Julio Romero Torres pintor por excelencia del flamenco
La obra de Julio Romero de Torres ocupa en la historia de la pintura andaluza un lugar similar al que ocupa García Lorca en el arte poético, pues en ambos lo vernáculo alcanzó una hondura de resonancia universal. Comparables ambos, en sus respectivos lenguajes artísticos, con los efectos del cante jondo en el ánimo del oyente, elevan la aparente banalidad de las costumbres y peculiaridades regionales a una expresión sublime de las inquietudes compartidas en cualquier tiempo y lugar: amor y muerte, deseo pasional e instinto, encauzados por la magia de la creación.
Así, vanguardia y tradición, sabor local y trascendencia universal, se entrelazan en la obra de Romero de Torres. Sólo él tuvo el secreto de la fórmula magistral cuyos ingredientes (simbolismo, decadentismo, pintura de género…), hábilmente recombinados, daban lugar a escenografías misteriosas donde el tema costumbrista quedaba velado tras tupidas urdimbres en cuyas redes la mirada embelesada del espectador quedaba atrapada.
Véase, por ejemplo, el cuadro “Malagueña” (1917, expuesto en la sala Majestic Hall en 1919), donde un joven tocado con sombrero cordobés se reclina sobre Amalia “La gitana”, cuya guitarra reposa sobre su regazo. El joven parece querer consolar el dolor de la mujer, sufrimiento que se expresa en el pliegue del entrecejo y la mirada huidiza. Detrás de ellos, es descrito un crimen pasional (como perteneciente a un episodio ya ocurrido, o quizás aún por llegar). El ciprés anuncia la muerte y el luto. El tema flamenco y sus estereotipos (amor pasional, celos, guitarra, cruz cristiana, rito fúnebre…) han sido tratados de tal modo que se elevan más allá del folclore local. Responden más bien a una transposición plástica de sentimientos eternos.
Para caracterizar al personaje masculino del citado lienzo, el pintor se sirvió de su hijo Rafael Romero. El mismo rostro y vestimenta, el mismo ademán y una expresión muy similar, es la que adopta el personaje retratado en la pintura que Setdart pone en subasta en esta ocasión (lote 35201692): se trata de un retrato de Rafael Romero en el que queda encuadrado sólo el rostro y los hombros, y donde el apunte de paisaje insinuado al fondo también coincide con ese fragmento de la Malagueña.
Queda patente, por dichos paralelismos, que este retrato debió servir como estudio de expresión del artista para el cuadro “Malagueña”, tal como ha señalado la historiadora Mercedes Valverde Candil. Sea como fuere, este retrato de Rafael tocado con sombrero cordobés adquiere valor por sí mimo, dada la hondura psíquica que se reviste su expresión. Una mirada y unas facciones que, a pesar de su expresividad, preservan el secreto de sus emociones, como era usual en los personajes de Romero de Torres.