Lote 33003284, Escuela italiana, c. 1600. “Salomé con la cabeza del Bautista”
Escuela italiana, c. 1600.
“Salomé con la cabeza del Bautista”
Óleo sobre lienzo. Reentelado, con bastidor moderno.
Marco del siglo XIX.
Medidas: 115 x 88 cm; 142 x 116 cm (marco).
En esta pintura el autor representa a Salomé mostrando en alto la cabeza cortada de Juan el Bautista, en una bandeja de plata. En el ángulo inferior derecho, a pequeño tamaño, vemos la escena de la decapitación del santo.
Basada en la de Tiziano, en una amplia y oscura estancia. En ella vemos al verdugo alzando la espada mientras aferra a Juan por el cabello. El bautista, mientras, permanece arrodillado con las manos unidas en señal de oración, vestido con una túnica roja que destaca su presencia en la composición, además de suponer un claro símbolo de la Pasión de Cristo. En el lado derecho, ya saliéndose del cuadro, vemos a una figura que sostiene la bandeja en la que se ha de depositar la cabeza una vez cortada, la misma bandeja que alza Salomé en el primer plano. Esta forma de representar la historia, con dos escenas sucesivas pintadas simultáneamente, en distintos planos, es un recurso arcaizante, que proviene de la última Edad Media, pero que se mantiene aquí en favor de la claridad narrativa.
A nivel formal, esta obra basa directamente su composición en el lienzo del mismo título de Tiziano, una obra pintada hacia 1550 y conservada actualmente en el Museo del Prado.
Sin embargo, hay una clara diferencia a nivel compositivo: en la obra de Tiziano, la atención de la escena se centra en Salomé, quien recibe el fuerte foco de luz relegando a un segundo plano la bandeja con la cabeza del Bautista. Aquí, en cambio, el pintor crea dos focos de luz para iluminar los dos puntos con igual intensidad. Sin embargo, en ambas composiciones Salomé aparece en la misma posición, con las manos alzadas y girando la cabeza, haciendo partícipe del momento al espectador al dirigir su mirada hacia el exterior de la pintura. No obstante, la obra que aquí presentamos se muestra más cercana al manierismo en el tratamiento de la figura que la de Tiziano, más clasicista y corpórea, y además denota una iluminación más contrastada y claroscurista, más netamente barroca, derivada quizás de la influencia de Caravaggio o sus seguidores.
De hecho, se trata de una luz totalmente tenebrista: un foco de luz dirigido, artificial, que entra por el ángulo superior izquierdo del cuadro e incide directamente en los puntos más destacados de la composición, dejando el resto en penumbra. Por otro lado, el tratamiento de la figura se aleja del clasicismo y se muestra directamente heredero del manierismo, como ya hemos mencionado. Así, vemos una Salomé de piel perlada, trabajada en tonos fríos y totalmente anticlásicos. Sus proporciones no son ya las estilizadas y casi deformadas del pleno manierismo, pero en su tratamiento anatómico sigue predominando un dibujo riguroso y preciso. Esto es igualmente apreciable en el rostro de la cabeza del santo, minuciosamente detallada, casi como si se tratase de un retrato.
Salomé era una princesa, hija de Herodes Filipo y Herodías, e hijastra de Herodes Antipas, relacionada con la muerte de San Juan el Bautista en una historia narrada en el Nuevo Testamento (Mateo y Marcos). Herodías, esposa de Herodes Filipo, se casó de manera escandalosa con el hermanastro de éste, Herodes Antipas, lo que provocó una guerra, ya que Herodes Antipas había repudiado para ello a su anterior esposa, hija del monarca nabateo. La actitud del nuevo matrimonio fue muy criticada por el pueblo, ya que se consideró pecaminosa, y uno de los que más la denunciaron fue Juan el Bautista, por lo que fue apresado, aunque Herodes no se atrevió a ejecutarlo por miedo a la ira popular.
Según la tradición Salomé, mujer de gran belleza, bailó para su padrastro, y éste entusiasmado se ofreció a concederle el premio que ella deseara. Entonces la joven pidió, siguiendo las instrucciones de su madre, la cabeza del Bautista, que le fue entregada “en bandeja de plata”. Esta historia bíblica ha sido representada con frecuencia en la pintura, ya que ofrece la posibilidad de plasmar escenarios exóticos y mujeres semidesnudas sin abandonar el repertorio bíblico.