Josep Maria Subirachs: clasicismo y modernidad
El que fuera el gran renovador de la escultura catalana de posguerra y uno de los escultores españoles más destacados del panorama nacional del siglo XX, protagoniza nuestra subasta del 12 de julio con una de sus icónicas Venus
Josep Maria Subirachs se inicia en la práctica escultórica de la mano de Enric Monjo, escultor que junto a Frederic Mares tendrán un papel muy activo en la reconstrucción de la Barcelona de posguerra. Su formación seguirá desarrollándose en el taller de Enric Casanova, cuya influencia noucentista calará profundamente en el joven Subirachs dando luz a su etapa mediterranista. Tras esta primera etapa formativa, el artista barcelonés logrará, gracias a la beca que le concede en 1950 el cercle Maillol, viajar a París, donde conocerá de primera mano las revoluciones artísticas de las vanguardias europeas. Esta estancia tendrá una importancia capital en su trayectoria no solo por esa suerte de hallazgo que supuso el descubrimiento de las últimas tendencias artísticas, sino también por la oportunidad que le brindó de forjarse un nombre como escultor.
Desde entonces, su obra atravesará diversas fases que fluctuarán entre la figuración y la abstracción, elaborando un sólido lenguaje personal cuyas infinitas referencias a sus admirados Julio Gonzalez, Brancussi, Henry Moore o Giacometti no restan ni un ápice de personalidad a una esencia creativa guiada por su espíritu innovador pero ante todo por su reivindicación del arte como generador de vida frente a la muerte y la destrucción
Bajo estas constantes investigaciones a las que sometió su obra, Subirachs fue configurando un universo plástico en el que late una iconografía metafórica y simbólica donde cada escultura atesora en sí misma su propio cosmos. Sin embargo, Subirachs hará de ciertos recursos y motivos de representación su caballo de batalla, empleándolos de forma recurrente a lo largo de toda su trayectoria. En este sentido, la Venus en licitación encierra varios de los conceptos que vertebraron toda su carrera.
Realizada en una década marcada por la necesidad de dotar su obra de más elementos comunicativos, Subirachs opta por una nueva figuración cuyo verdadero objetivo recaerá, más que en su representación, en su significación. En este caso, y como sucede habitualmente en su obra, Subirachs recurre a la figura femenina en su vertiente mitológica. A través del cuerpo de la Diosa Venus, transluce la impronta ineludible de un artista que, nacido bajo el signo del noucentisme, abrazará la cultura clásica grecorromana como antídoto frente a la que considera una civilización en decadencia.
Por otro lado, Subirachs introducirá a través de sus esculturas un dialogo entre conceptos duales, que como el espacio y el tiempo, la luz y las sombras, el hombre y la mujer o lo vertical y horizontal, reflejan la dialéctica contrapuesta o complementaria que rige el mundo en el que vivimos. En este sentido, la escultura en mármol que presentamos contrapone la verticalidad y la horizontalidad, así como el concepto de espacio- tiempo a través de un recurso que será fundamental en su obra a partir de entonces: los conocidos como perfiles corridos, a partir de los cuales el torso se desdibuja hasta desvanecerse formando grandes molduras. De hecho, este tipo de recurso permite también una doble lectura de interpretaciones opuestas. Por un lado, puede ser leída como la materia bruta que progresivamente se va puliendo y cogiendo forma hasta llegar a la perfección final a la que aspira el arte o, por contra, como el reflejo de la destrucción de esa belleza y perfección provocada por la decadencia de la cultura.