Miquel Barceló, un bodegón de su etapa parisina
El aliento vital que atravesó desde su primera juventud la obra del artista Miquel Barceló lo iría impulsando de un modo casi inconsciente, conduciéndolo de ciudad en ciudad, de país en país, hasta encontrar en África la constatación de lo que ya anidaba en su interior.
Justo antes de viajar a Mali por primera vez, mientras vivía en París, en 1985, el artista mallorquín realizó una serie de bodegones -entre ellos, el que Setdart pone en subasta en esta ocasión- donde se aprecia su voluntad por desasirse del abigarramiento cromático y formal de su etapa anterior y presagiándose la sed de desierto (físico y metafísico) que satisfará en el país africano. En este bodegón perteneciente a la etapa parisina (lote 35118235), el predominio monocromo de ocres y tonos terrosos parecen presagiar la irrupción directa del barro y de los sedimentos fluviales sobre la tela con la que experimentará en Mali.
Es una obra sobre papel pero preñada de un jugoso trabajo matérico a base de trazos enérgicos e incisiones. El cuchillo que atraviesa el centro del melón del que emerge una constelación de semillas, compone una imagen pseudo-figurativa con sutiles resonancias. En esta composición, se pone metafóricamente en relación la historia del bodegón con el futuro del género, anunciando un nuevo capítulo en la evolución contemporánea de la naturaleza muerta o más bien una revolución, que Barceló va a encabezar.
Después de pasar una temporada en Nápoles, Barceló se había trasladado a la capital francesa en el año 1984 instalando su taller en una antigua iglesia abandonada de la calle Ulm. En un ambiente lleno de oportunidades, el mallorquín no sólo se dedica a visitar los grandes museos de la capital, realizando series como la que dedica al Museo del Louvre, sino que vuelca su atención en su entorno más próximo. Así, los restaurantes o la gastronomía de la capital francesa se convierten en protagonistas de su imaginario. Bodegones, platos de sopa, cacharros con alimentos o naturalezas muertas, definen unos años cruciales en su producción artística.
Este bodegón, como el conjunto de la obra de Barceló, no olvida los olores y los colores de su origen mallorquín al que el artista a menudo hace referencia: el color de la arcilla y del hollín, el olor del pan y de la jugosa fruta del mediterráneo. El cordón umbilical nunca se rompe en la mente del creador.