El renacer de la guirnalda en la pintura
Originaria de la antigüedad griega y romana, la guirnalda como elemento artístico volvió a popularizarse en el norte de Europa gracias al pintor flamenco Jan Brueghel el Viejo, quien comenzó a retomar de nuevo el uso de las también conocidas como orlas, que aunque cuyo objetivo original era el de enmarcar, decorar y enaltecer una imagen central, se convirtieron en auténticas obras maestras de la pintura de naturalezas muertas.
Durante el siglo XVII se desarrolló en la pintura flamenca, derivando del género de la pintura de flores, una nueva fórmula que, recreada por un nutrido grupo de artistas y talleres, alcanzó a lo largo de la centuria un destacado éxito en buena parte del ámbito europeo: la guirnalda u orla de flores como enmarque y elemento potenciador de un tema central de
carácter religioso.
Brueghel de Velours, conocido como Brueghel el viejo, fue el iniciador de este tipo de composiciones, especialmente ligado en su obra a la representación de la Virgen con el Niño.
Sin embargo, fue su discípulo, el jesuita Daniel Seghers, la figura dominante en esta especializada producción y el creador de un prototipo que servirá de modelo a los numerosos continuadores e imitadores del género, flamencos y extranjeros. Señalar que, en este tipo de composiciones, las flores no son simplemente un elemento secundario, o accesorio, sino que están trabajadas con el mismo cuidado, y con la misma calidad que la imagen que suelen enmarcar. De hecho, en ocasiones evidencian incluso una mano más
hábil, ya que a menudo estas obras eran fruto de la colaboración de un pintor de flores y otro especializado en la figura humana.
Setdart presenta este magnífico ejemplo de pintura de orla realizada por Jean-Baptiste Morel en el último tercio del siglo XVII, y en la que se puede apreciar una gran maestría, en la composición floral, mientras que en el centro el espacio se encuentra vacío, por lo que es muy probable que la pieza esté sin acabar completamente, lo que la hace una pieza tan singular y nos permite apreciar la grandísima calidad que tenían estos pintores, muchas veces eclipsados por la imagen central de la misma.
Al analizar la estructura de esta guirnalda de flores de Morel, observamos que adopta el óvalo ornamental o nicho decorado. Originaria de la Antigüedad griega y romana, esta forma arquitectónica había sido muy conocida desde el Renacimiento y plenamente aceptada y aplicada en las artes gráficas y la pintura . El óvalo alcanzaba gran variedad de formas. Se elegía para dotar de elegancia y categoría a un cuadro y solía plasmarse rodeado de
guirnaldas de flores o de frutas, como una obra de arte autónoma y, fundamentalmente, decorativa. Sin embargo, el significado de una pintura de este tipo también podía estar muy relacionado con el tema tratado en el centro de la misma, que se utilizaba para subrayar la intención del artista o dotar, quizá, al cuadro de un sentido único, a veces oculto, según los deseos del cliente que lo hubiera encargado. Una forma híbrida, una combinación de ambos géneros, se puso muy de moda en Amberes y Utrecht, probablemente introducida por Jan D. de Heem.
El repertorio floral que se combina en la obra ofrece una atractiva variedad, identificándose un buen número de especies: tulipanes, anémonas, rosas y crisantemos, entre otras especies florales. Un conjunto que destaca en su amplia gama cromática, dispuesta sobre el fondo negro que articula todo la composición. Cabe destacar que, tras las flores, especialmente en la zona central, se puede apreciar la presencia de un marco ovalado de
tonalidad oscura, que sirve de base a la corona floral que protagoniza la escena. En cuanto a dicha composición, a pesar de la variedad cromática que presentan las flores, cabe destacar que, en aquellas flores que se encuentran en la zona del perímetro exterior, el autor, ha
utilizado tonalidades más oscuras, e incluso ocres. Indicando así que, el artista, ha utilizado un foco de luz, que incide directamente en el centro de la composición, dejando las zonas laterales en cierta penumbra.
En el caso que nos ocupa, las versiones de guirnaldas de flores más antiguas que se conocen alrededor de un motivo central de tema religioso o alegórico son de origen flamenco. Pueden considerarse la fuente de una tradición que se mantuvo durante décadas en los países del norte. Desde 1608 hasta mediados del siglo XVII, las colaboraciones en las representaciones de las flores y las imágenes centrales entre artistas como Jan Brueghel el Viejo o Rubens y sus respectivos talleres dieron como resultado una enorme cantidad de
guirnaldas de distintos tipos . Pintores como Daniel Seghers –un jesuita que empezó su carrera artística en Utrecht, para después viajar por Italia durante varios años, antes de establecerse definitivamente en Amberes – introdujeron este estilo, caracterizado por la representación detallada de composiciones repletas de flores. Seghers se dedicó exclusivamente a pintar cuadros de temática religiosa con figuras de santos o escenas de la
Pasión y de la Sagrada Biblia.