Venus púdica: Eterna belleza femenina
Las pasiones de los dioses del Olimpo se convirtieron en las historias míticas que mayor interés y empatía despertaron en la devoción de los fieles griegos. Si tenemos que hablar de la patrona del amor, Afrodita, este sentimiento adquirió una gran intensidad debido a que la Diosa encarnaba los valores del amor, la belleza, el erotismo y la pasión. El pueblo griego representó su panteón de un modo ideal y severo, simbolizando así la perfección más absoluta y la distancia entre la divinidad y la mortalidad.
Situado en una zona elevada junto a la costa turca, rodeado de jardines de mirto, vides y cipreses y dispuesto en una columnata circular con dos accesos, el templo de Afrodita en Cnido, permitía al fiel contemplar la figura de la diosa en todo su esplendor. La escultura de Afrodita de Cnido logró que todo el que la viera quedara cautivado, su desnudez sutil conseguía despertar la imaginación, pero su realismo la convirtió en una mujer veraz, al mismo tiempo mundana y divina. Prueba del absoluto hechizo que provocó su belleza la encontramos en las numerosas leyendas de hombres que perdieron la cabeza por la misma estatua, o los miles de peregrinos que durante siglos acudieron a admirarla.
Las historias que rodean la creación de la obra no distan del mito de la propia Afrodita. Se sabe que Phryné, amante de Praxíteles, fue el modelo que inspiró la escultura. Contemplada por el escultor al emerger de las aguas, la belleza de Phryné generó una impresión tan sobresaliente, que Praxíteles inmortalizó el momento y a su amada elevándolos así a la eternidad. Con esta obra maestra cambiaría el curso del arte y buena parte de nuestra cultura, ya que se trata del primer desnudo femenino conocido en la estatuaria griega. La audacia y la novedad de la escultura se vio empañada por la controversia al ser rechazada por su inicial comitente, la ciudad de Cos.
Sin embargo, a pesar de la polémica la escultura no sólo alentó el inició de un nuevo tema de la historia del arte, sino que marcaría un canon sobre el ideal de belleza en la representación del cuerpo femenino. Las proporciones y rasgos de la estatua servirían de modelo para las generaciones futuras al personificar la máxima del ideal clásico. Este éxito propició la copia e imitación de la obra original y desde el siglo IV a.C. hasta nuestros días, se ha venido replicando como un eco de la escultura primigenia, en el que sus rasgos principales se aprecian con un espíritu semejante.
La fascinación del pueblo romano por la cultura griega alentó tanto el coleccionismo de esculturas antiguas como de copias e incluso reproducciones. Las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz en todo el Imperio Romano un buen numero de Venus Púdicas poniendo de manifiesto su trascendencia en la Historia.
Nos complace presentar una versión romana de excepcional calidad. La nítida superficie de mármol adquiere la sedosa textura de la piel. Los movimientos sesgados por el paso del tiempo parecen no detenerse. Imaginemos por un instante el efecto realista que tendría esta pieza gracias a la policromía naturalista y su correcta ubicación espacial. Un ejemplo único que actúa como un eco de la mítica Afrodita de Cnido, la belleza del cuerpo femenino elevada a la eternidad.