Las edades de Joan Ponç: del surrealismo juvenil a los presagios de madurez
El conjunto de obras que presentamos en la subasta de Arte Contemporáneo del 24 de mayo pone en valor la figura de Ponç como uno de los artistas más fascinantes y enigmáticos de la segunda mitad del siglo XX en España.
A menudo se ha definido al arte como aquello capaz de hacer visible lo invisible. Un artista que sin duda alguna encaja como pocos en esta definición es Joan Ponç, mago del pincel y merodeador de los reinos ocultos.
Setdart ha reunido en una sola subasta, obras pertenecientes a distintos momentos vitales del artista, lo que en el caso de Ponç cobra especial valor, porque nos enfrentamos a un creador cuyo ánimo y experiencia personal se refleja (aunque siempre de forma misteriosa) en su creación. Concretamente, se encuentran en licitación dibujos y pinturas que abarcan desde sus inicios en los años cuarenta (cuando incursiona en el primitivismo expresionista, a base de retratos autoexploratorios) hasta los ochenta, cuando, en el crepúsculo de su vida, nos lega unas visiones que casi superan las de su etapa surrealista de Dau Al Set.
A principios de la década de los años 40, Joan Ponç comenzó a fraguar la complejidad de un lenguaje simbólico que cristalizaría durante el periodo creativo del icónico Grupo Dau al Set. En un contexto histórico en el que dominaba el gusto por un arte más convencional, Ponç junto a sus compañeros de grupo, implantó la semilla que impulsaría la renovación del arte de post guerra. En esta regeneración fue imprescindible la herencia surrealista que en el ambiente de preguerra caló en el ambiente artístico español. En este sentido la inspiración que supuso el legado de Joan Miró, es especialmente notable en la obra de Ponç, siendo su figura la que encarnó de manera más efectista los postulados del genio catalán. De este modo Ponç rebuscó en el inconsciente humano para dar expresión a las formas y sensaciones más arraigadas a la psique individual, ahondando en sus aspectos más recónditos, inquietantes y misteriosos de su existencia. Ejemplo de ello son la suite ” Deliri” o el gouache “dau al setB-24”, en el que se evidencia un mundo onírico influenciado por el poderoso simbolismo de los signos, los personajes biomórficos, o los símbolos que como la espiral, las estrellas o la luna fueron tan propios del universo mironiano. Como podemos observar, su dibujo plano, aunque cada vez más sofisticado, se centra en un simbolismo que emerge de la interrelación orgánica de los distintos elementos que componen unos paisajes fantasmagóricos y delirantes plagadas de criaturas insólitas cuyos colores puros e intensos se envuelven en un aura de ensoñación que otorga el peculiar aspecto telúrico que caracterizo su producción.
Tras la decepción que supuso el desenlace de su experiencia en Dau al Set, Ponç decide bajo recomendación de Joan Miró instalarse en Brasil donde permaneció durante toda esta década hasta que en 1962 sus probemos de salud le obligaron a volver a Catalunya. En el país carioca encontró el ambiente propicio para el desarrollo de ese universo onírico que se tornará más críptico y hermético. Durante este periodo dará luz a una de sus series más emblemáticas como “Caps” como fruto de su contacto con los negros de bixiga y de sus visitas a las sinagogas de Sao Paolo donde como en una especie de bautismo emerge Lohanan, su nueva identidad artística vinculada al mundo hebreo. Las múltiples expresiones y estados anímicos de las 99 cabezas de arlequín (alter ego del artista) están unidas por una búsqueda de lo absoluto y sagrado que se materializa en la verticalidad y ascensión del sombrero cónico y la boca entreabierta como un portal hacia lo divino.
A partir de la década de los 60 e instalado ya de nuevo en Catalunya, Ponç seguirá experimentando y evolucionando tanto a nivel técnico como expresivo. Sin embargo, sus crecientes problemas de salud se harán cada vez más presentes en su producción reflejando en ella la angustia obsesiva hacia la enfermedad y la muerte, pero también el dolor físico que a raíz de su diabetes empezó a sentir en cada una de sus extremidades que ahora aparecerán en su obra diseminadas en distintas partes. A pesar de ello, Ponç seguirá haciendo gala del detallismo minuciosidad y precisión que caracterizo su dibujo que como en este caso, teje bajo un profuso entramado geométrico. Asimismo, será en estos años cuando sus experimentaciones técnicas le llevaran a la que denominó acupintura, donde gracias al empleo de pequeñas pinceladas elaboradas mediante una disolución más densa de lo habitual lograba que la pintura sobresaliera de la tela (tal y como sucede en el lienzo que veremos más adelante ““Nocturno Pirenaico”)
Por último y como colofón a este magnífico conjunto que incluimos en subasta contamos con el lienzo “Nocturno Pirenaico” (1980-1983). Ponç trabajó en el con meticulosa dedicación en el curso de tres años, estando ya afectado por una diabetes que lo había dejado parcialmente ciego. La nocturnidad, que en cierto modo atraviesa toda creación de Ponç, alcanza ahora su sentido pleno: lo oscuro referido al enigma de la vida, al misterio de los símbolos, a la mística, pero también ahora a la oscuridad eterna, al reino de las tinieblas eternas al que Ponç siente aproximarse. Estamos ante una pintura subyugante, en la que un conejo negro de encendidos ojos rojos atraviesa un campo poblado de espectros y demonios. Un castillo embrujado se divisa en la lejanía. La luna lleva sobre su faz la silueta de un murciélago. Verde esmeralda, azul cobalto, negro y rojo conforman el espectro cromático de esta incursión al abismo de los sueños.