Joan Rebull: el escultor de lo eterno y clásico
A través de la figura femenina Joan Rebull, recuperó la esencia más pura de nuestra identidad mediterránea.
La escultura moderna cimentada bajo sus dos pilares -materia y cuerpo- abordó la representación de la figura humana bajo los condicionantes culturales e históricos que marcaron el cambio de siglo. En este sentido la obra de Joan Rebull representa el elemento catalizador que precipitó la renovación de la práctica escultórica catalana del pasado siglo, dando forma a una escultura cuya concepción aspira a definir aquello propiamente mediterráneo. Para ello y como hiciera Torres Garcia, Rebull recurrirá al pasado más remoto de la civilización mediterránea, tomando como modelo el arte primitivo y arcaico de Mesopotamia Egipto y Grecia. Esta vuelta a la que es reconocida como la cuna de nuestra cultura responde a la impetuosa voluntad que se extendió por diversos territorios de Europa por reivindicar y recuperar desde la esfera política y cultural la esencia y singularidad de una identidad propia. En este aspecto, Rebull se sitúa en línea de los postulados Noucentistes cuya estética tomará como referente el ideal de la Grecia Clásica, basado en los valores de orden, armonía y medida, cuya belleza serena e idealizada nos remite a una realidad mítica.
El clasicismo arcaico que adopta la obra de Rebull se convertirá en el vehículo perfecto mediante el que representar aquellas tradiciones locales que dieran forma a un tipo escultórico con el que el pueblo pudiera sentirse identificado. Bajo su visión de una Catalunya heredera de la Antigüedad Clásica, Rebull se inspiró en las costumbres y tipos más arraigados a su tierra natal para hacer renacer el esplendor de la civilización griega, dando luz a una obra cuyo compromiso cultural y político está fuera de toda duda. En este aspecto la figura femenina adquirirá un notable protagonismo que se manifestará, tanto en su papel de diosa mediterránea, como en su propia personificación de los valores de la tierra.
De este modo, el artista tarraconense dio vida a un tipo escultórico sólido y rotundo en sus volúmenes que, en su expresividad sintética y austera, encerraba una notable carga simbólica, especialmente latente en figuras femeninas, que como la que hoy os presentamos, simbolizan el paradigma del estilo que Rebull desarrolló.
“La Pubilla” realizada en mármol de Carrara y de la cual existe otra versión ubicada en el Palacio Municipal de Reus, es un magnífico ejemplo del equilibrio que alcanzó su obra donde, en una combinación entre lo matérico y etéreo, lo terrenal y espiritual, Rebull nos traslada a la esencia inmutable de nuestros orígenes mediterráneos. De hecho, y más aún en figuras como la Pubilla o la Pastoreta, se evidencia el fuerte arraigo del escultor catalan por su tierra, así como el compromiso político, estético y artístico que adquirió con el signo de un tiempo marcado profundamente por la represión que supuso el régimen franquista. De este modo, la tradicional Pubilla, se torna en manos de Rebull en una alegoría moderna que alude a la mayor de las herencias que podemos recibir: la de nuestra tierra. El hieratismo de su rostro, serio y sereno y la sobria sensualidad con la que esculpe la anatomía sitúa al personaje en un plano atemporal que nos traslada a los tiempos de la Arcadia perdida.
El espíritu clásico latente en cada una de sus obras dio luz a un concepto propio de escultura mediterránea, en el que las formas del cuerpo humano y en especial de la figura femenina, conquistaron en manos de Rebull un espacio atemporal, eterno y clásico. De hecho y como manifestó el crítico Cirici Pellicer en una lúcida observación, Rebull fue capaz de “transformar lo particular, característico y efímero en típico y eterno” erigiéndose como un puente de unión entre la cultura anterior y posterior a la guerra civil española que lo sitúa como el escultor catalán más destacado de mediados del pasado siglo.