para Enrique de Orange Nassau (1648). Asimismo, trabajó ocasionalmente con Erasmus Quelinus II, en obras como el “Descanso en la huida a Egipto” (Museo del Hermitage, San Petersburgo).
Los cuadros que realizó en solitario fueron muy valorados entre los coleccionistas de la época, quienes gustaron especialmente del decorativismo de sus escenas y de su temática, muy apreciada entre la nobleza flamenca y española. Así, a principios de la década de 1630 realizó más de treinta pinturas para el duque de Aarschot, cuando éste se encontraba en Madrid, y estas obras fueron vendidas a su muerte en el mercado madrileño. También contó entre sus admiradores al marqués de Leganés, y otros importantes coleccionistas españoles de la época poseyeron numerosas pinturas suyas, entre ellos el marqués de Carpio o el duque de Salvatierra. El propio rey Felipe IV valoraba su pintura, a tenor de los muchos cuadros de Vos que decoraron las estancias de los principales palacios madrileños, incluida la Torre de la Parada. También está documentada la compra de varias obras suyas al mercader Gisbert van Colen por parte del emperador Maximiliano (1689).
Actualmente Paul de Vos está representado en las principales pinacotecas de todo el mundo, entre ellas el Museo del Prado, el Hermitage de San Petersburgo, el J. Paul Getty de Los Ángeles y el Kunsthistorisches de Viena.

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IL MALTESE”; FIERAVINO, Francesco (Malta, c. 1610 – Italia, 1670). Lote 34002610

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IL MALTESE”; FIERAVINO, Francesco (Malta, c. 1610 – Italia, 1670).
“Bodegón de las artes y las ciencias”.
Óleo sobre lienzo.
Con marco moderno.
Medidas: 90 x 125 cm; 108 x 142 cm (marco).

El pintor barroco Francesco Fieravino fue conocido como “Il Maltese” por su país de origen. Se especializó en bodegones e interiores protagonizados por lujosos tapices, alfombras e instrumentos musicales, por lo que fue también llamado “Maestro dei tappeti”. Desarrolló un estilo minucioso y descriptivo, de factura vigorosa, caracterizada por un cromatismo brillante e intenso. Poco sabemos de la vida de Fieravino, y también su obra es escasa. Actualmente está representado en el Hermitage de San Petersburgo y en otras pinacotecas de Múnich, Londres y Malta.
En este lienzo Fieravino nos ofrece un suntuoso bodegón compuesto por varios objetos, destacando especialmente la tela brocada, el almohadón y sobre todo la rica alfombra oriental, típica de la obra de “Il Maltese”, trabajada con colores suntuosos y luminosos, y cuya calidad, su tela pesada y densa, aparece reflejada con gran naturalismo, gracias a una pincelada precisa y controlada, que llega a plasmar incluso los hilos uno a uno. Los distintos objetos se sitúan sobre un arca de madera moldurada, que queda prácticamente oculta por las telas, sobre un fondo neutro y oscuro. Como es característico de Fieravino, algunos de los objetos, y parte de otros, llegan a confundirse con las obras que envuelven el fondo.
El lado derecho de la composición queda cerrada limpiamente con la presencia de un suntuoso cortinaje, de nuevo típico del autor, en tono oscuro y dorado. Todos los objetos que vemos están trabajados con colores de influencia naturalista, una paleta corta pero muy matizada que gira en torno a los ocres, terrosos y carmines, iluminados por toques blancos. Los colores reflejan vivamente la luz del primer plano, reforzando la construcción tridimensional del espacio. Se trata de una cálida luz natural, de la que no vemos el foco de origen por quedar en un lado del cuadro. Sin embargo, esta luz entra por el lado izquierdo, tal y como ocurre con el foco tenebrista típico de los caravaggistas, cuya influencia se puede apreciar en este lienzo.
Aunque los juegos de luces y sombras no son absolutamente protagonistas, Fieravino demuestra aquí su conocimiento de la escuela naturalista derivada de la obra de Caravaggio, a través de un tratamiento lumínico muy pensado, contrastado, que juega con la yuxtaposición de zonas fuertemente iluminadas con otras de media sombra, delicadamente matizadas, y la densa oscuridad del fondo, que centra nuestra mirada en el primer plano.

 

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Escuela flamenca de la primera mitad del siglo XVI. Lote 34000260

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Escuela flamenca de la primera mitad del siglo XVI.
“Sagrada Familia”, h. 1520.
Óleo sobre tabla.
Con marco posterior.
Medidas: 69 x 53 cm; 94 x 78 cm (marco).

En esta obra se nos ofrece una imagen atípica de la Sagrada Familia, con una composición basada en la representación de la Virgen con el Niño, que aparecen en primer plano. La escena se sitúa en un lujoso interior de arquitectura clásica, posiblemente inspirado en grabados contemporáneos traídos a Flandes desde Italia, lo que era una práctica habitual en la época. Este interior está además engalanado con un cortinaje de tono azul oscuro intenso, situado detrás de la Virgen, que destaca su presencia como ya habían hecho los grandes maestros flamencos del siglo XV. Sin embargo, el gusto ornamental de herencia gótica se ve sustituido aquí por un mayor acento en la composición; el paño tras la Virgen no es ya un lujoso brocado, sino una tela lisa, igualmente suntuosa, pero que cede el protagonismo al escenario. Así, el interior se abre a un fondo de paisaje cuidadosamente detallado, trabajado a la manera flamenca, en tonos fríos predominantemente azulados y verdosos, y en la ventana se sitúa la figura de medio cuerpo de San José, que aunque en primer plano compite en protagonismo con la Virgen el Niño, estando trabajada con un acusado naturalismo y un estudio cromático que lo diferencia simbólicamente de las dos figuras del primer plano y también del ángel niño que vuela sobre sus cabezas, colocando sobre la cabeza de la Virgen una corona de laurel, símbolo del triunfo de María sobre el pecado. Así, las carnaciones de las tres figuras del primer término están trabajadas en tonos luminosos y delicados, de ricas veladuras plasmadas con la pincelada apretada, invisible, propia de la escuela flamenca. Las de San José, sin embargo, evidencian una menor idealización, con tonos algo más oscuros y cálidos.
A nivel formal cabe destacar asimismo un rasgo clave en la escuela flamenca, tanto en el siglo XV como en el XVI: el alto nivel de detalle, el gusto por lo anecdótico y la captación minuciosa de los elementos secundarios, rasgos que derivan del afán de realidad propio de esta escuela. Así, vemos un frutero en el ángulo inferior derecho que, por sí sólo, podría casi constituir un cuadro independiente, tal es la calidad y la atención con la que está trabajado. También los detalles de la arquitectura aparecen minuciosamente estudiados, y las ropas de los personajes se han trabajado con una delicadeza y una atención a las calidades especialmente patente en los velos transparentes del Niño y el ángel, de extraordinaria delicadeza.
En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quien aparezca, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados en forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas.
Durante el siglo XV, el estilo realista de los Países Bajos influyó mucho fuera, sobre todo en Italia, pero en el XVI el panorama se invierte. El Renacimiento italiano se difunde por Europa, y Amberes se convierte en el centro de la escuela flamenca, desbancando a Brujas y funcionando como centro de penetración de las influencias italianas. De este modo, llegan a los Países Bajos influencias manieristas que se superponen al estilo del siglo XV. Habrá muchos pintores continuadores del estilo de los primitivos flamencos, pero otros se mostrarán tan abiertos a las influencias renacentistas que incluso dejarán de pintar sobre tabla, soporte tradicional de la pintura flamenca, para empezar a hacerlo sobre lienzo como los italianos.
Los principales introductores del Renacimiento en los Países Bajos fueron Jan Gossaert (c.1478-1532) y Bernard Van Orley (c.1489-1541), pintores que quizá viajaran a Italia pero que, en todo caso, pudieron conocer el nuevo estilo por otros cauces de penetración, como los cartones que Rafael realizó para la serie de tapices de “Los hechos de los Apóstoles”, tejida en Bruselas, la obra de Durero, que realizó dos viajes a Italia y pasó por los Países Bajos, y la figura de Jacopo de Barbari (c.1445-1515), pintor italiano que viajó a Flandes. En esta tabla se conjugan la tradición flamenca con las novedades italianas de forma equilibrada y armónica. Así, se mantiene el sentido descriptivo y detallista de los primitivos flamencos, especialmente apreciable en el cuidado tratamiento del paisaje, los objetos y telas, y en el riguroso dibujo, así como su desarrollo del espacio en base al conocimiento empírico y no a los estudios de perspectiva. También el cromatismo recuerda a las obras de los maestros flamencos del siglo anterior. Sin embargo, los rostros de María, Jesús y el ángel denotan una cierta dulzura de rasgos nueva, heredada de los ejemplos de Rafael y Leonardo, y las anatomías aparecen tratadas con un sentido ciertamente escultórico, dibujístico a la manera flamenca pero más corpóreo y monumental.

 

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VAN BUKEN, Jan (Amberes, 1635 – 1664). Lote 34000143

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VAN BUKEN, Jan (Amberes, 1635 – 1664).
“Grote Markt, Amberes”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado en el siglo XIX.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 60,5 x 87,5 cm; 80 x 107,5 cm (marco).
Actualmente se conserva otra versión de este mismo tema, también realizada por Van Buken, en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.

Activo en Amberes en el segundo tercio del siglo XVII, Jan Van Buken se especializó en escenas costumbristas de carácter narrativo, situadas en interiores típicamente flamencos y también en exteriores, tanto reales como imaginarios. También realizó naturalezas muertas de gran calidad. Actualmente está representado en la Galería Nacional de Estocolmo y en el Museo Schwerin de Alemania, entre otras colecciones tanto públicas como privadas.
En este lienzo Van Buken plasma una escena cotidiana situada en la Grote Markt de Amberes, la principal plaza de la ciudad, y centro de la vida de Amberes desde el siglo XVI. El espacio está construido con un carácter acusadamente escenográfico, típicamente barroco, para lo cual Van Buken se basa en acusadas líneas de perspectiva que delimitan el espacio. La acción principal se desarrolla en los primeros planos, si bien vemos asimismo figuras y animales en el resto del espacio, repartidos de forma racional de forma que refuercen la construcción tridimensional del escenario. Así, en primer término vemos a un nutrido grupo de personajes, todos campesinos y gentes de la ciudad, vestidos con ropas sencillas, plasmados con un naturalismo propio de la pintura de género flamenca del periodo barroco: hombres y mujeres gesticulan, se mueven, e incluso nos dan la espalda, un recurso muy utilizado en la época por los pintores naturalistas. Asimismo, domina una paleta heredera del caravaggismo, en torno a los tonos ocres y terrosos, entre los que destacan toques de rojos y blancos.
La pintura de género en Flandes, como en Holanda, encerraba una lección moral en ocasiones apenas oculta. Las escenas pintorescas y las satíricas, con rudos campesinos entregados a los placeres, así como las escenas de ciudadanos conversando o danzando, han sido reconocidas desde hace mucho tiempo como ejemplos morales negativos que también aparecen como metáforas en la literatura moralizante popular de la época. En los Países Bajos la gente estaba familiarizada con los libros de fines moralizantes de Roemer Visscher, Jacob Cats y otros, como se deduce de los motivos artísticos derivados de ellos. De hecho, este tema encaja en una tradición más antigua. El significado de las notables escenas campesinas del arte flamenco anterior al siglo XVII, en su origen altamente negativo, existía ya en la Europa noroccidental de finales de la Edad Media como típico exponente de una cultura urbana burguesa, que se afirmaba contra el mundo campesino “incivilizado”. Sin embargo, en un sentido más amplio, la popularidad de las escenas campesinas se puede relacionar con un interés aún más antiguo por lo pastoril, que se deja ver también como otra forma de pintura de paisaje. Por otra parte, hay cuadros de grupo que se ajustan a otra preferencia, también existente en la Baja Edad Media, por los temas cortesanos. Así, la pintura de género en el Flandes del siglo XVII produce una impresión bastante conservadora. Los Países Bajos del Sur no cultivaron en realidad las imágenes de la vida doméstica contemporánea, más contenidas y aparentemente realistas pero de hecho emblemáticas, que encontramos en cuadros holandeses de la segunda mitad del siglo XVII.
No obstante, dentro de la escuela flamenca del siglo XVII, en los temas de costumbres, sí aparecerá una importante novedad, la llamada pintura de tabernas. Se trata de un género creado por Adriaen Brouwer (1605-1638) y David Teniers (1610-1690), caracterizado por representar interiores de taberna poblados de personajes variopintos y vulgares, a menudo incluso grotescos en el caso de Brouwer, rozando la caricatura. Este tipo de escenas, violentas en el caso de Brouwer y sus seguidores o más alegres, en el caso de la escuela de Teniers, gozaron de gran difusión, y llegaron a extenderse a Holanda, creando allí también un nuevo género. En este tipo de pintura los personajes serán los absolutos protagonistas, y más especialmente sus rostros y expresiones. Se trata además de obras derivadas del naturalismo, trabajadas en cromatismos reducidos, en torno a los colores terrosos, ocres, carmines, etc. Así, podemos relacionar este estudio de cabeza masculina con el género de la pintura de tabernas y más concretamente, por lo regular y casi idealizado de sus rasgos, con la tendencia iniciada por David Teniers, menos expresionista que la de su maestro Brouwer.

 

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PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921). Lote 33006195

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PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921).
“Joven dama renacentista”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 99 x 65 cm; 109 x 75 cm (marco).
Obra publicada en el libro de Wifredo Rincón “Francisco Pradilla” (Zaragoza; Aneto Publicaciones, 1999).

Francisco Pradilla inicia su formación como aprendiz de Mariano Pescador, pintor escenógrafo, y en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. En 1868 continúa sus estudios en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Federico de Madrazo, Carlos de Haes, Carlos Luis de Ribera y Ponciano Ponzano. Completa su formación en estos años copiando obras de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1874 consigue el Premio de Dibujo de la “Ilustración Española y Americana”, y obtiene la beca para estudiar en Roma, ciudad en la que residirá veintitrés años, hasta su nombramiento como director del Prado en 1897. En 1878 concurre a la Exposición Nacional de Madrid y obtiene la Medalla de Honor, la misma distinción que gana ese mismo año en la Universal de París.
A raíz de estos éxitos le llegan numerosos encargos no sólo de España y Francia, sino también de América y otros países europeos. Realiza viajes por España y se interesa por plasmar escenas costumbristas plenas de gracia y color, apoyadas siempre en un excepcional dominio del dibujo. Si bien no realizó exposiciones individuales, sus obras formaron parte de muestras y certámenes en ciudades de todo el mundo, como Londres, París, Berlín, São Paulo o Buenos Aires. Fue director de la Academia Española en Roma, y miembro de las Reales Academias de San Fernando y San Luis, de la Academia Francesa y de la Hispanic Society de Nueva York. Obtuvo, entre otras condecoraciones, la Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor.
De los géneros pictóricos que cultivó, incluida la ilustración gráfica para publicaciones literarias, hay que destacar el de la pintura de historia, que fue el que más fama le proporcionó. Como retratista su actividad fue más restringida y de resultados desiguales cuando tuvo que abordar efigies de personajes fallecidos, pero ante modelos vivos consiguió retratos de serena expresividad y factura estudiada y entonada. También se dedicó a la pintura de género, bien de inspiración popular italiana o de asuntos de costumbres madrileñas o de Galicia, lugar de origen de su esposa y donde solía pasar algunas temporadas. Tanto en los cuadros de historia como en estos, Pradilla demuestra una clara inclinación por las ambientaciones en exteriores, organizando las composiciones en amplias perspectivas panorámicas con multitud de figuras y motivos, interpretados con una depuradísima técnica. No obstante, lo más sobresaliente de su lenguaje es el sentido de la luz y de la atmósfera, bajo los que el apretado dibujo se suaviza y funde con el fondo luminoso mediante pequeñas pinceladas de un colorido rico en matices y pasta.
La obra de Francisco Pradilla está presente en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Bilbao, Buenos Aires, La Habana y São Paulo, el MACBA de Barcelona, la Christchurch Art Gallery de Nueva Zelanda y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

 

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RENI, Guido (Calvenzano di Vergato, Bolonia, 1575 – Bolonia, 1642). Lote 30193870

RENI, Guido (Calvenzano di Vergato, Bolonia, 1575 – Bolonia, 1642).
“Cleopatra”, 1635-36.
Óleo sobre lienzo. Reentelado a finales del siglo XIX – principios del XX. Con bastidor del siglo XIX.
Se adjunta certificado de autenticidad emitido por el Doctor Stephen Pepper, experto en la obra de Reni.
Medidas: 130,5 x 90,5 cm.

El lienzo que aquí presentamos es una versión anterior del cuadro del mismo título conservado en el Palacio Pitti de Florencia. De hecho, muestra las características del trabajo de Reni en torno a los años 1635-36, en concreto cercanas en el tiempo al bello “San Juan Bautista” de la Galleria Sabauda de Turín. Reni pintó su famosa “Cleopatra” de Florencia en torno a 1638-39, un cuadro que fue regalado al cardenal Leopoldo Medici por el marqués Cospi. No obstante, aunque ambas pinturas presentan idéntica composición, muestran importantes diferencias en su factura. El tratamiento de la superficie pictórica en la obra que aquí presentamos es más sólido, los efectos de color son diferentes; el cromatismo es más asentado y firme, menos brillante. El rostro de Cleopatra es asimismo más pesado y redondo que en la obra del Palacio Pitti, más en la línea del “San Juan Bautista” de Turín.
Otra pintura de este periodo es una “Lucrecia”, aproximadamente de las mismas medidas que este lienzo, y muy similar en su tratamiento. Es posible que las dos pinturas fueran concebidas como pareja, dado que ambas muestran el mismo énfasis en la parte física de la tragedia. En “Lucrecia”, la figura sostiene la daga dispuesta a clavársela a sí misma, y en esta “Cleopatra” la serpiente aparece a punto de morder a la reina. En la “Cleopatra” posterior, de Florencia, Reni restará énfasis a la presencia física de la figura para hacer hincapié en su presencia espiritual, mediante el hábil uso de una paleta diferente, basada en un cromatismo más plateado. Por último cabe señalar la altísima calidad de esta pintura que, junto al exquisito tratamiento de los paños, confirma la naturaleza autógrafa de la obra. Sus diferencias respecto a la “Cleopatra” del Palacio Pitti indican también que no se trata de la obra de un copista.
Maestro indiscutible del clasicismo romano-boloñés junto a Albani y Domenichino, fue sin lugar a dudas el mejor de los tres. Muy ligados a los Carracci y a la ciudad de Bolonia, todos tuvieron una trayectoria similar. Se forman en Bolonia con Denys Calvaert, para después pasar a la Academia degli Incamminati, dirigida por Ludovico Carraci. En 1600 Reni llega a Roma, donde trabajará, junto a Annibale Carracci en la Galería Farnesio. Su mejor periodo se inicia en estos años; en 1609, a la muerte de Annibale, Reni queda como cabeza de la escuela clasicista. En la ciudad será protegido por Scipione Borghese, futuro papa Pablo V, para quien el pintor realizará una de sus obras más importantes, “La Aurora” (Palacio Rospigliosi). En ella se va algo que será ya siempre característico del estilo de Reni, su admiración por la escultura antigua. A partir de las estatuas clásicas, desarrolla un ideal de belleza y perfección que será muy admirado por los pintores siguientes. En 1614 regresa a Bolonia definitivamente. El estilo de Reni evoluciona en una dirección clara, en un sentido cada vez más escultórico y frío, cada vez más plenamente clasicista. Su obra madura se caracterizará por una paleta fría, de reflejos plateados. Finalmente, desde los años treinta, su estilo se torna abocetado, con aspecto inacabado y tendencia hacia lo monocromático, de gran interés desde el punto de vista técnico además de formal.
Actualmente Guido Reni está representado en las pinacotecas más importantes de todo el mundo, entre ellas el Museo del Prado, el Hermitage, el Louvre, el Metropolitan de Nueva York y la National Gallery de Londres, entre muchos otros.

Escuela italiana, c. 1600. “Salomé con la cabeza del Bautista”
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Lote 33003284, Escuela italiana, c. 1600. “Salomé con la cabeza del Bautista”

Escuela italiana, c. 1600. “Salomé con la cabeza del Bautista”

Escuela italiana, c. 1600.
“Salomé con la cabeza del Bautista”

Escuela italiana, c. 1600.
“Salomé con la cabeza del Bautista”
Óleo sobre lienzo. Reentelado, con bastidor moderno.
Marco del siglo XIX.
Medidas: 115 x 88 cm; 142 x 116 cm (marco).

En esta pintura el autor representa a Salomé mostrando en alto la cabeza cortada de Juan el Bautista, en una bandeja de plata. En el ángulo inferior derecho, a pequeño tamaño, vemos la escena de la decapitación del santo.
Basada en la de Tiziano, en una amplia y oscura estancia. En ella vemos al verdugo alzando la espada mientras aferra a Juan por el cabello. El bautista, mientras, permanece arrodillado con las manos unidas en señal de oración, vestido con una túnica roja que destaca su presencia en la composición, además de suponer un claro símbolo de la Pasión de Cristo. En el lado derecho, ya saliéndose del cuadro, vemos a una figura que sostiene la bandeja en la que se ha de depositar la cabeza una vez cortada, la misma bandeja que alza Salomé en el primer plano. Esta forma de representar la historia, con dos escenas sucesivas pintadas simultáneamente, en distintos planos, es un recurso arcaizante, que proviene de la última Edad Media, pero que se mantiene aquí en favor de la claridad narrativa.
A nivel formal, esta obra basa directamente su composición en el lienzo del mismo título de Tiziano, una obra pintada hacia 1550 y conservada actualmente en el Museo del Prado.

Sin embargo, hay una clara diferencia a nivel compositivo: en la obra de Tiziano, la atención de la escena se centra en Salomé, quien recibe el fuerte foco de luz relegando a un segundo plano la bandeja con la cabeza del Bautista. Aquí, en cambio, el pintor crea dos focos de luz para iluminar los dos puntos con igual intensidad. Sin embargo, en ambas composiciones Salomé aparece en la misma posición, con las manos alzadas y girando la cabeza, haciendo partícipe del momento al espectador al dirigir su mirada hacia el exterior de la pintura. No obstante, la obra que aquí presentamos se muestra más cercana al manierismo en el tratamiento de la figura que la de Tiziano, más clasicista y corpórea, y además denota una iluminación más contrastada y claroscurista, más netamente barroca, derivada quizás de la influencia de Caravaggio o sus seguidores.

De hecho, se trata de una luz totalmente tenebrista: un foco de luz dirigido, artificial, que entra por el ángulo superior izquierdo del cuadro e incide directamente en los puntos más destacados de la composición, dejando el resto en penumbra. Por otro lado, el tratamiento de la figura se aleja del clasicismo y se muestra directamente heredero del manierismo, como ya hemos mencionado. Así, vemos una Salomé de piel perlada, trabajada en tonos fríos y totalmente anticlásicos. Sus proporciones no son ya las estilizadas y casi deformadas del pleno manierismo, pero en su tratamiento anatómico sigue predominando un dibujo riguroso y preciso. Esto es igualmente apreciable en el rostro de la cabeza del santo, minuciosamente detallada, casi como si se tratase de un retrato.
Salomé era una princesa, hija de Herodes Filipo y Herodías, e hijastra de Herodes Antipas, relacionada con la muerte de San Juan el Bautista en una historia narrada en el Nuevo Testamento (Mateo y Marcos). Herodías, esposa de Herodes Filipo, se casó de manera escandalosa con el hermanastro de éste, Herodes Antipas, lo que provocó una guerra, ya que Herodes Antipas había repudiado para ello a su anterior esposa, hija del monarca nabateo. La actitud del nuevo matrimonio fue muy criticada por el pueblo, ya que se consideró pecaminosa, y uno de los que más la denunciaron fue Juan el Bautista, por lo que fue apresado, aunque Herodes no se atrevió a ejecutarlo por miedo a la ira popular.

Según la tradición Salomé, mujer de gran belleza, bailó para su padrastro, y éste entusiasmado se ofreció a concederle el premio que ella deseara. Entonces la joven pidió, siguiendo las instrucciones de su madre, la cabeza del Bautista, que le fue entregada “en bandeja de plata”. Esta historia bíblica ha sido representada con frecuencia en la pintura, ya que ofrece la posibilidad de plasmar escenarios exóticos y mujeres semidesnudas sin abandonar el repertorio bíblico.