Obras destacadas
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LUIS SEOANE
Heredero de las inquietudes pictóricas de principios de siglo, de Matisse Picasso o Klee, Lluis Seoane representa una figura clave de la vanguardia artística española. Nacido en Buenos Aires, pronto emigró a Galicia donde desarrolló gran parte de su carrera cultural. Durante las ultimas décadas de su vida, volvería a su lugar de origen huyendo del franquismo junto a otros compatriotas exiliados. De hecho el compromiso político y social del artista siempre tuvo un lugar destacado, estando presente en todas sus facetas , tanto en la de pintor como en la de escritor
Realizada en su última etapa, la obra que presentamos da muestra del lenguaje plástico que Seoane desarrolló a la largo de su carrera hasta culminar plenamente en los años 60. ” El guerrero” sintetiza a la perfección la manera en la que Seoane incorporó las tendencias vanguardistas sin perder de vista sus propios intereses y objetivos. La reducción de las líneas estructurales a los esquemas geométricos más fundamentales nos recuerdan a Picasso o Leger. Los colores aplicados en grandes planos vivos e intensos a través de los cuales da volumen a los cuerpos son deudores de Matisse. Las líneas negras que antes delimitaban los perfiles, ahora se diluyen integrando la figura del guerrero en un fondo de color. Todo ello, se une bajo un mismo objetivo: vincular el arte a la realidad de la época. Y es que si algo representaba a Seoane era la firme creencia que el arte debe remover conciencias mostrando al mundo las problemáticas que afectan a la sociedad. En palabras del maestro “el artista nunca se abstrae de la realidad histórica en que vive. no puede escapar a este… el arte lo que hace es mostrar las cosa, descubrirlas en su particularidad y hondura a los hombres”. La figura del guerrero es una muestra de ello, o tal vez mejor, un homenaje genérico a todos aquellos que se vieron oprimidos por las políticas injustas de la época. En definitiva, la obra de Seoane contiene, bajo una apariencia de elementalidad, un largo proceso intelectual y un profundo compromiso ético y moral en el que el arte se convierte en una herramienta social, tanto de denuncia como de catarsis espiritual
ARCADI MAS I FONTDEVILA
Durante el último cuarto del siglo XIX, Arcadi Mas i Fontdevila formó parte, junto a Roig i Soler, del binomio fundador de la escuela luminista de Sitges.
A pesar de ser una obra anterior a la formación del grupo, en el oleo que presentamos se pueden observar algunos de los rasgos y intereses que caracterizaron la pintura de este grupo. El espíritu renovador y la voluntad de romper con la pintura de taller vigente ligada a temas históricos y mitológicos, hizo que los integrantes de la escuela de Sitges se lanzaran al exterior y sacaran sus caballetes para pintar directamente del natural, buscando en el paisaje y en la vida cuotidiana nuevos motivos expresivos. Influenciados por algunas de las corrientes Europeas anteriores quisieron reflejar con sus pinceles el paisaje, el clima y el ambiente que las tierras de la costa catalana les ofrecía. Esta nueva manera de entender el acto creativo iba intrínsecamente unido al interés común que por encima de todo unió a estos artistas: la captación de la luz y la atmosfera dentro de sus lienzos. Mas y Fondevila abanderó esta concepción en la que la luz, no es tratada como efecto secundario dentro del cuadro, sino que se convierte en parte primordial de él. Por ello, se le considera, además de una figura puntal de la pintura catalana, el primer impresionista catalán. Este interés se hace perceptible ya desde sus inicios, intensificándose de manera notable al conocer la obra “La batalla de Tetuan” de Mariano Fortuny, quien marcaria fuertemente una etapa de la producción del artista.
“Paisaje lacustre a las afueras de Roma” pertenece a la etapa Italiana, país al que viaja después de conseguir la Beca Fortuny. Es en este momento, cuando empieza a realizar obras fuera del estudio y a jugar con la impresión de la luz y las atmosferas. Como podemos percibir en esta sencilla y delicada composición, el dialogo entre el hombre y la naturaleza fue una de sus máximas inquietudes. A pesar de enfatizar en los efectos lumínicos, jamás descuidó la figura humana, entendiendo que esta, formaba parte de la naturaleza y el cosmos. De esta manera , nos muestra un paisaje placido donde el hombre se encuentra plenamente integrado. Cabe destacar también la precisión en el dibujo, acercándose en este sentido y en cuanto a soluciones compositivas al realismo. La sensación de calma e incluso quietud que envuelve la obra, es fruto de la atmosfera que consigue captar a través de una luz tamizada y suave que se acrecienta gracias a la gama cromática empleada, menos encendida que en trabajos anteriores.
JOAQUIN TERRUELLA
Dama ante un paisaje constituye una pieza excepcional dentro de la producción de Joaquín Terruella. Además de por su indudable calidad plástica nos encontramos frente un lienzo que se aleja considerablemente de los rasgos estilísticos y temáticos asociados al artista.
Sobrino y seguidor de Segundo Matilla, fue también discípulo de Santiago Rusiñol. Los dos artistas ejercieron un gran influjo en el joven aprendiz, que pronto dio muestra de su gran sensibilidad para captar con delicadeza y sutiles los reflejos y atmosfera que los paisajes naturales le brindaban. Con este último realizó un viaje a Italia en 1923, además de pasar una temporada trabajando juntos en Aranjuez. También pintó en París y en Palma de Mallorca. Expuso individualmente por primera vez en la desaparecida sala Goya de Barcelona, en 1916. Desde entonces se sucedieron sus muestras en la ciudad condal, sobre todo en la sala Parés (desde 1924), y también mostró sus paisajes impresionistas en galerías de París (expone por primera vez allí en 1922), Madrid, Palma, Zaragoza, Burdeos y Biarritz. A partir de 1928 mostrará su obra en la sala Gaspar de Barcelona, en la que reiterará su presencia hasta 1952
No obstante, en esta obra, Terruella se aparta de la estela impresionista, para adentrar-se en un composición de evocaciones simbólicas que nada tiene que ver con la visión de los paisajes catalanes que tanto cultivó. En este caso, estamos ante un escenario de tintes oníricos y metafísicos en el que el protagonismo recae en el dialogo que se establece entre el paisaje de aguas tranquilas y la monumental figura femenina. Acompañada de dos amorcillos que revolotean a su lado, esta figura de presencia rotunda, hierática y de rostro sereno ataviada con una toga nos hace pensar que estamos frente a la Diosa Venus. La preeminencia de la gama de azules en la composición refuerza esta idea, puesto que dicho color se asocia simbólicamente a aquello divino y eterno. Con un predominio de la pincelada larga, el paisaje transmite una sensación de estatismo, como si nos encontráramos en frente de un paisaje donde el tiempo se detiene tornándose eterno. Otro detalle que nos lleva a la misma idea lo encontramos en la relación que se establece entre las nubes arremolinadas y la toga blanca de la Diosa funcionando como un eco el uno del otro y asociando así, el cielo con lo divino.