La mirada que esconde una antigua atribución a Goya
Los ojos oscuros llenos de fuerza se clavan en el espectador. Parecen casi un faro dentro del lienzo totalmente envuelto entre las sombras donde las pinceladas de la peluca y el vestido se entrelazan con el propio fondo. La enigmática mirada que posee la dama es quizá el principal argumento para que los académicos hace un siglo la escogieran como parte de la exposición Goya 1900 ya como se referencia en el suplemento al catálogo de la exposición.
Hoy en día no podemos afirmar que se trate de una obra autógrafa del maestro aragonés, pero supone al menos una cuestión interesante que durante casi cincuenta años fuera considerado como tal por los académicos del momento. Entre estos estudiosos cabe citar a Aureliano de Beruete y Molet, director del Museo del Prado de 1918 a 1922, que lo incluyó en publicaciones como “Goya pintor de retratos” 1919.
Tal y como figuran en todas las publicaciones desde 1900 hasta los años 50 la pintura está titulada como “dama desconocida” perteneciente a la colección de los condes de Peñalver. Cabe destacar su procedencia ya que por esas fechas el entonces conde era don Nicolás de Peñalver y Zamora. Nacido en el seno de una rica y antigua familia de la Habana. Instalado en España llegaría a ostentar hasta en tres ocasiones la alcaldía de la ciudad de Madrid entorno a 1900. Conocido entre otras cosas por ser el inductor de la famosa Gran Vía, que de hecho llevo durante un tiempo su nombre. Cabe mencionar que en un artículo de prensa de la revista Blanco y Negro del 7 de junio de 1925, la entonces condesa viuda abrió las puertas de su palacio madrileño. En el reportaje podía verse parte del interior de la mansión con lujosos salones y las menciones a las obras de arte de la colección entre las que se cita “la cabeza de Goya”. Actualmente el palacio permanece en pie en la calle rey Francisco, siendo uno de los edificios más antiguos del barrio de Arguelles.
De entre todas las publicaciones donde se menciona la obra, ninguna de ellas ahonda en su datación o su contexto dentro de la producción de Goya. Más allá de tratar su autoría y el nombre de la retratada podemos ubicarla hacia 1790, gracias a los rasgos de su peinado y sus vestiduras. Podríamos compararla con dos retratos femeninos del año 1793, la mujer de Ceán Bermudez y la marquesa de la Solana. Ambas presentan un tocado con su propio pelo oscuro elevado y coronado por un pequeño aderezo de flores que en nuestro caso es apenas abocetado, casi intuyendo los pétalos y formas. El análisis de pigmentos realizado también ha confirmado que fue ejecutada en los últimos años del siglo XVIII