Carles Casagemas: más allá del mito y de Picasso
Con demasiada frecuencia la personalidad artística de Carles Casagemas se ha mantenido a la sombra de la relación que le unió a Picasso y del trágico desenlace con el que puso fin a su vida. Si bien es cierto que su historia permanecerá por siempre unida a la de Picasso, desde Setdart queremos reivindicar a este artista que, a pesar de su escasa producción, fue capaz de sintetizar en ella uno de los periodos más esplendorosos del arte catalán. Del total de 48 obras que se le atribuyen, la que aquí presentamos en subasta, formó parte de la exposición inaugurada en el año 2014 en el Museu Nacional d’Art de Catalunya «Carles Casagemas. El artista debajo el mito» a través de la que pudimos descubrir una de las obras más extraordinarias a la par que desconocidas de la segunda generación modernista.
Su leyenda
Su historia, elevada a la dimensión de leyenda, se envuelve en un halo de fatalidad que nos recuerda a los grandes personajes torturados y malditos del romanticismo. “No habiendo cumplido aún los dieciocho abriles ya llevaba en su frente el surco sombrío de un misterioso pesar que no era sino el triste presagio de una infausta suerte”. De este modo describió Ricard Opisso a un joven Casagemas quien ya desde que llegara a unirse a la Colla del Safrà, dio muestras de su compleja personalidad. Compañeros y amigos de tertulia en el mítico Els Quatre Gats, como Nonell, Mir o Pichot entre otros, fueron testigo de su carácter inestable pero también de la profunda melancolía que escondía en su mirada, la de un hombre, como resumió su íntimo Manolo Hugué, “inquieto, lleno de nobleza, alto, seco y con una cabeza romántica”.
Precisamente els Quatre Gats fue también el escenario en el que, en 1899, Picasso y Casagemas se encontraron por primera vez. El joven artista se convirtió indudablemente en una figura clave en la vida y obra de Picasso: fue su gran amigo en la Barcelona bohemia, su compañero de taller en el Gòtic y el rival artístico con el que, retroalimentándose y aprendiendo el uno del otro, pintó los bajos fondos de la ciudad. Fue también con él con quien viajó a Paris por primera vez en el año 1900. Juntos, se bebieron todo aquello que la ciudad les brindó, exprimieron intensamente la bohemia que rebosaba por cada una de las calles de Montmatre y fue también juntos que descubrieron las vanguardias. Ambos amigos se instalaron en un estudio prestado por Isidre Nonell, al que se uniría Manuel Pallarès, compañero de estudios de Picasso. En este contexto, los tres artistas conocieron a las modelos que posaban habitualmente para los artistas expatriados españoles entre las que se encontraba Laure Gargallon, más conocida como Germaine y de la que Casagemas quedó irremediablemente cautivado. Este sería, sin lugar a dudas, el episodio que marcó el fatal destino de Casagemas.
Tan solo un año después, sumido en una vida de excesos, alcohol y morfina, e incapaz de aceptar los continuos y humillantes rechazos de su amada, decidió, durante una cena en el restaurante L’Hippodromede de la Place Clichy, poner fin a su vida descerrajándose un tiro en la sien con la misma pistola con la que segundos antes había intentado matar sin éxito a Germaine .
El suicidio de Casagemas afectó y obsesionó de tal manera al joven Pablo que desembocó en una de sus etapas más reflexivas e introspectivas. El genio malagueño inundó sus pinturas de un triste y melancólico azul que, impregnadas de desesperanza y desarraigo reflejaban el lado más solitario y pesimista de la vida. Originado con el alegórico Entierro de Casagemas (1901), Picasso concluyó este periodo con la obra titulada paradójicamente La Vida (1903), un complejo lienzo lleno de simbolismo protagonizado también por su amigo. Las lánguidas figuras que protagonizaran este periodo emergen como alegorías de la vida y la muerte, del amor y la tragedia, y del principio y final de todo. Un símbolo del ciclo vital que se abrió y cerró con y por Casagemas
Su obra
A pesar de su corta producción Casagemas nos sorprende por su capacidad de trabajar y estudiar diferentes técnicas, en la que destaca la del dibujo “Frito”, técnica iniciada por Nonell y de la que fue uno de sus grandes cultivadores. Su versatilidad temática le permite transitar entre paisajes, escenas costumbristas y ambientes marginales de burdeles y bajos fondos. De entre todos ellos la mujer se convertirá en uno de sus temas capitales permitiéndonos ahondar en la personalidad artística y más íntima de Casagemas. Sus perturbadoras figuras femeninas retorcidas en sugerentes y enigmáticas poses, a menudo aparecen rodeadas de espectros que sugieren el mundo interior del artista, sus visiones, fantasmas y sueños, así como escenas que representan con cierta crítica social el lado más oscuro de los barrios marginales. Sin embargo, en su retrato de las miserias humanas, jamás perdió la capacidad de hallar belleza donde otros solo encontraban fealdad.
En su estilo, caracterizado por los trazos gruesos y enérgicos de tonos intensos, se puede apreciar la profunda huella de su querido amigo Isidre Nonell. Especialmente en sus dibujos, resaltan los contornos con una línea oscura y gruesa con las que delimita las formas a la vez que consigue acentuar una expresividad desgarradora derivada de su tendencia expresionista con la que se alejaría del modernismo más edulcorado. En su conjunto, el corpus artístico de Casagemas destaca por un lenguaje plástico plenamente personal y en continua evolución a partir del que se vislumbran las preocupaciones estéticas y vitales de un artista imbuido por completo en la modernidad parisina y plenamente integrado en las corrientes imperantes del momento.
Su muerte prematura truncó una prometedora trayectoria artística que apuntaba, como sostienen algunos críticos, a encumbrarlo como uno de los grandes genios de la pintura catalana. Durante mucho tiempo la dimensión que adquirió su mito difuminó y fagocitó al Casagemas artista. Sin embargo, y a pesar de la etiqueta de pintor maldito con la que habitualmente lo encasillan, Casagemas fue uno de aquellos artistas que participaron activamente de los cambios acontecidos en las postrimerías del siglo XIX sin olvidar que fue él, quien actuó como bisagra entre Picasso y los grandes artistas catalanes de aquel entonces.
Ante las escasas oportunidades de adquirir una obra de Casagemas, este pastel que presentamos en subasta se convierte en un pequeño tesoro para los amantes del arte y su coleccionismo