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Bartolomé Esteban MURILLO (Sevilla, 1617 – Cádiz, 1682). “Virgen con Niño”.

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MURILLO, Bartolomé Esteban (Sevilla, 1617 – Cádiz, 1682).
“Virgen con Niño”.
Óleo sobre lienzo.
Con marco de época.
166 x 106 cm; 188 x 127 cm (marco).
Mano y obrador del artista.

Obra publicada en el catálogo de la exposición “Al amparo de las musas”, organizada por la Obra Social Caja Sur en Córdoba en 2002, pág. 80.
La etiqueta que figura al dorso de la obra indica que fue expuesta en Italia en el Centenario del Pintor Domenico Maria Muratori, celebrada en 1872, y que procede de la colección de Carlo Malneufi.

En esta obra Murillo presenta a la Virgen con el Niño sentado en su regazo, ambos mirando al frente en direcciones distintas, sobre un banco de mármol alzado sobre unos escalones que ayudan a construir el espacio en profundidad. Detrás de ellos se alza un fondo neutro y oscuro. María aparece vestida con elegantes y abundantes ropajes, de ampulosos pliegues, que caen a su alrededor reforzando la impresión monumental de su figura. La cabeza está cubierta con un delicado velo, y el rostro muestra una expresión melancólica que aumenta su belleza.

El Niño aparece desnudo, envuelto en un paño blanco y dirige una atenta mirada hacia un lado, hacia algo que no vemos, con una expresión cargada de dulzura. Sólo una ligerísima aureola que envuelve su cabeza alude a su carácter divino, ya que el resto de la imagen es absolutamente naturalista. Un potente foco de luz envuelve a ambos personajes, siendo el resultado un expresivo claroscuro que realza el carácter físico, el volumen de los personajes, así como acentúa el brillo de las tonalidades empleadas por el maestro. Respecto a la tonalidad, dominan principalmente los colores fríos, aunque Murillo logra entonar de forma equilibrada el rojo y el azul, símbolos de martirio y eternidad respectivamente. Si bien María no fue martirizada, sí sufrió el martirio de su Hijo, por lo que es considerada mártir psicológica.

Esta composición se asemeja a otros lienzos del mismo tema del maestro sevillano: en las Vírgenes del Rosario del Museo del Prado (1650-55) y del Musée d’Art Hispanique de Castres (h. 1650), así como en las Vírgenes con Niño del Palacio Pitti (1650-65) y del Prado (h. 1660) vemos un trono similar y el mismo fondo negro. Por otra parte, cabe señalar que Murillo fue un auténtico especialista en el tema de la Virgen con el Niño, dado que fue un tema muy demandado en la España de la Contrarreforma, y dejó atrás los modelos sevillanos anteriores del tema alejándose del simbolismo medieval de Zurbarán y de la dependencia de Durero que manifiesta Alonso Cano en sus composiciones. De hecho, Murillo supo fundir el sentimiento religioso con el naturalismo imperante en la época, obteniendo resultados de elevada calidad, como la obra que aquí presentamos.

De la infancia y juventud de Murillo poco se sabe, salvo que quedó huérfano de padre en 1627 y de madre en 1628, motivo por el que pasó a ser tutelado por su cuñado. Hacia 1635 debió iniciar su aprendizaje como pintor, muy posiblemente con Juan del Castillo, quien estaba casado con una prima suya. Esta relación laboral y artística se prolongaría unos seis años, como era habitual en aquella época. A partir de su matrimonio, en 1645, se inicia la que será una brillante carrera que progresivamente le fue convirtiendo en el pintor más famoso y cotizado de Sevilla. El único viaje del que se tiene constancia que realizó se documenta en 1658, año en que Murillo estuvo en Madrid durante varios meses. Puede pensarse que en la corte mantuvo contacto con los pintores que allí residían, como Velázquez, Zurbarán y Cano, y que tuviese acceso a la colección de pinturas del Palacio Real, magnífico tema de estudio para todos aquellos artistas que pasaban por la corte.

Pese a las pocas referencias documentales respecto a sus años de madurez, sabemos que gozó de una vida desahogada, que le permitió mantener un alto nivel de vida y varios aprendices. El haberse convertido en el primer pintor de la ciudad, superando en fama incluso a Zurbarán, movió su voluntad de elevar el nivel artístico de la pintura local. Por ello en 1660 decidió, junto con Francisco Herrera el Mozo, fundar una academia de pintura de la que fue el principal impulsor. Su fama se extendió hasta tal punto, por todo el territorio nacional, que Palomino indica que hacia 1670 el rey Carlos II le ofreció la posibilidad de trasladarse a Madrid para trabajar allí como pintor de corte. No sabemos si tal referencia es cierta, pero el hecho es que Murillo permaneció en Sevilla hasta el final de su vida. Actualmente se conservan obras suyas en las pinacotecas más importantes del mundo, como el Museo del Prado, el Hermitage de San Petersburgo, el Kunsthistorisches de Viena, el Louvre en París, el Metropolitan de Nueva York o la National Gallery de Londres, entre muchos otros.

 

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Atribuido a ANCHETA, Juan de (Azpeitia, Guipúzcoa, ca. 1540 – Pamplona, 1588). Lote: 33008165

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Escuela Romanista del siglo XVI. Atribuido a ANCHETA, Juan de (Azpeitia, Guipúzcoa, c. 1540 – Pamplona, 1588).
“Virgen con Niño”.
Madera tallada, estofada, dorada y policromada.
Medidas: 102 x 59 x 40 cm.

Talla de medio bulto en madera, estofada, dorada y policromada, que representa a María sentada en un trono de respaldo bajo, con el Niño sentado en su rodilla izquierda, sosteniendo una esfera (símbolo de la universalidad de la doctrina cristiana y del acto redentor de Cristo) y un rosario en una de sus manos. El Niño, desnudo y cubierto sólo en parte por el velo de su madre, alza su mano derecha en señal de bendición. La Virgen viste túnica roja, símbolo de la Pasión de Cristo, manto azul que alude a los conceptos de verdad y eternidad, y velo dorado alsuvio a la gloria divina.

El tema de la Virgen representada con el Niño Jesús, y más concretamente con éste en su regazo, sentado o de pie, tiene su origen en las religiones orientales de la Antigüedad, en imágenes como la de Isis con su hijo Horus, pero la referencia más directa es la de la Virgen como “Sedes Sapientiae”, o trono de Dios, en el arte cristiano medieval. Poco a poco, con el avance del naturalismo, la Virgen pasará de ser un simple “trono” del Niño a revelar una relación de afecto, a partir del periodo gótico. Desde entonces las figuras irán adquiriendo movimiento, acercándose la una a la otra, y finalmente desaparecerá el concepto de trono y con él el papel secundario de la Virgen. De este modo, la imagen se convertirá en ejemplo del amor entre María y su Hijo, una imagen de ternura, cercana, pensada para conmover el ánimo del fiel. Esta relación materno-filial, más humanizada, se traduce en la posición del Niño, que se sitúa ya como aquí vemos sentado sobre una de las piernas de su madre, claramente desplazado del lugar central que ocupaba en la escultura medieval, en el acercamiento entre las cabezas de las dos figuras y en el gesto amoroso por parte de María de abrazar a su hijo.

Por su estilo se puede atribuir esta obra a Juan de Ancheta, escultor barroco perteneciente a la Escuela Romanista, corriente del manierismo español que muestra una marcada influencia de los autores italianos que trabajaron en Roma, especialmente Rafael y Miguel Ángel. El estilo romanista se caracteriza especialmente por su monumentalidad y sus potentes anatomías, rasgos que se aprecian con claridad en esta talla. De hecho, Juan de Ancheta se formó con probabilidad en Italia, dado que su estilo delata influencias de maestros italianos, aunque no hay documentación que apoye este viaje.

Hacia 1565 Ancheta se encontraba en Valladolid, pero poco después estaba en Briviesca, presumiblemente colaborando con Gaspar Becerra en un retablo para la iglesia del convento de Santa Clara. De hecho, el estilo de Ancheta muestra la influencia del manierismo de Becerra, enriquecido con el clasicismo de la escultura romana contemporánea. Se cree que el escultor volvió a trabajar junto a Becerra hacia 1558, en un retablo de la catedral de Santa María de Astorga. Siguió trabajando en el área de Valladolid y Burgos, y fue nombrado por Juan de Juni en su testamento como “el único escultor capaz de terminar” su retablo en Santa María de Mediavilla (Medina de Rioseco). No obstante, dicho retablo fue finalmente concluido por Esteban Jordán. Ancheta finaliza en 1571 las delicadas figuras del retablo de la capilla de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael de la catedral zaragozana, y hacia 1575-78 trabajó en la capilla de los Trinitarios de la catedral de Jaca, donde realizó una figura de Dios Padre que se inspira directamente en el “Moisés” de Miguel Ángel. Antes de 1579, probablemente hacia 1577, realiza para la catedral de Pamplona un magnífico Crucificado por encargo del Cabildo, obra considerada una de las mejores tallas de Cristo en la cruz del siglo XVI español, junto con el de Pompeyo Leoni de El Escorial.