Setdart subastó en su portal web, una importante selección de obras de Cristal de la Granja que contaba con más de treinta piezas que representan las diferentes etapas y estilos de La Granja de San Ildefonso.
La Real Fábrica de Vidrios y Cristales de La Granja fue una manufactura real fundada en el Real Sitio de San Ildefonso (Segovia) por Felipe V, en 1727. Su primer director, y por tanto fundador, fue Buenaventura Sit, quien con la financiación de la corona creó un pequeño horno destinado a la fabricación de vidrios planos con el fin de abastecer al Palacio de La Granja de ventanas y espejos. Este tipo de grandes vidrios planos eran muy costosos en la época, por lo que resultaba más económico para la corona crear su propia fábrica en lugar de importarlos. De hecho, esta necesidad de grandes planchas de vidrio llevó a importantes investigaciones técnicas que culminarán en las mejoras en la técnica del colado en 1737, que permitirán fabricar vidrios mayores de 3,5 x 2 m. La producción se amplío al vidrio artístico en 1746 con la llegada del maestro vidriero francés Dionisio Sibert, quien introdujo el plomo para crear cristal. Poco después, en 1750, el alemán Juan Eder inició la fabricación de vidrios entrefinos, con vidrio de base potásica en lugar de la tradicional hispana sódica. Estos vidrios potásicos eran más brillantes y resistentes, permitiendo una talla de mayor calidad. Finalmente en 1836 la Hacienda Real se hizo cargo oficialmente de las instalaciones.
La Granja de San Ildefonso, creada bajo la ideología de la dinastía borbónica a su llegada a España, se estableció a lo largo de los años como una de las fábricas más avanzadas de Europa. Destacando el periodo artístico que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XVIII. La Real fábrica nació con la idea de ser auto suficiente, gracias a la procedencia rigurosamente española de algunas materias primas, estableciendo así su seña de identidad y estilo. Estas características convirtieron a La Granja de San Ildefonso, en un centro industrial de referencia que rivalizaba en calidad y estilo con las grandes fábricas de cristal de la época, como por ejemplo las fábricas de Francia, Inglaterra y Bohemia.
Los vidrios y cristales de La Granja siguieron las pautas de la moda dominante en las fábricas europeas. Tanto el material o pasta utilizada como la tipología, técnicas y motivos decorativos están sometidos a constantes cambios e influencias. Los vidrios artísticos tienen gran semejanza con las labores venecianas, con las de Bohemia -por el uso de la técnica de laticinio-, o con las de los grabadores alemanes. Hacia 1780 predomina la influencia inglesa por el descubrimiento del vidrio de plomo o vidrio “flint”, por su menor dureza, más adecuado que el veneciano para realizar labores de talla.
Se puede observar la influencia francesa en casi todas las órdenes y a lo largo de toda la producción artística, especialmente en las piezas de opalina con decoración esmaltada polícroma de motivos florales muy semejantes a los que aparecen en la porcelana de Sévres, con un estilo rococó, que poco después se sustituye por el neoclásico.
El coleccionista busca piezas auténticas, el siglo XVIII produjo obras muy variadas y de gran valor. Las piezas más codiciadas por los coleccionistas son aquellas de pequeño tamaño y entre éstas las jarras con asas son muy apreciadas. Las opalinas tienen un atractivo especial para el coleccionista. Los tarros de farmacia decorados con temas florales, con la rosa típica de La Granja, este motivo decorativo de las rosas naturalistas que la fábrica adoptó con gran éxito para sus opalinas, procede de Estrasburgo.
Las opalinas de La Granja son de una calidad extraordinaria con una rica y variada tipología, con gran variedad de perfiles, una decoración esmaltada con amplia gama de matices y tonalidades, flores pintadas en color pastel con detalles y contornos trazados en manganeso. La producción de opalinas fue cuantiosa a lo largo de toda la vida de la fábrica. Eder y su ayudante José Piquer fabricaron el vidrio blanco de leche muy requerido en los años 1750. Se obtenía mezclando arena blanca, potasa refinada y cenizas de huesos calcinados, o bien añadiendo óxido de estaño, óxido de plomo y manganeso. Aunque la mezcla era clara al salir del crisol, se volvía opalescente al enfriarse.
Las piezas de cristal de la Granja muestran una gran maestría y perfección y a día de hoy es difícil encontrar estas piezas en subastas y anticuarios