La importancia del grabado en la obra de Eduardo Chillida
La maestría de Eduardo Chillida en su faceta como grabador, refleja la auténtica dimensión artística del que fue uno de lo grandes referentes de las vanguardias europeas.
A pesar de ser más conocido por su faceta como escultor, sería injusto delimitar el prestigio y reconocimiento internacional que alcanzó el artista donostiarra únicamente a su producción escultórica. A lo largo de su vasta trayectoria Chillida desarrolló múltiples prácticas artísticas, que como el grabado nos permiten construir un relato mas profundo y complejo sobre la verdadera magnitud del universo creativo, del que ha sido una de las figuras clave en la transformación radical que experimentó el arte español durante el siglo XX.
Tal y como transluce del conjunto de aguafuertes, xilografías y serigrafías en licitación, y a pesar del sustrato escultórico que subyace en su producción como grabador, Chillida jamás subordinó esta práctica a otro fin. Lejos de considerarla un elemento menor dentro de su trayectoria, el artista vasco hizo de las múltiples técnicas de grabado que practicó, un universo propio. En él se reflejan las inquietudes y hallazgos entorno a los conceptos de espacio y tiempo bajo los que forjó su identidad creativa. De hecho, el constante proceso de investigación al que sometió su obra, se desarrolla de forma paralela en ambas manifestaciones pudiendo encontrar numerosos puntos de contacto entre ellas.
La maestría con la que Chillida manejó las distintas técnicas de grabado da lugar a un extenso juego de texturas y formas geométricas irregulares que producen sobre el papel texturizado, un efecto casi escultórico. Asimismo, el profundo interés en hacer visible el espacio a través de la consideración de las formas circundantes que lo rodean, se materializa aquí a partir de la contraposición de masas de color negro que se enlazan a través del espacio blanco del papel. Estableciendo un dialogo entre el espacio negativo y positivo para desvelarnos un espacio oculto donde confluyen conceptos antagónicos tales como, la materialidad y la ingravidez, el volumen y el vacío o el límite y el infinito.
Pero más allá del estudio de la forma y el espacio, su obra gráfica se inunda de esa luz negra que nos revela su concepción trascendental y casi mística de la existencia, donde la materia se nos descubre como la manifestación del espíritu.
En definitiva, sus grabados suponen un magnífico ejemplo de su imperecedera fascinación por los conceptos de espacio, vacío y forma. Sus obras emergieron bajo la indómita cadencia de los ritmos del cantábrico para capturar en ellas el espacio donde todo nace y todo se rompe. Ese espacio donde, como el afirmó “En una línea el mundo se une, y con una línea el mundo se divide.