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Broche de doble clip Art Déco en platino. Francia, ca. 1930. Lote 33007910

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Broche de doble clip Art Déco en platino. Francia, ca. 1930.

Diseño con un acertado juego de volúmenes a base de ondas entrelazadas forradas de diamantes, talla brillante antigua y talla baguette, con un peso total de ca. 9,00 cts., engarzados en garras y chatones. Cierre de doble clip que permite separar la pieza en dos broches independientes.
Medidas: 38 x 67 mm.

 

 

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ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR Y ZARAGOZA, Fernando (Ferrol, La Coruña, 1875 – Madrid, 1960). Lote 33007090

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ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR Y ZARAGOZA, Fernando (Ferrol, La Coruña, 1875 – Madrid, 1960).
“Retrato de dama”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Con marco Imperio.
Medidas: 150 x 120 cm; 172 x 141 cm (marco).

Fernando Álvarez de Sotomayor estudió el bachillerato en el Real Colegio Agustino de El Escorial, tratando a continuación de seguir varias carreras para dedicarse, finalmente, a la pintura. Inició su formación artística como discípulo de Manuel Domínguez, con quien colaboró en la decoración de la escalera y un despacho del Ministerio de Agricultura de Madrid. En 1899 obtiene una pensión para ampliar sus estudios en la Academia Española de Roma, ciudad en la que conoció a fondo la pintura renacentista y barroca de las escuelas florentina, romana y veneciana. Posteriormente viajó a Holanda, donde descubrió la pintura de Frans Hals, cuyo fuerte colorido y empastada pincelada marcarían sus obras posteriores. Ya durante estos años de juventud comienzan sus triunfos, obteniendo en 1904 la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y la primera dos años más tarde, en 1906.
En 1908 se trasladó a Santiago de Chile, para impartir clases en la Escuela de Bellas Artes Chilena. Fue director de dicha institución en 1911, y en torno a su figura surgió la llamada “Generación de 1913” o “Generación Sotomayor”, constituida por importantes pintores formados en sus enseñanzas. Por estos años sigue mandando obras a exposiciones oficiales europeas, siendo distinguido con medalla de bronce en Lieja y de oro en Múnich en 1909. Asimismo, es premiado en las Exposiciones Internacionales de Barcelona de 1907 y de Buenos Aires de 1910, y es condecorado en la Nacional de Madrid 1912.
Regresa a España en 1918, tras ser nombrado subdirector del Museo del Prado. Entre 1921/22 y hasta el advenimiento de la República ostentaría el cargo de director de dicha institución, recuperándolo tras la Guerra Civil. Durante los años veinte se suceden los reconocimientos: en 1922 es nombrado miembro de la Real Academia de San Fernando, y en 1929 se le destina una sala independiente en la Exposición Internacional de Barcelona. Fue, asimismo, pintor de cámara del rey Alfonso XIII durante los últimos años de su reinado. Ya tras la guerra Sotomayor obtendrá el Premio Juan March (1956).
Sotomayor fue considerado uno de los mejores retratistas de la época, recibiendo encargos de la Corona y de familias aristocráticas, financieras e intelectuales. También trabajó el paisaje, con estilo de pincelada empastada y vibrante colorido, dentro de una tendencia realista.
Ya tras su muerte se le dedicaron importantes homenajes, como la monumental exposición retrospectiva celebrada en el Palacio de Velázquez del Retiro con motivo del centenario de su nacimiento. Sotomayor está actualmente representado en el Museo del Prado, el Nacional Centro de Arte Reina Sofía, y otros destacados museos españoles, europeos y americanos.

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CIPRIANI, Adolfo (Italia, act. 1880 – 1930). Lote 34000442

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CIPRIANI, Adolfo (Italia, act. 1880 – 1930).
“Campesina”, h. 1880.
Alabastro.
Firmado.
Medidas: 51 x 39 x 20 cm (busto); 12,5 x 14,5 x 14,5 cm (peana); 105 cm de altura de la columna.

 

El escultor Adolfo Cipriani, activo entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, desarrolló un estilo heredero de la Belle Époque e influenciado por el modernismo, dotado a la vez de una idealización estilizada, de gran belleza, totalmente personal.

Realizó obras de diversos formatos. Su tema predilecto fue siempre la figura femenina, y realizó numerosos retratos de jóvenes damas ataviadas como campesinas, y también con atuendos más fantásticos de inspiración oriental. Asimismo, realizó obras de temática infantil y costumbrista, en la línea del naturalismo, y también temas mitológicos.

Actualmente se conservan obras de Cipriani en numerosas colecciones particulares y museos de todo el mundo.

 

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PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921). Lote 33006195

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PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921).
“Joven dama renacentista”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 99 x 65 cm; 109 x 75 cm (marco).
Obra publicada en el libro de Wifredo Rincón “Francisco Pradilla” (Zaragoza; Aneto Publicaciones, 1999).

Francisco Pradilla inicia su formación como aprendiz de Mariano Pescador, pintor escenógrafo, y en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. En 1868 continúa sus estudios en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Federico de Madrazo, Carlos de Haes, Carlos Luis de Ribera y Ponciano Ponzano. Completa su formación en estos años copiando obras de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1874 consigue el Premio de Dibujo de la “Ilustración Española y Americana”, y obtiene la beca para estudiar en Roma, ciudad en la que residirá veintitrés años, hasta su nombramiento como director del Prado en 1897. En 1878 concurre a la Exposición Nacional de Madrid y obtiene la Medalla de Honor, la misma distinción que gana ese mismo año en la Universal de París.
A raíz de estos éxitos le llegan numerosos encargos no sólo de España y Francia, sino también de América y otros países europeos. Realiza viajes por España y se interesa por plasmar escenas costumbristas plenas de gracia y color, apoyadas siempre en un excepcional dominio del dibujo. Si bien no realizó exposiciones individuales, sus obras formaron parte de muestras y certámenes en ciudades de todo el mundo, como Londres, París, Berlín, São Paulo o Buenos Aires. Fue director de la Academia Española en Roma, y miembro de las Reales Academias de San Fernando y San Luis, de la Academia Francesa y de la Hispanic Society de Nueva York. Obtuvo, entre otras condecoraciones, la Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor.
De los géneros pictóricos que cultivó, incluida la ilustración gráfica para publicaciones literarias, hay que destacar el de la pintura de historia, que fue el que más fama le proporcionó. Como retratista su actividad fue más restringida y de resultados desiguales cuando tuvo que abordar efigies de personajes fallecidos, pero ante modelos vivos consiguió retratos de serena expresividad y factura estudiada y entonada. También se dedicó a la pintura de género, bien de inspiración popular italiana o de asuntos de costumbres madrileñas o de Galicia, lugar de origen de su esposa y donde solía pasar algunas temporadas. Tanto en los cuadros de historia como en estos, Pradilla demuestra una clara inclinación por las ambientaciones en exteriores, organizando las composiciones en amplias perspectivas panorámicas con multitud de figuras y motivos, interpretados con una depuradísima técnica. No obstante, lo más sobresaliente de su lenguaje es el sentido de la luz y de la atmósfera, bajo los que el apretado dibujo se suaviza y funde con el fondo luminoso mediante pequeñas pinceladas de un colorido rico en matices y pasta.
La obra de Francisco Pradilla está presente en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Bilbao, Buenos Aires, La Habana y São Paulo, el MACBA de Barcelona, la Christchurch Art Gallery de Nueva Zelanda y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

 

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RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931). Lote 34002383

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RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931).
“El Vinyet, Sitges”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 63,5 x 80 cm; 86 x 104,5 cm (marco).
Obra publicada en el libro de Josep de C. Laplana “Santiago Rusiñol. El pintor, l’home” (Barcelona; Abadía de Montserrat, 1995).

Pintor, escritor y dramaturgo en lengua catalana, Rusiñol fue uno de los principales ideólogos del movimiento modernista catalán. Se formó como discípulo de Tomás Moragas y frecuentó el Centro de Acuarelistas, del cual fue uno de los fundadores. Debutó en 1884 en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos Ramón Casas y Enric Clarasó. Por esos años realizó con Casas un viaje en carro por Cataluña, tomando apuntes de tipos y paisajes.
El año de 1888 marca un punto de inflexión en su carrera, dado que comienza con tres actividades nuevas: publica unos escritos en “La Vanguardia”, participa en el Salón de París y celebra su primera exposición individual en la Sala Parés. Al año siguiente, 1889, Rusiñol se instala en París, en el barrio de Montmartre, con Utrillo, Clarasó y Canudas. Asiste a la academia del pintor Henri Gervex, y completa su formación con Puvis de Chavannes y Carrière. Desaparece entonces el ruralismo que había adoptado en Barcelona, y su estilo evoluciona hacia el naturalismo. También se acerca a los planteamientos temáticos, que no técnicos, de los impresionistas, así como a su voluntad de captar una instantánea fugaz.
En 1890 establece relación con Sitges, donde pintará algunos de sus primeros patios y jardines, temática que definirá su estilo posterior. Ese mismo año celebra su primera exposición en la Sala Parés, junto a Casas y Clarasó. En 1890 regresa a París con Casas y Utrillo. En este momento se centrará en representar los espacios de diversión de la zona, como el Moulin de la Galette, que protagonizará muchos de sus cuadros. No obstante, en 1893 deja su estudio de Montmartre y se traslada a la isla de San Luis, donde se centra en el estudio psicológico de la figura, sobre todo femenina, reflejando la tristeza, la melancolía y la soledad típicamente finiseculares. Al año siguiente viaja a Italia junto a Zuloaga, visitando Pisa, Florencia y otras localidades, lo que le permite conocer de cerca a los primitivos. A su regreso expone las pinturas realizadas en este viaje en la que será su primera muestra personal en la Sala Parés. Ese mismo año inaugura el Cau Ferrat en Sitges, germen del actual museo.
En 1895 realiza su primer viaje a Granada, y comienza la serie “Jardines de España”. En 1897 realizará algunas de sus mejores pinturas de jardines, interés que también aparece en su obra literaria “El jardín abandonado”, donde cultiva un decadentismo de carácter simbolista. El jardín elegante se convierte en protagonista, símbolo de la poesía; el jardín abandonado esconde un pasado de esplendor perdido. Rusiñol entonces viaja, buscando jardines que le seduzcan, y los pinta interiorizándolos, mostrando su personal concepción de la belleza, de la vida y la muerte, del arte y de la realidad, de la soledad y del paso del tiempo.
Por esta época, expondrá en París en el Salón de los Independientes, en la Exposición Nacional y en la galería de Samuel Bing, principal impulsor del Art Nouveau en Francia. Esta última muestra, de carácter individual y celebrada en 1899, supuso el reconocimiento internacional de Rusiñol, cuyo éxito radicó en una nueva visión de España, totalmente alejada de tópicos y cargada de veracidad. Desde entonces su actividad se multiplica como pintor, novelista y comediógrafo, estrena destacadas obras en Madrid y Barcelona y celebra exposiciones anuales de pintura en la Sala Parés, siempre con Casas y Clarasó. En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Camón Aznar de Zaragoza y el Thyssen-Bornemisza, entre otros.

 

 

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PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Genaro (El Ferrol, La Coruña, 1807 – Madrid, 1854).

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PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Genaro (El Ferrol, La Coruña, 1807 – Madrid, 1854).
“San Juan de los Reyes, Toledo”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado.
Medidas: 90 x 116 cm; 120 x 147 cm (marco).

Pérez Villaamil fue el creador y máximo representante del paisajismo romántico español. En 1823 se incorpora al ejército del gobierno liberal, siendo herido en Andalucía y trasladado a Cádiz como prisionero de Guerra. Allí permaneció entre 1823 y 1830, y asistió a las clases de la Academia de Bellas Artes. Prono alcanza fama, y es llamado a Puerto Rico para decorar el Teatro Tapia.
Regresa a España en 1833, año en que conoce al pintor escocés David Roberts, quien le transmite la concepción paisajística romántica británica, a la que permanecerá fiel toda su vida. En 1834 se establece en Madrid, donde participó activamente en el mundo artístico de la época romántica, consiguiendo una carrera de éxitos crecientes. En 1835 es nombrado académico de mérito de San Fernando, y cinco años después, pintor honorario de cámara.
Entre 1840 y 1844 permanece fuera de España, y en París publicará su “España artística y monumental”, el más bello libro de viajes litografiado del romanticismo español. Viaja por Francia, Bélgica y Holanda, adquiriendo obras suyas los reyes de estos países. A la caída de Espartero regresa a España, y es nombrado caballero de la Orden de Carlos III, de Leopoldo de Bélgica y de la Legión de Honor francesa. En 1845 es nombrado director de la Academia de San Fernando y catedrático de paisaje en la misma. Concurrió asiduamente, con éxito, a las exposiciones de la Academia y del Liceo, así como al Salón de París donde, en 1846, obtuvo una elogiosa crítica de Charles Baudelaire. Muere aún joven, cuando decaían ya las concepciones paisajísticas románticas.
Su obra tiene una primera etapa prerromántica (1823 – 1833), durante la que realizó obras juveniles un tanto eclécticas, oscilando entre la influencia de la pintura flamenca del XVII y la francesa del XVIII, pero siempre dentro de una concepción del paisaje amplio, con pequeñas figuras populares y románticos celajes. La segunda etapa, la romántica, discurre en línea con el paisajismo británico contemporáneo, marcado por el predominio de las vistas con motivos arquitectónicos envueltos en espectaculares celajes, e interiores de monumentos con atmósfera fantástica, todos ellos generalmente medievales y poblados de personajes populares. Fue además pionero en España de la introducción de los temas orientalistas.
Importantes obras suyas se conservan en el Museo del Prado, el palacio de la Moncloa (Patrimonio Nacional), el Museo Romántico de Madrid y el de Bellas Artes de Buenos Aires.

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Bargueño italiano del siglo XVII. Lote 33003432

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Bargueño italiano del siglo XVII.
Madera ebonizada y carey, con aplicaciones de bronce dorado.
Medidas: 80 x 133 x 52 cm.

Bargueño italiano barroco de muestra descubierta, con estructura prismática y pies tallados, en forma de garra de ave sintetizada sobre bola, una forma muy típica del bargueño del siglo XVII. la decoración se concentra en el frente, y en los laterales se reduce a cajeados geométricos realizados mediante filetes embutidos de madera clara, con un tirador en arco central sobre una placa calada y recortada. El asa, en bronce dorado, está compuesta por dos tornapuntas en “S” afrontadas, unidas por un elemento clásico central.
La muestra se divide en tres calles, la central adelantada respecto al resto del frente, con planta octogonal. Las calles laterales alojan cuatro gavetas iguales, con el frente decorado con un espejo ovalado, un elemento de herencia manierista, sobre fondo plano. Tanto el fondo como el interior del espejo están chapeados en carey aplicado sobre lacre rojo, y la decoración se completa con aplicaciones en bronce dorado: un contario que rodea el espejo, un pequeño escudo de cerradura (uno por gaveta, dado que se trata de un escritorio de muestra descubierta) y dos guirnaldas en los laterales, que se repiten también en los entrepaños. El perímetro de estos frentes queda recorrido por una moldura escalonada que incide en la compartimentación de la estructura. Este búsqueda de la claridad compositiva, a través de la señalización de las distintas partes de la estructura, que nunca quedan sobrepasadas por la decoración, es un criterio netamente clásico que será una constante en el barroco, y que sólo se romperá con la llegada del rococó, un lenguaje esencialmente anticlásico.
La calle central ostenta el protagonismo de la pieza, como es habitual en el bargueño barroco, y sigue una estructura marcadamente arquitectónica que, aunque sigue un criterio común a toda Europa en esta época, evidencia un gusto netamente italiano, que enlaza directamente con la arquitectura contemporánea del país: columnas salomónicas, aletones, ménsulas, etc. Este frente de la calle central esconde una puerta hábilmente disimulada por la decoración, de modo que no quede roto el esquema arquitectónico. En el interior se sitúan varias gavetas estrechas y alargadas, con los frentes decorados con filetes de madera clara embutidos formando cajeados geométricos, a juego con los laterales del exterior del mueble, componiendo un esquema geométrico y repetitivo que será un elemento recurrente dentro del bargueño barroco en toda Europa.
No obstante, la decoración se concentra en el exterior de la capilla, organizada como una fachada barroca de gran fantasía, una arquitectura imposible recreada por la hábil mano del ebanista: basamento inferior, tres columnas salomónicas a cada lado, alzadas sobre ménsulas, espacio interior cajeado, con una forma escalonada superior típica del bargueño barroco, bajo la cual se sitúa una hornacina que aloja una escultura en bulto redondo de bronce dorado, y frontón recto superior con aletones en los laterales, siguiendo la vertical de las columnas y ménsulas. Este frontón superior está decorado con un espejo similar a los de las gavetas laterales, y sobre las ménsulas se sitúan composiciones clásicas en bronce dorado, que también adornan el resto de zonas secundarias de la capilla. Su parte central está protagonizada por la figura de un caballero vestido con armadura, portando una lanza y una rodela decorada con un mascarón fantástico. En torno a ella vemos composiciones con hermes, mascarones, guirnaldas y tornapuntas.

 

 

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CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933). Lote 34000005

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CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933).
“El búho sabio”, Madrid, 1996.
Acrílico sobre lienzo.
Firmado en el frente. Fechado, titulado y localizado al dorso.
Medidas: 97 x 130 cm; 120 x 153 cm (marco).

Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas. No obstante, a la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo.
Su contacto con Viola y Jorge Cela, impresionados por sus dibujos, cambiaría el rumbo de su vida. Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittshurgh y Tokio.
Fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas. En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975. En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición dedicada, en un museo, a un periodo concreto de su carrera, y después en numerosas galerías berlinesas.
Cuando deja Berlín, Castillo se traslada a Barcelona, siendo para entonces un pintor reconocido en Europa y América. Allí expondrá regularmente en la galería Joan Prats, y conoció a Salvador Dalí. Por estos años comienza a visitar Nueva York y finalmente se instala allí en 1981, permaneciendo en la ciudad hasta 1992. Allí fue contratado por la prestigiosa galería Marlborough, y siguieron sucediéndose sus éxitos.
A lo largo de su carrera, Castillo obtuvo premios como los Internacionales de Dibujo (1964) y de Pintura (1975) de Darmstadt, el Ciudad de Pontevedra (1994), y el Cultura Viva de las Artes Plásticas (2006). Se puede contemplar obra de Jorge Castillo en el Museo de Bellas Artes de Lausana, la Fundación Juan March, las Galerías Nacionales de Edimburgo y Berlín, los Museos de Arte Moderno de San Francisco y Vitoria, la Kunsthalle de Bremen, el Albertina de Viena, la Biblioteca Nacional de España y el Guggenheim de Nueva York, entre otros.

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980). Lote 34000130

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“El pueblo”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha.
Medidas: 92 x 74 cm.

Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultivó el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines.
Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas, Ars, etc., destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949.
Aunque el paisaje fue siempre el centro de su producción, Tarrassó realizó también obras como la decoración mural de la iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca realizó asimismo una singular empresa, plantando su caballete en las Cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en las Galerías Costa de Palma en octubre de 1948.
A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970. La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

 

 

 

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MURGUÍA DE CASTRO, Ovidio (Lestrove, A Coruña, 1871 – A Coruña, 1900). Lote 33008657

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MURGUÍA DE CASTRO, Ovidio (Lestrove, A Coruña, 1871 – A Coruña, 1900).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 97 x 146 cm; 105,5 x 155,5 cm (marco).

Murguía nos muestra en este lienzo un paisaje trabajado en gran profundidad, poblado sólo por dos pequeñas figuras plenamente integradas en el escenario, que nos sirven a la vez de Cicerones y como muestra de la escala monumental del paisaje, que empequeñece al hombre con su tono grandioso y escenográfico.
Se trata de una composición de acusada perspectiva en abismo, estructurada de forma que se realce su espacio tridimensional y se conciba como una suerte de escenario ilusorio, efecto que queda realzado por la neta separación entre los primeros planos y el fondo, un recurso heredado directamente del paisajismo romántico, y que tiene su origen en la “veduta” veneciana. Esta diferenciación de los planos se basa tanto en el tratamiento cromático –más opaco y variado, de pincelada densa, en los primeros términos, y más suave, diluido y difuso en el fondo, por efecto de la distancia, como en el lumínico, dado que mientras el fondo aparece iluminado de forma unitaria por la clara luz que irradia el cielo despejado, en los primeros planos se incide en el contraste de luces, sombras y medias sombras, especialmente patente en la unión de las dos orillas del riachuelo.
Hijo de los escritores Rosalía de Castro y Manuel Murguía, comienza a pintar en Santiago de Compostela, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, donde tuvo como maestro a José María Fenollera. Durante estos años, Murguía se vincula al núcleo intelectual de La Coruña, ciudad donde expuso sus obras con cierta asiduidad. Su traslado a Madrid en 1895 marcará un punto de inflexión en su carrera, determinada por sus visitas al Museo del Prado. En la capital conoce al que será su protector, Eugenio Montero Ríos, quien le encargó la decoración del Palacio de Lourizán en Pontevedra. Este será el momento álgido de su carrera, truncada tristemente al fallecer de tuberculosis en 1900.
Representación de la llamada Generación Doliente, fue especialmente importante su papel como paisajista cuando, apartándose del academicismo, comience a pintar al natural, desarrollando un estilo que fusiona el naturalismo con la espiritualidad romántica.
Está representado en los museos de Galicia, especialmente en los de Pontevedra y La Coruña, así como en multitud de colecciones particulares.

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Traje de cóctel PERTEGAZ. Lote 33002634

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Traje de cóctel PERTEGAZ.
De color negro, con falda a la rodilla, presenta un original corte ceñido en el frente, con escote cerrado, en pico, que cae hacia atrás cubriendo los hombros, y formando un amplio pliegue decorativo en la espalda.
Talla 40-42 aprox.

Desde sus primeros años, Manuel Pertegaz tenía clara su vocación: vestir a la mujer y llenarla de gracia. Inició su carrera como modisto en 1930, cuando abandonó el colegio para trabajar en una sastrería, y así adquirió su temprana formación sobre el mundo de la moda. Poco después, en los años cuarenta, Pertegaz logra abrir su propia casa de confección en Barcelona, y una tienda en Madrid.
En la década de los cincuenta logrará un alto reconocimiento en el mundo de la moda tanto a nivel nacional como internacional; Valentino, Pierre Cardin y Pierre Balmain, entre otros, le consideraban pese a su juventud una fuerte competencia, especialmente después de que, en 1954, recibiera el premio “Óscar de la Costura” de la Universidad de Harvard tras presentar su colección en Nueva York, Boston, Atlanta y Filadelfia. Las siguientes décadas supondrán más éxitos, premios y todo tipo de reconocimientos tanto a su carrera como a su aporte a la percepción de la belleza femenina.
Pertegaz fue el primer español en llevar sus vestidos hasta la lujosa y elitista Quinta Avenida de Nueva York, y a finales de los años sesenta intuyó el cambio que se avecinaba en el mundo de la moda, convirtiéndose en precursor del “prêt-à-porter”, de la moda joven, la moda de la calle.
Han vestido sus diseños las más destacadas damas de todo el mundo, entre ellas Ava Gardner, Audrey Hepburn, Jacqueline Kennedy o la reina Sofía, y actualmente sus diseños son incluso admirados en colecciones museísticas.

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Sortija solitario en platino con diamantes. Lote 33007641

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Sortija solitario en platino con diamantes, talla brillante, color L, pureza VVS1, de ca. 4,50 cts.

Engarzado en garras y montado en una bella estructura calada nacida de los hombros, los cuales están decorados con pequeños diamantes.
Medidas: 17 mm (diámetro interior); 11,5 mm (ancho frontis).

 

 

 

 

 

 

 

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PLA GALLARDO, Cecilio (Valencia, 1860 – Madrid, 1934). Lote 33008651

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PLA GALLARDO, Cecilio (Valencia, 1860 – Madrid, 1934).
“Un ramo”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y titulado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 73 x 61 cm; 81,5 x 70 cm (marco).

Cecilio Pla inicia su formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, para luego continuar en la de San Fernando de Madrid, donde tuvo como maestro a Emilio Sala. En 1880 realiza un viaje de estudios a Roma, visitando Italia, Francia y Portugal. Desde allí comienza a enviar obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo premiado con tercera medalla en 1884 por la obra de tema italiano “El Dante: círculo de los avaros”, y con segunda medalla en 1887 por el lienzo religioso titulado “Entierro de Santa Leocadia”.
En 1892 obtuvo de nuevo una segunda medalla por el cuadro realista de intención social “Las doce (el almuerzo)”, e idéntico galardón en 1895 por una escena de desavenencia conyugal en un interior burgués, “Lazo de unión”.
Pla siguió participando en las Exposiciones Nacionales durante toda su vida, obteniendo en 1910 consideración de primera medalla por el cuadro “Dos generaciones”, caracterizado por los distintos efectos de luz natural que fueron la verdadera especialidad de este artista. Ese mismo año de 1910 sustituyó a su antiguo maestro Emilio Sala en la clase de estética del color y procedimientos pictóricos en la Academia de San Fernando, donde impartió clases a Juan Gris, Francisco Bores, Pancho Cossío y José María López Mezquita, entre otros. Es entonces cuando publica su “Cartilla de arte pictórico”. Pla también participó en certámenes internacionales, siendo premiado con medalla de honor en la Exposición Universal de París de 1900.
En 1924 será nombrado académico de San Fernando. Alternó su actividad docente con la pintura, además de colaborar como ilustrador con publicaciones como “La Ilustración Española y Americana”, “Blanco y Negro” y “La Esfera”. También realizó carteles, como el del Carnaval del Círculo de Bellas Artes de 1892, y participó en decoraciones murales, entre las que cabe destacar el techo del hotel de la infanta Isabel de Borbón, el Casino de Madrid, el Círculo de Bellas Artes o el palacio de los duques de Denia. Considerado el máximo exponente de la pintura modernista valenciana, no obstante abarcó diferentes tendencias, desde el academicismo y costumbrismo de sus inicios hasta el wagnerianismo y el luminismo de sus vistas costeras pintadas en Valencia.
Actualmente, Cecilio Pla está representado en el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza, los de Bellas Artes de Valencia, , Zaragoza, Santander y Bilbao, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Ayuntamiento de Valencia y la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, entre otras colecciones tanto públicas como privadas, como la Colección UEE. En 1999, la Fundación Mapfre le dedicó una amplia retrospectiva.

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867). Lote 33008679

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867).
“Romería”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).

En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras.
Atraído el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”.
Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas.
Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas.

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GOYA Y LUCIENTES, Francisco de (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 – Burdeos, Francia, 1828). Lote 33007080

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GOYA Y LUCIENTES, Francisco de (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 – Burdeos, Francia, 1828).
“La Virgen del Carmen intercediendo por las almas del Purgatorio”.
Óleo sobre lienzo.
Expertizado por José Luis Morales Marín, gran experto en la obra de Goya (se adjunta informe).
Medidas: 107 x 83,5 cm; 120 x 97 cm (marco).

En este lienzo se representa a la Virgen del Carmen, coronada y con el Niño en brazos, sobre un pedestal de nubes en el que asoman cabezas aladas de querubines, inclinada sobre las almas del purgatorio, hombres y mujeres desnudos que se alzan entre las llamas, tratando de alcanzar a María. La escena es contemplada por numerosos ángeles, mancebos y niños, uno de los cuales incluso sostiene en sus brazos a una de las almas, un hombre desnudo que une sus manos en señal de oración.
Se trata de una composición acusadamente barroca, inmersa en la tradición hispana del género. Así, el esquema es dinámico y marcadamente escenográfico, pensado para presentar ante el fiel un espectáculo divino, triunfal, pero a la vez comprensible. Así, la Virgen aparece en el centro, destacada por la composición y la iluminación, y toda la acción gira en torno a ella, todas las miradas se dirigen hacia la Virgen y el Niño. Tan sólo algunos rostros de querubines miran hacia otra parte: las almas del purgatorio, en el caso de los situados en el pedestal de nubes, o bien mirándose entre sí, como vemos más arriba, un detalle que rompe la rigidez compositiva e introduce narratividad en la escena.
En su informe, Luis Morales y Marín indica que esta obra presenta una serie de características técnicas y semejanzas estilísticas que indican que se trata de una obra de Francisco de Goya. Ofrece, de hecho, bastantes semejanzas con otras pinturas del maestro aragonés llevadas a cabo en la década de 1780, en cuanto al género religioso se refiere. Así la coloración, la manera de combinar los pigmentos, los modelos iconográficos de los ángeles niños y mancebos, la forma de resolver las nubes, etc., ofrecen similitudes al respecto. Por otro lado, por diversas cartas de Francisco de Goya a su amigo Martín Zapater en esa época, sabemos que el pintor manifiesta su intención de llevar a cabo una Virgen del Carmen para su paisano. Y varios son los ejemplares que diversos autores han tratado de identificar con esa obra hoy perdida, y que bien podría tratarse de esta que nos ocupa.
Uno de los más destacados pintores de toda la historia del arte universal, Francisco de Goya recibió sus primeras lecciones de dibujo y pintura de José Luzán Martínez, quien enseñaba en su casa y también en la Academia de Dibujo fundada en Zaragoza en 1754. Después de tres años de estudios con este maestro, Goya solicitó una pensión de la Real Academia de San Fernando, en 1763, a los diecisiete años. Parece que por entonces era ya alumno de Francisco Bayeu, quien había regresado de la corte. Sin embargo, Goya no logrará entrar en la Academia, ni tampoco cuando vuelva a intentarlo en 1766. En torno a 1770 emprende un viaje a Italia para ampliar su formación y mejorar sus posibilidades. Ya allí dejará constancia de su temprano gusto por lo grotesco y lo satírico.
Regresa a Zaragoza al año siguiente, y poco después recibe su primer encargo importante, la pintura de la bóveda del coreto de la basílica del Pilar. Desde entonces recibirá diversos encargos, por parte de aristócratas aragoneses, y será uno de ellos, la serie de murales sobre la vida de la Virgen para la cartuja del Aula Dei, la que aumentará su fama en 1774. Un tiempo después será llamado por Anton Raphael Mengs, primer pintor de Carlos III, para pintar cartones de tapices para la Real Fábrica de Santa Bárbara.
Se establece pues Goya en Madrid en 1775, y durante este tiempo realizará otros encargos importantes. En 1780 ingresa en la Academia de San Fernando y, tras iniciarse en el retrato, en 1783 pinta a toda la familia del hermano menor de Carlos III, el infante Don Luis.
Esta obra, y sus contactos con la aristocracia, le abre finalmente las puertas de la corte. Carlos IV alcanza el trono en 1788, y tan sólo unos meses después, en 1789, nombra a Francisco de Goya su Pintor de Cámara, lo que supondrá el definitivo triunfo del artista aragonés. No obstante, en 1792 Goya cae enfermo, y sufrirá secuelas de ellos el resto de sus días. La enfermedad agrió su carácter, pero en cambio avivó su genio. El estilo suave y adulador con que había complacido a la corte dejará paso a una nueva forma de trabajar, si bien su posición no se verá perjudicada: en 1795 es nombrado director de pintura de la Academia de San Fernando, y ese mismo año inicia su relación con los duques de Alba. Realiza la serie de “Los Caprichos”, acomete los frescos de San Antonio de la Florida y en 1800 pinta “La familia de Carlos IV”.
Durante los primeros años del siglo XIX continuará trabajando como retratista para los más destacados personajes de la aristocracia, hasta el estallido de la Guerra de la Independencia, que supuso un grave conflicto interior para el pintor, que se ve atrapado entre su ideología liberal, que lo acerca a los afrancesados, y su patriotismo, que le atrae hacia los que están luchando contra los franceses. Su obra se hace entonces más negra, más triste, como muestra por ejemplo la serie de grabados “Los Desastres de la Guerra”. En paralelo, su estilo se hace más suelto y empastado. Finalizada la contienda, como Pintor de Cámara debe retratar a Fernando VII quien, en último término, evitará que culmine el proceso iniciado por la Inquisición contra el pintor, por haber firmado obras inmorales. No obstante, la relación entre el monarca y el pintor no es fluida, y el gusto de la corte ha cambiado, inclinándose hacia un detallismo y minuciosidad que contrastan con la pincelada suelta y los empastes de Goya. Éste es finalmente sustituido como Pintor de Cámara por Vicente López, y se sume en un periodo de aislamiento, amargura y enfermedad que le llevarán a recluirse en la Quinta del Sordo, a las afueras de Madrid, donde realizará su obra suprema: las Pinturas Negras.
Harto del absolutismo que impone Fernando VII en España, Goya marcha finalmente a Francia en 1824, donde se reúne con amigos liberales exiliados. Allí pasará sus últimos años y realizará su obra final, “La lechera de Burdeos”, en la que anticipa el impresionismo. Actualmente su obra forma parte de las más destacadas pinacotecas del mundo, desde el Museo del Prado hasta el Metropolitan de Nueva York, pasando por el Hermitage de San Petersburgo, el Louvre de París o la National Gallery de Londres.

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GIORDANO, Luca (Nápoles, 1634 – 1705). Lote 34000254

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GIORDANO, Luca (Nápoles, 1634 – 1705).
“San Miguel y San Gabriel presentan el Niño Jesús a la Virgen”.
Óleo sobre lienzo.
Atribución confirmada por el Dr. Nicola Spinosa, superintendente del Polo Museale Napoletano y profesor del Istituto Universitario Suor Orsola Benincasa, además de comisario de importantes exposiciones centradas en la pintura barroca italiana y napolitana.
Medidas: 196 x 133 cm; 197 x 140,5 cm (marco).

Esta imponente obra está sin duda realizada durante la etapa española del pintor (1692-1702), y debe ponerse en relación con la obra del mismo tema, aunque de menor tamaño y formato horizontal, conservada en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid (nº 00610684), reproducida en Pérez Sánchez, Alfonso E.: “Luca Giordano y España”, p. 291 lám. R.57 (Madrid; Patrimonio Nacional, 2002) y en Hermoso Cuesta, Miguel: “Lucas Jordán y la Corte de Madrid, una década prodigiosa. 1692-1702”, p. 235 (Caja Inmaculada, 2008).
La obra de las Descalzas Reales seguramente sirvió como boceto o “modelletto” para la pintura que aquí presentamos, prácticamente idéntica en sus personajes, actitudes, luces y composición, pero con un desarrollo vertical que hace el conjunto más grandioso y monumental.
La composición es prácticamente idéntica en ambas pinturas, haciendo sólo los ajustes necesarios para convertir una composición apaisada en vertical; con ese propósito, se aumenta el espacio de nubes y querubines que hay entre el plano inferior, ocupado por la Virgen y San José a la izquierda y San Miguel y San Gabriel sujetado al Niño a la derecha, y el plano superior ocupado por Dios Padre. Es precisamente la figura de Dios Padre la que más variaciones sufre con el cambio de formato del lienzo, presentando en el caso que nos ocupa cuerpo entero y una postura más erguida. Otra variación es la reducción del espacio lateral tras los arcángeles, por lo que la mula desaparece y el buey se recorta considerablemente, manteniendo sólo la cabeza.
El tema representado es la ilustración de un pasaje de “La Mística Ciudad de Dios, Milagro de Su Omnipotencia y Abismo de la Gracia”, escrita por la Madre María Jesús de Ágreda (1602-1665), consejera del rey Felipe IV. En su texto, describe cómo los arcángeles Miguel y Gabriel asistieron “de forma humana y corpórea al misterio”, recibiendo en sus brazos al Niño y entregándoselo a la Virgen. El Niño es el típico giordanesco, que el pintor repite en numerosas ocasiones, recostado sobre el pesebre en escorzo, casi idéntico a otros como el que aparece en “La adoración de los pastores”, conservado en el Palacio de La Granja (nº de inventario 10027428). Siempre en un galo de extrema luminosidad, y tonalidades doradas, con potentes efectos lumínicos, características todas ellas definidoras de la pintura realizada por el maestro napolitano durante su estancia en España.

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RIPOLLÉS, Joan (Castellón, 1932). Lote 33007337

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RIPOLLÉS, Joan (Castellón, 1932).
“Guitarrista”, 2006.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Se adjunta certificado de autenticidad.
Medidas: 130 x 97 cm.

on sólo doce años Ripollés acudía a clases nocturnas de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Castellón, combinando los estudios con su trabajo de aprendiz en una empresa de pintura industrial. En 1954 se instala en París, entrando a formar parte en 1958 del grupo de pintores de la Galerie Drouand. En 1962 expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y en la Caja de Ahorros de Castellón. Se traslada a vivir a Andalucía, donde transcurre su tiempo entre la pintura y la política clandestina por la defensa de las libertades democráticas. En 1967 expone en Nueva York. Muestra su obra en México (galería Miranda), Ámsterdam (Galeria D´eendt), París, Japón… En 1978 expone y presenta el libro de Josep Pla en la Galería Laietana de Barcelona, año en que también expone en El Coleccionista de Madrid. Participa en la edición de ARCO 1988. Tras una primera época de figuración tradicional su obra va inclinándose hacia un expresionismo dramático y, después, hacia una pintura simplificada en un intento de creación imaginativa de una realidad poética. Establece guiños con las primeras vanguardias europeas, sobre todo con la obra de Chagall, Klee y Picasso. El homenaje a este último se hace patente en “Hembra con corazón”, donde el tono hedonista, la saturación cromática, el trazo naïff y la búsqueda de texturas que caracterizan la pintura de Ripollés se ponen al servicio de la deconstrucción picassiana del rostro.

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SANZ, Ricardo (San Sebastián, 1957). Lote 33003386

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SANZ, Ricardo (San Sebastián, 1957).
“Flamencas al alba”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 130 x 162 cm; 160,5 x 192 cm (marco).

Ricardo Sanz es uno de los pintores contemporáneos de lenguaje figurativo de tradición realista más reconocidos. Su obra abarca diversas temáticas, desde el retrato (incluyendo algunos realizados a la familia real española) hasta el paisaje, pasando por todo tipo de temas de figura.
Es considerado un exponente del luminismo en la tradición de Sorolla, si bien su obra refleja también influencias de los maestros clásicos, así como de retratistas de renombre como John Singer Sargent. A lo largo de su carrera ha sido galardonado con importantes premios, como el Nacional de Cultura Viva, el de la Fundación Goya o la Medalla Paul Harris de la Fundación Rotary International.
Sanz procede de una familia estrechamente ligada al mundo del arte; su abuelo fue galerista, propietario de la sala La Perfecta, y amigo de destacados artistas de la época como Sorolla, Zuloaga o Vázquez Díaz. Inició su formación con José Camps a los catorce años, y seguidamente se licenció en Historia en la Universidad de Deusto y también estudió Historia del Arte. Posteriormente amplió su formación en París e Italia, teniendo como maestros a destacados pintores de la época. Finalmente fija su residencia en Madrid, donde vive y tiene su estudio desde 1980. Mantuvo siempre, no obstante, su vinculación con su San Sebastián natal, donde pasa largas temporadas.
Durante la década de los 80 su obra irá siendo cada vez más reconocida, especialmente entre destacados personajes del mundo de la cultura, la política y la aristocracia. De hecho, fue el primer pintor oficial de los Príncipes de Asturias. A día de hoy trabaja con las galerías Echeberria (Madrid y San Sebastián) y Sokoa (Madrid). El Ricardo Sanz de los ochenta y los noventa, el pintor que se instala en Madrid, se nutre de clásicos como Velázquez, Van Dyck o Rembrandt, además de la pintura del siglo XIX y la escuela española. Al mismo tiempo, conoce a los grandes pintores figurativos y retratistas del momento, como Félix Revello de Toro, Ricardo Macarrón, Joaquim Torrents Lladó o Vicente Maeso, lo que le sirvió para enriquecer su espíritu artístico y sus conocimientos al más alto nivel de la pintura figurativa.
Su paleta se hace más fuerte y colorista, y su obra madura con un aire moderno y renovador, con un lenguaje en el que se combinan composiciones exquisitas, muy pensadas, con una técnica depurada y un sensible dominio del color y de la luz. Imprime a sus obras una pincelada moderna y personal, que consigue reflejar con maestría los efectos lumínicos, que gozan de gran protagonismo en sus pinturas. En su faceta como retratista, Sanz demuestra intuición psicológica y una pincelada precisa y elegante que dota a su obra de una atmósfera de gran naturalidad.

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ROVIRA, Walter (Mendoza, Argentina, 1923 – Girona, 2012). Lote 33008308

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ROVIRA, Walter (Mendoza, Argentina, 1923 – Girona, 2012).
“Mujer”.
Oro macizo de 18k.
Firmado.
Medidas: 12 x 10 x 6 cm. Peso: 450 g.

Walter Rovira nació en seno de una familiar de larga tradición cultural e intelectual catalana, inscrita en la Corte de Aragón desde el año 1400. Su abuelo Pau fue crítico de arte en el periódico francés “Le Figaro”, y su padre Rafael fue delegado del periodismo argentino y fundador del Colegio de Periodistas. En este ambiente, Walter Rovira inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Paraná (Argentina), a la edad de nueve años, y desde entonces continuará dibujando, pintando y esculpiendo hasta su muerte, desarrollando una carrera de más de cuarenta años de dedicación exclusiva a la creación artística, y consolidando un dominio absoluto de la técnica.
Optó por un lenguaje de raíz clásica, principalmente centrado en la figura humana, que para el artista representa a la naturaleza. Uno de sus grandes temas es la danza, porque en ella están representados todos los movimientos del cuerpo. También realizó paisajes, llegando a trabajar todas las disciplinas: dibujo, grabado, óleo, acrílico…
En su obra escultórica, Walter Rovira experimenta también con todos los materiales, trabajando la escayola, el barro, la cerámica, el hierro, el bronce, la plata y el oro, así como la talla directa en madera, mármol y granito. En 1975 se instaló en Barcelona, y en 1976 se trasladó a Francia, donde permanecerá el resto de su vida, para finalmente pasar sus últimos días en Girona.
A lo largo de su carrera celebró numerosas exposiciones, destacando especialmente las celebradas en la galería Wildenstein de Buenos Aires (1952), la Casa de Mendoza en la misma ciudad (1962), la Sixty One Tempra Gallery de Londres (1976), el Círculo de Arte de Barcelona (1976), la galería Selearte de Milán (1977), la Riba de Barcelona (1977), la Covarsi de Arenys de Mar (1977), la Arpe de Cannes (1980), la Acqualeria de Eygalières (1983, 1984), la Françoise Aillaud Serre de Cornillon (1986) y la Guignè de París (1991). Asimismo, participó en ferias como la Artexpo de Barcelona (1976).
En los últimos veinte años de su vida, Walter Rovira se retiró del panorama expositivo, acumulando su obra sin sacarla a la venta más que de forma esporádica, vendiendo sólo a particulares. De este modo llegará a guardar cerca de mil cuadros, y unas cuarenta y cinco esculturas originales.
Actualmente está representado en la Universidad de México, el Ayuntamiento de Brullà (Francia) y el Museo de la Escuela de Bellas Artes de Paraná, así como en diversas colecciones particulares de Alemania, Japón, Reino Unido, Italia, España, Venezuela, Argentina y Francia. También son de su mano las pinturas murales conservadas en la iglesia de San Juan Bautista de Buenos Aires y en el puerto de Necochea (Buenos Aires).

 

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980). Lote 33002344

MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“Aiguafreda”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Firmado y titulado al dorso.
Medidas: 110 x 120 cm.

A través de su personal pincelada, suelta y expresiva, gestual incluso en algunas zonas, Tarrasó plasma en este lienzo un paisaje lleno de luz, de colores casi imposibles, de herencia fauvista, vivamente iluminados y totalmente protagonistas.
En el primer plano es donde se concentran en mayor medida estos tonos de mayor intensidad, rosas, violetas, azules y amarillos que contrastan sobre el verde y los colores más claros que dominan en el fondo, reforzando la construcción tridimensional del espacio y haciendo hincapié en la diferencia entre el primer plano y los terrenos más alejados del espectador. Así, mediante este recurso Tarrassó nos sitúa en el espacio, nos introduce en el paisaje pintado, rompiendo con la tradicional distancia entre los espacios real y pictórico. Más allá vemos una serie de casas dispersas en una ladera de perfil suavizado, al otro lado de un río de intenso color azul cielo. Las formas se difuminan y el dibujo queda en un segundo plano, pero los volúmenes quedan claramente diferenciados a través del complejo estudio lumínico, que juega con los medios tonos y la yuxtaposición de colores para construir el espacio en profundidad. En este fondo dominan los colores suaves, pasteles, más ligeros que los del primer plano, principalmente azules, malvas y rosas en una amplia gama, aplicados en muros y copas de árboles que destacan sobre el suave verde del terreno. A lo lejos vemos tres grandes casas, cuyas puertas, ventanas y tejados reflejan el tono rojizo de la luz del atardecer. Finalmente, el espacio queda cerrado por las lejanas montañas, sus colores y formas difuminados por la distancia, suavemente silueteados contra un cielo de gran expresividad, trabajado en tonos azules, blancos, rosados y dorados, reflejo de los intensos colores del primer término.
Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico.
Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística.
Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas o Ars, destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949.
A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970.
La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

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CLARASÓ I DAUDÍ, Enric (Sant Feliu del Racó, Barcelona, 1857 – Barcelona, 1941). Lote 33008268

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CLARASÓ I DAUDÍ, Enric (Sant Feliu del Racó, Barcelona, 1857 – Barcelona, 1941).
“Mujer”.
Bronce, con base de mármol y peana de madera, ejemplar 3/10.
Firmada y numerada. Con sello de la fundición R. Vila.
Medidas: 66 cm de altura; 30 x 30 x 3 cm (mármol); 37,5 x 37,5 x 35,5 cm (peana).

Clarasó se formó en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Joan Roig. A principios de los años ochenta conoce a Santiago Rusiñol y a Ramón Casas, con los que expondrá reiteradamente en la sala Parés. A mediados de esta década su estudio devino punto de reunión de artistas, así como primitivo núcleo de El Cau Ferrat. En este momento Clarasó se dedicaba a hacer estatuillas de barro, retratos e imágenes funerarias. Trabajó en la decoración de la Exposición Universal de Barcelona de 1888 y, con las ganancias que le reportó este trabajo, se traslada con Rusiñol a París. Realiza un segundo viaje dos años después, y se integra en el grupo formado por Casas, Rusiñol, Utrillo y Ramón Canudes.
Su obra se inicia en el naturalismo anecdótico, con obras como su “Forjador”, para evolucionar después, tras sus estancias en París, hacia el modernismo. Participó en 1892 en la Exposición Nacional de Madrid, así como en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888), Chicago (1893) y París (1900), obteniendo en esta última la medalla de oro por su obra funeraria “Memento Homo”. Dentro de su producción destaca el monumento al rey Jaime I el Conquistador, en Palma de Mallorca.
Se conservan obras de Clarasó en el MACBA, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en el Museo Cau Ferrat de Sitges.

 

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GRAU SANTOS, Julián (Canfranc, Huesca, 1937), Lote 33008267

GRAU SANTOS, Julián (Canfranc, Huesca, 1937).
“Interior”, 1980.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el lateral derecho. Firmado, fechado y titulado al dorso.
Medidas: 130 x 97 cm; 153 x 119,5 cm (marco).

Hijo de Emilio Grau Sala y de Ángeles Santos Torroella, se forma en Barcelona. En 1949 realiza varios viajes a París, donde tiene la oportunidad de contemplar de primera mano obras de Sisley, Van Gogh y diversos impresionistas y postimpresionistas.
Realiza su primera exposición individual en la Sala Libros de Zaragoza, en 1957. Desde entonces realizará muestras personales en las galerías Syra, Rovira y Vayreda de Barcelona; Alas, Abril, El Cisne, Collage y Biosca de Madrid; Justin Lester de Los Ángeles, Art Roman de Tokio, etc.
Desde 1966 expone regularmente de forma individual en la sala Parés de Barcelona, y en 1968 participó en el Salón de los Artistas Franceses en el Grand Palais de Madrid. Entre sus premios cabe destacar el Premio La Rambla (Barcelona, 1961), la Medalla Ramón Rogent (Salón de Mayo, Barcelona, 1962), medalla de la Exposición de Bellas Artes (Madrid, 1961), III Premio Sant Jordi y Premio Van Gogh (Barcelona, 1963), Medalla Ciudad de Barcelona (1965), Premio de la Bienal de Pintura de Huesca (1976), Medalla Condesa de Barcelona (Madrid, 1983) y Medalla de Honor en el Concurso BMW (Madrid, 1987).
En los últimos años ha participado en las ferias ARCO de Madrid y ARTEXPO en Valencia, Barcelona, Basilea, Nueva York, Chicago, Miami y Hong Kong.
En 1993 la Fundación Mapfre Vida de Madrid le dedicó una muestra retrospectiva.

 

 

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