Darío Regoyos, su legado en el paisajismo vasco
A finales del siglo XIX, mientras que en París, Viena o Bruselas se abrían camino distintas tendencias artísticas experimentales aplicadas a la pintura de paisaje (impresionismo, puntillismo, etc.), en gran parte del territorio español el arte seguía estando sometido a la rígida academia. En este sentido, en el contexto vasco, la figura de Darío de Regoyos sería indispensable para que las nuevas tendencias penetraran más acá de los Pirineos.
Nacido en Asturias, Regoyos, a pesar de su talante cosmopolita y de haber sido el único español que había formado parte del grupo puntillista liderado por Seurat, siempre sintió un singular apego por el País Vasco. Junto con Adolfo Guiard, contribuyeron a la efervescencia bilbaína como centro artístico emergente. Abrieron una senda, en el ámbito del paisajismo y de temas propiamente vascos, que continuaron artistas como Ignacio Zuloaga, Manuel Losada y Francisco Iturrino.
Viajero incansable, residió en Bruselas durante muchos años (donde frecuentó el círculo de “Les Vingt”), pero la luz del Cantábrico le atraía como ninguna otra, lo que queda atestiguado en las subyugantes pinturas realizadas entre Irún y San Sebastián, en los alrededores de Las Arenas y Durango. Aunque no dejó de participar en exposiciones con el grupo puntillista belga, a partir de 1884 se asentó en el País Vasco, época en que realizó el óleo “La baie de Pasajès (PaysBasque)”
La fotogénica bahía de Pasaia fue retratada desde distintos ángulos por el maestro asturiano. En esta pintura, que actualmente se subasta en Setdart, las casas alineadas en la ladera de los montes parecen flotar sobre el brazo de mar. La perspectiva, desde la orilla, incluye también la vía de ferrocarril, cuyo último vagón vemos alejarse. La cadencia atemporal de esos pueblos antiguos y el tiempo de la máquina se solapan, conviven en armonía.
Regoyos no se cansó de pintar el puerto de Oarsoaldes y sus inmediaciones. “La baie de Pasajès” (con la que participó en una exposición belga) es próxima en periodo y tema a títulos como “Toros en Pasajes de San Juan” (conservado en el Museo de Bellas Artes de Bilbao) y “Efecto de tarde en Pasajes”. La pintura está firmada con la forma “Darío de R.”, probablemente porque en aquellos años Regoyos era conocido en el ambiente artístico belga como “Don Darío”.
No serán pocos los artistas (vascos y de otros puntos de España) que pintarán la hermosa bahía: Eugenio Arruti, José Salís, Pedro Venancio Gassis, Joaquín Sorolla, Ascensio Martiarena, entre otros.
El paisaje vasco es escrutad hasta la médula por Regoyos, desmenuzado en su esencia formal y en sus colores más intensos. Sin embargo, en este paisaje de la bahía, el puntillismo de su etapa belga se ha suavizado ligeramente alcanzando una síntesis propia difícil de catalogar dentro de un movimiento.
Tanto sus paisajes como sus cuadros de bailes vascos, de trazo esquemático y enérgica pincelada, dejará una huella indeleble en la pintura vasca, teniendo discípulos como Manuel Moreno y Enrique Rentería, y que de generación en generación, llegan hasta el presente.