"La Santera" de Joaquín Sorolla.
Estamos ante una acuarela de un periodo temprano de la obra de Joaquín Sorolla, con la que el artista participó en la Exposición de Pasteles y Acuarelas recientemente efectuada por el Círculo de Bellas Artes de 1981.
En la capilla de una ermita, revestida la pared con bellos azulejos, una joven prende con una vela la luz de la lámpara forjada que pende del techo. Al encenderse se ilumina el tríptico en cuya tabla central está representada la Virgen María.
Se aprecia ya en esta obra seminal el pulso de quien habría de ser un genio artístico. Su capacidad para crear la justa atmósfera, en este caso un lugar sacro, se expresa en la transfiguración del gesto anodino de atizar la lumbre en revelación sagrada. Lo fugaz se hace eterno mediante el juego lumínico, el cual además contribuye a definir las calidades, las texturas y las sombras de prendas, teselas y lienzos.
“La santera” (1890, lote 35187776) fue pintada por Joaquín Sorolla a la edad de 27 años, poco antes de desarrollar su estilo luminista, época en la que todavía estaba experimentando con las influencias que había recibido en sus diferentes estancias por Europa. Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla demostró su afición por el dibujo y la pintura, asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al terminar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresó en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en 1879. Asimismo, durante sus visitas a Madrid, realizadas en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que estimuló para solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Logrado su objetivo, en 1885 Sorolla parte para Roma, permaneciendo antes de llegar varios meses en París. En la capital francesa quedó impresionado por las pinturas de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al terminar sus años en Roma regresa a Valencia en 1889, instalándose al año siguiente en Madrid. En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose en problemas sociales al representar la triste escena de “¡Otra Margarita!”, premiada con medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente en la Internacional de Chicago. Esta sensibilidad permanecerá en su obra hasta el fin de la década, en sus representaciones de la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonará los temas de niños desdichados que vemos en “Triste herencia”, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid. En 1908 el norteamericano Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, pretendió adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año después invitaría él mismo a Sorolla a exponer en su institución, siendo el resultado una muestra en 1909 que cosechó enorme éxito. La relación entre Huntington y Sorolla dio lugar al encargo más importante de la vida del pintor: la creación de los inmensos lienzos destinados a ilustrar, en las paredes de la Hispanic Society, las regiones de España. Actualmente está representado en el Museo del Prado y el que lleva su nombre en Madrid, el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en parís, el J. Paul Getty de Los Ángeles, los de Bellas Artes de Bilbao y Valencia, la National Portrait Gallery de Londres y muchos otros.