La Edad de Oro del paisajismo catalán.
Como protagonistas de nuestra subasta del día 27 de octubre las obras de Martí Alsina, Modest Urgell, Eliseo Meifrèn o Joaquím Mir reflejan especialmente la excelencia que por aquel entonces alcanzó el género de paisaje.
No fue hasta mediados del siglo XIX que el paisajismo catalan se desarrollaría como genero plenamente autónomo. Esta etapa que se extiende hasta principios del siglo XX será reconocida como una verdadera edad de oro vital en la renovación de un género que hasta entonces había estado relegado a un segundo plano como mero acompañamiento de los grandes temas mitológicos y bíblicos. Desde entonces la pintura de paisaje vivió una continua evolución experimentando e incorporando las nuevas tendencias artísticas que surgieron a lo largo del siglo XIX y XX. Sin duda la intensa producción de este singular periodo dió luz a una progresiva ruptura con las convenciones academicistas para emprender el camino hacia la libertad creativa que proclamó la modernidad.
Marti Alsina: los inicios del realismo
Ramon Martí i Alsina es considerado el introductor del realismo en Cataluña y, por tanto, figura clave en la renovación de la pintura catalana moderna. Convencido de que el verdadero arte se hallaba en el mundo real, dominado por la luz y el color, abrió la puerta a una nueva concepción pictórica en la que formó a toda una generación de pintores catalanes que se enfrentaron directamente y sin soluciones previas a la naturaleza. En su obra, aunque hay que tener en cuenta aún la influencia romántica de Delacroix, Géricault o Vernet, se evidencia el camino hacia el realismo que intuitivamente inició y que lo acercaron a los preceptos de la Escuela de Barbizon y Courbet.
Modest Urgell: el realismo de la Escuela de Olot.
La estancia en Paris de Modest Urgell, le brindó la oportunidad de conocer de cerca el realismo de Courbet i la escuela de Barbizone en el que su maestro Martí Alsina le había introducido. Dejando atrás la rigidez academicista que imperaba en Cataluña, Urgell se encaminó hacia un paisaje de influencias románticas que terminaría derivando en el realismo de la llamada Escuela de Olot. Sus paisajes dominados por una infinita melancolía y sensación de vacío destacan por la atención que presta a los efectos lumínicos. Sus características atmósferas crepusculares reflejan sin duda una clara intencionalidad: transmitir, siguiendo la tradición de la pintura, romántica un estado de ánimo concreto al espectador.
Meifrèn: el inicio del impresionismo.
Junto a Joaquim Mir es considerado el mejor paisajista de principios del siglo XX. Por aquel entonces Meifrèn dio un giro radical a su obra alejándose definitivamente de unos inicios inscritos en el romanticismo de corte académico. De este modo, sus primeros paisajes evolucionaron hasta desembocar en un lenguaje plenamente impresionista del que se le considera introductor. Abandonando el preciosismo romano, Meifrèn dará rienda suelta a un estilo muy personal dominado por los efectos lumínico que captura con brillantez a través de su característica pincela suelta y su cromatismo armonioso y elegante.
Joaquím Mir: camino hacia la abstracción.
Su obra, de una modernidad sorprendente, lo ha convertido en uno de los máximos representantes del postimpresionismo español. Obras como la que aquí os presentamos realizadas en Aleixar, demuestran el atrevimiento de Mir a la hora de plasmar una visión del entorno natural que a menudo bordeó a abstracción. Junto su etapa mallorquina, la estancia en Tarragona será clave en la evolución artística del pintor, desplegando una combinación de colores imposibles mediante pinceladas cada vez más alargadas que convierten en manchas los objetos y referencias espaciales.