El Art Nouveau fue un estilo internacional que maduró en la última década del siglo XIX, se desarrolló en todo su esplendor durante la primera del XX y se extendió hasta el la Primera Guerra Mundial. Como movimiento internacional, tenía varios planteamientos comunes a todos los países: fue un estilo urbano, impulsado por la burguesía, que reivindicaba el valor del trabajo bien hecho y los procedimientos artesanales, y que defendía la integración de las artes. De ahí la importancia de las artes decorativas durante el periodo Art Nouveau, y el florecimiento de algunas de ellas que, como el vidrio, se hallaban hasta entonces ancladas en los estilos del pasado.
Dentro de este panorama destaca especialmente por su importancia el vidrio Art Nouveau. En el último tercio del siglo XIX diversos artistas y fabricantes investigarán desde el punto de vista técnico, logrando recuperar prácticamente todas las técnicas empleadas hasta entonces en la fabricación del vidrio. Estos primeros creadores, como J. Brocard, tendrán un interés más técnico que artístico, pero este panorama cambiará radicalmente con la llegada del Émile Gallé, quien elevó el trabajo del vidrio a la categoría de arte y dio inicio a la que será conocida como Edad de Oro del vidrio artístico.
Precoz conocedor de las técnicas del vidriado gracias al taller que regentó su padre, Emile Gallé provocó una verdadera transformación al aplicar a sus diseños el lenguaje de su tiempo de una manera original. El magistral uso del vidrio como el trabajo de un verdadero pintor, combinado con el extraordinario manejo de los pigmentos, logró dar a su producción una capacidad expresiva inédita.
Alcanzó gran fama por sus vidrios opacos en capas superpuestas de dos o más colores, que tallaba con delicados diseños inspirados en su gran pasión, la botánica.
El éxito comercial de los vidrios de Gallé hizo que su estilo fuese rápidamente copiado dentro y fuera de Francia. Firmas como D´Argental o los Hermanos Daum emplearon las mismas técnicas y similares modelos que hicieron famosa su producción.
Sin duda, Émile Gallé fue un hombre totalmente representativo de su época.