Dionís Baixeras: la belleza austera del paisaje.
En las postrimerías del siglo XIX el género de paisaje vivió en Catalunya una época de esplendor que abrió el camino a toda una generación de artistas que, como Dionís Baixeras, llevaron el paisajismo catalán a uno de sus periodos más fructíferos. Considerado como uno de los más destacados paisajistas del cambio de siglo, su obra resulta ineludible en la evolución de un género que, iniciado bajo el influjo del romanticismo, derivó hacia un lenguaje fundamentado en la tendencia realista desarrollada en Francia por la Escuela de Barbizon. Obras como la que licita Setdart próximante, representa un magnífico testimonio del estilo que hizo de Baixerasun auténtico narrador del paisaje catalán.
Formado en la escuela de la Llotja, Baixeras dio vida a una obra temprana marcada por la huella de los que fueron sus maestros, Marti Alsina y Antoni Caba, a la que tiempo después incorporaría los preceptos de la Escuela de Olot. Junto a esta tradición pictórica propia, las tendencias procedentes de París determinaron el rumbo de la trayectoria de Baixeras que, como tantos de nuestros artistas, viajó a la capital francesa en busca de nuevos horizontes artísticos. En contraposición a la corriente modernista que por aquel entonces irrumpió en Catalunya, Baixeras abanderó un arte naturalista, sereno y equilibrado inspirado en el lenguaje realista de artistas que, como Millet, pudo descubrir a raíz de su estancia en Paris. Desde entonces, el pintor catalán mostrará una clara predilección por una pintura de paisaje dominada por el profundo arraigo a su tierra cuyos parajes, gentes y costumbres, inmortalizó a lo largo de toda su trayectoria.
En su predilección por la pintura vinculada al mar, Baixeras emplea un lenguaje delicado y minucioso, valiéndose de la luz y el color para captar magistralmente la esencia de la naturaleza. Sin embargo, bajo una representación fidedigna del paisaje que enraizada con el realismo pictórico, Baixeras impregna la atmosfera de un sutil lirismo que otorga a la escena cierto aire de carácter melancólico e introspectivo. En este caso nos sitúa en una playa bañada por la bruma matinal, donde la imagen de unos muchachos sentados alrededor de un fuego que les resguarda del frio invernal, se desenvuelve en plena armonía con una naturaleza bella y apacible. Cada uno de los elementos que configuran la composición nos trasladan esa imagen amable y de vida austera en la que el artista reflejó aquellos valores tradicionales que, como la humildad, la sencillez y el amor a la naturaleza, formaron parte del ideario católico y catalanista impulsado desde el Círculo artistico de Sant Lluc.
Desde la costa hasta los Pirineos, los paisajes de Baixeras nos ofrecen una visión de paz y tranquilidad en cuyos personajes refleja la autenticidad del pueblo catalán vinculado íntimamente a la pureza de la tierra y el mar. El carácter amable de su obra, le proporcionó un gran éxito y popularidad, especialmente entre la nueva burguesía catalana que encontró en el coleccionismo del arte un signo de prestigio para reafirmar su nuevo estatus social. Sin duda, el legado artístico que nos brindó Dionís Baixeras ha trascendido en el tiempo convirtiéndolo en uno de los pintores catalanes finiseculares que mejor supo capturar la belleza de la vida sencilla.