Jordi Pintó: entre la utopia y la realidad
Las geometrías utópicas de Jordi Pintó llegan a Setdart con una de sus características vistas urbanas
Habitual desde hace décadas del panorama artístico nacional, el pintor nacido en Cardona es ahora también un reclamo internacional gracias a su creciente presencia en ferias de Arte contemporáneo como la de Turín, Singapore o Hong kong. Su éxito en la reciente exposición Viva Arte Seúl, celebrada en el Hyundai Museum ALT1 confirma una vez más que el arte español se ha lanzado a la conquista del poderoso mercado asiático.
La obra de Jordi Pintó transcurre en consonancia a su particular manera de entender la vida sumergiéndonos de lleno en escenografías mágicas que, bajo una aparente simplicidad y placidez, ocultan un universo de fantasía en el que habitan un sinfín de simbolismos que nos invitan a la reflexión.
Su estilo único e inconfundible entronca con la tradición pictórica del siglo pasado y la vision utópica de los movimientos de vanguardia que, como el cubismo, el fauvismo el constructivismo, el surrealismo o la pintura metafísica, deconstruye y reinterpreta hasta dar vida a una realidad fantasiosa que surge de la imaginación, el sentido del humor y la ironía.
El mestizaje de estos referentes da paso a una obra cuya estética, tan ingenua como misteriosa, se apoya en un cromatismo vigoroso y un dibujo preciso y rotundo que, con una pronunciada tendencia a la geometrización y simplificación de las formas, otorga a sus escenarios ese equilibrio entre el orden y el caos tan identificativo de sus composiciones
Dentro del imaginario plástico que a lo largo de más de tres décadas ha ido desarrollando, las vistas urbanas adquirirán una especial significación reflexionando a través de ellas, entorno a cuestiones existenciales como la sostenibilidad de la sociedad, la ecología, la alienación y la soledad. Es en estos escenarios donde se advierten de forma más evidente las referencias a la pintura metafísica y especialmente a la de su creador Giorgio de Chirico. Siguiendo sus postulados, Pintó aspira a capturar la vida interior del subconsciente mediante la representación de escenarios u objetos cotidianos que dan lugar a una especie de sueño pintado donde la realidad se torna enigmática hasta confundirse con el sueño y la memoria.
En este aspecto, las figuras que aparecen en las terrazas y entre las galerías refuerzan esa idea de introspección y preocupación existencial al despojarlo de sus fisonomías y simplificando su anatomía al máximo, tal y como lo hiciera Chirico en sus impávidos maniquís sin rostro. La representación de la figura humana será entendida como la de un autómata o máquina, insistiendo una vez más en la idea de vacío y soledad provocada
por un tiempo que, sin ningún rastro de humanidad, ni avanza ni llega. Su apariencia alegre, naif e incluso infantil no nos debe conducir pues a una interpretación superficial de su obra, sino que más bien nos invita a descubrir y adentrarnos en las capas de significación subyacentes. De hecho, mediante la eleccion de unos títulos perfectamente estudiados, el artista nos lanza toda una declaración de intenciones que, en este caso, subraya ese vínculo con de Chirico y la sensación de atemporalidad que también nos trasladaba con sus características vistas urbanas.
La magia, la alegría de vivir y el amor tan solo son la epidermis de una obra en la que, si nos detenemos un instante, veremos salir a la superficie la verdadera carga existencial que como un catálogo de emociones se oculta bajo una aparente inocencia.