El universo de Manuel Solà (Barcelona, 1950) está construido a través de objetos desechados, materiales pobres que dan forma a estructuras extrañas, cargadas de simbología, que aluden tanto al paso del tiempo, al deterioro de lo material, como a las eras arcaicas y sus formas de arte relacionadas con lo mágico y lo ritual.
Aunque inició su carrera centrado en la pintura, Solà la dejará finalmente de lado en favor de la escultura, a raíz de una profunda crisis existencial. No obstante, en su pintura se aprecia el mismo afán por captar la esencia matérica de lo vivo, de aquello afectado por la intemperie, por el uso, por la vida. Tanto en su pintura como en su escultura, Solà se apropia a través de la descontextualización, creando significados simbólicos y poéticos que son totalmente propios, derivados de su personal forma de enfrentarse al mundo y de analizarlo, sentirlo, experimentarlo.
Un elocuente ejemplo de esta forma de enfrentarse a la creación artística de Solà la encontramos en el monumental “Koúros” que se colocó en Palafrugell con motivo de la importante exposición que le dedicó al artista la Fundació Vila Casas en 2013. Partiendo de la inspiración en el “koúros” griego arcaico, Solà construyó un ídolo de piezas de hierro reciclado, eliminando las connotaciones industriales, contemporáneas, del material para dar forma a una imagen fuera del tiempo, cercana al ideal platónico.
Lo mismo ocurre con las piezas que presenta estos días Setdart; Solà acumula vivencias como acumula materiales, para finalmente unirlos en un todo que es más que la suma de sus partes. En este contexto podemos contemplar obras como “La llegenda de l’indi hopi”, de 2013 (lote 35150779) o “Verano”, del año 2000 (lote 35150781), “Mensajero del bosque”, de 2001 (lote 35150783) nos habla del eterno misterio de la naturaleza.