Jaume Plensa es en la actualidad uno de los artistas más reconocidos a nivel internacional y una pieza clave en el horizonte artístico contemporáneo. A pesar de considerarse ante todo escultor, su actividad creativa ha transitado por múltiples disciplinas como la pintura, el grabado o la escenografía. Sin embargo, en todas ellas existe un hilo conductor que da luz a una de la trayectorias más coherentes y sólidas de los últimos tiempos. Plensa es en esencia, un artista de materiales, sensaciones e ideas que abraza múltiples referencias como la poesía, la religión o la filosofía. A través de ellas ahonda en temas universales como la existencia humana, la memoria o el pasado, convirtiendo sus obras en una extensión de su pensamiento.
En Noe II, obra que presentamos en subasta el día 23, confluyen aquellos pilares esenciales sobre los que el artista ha fundamentado toda su obra. En ella Plensa es capaz de dotar el papel que emplea como superficie, de una perspectiva, profundidad y solidez más propia de otros soportes. Gracias al dominio y conocimiento de los materiales, es capaz de desarrollar de manera extraordinaria el volumen de las líneas y de las formas.
Pero en esta obra se revela, no sólo la calidad técnica de esta vertiente de su trabajo, sino las correspondencias con su producción escultórica. El peso que adquiere el tratamiento de las texturas y el uso de la materia en la construcción de los volúmenes evidencia la consonancia con la práctica escultórica. Esta intencionalidad también se aprecia en los colores empleados, con los que crea una superficie que simula un metal repujado convertido en pared. Los muros que ha construido sobre la superficie de papel se convierten en la mano de Plensa, en piedras auténticas que nos remiten a los muros medievales. De este modo, aflora aquí, otro de los intereses del artista: la arquitectura y la relación entre el espacio urbano y el hombre. Asimismo, este muro que, gracias al especial tratamiento del soporte parece avanzar hacia nosotros, contiene la palabra NOE mediante la que se introduce una imagen bíblica que evoca el arca y el diluvio, y con la que una vez más, da muestra de la importancia del uso que hace Plensa de las letras y los números como símbolos.
Después de 40 años de trayectoria el artista barcelonés ha logrado un personalísimo lenguaje que lo convierte en uno de los valores más sólidos de la escena.