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Miquel Barceló, un bodegón de su etapa parisina

Justo antes de viajar a Mali por primera vez, mientras vivía en París, en 1985, el artista mallorquín realizó una serie de bodegones (entre ellos, el que Setdart pone en subasta en esta ocasión), donde se aprecia su voluntad por desasirse del abigarramiento cromático y formal de su etapa anterior, presagiándose la sed de desierto (físico y metafísico) que satisfará en el país africano. En este bodegón perteneciente a la etapa parisina (lote 35118235), el predominio monocromo de ocres y tonos terrosos parecen presagiar la irrupción directa del barro y de los sedimentos fluviales sobre la tela con la que experimentará en Mali.

uvas
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Israel Melero y la captación minuciosa de la naturaleza

De cómo los alimentos, y en concreto las frutas, han sido tratados a lo largo de la historia del arte −más concretamente, dentro de la temática del bodegón− no será, desde luego, la temática que nos concierne en la presente entrada de la categoría Arte Actual. Sin embargo, no estará de más contextualizar al lector y explicar de cómo el bodegón −y dentro de esta tipología, el bodegón de frutas− se coronó como una de las temáticas artísticas principales a partir del siglo XVI.

El género de la también llamada “natura morta” nace en la Antigüedad y se desarrolla durante la edad media y el Renacimiento, si bien adquiere especial interés en el siglo XVII con las famosas vanitas holandesas, en las que suntuosos arreglos de frutas y flores, cristales, libros, jarras, monedas e incluso instrumentos musicales y científicos se acompañaban de recuerdos simbólicos de la vanidad de la vida, un mensaje moralizante de lo efímero de los placeres de los sentidos. Aunque con la creación de las Academias en el siglo XVIII se consolidó la consideración del bodegón como género menor, su éxito arraigado en el siglo precedente no disminuyó, tanto por el valor decorativo de este tipo de obras como por la alta calidad de los pintores especializados en el género. De esta manera, los bodegones de frutas servían como pretexto para los pintores para destacar su destreza técnica, reflejando efectos ilusionistas de los alimentos, su transparencia, sus brillos y su sentido contenido del cromatismo, entre muchos otros aspectos.
Tras un breve análisis de lo que simbolizaron el bodegón y el bodegón de frutas para la historia del arte, Setdart Subastas se complace en presentar, a través de su plataforma Arte Actual, la obra del artista emergente Israel Melero (La Rioja, 1986), en la que la representación de frutas adquiere un papel único y protagonista y se basta por sí sólo para revelar obras que bien merecen un detenimiento y una larga observación artística.

uvas

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Cuando destreza técnica y pasión por la naturaleza se fusionan en una misma obra, el espectador es capaz de profundizar en lo más hondo de los objetos que nos rodean. De esta manera, Israel Melero consigue con su serie “Uvas” que nos adentremos en lo más profundo de las materias de los alimentos, captando las texturas, matices y propiedades de un alimento tan venerado como es la uva, dando como resultado obras que reinterpretan el género del bodegón hacia un cariz completamente contemporáneo. Así, Melero extrae el alimento del escenario doméstico en el que se acostumbra a contextualizar los bodegones, para llevarlos a su entorno natural, explotando el alimento en la propia parra de uva, sirviéndose tan sólo de las propiedades de la fruta, sin añadidos.
Siempre utilizando sus propias fotografías como modelo, Melero desarrolla una obra en la que la pincelada invisible y la técnica maestra se aúnan, originando obras completamente realistas que ahondan en la belleza de lo natural, en las que aborda las diferentes variedades de uvas, tiempos de maduración y su aspecto según las diferentes condiciones de luz. En su evolución se aprecia un tratamiento minucioso y preciosista de la luz y el color, recogiendo la enseñanza del hiperrealismo pero filtrando ese legado por una óptica íntima, dando como resultado una obra muy personal en la que, según el propio artista “la pintura se convierte en válvula de escape, como experiencia que me devuelva a lo natural, a la tierra, a los mínimos elementos, a la representación primitiva”.

Miquel BARCELÓ ARTIGUES
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Miquel BARCELÓ (Felanitx, Mallorca, 1957). “Bodegón”.

Miquel BARCELÓ ARTIGUES

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BARCELÓ ARTIGUES, Miquel (Felanitx, Mallorca, 1957).
“Bodegón”.
Litografía, ejemplar 54/75.
Firmada y justificada a mano.
Con certificado de autenticidad emitido por la Sala Gaspar de Barcelona.
Medidas: 50 x 65 cm; 67 x 83 cm (marco).

 

Pintor y escultor, Barceló inicia su formación en la Escuela de Artes y Oficios de Palma de Mallorca. En 1974 debuta individualmente, con tan sólo diecisiete años, en la Galería Picarol de Mallorca. Ese mismo año se traslada a Barcelona, donde se matricula en la Escuela de Sant Jordi, y realiza su primer viaje a París. En la capital gala descubrirá el “art brut”, estilo que ejercerá una importante influencia en sus primeras obras.

En 1976 celebra su primera exposición individual en un museo: “Cadaverina 15” en el Museo de Mallorca, consistente en un montaje de 225 cajas de madera con tapa de cristal, con materiales orgánicos en descomposición en su interior. En 1977 realiza un segundo viaje a París, y también visita Londres y Ámsterdam. Ese mismo año expone por primera vez en Barcelona y conoce a Javier Mariscal, quien será uno de sus mejores amigos en la ciudad. Junto a él y al fotógrafo Antoni Catany participa, como miembro de la revista “Neón de Suro”, en exposiciones en Canadá y California.

Se inicia su reconocimiento internacional a principios de los ochenta, cuando participa en la Bienal de São Paulo (1981) y la Documenta de Kassel (1982). En 1986 se le concede el Premio Nacional de Artes Plásticas, y desde entonces su trabajo ha sido reconocido a través de los más destacados galardones, como el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (2003) o el Premio Sorolla de la Hispanic Society of America de Nueva York (2007).

Barceló está actualmente representado en los museos de arte contemporáneo más importantes del mundo, como el MoMA de Nueva York, el Centre Pompidou de París, el Guggenheim de Bilbao, el Marugami Hirai de Japón, el Reina Sofía de Madrid, el Patio Herreriano de Valladolid, el CAPC de Burdeos, el Carré d’Art de Nimes, el de Arte Contemporáneo de Caracas y el de Bellas Artes de Boston, entre otros.
 

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José María MALLOL SUAZO
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José María MALLOL SUAZO (Barcelona, 1910 – 1986). “Bodegón”.

José María MALLOL SUAZO

Lote en subasta:

MALLOL SUAZO, José María (Barcelona, 1910 – 1986).
“Bodegón”, 1959.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Firmado y fechado al dorso. Con etiqueta de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 64,5 x 81 cm; 74 x 89 cm (marco).

 

 

Mallol Suazo nos ofrece en este lienzo una composición fruto de la experimentación plástica, un bodegón de gran riqueza cromática protagonizado por frutas exóticas, acompañadas de una botella de vidrio oscuro. Los elementos que componen el bodegón se sitúan sobre una mesa plasmada en escorzo, cubierta por un mantel blanco y un paño azul. El bodegón aparece captado desde un punto de vista alto que permite una visión unitaria, en un espacio sólo esbozado, definido por tres planos que se unen en el ángulo superior izquierdo: la pared de tonos verdes del lateral, la más oscura del fondo y la mesa, captada en una perspectiva forzada, casi levantada, que refleja el desinterés de Mallol Suazo por la captación tradicional del espacio, de las tres dimensiones. De este modo, el pintor se aproxima al cubismo sintético para reflejar la realidad a través de la razón, centrándose en la investigación puramente pictórica y tomando el modelo natural como mera excusa para ello. Sin embargo, el detenido trabajo del color refleja con naturalismo no sólo las distintas calidades, sino también los juegos claroscuristas que aportan tridimensionalidad, construyendo el espacio en un entorno casi abstracto. De este modo Mallol Suazo logra un equilibrio perfecto entre expresión personal, experimentación plástica y captación del natural, mostrándose heredero del postimpresionismo, principalmente de Cézanne, así como conocedor de los experimentos de la vanguardia.

Nacido en el seno de una familia muy religiosa, Mallol Suazo se formó en la Escuela de La Lonja, en Barcelona, donde fue discípulo de Félix Mestres y de Ramón Calsina entre 1929 y 1935. Fue dibujante además de pintor, y publicó ilustraciones humorísticas en “En Patufet”, “Virolet” y “L’Esquitx”, revistas con las que colaboró ya desde sus años de estudiante. Una deformidad congénita en los pies, que le hacía andar con dificultad, le impidió desarrollar la temática paisajística, al no poder desplazarse para realizar la copia la natural. De ahí que se decantase por otros temas, como el bodegón o el retrato. La primera exposición de su obra tuvo lugar en el Salón de Arte Contemporáneo de Barcelona de 1936, meses antes del estallido de la Guerra Civil Ese mismo año fue premiado en la Exposición de Primavera de la ciudad condal. La contienda fuerza la dispersión de su familia, pero Mallol permanecerá en Barcelona, donde se dedica por completo a pintar y obtiene, en 1938, el Premio Nonell de Pintura, concedido por la sala Tardor. En 1945 pasa a formar parte del grupo de artistas de la sala Parés, galería en la que conocerá al coleccionista Josep Omar Gelpi, quien se convertirá desde entonces en su marchante. Considerado como una de las más destacadas promesas de la pintura joven catalana, en 1953 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Barcelona con un desnudo, y en 1959 visita por primera vez Brasil, país de procedencia de su esposa y al que viajará sucesivas veces a lo largo de su vida. Alejado del sentimiento de “riesgo y aventura” en un sentido plástico, Mallol no se dejó arrastrar por las corrientes artísticas imperantes, manteniéndose fiel siempre a su propio lenguaje realista-poético. En 1987, un año después de su muerte, la sala Parés le dedicó una gran exposición homenaje, antológica de su obra. Mallol está representado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el de Valls, el Deu Font en El Vendrell, el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona y la Abadía de Montserrat, además de en importantes colecciones como la de Caixa Terrassa, la Caixa de Catalunya, la Marta María Millet o la Modest Rodríguez Cruells.

 

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BORES LÓPEZ, Francisco (Madrid, 1898 – París, 1972). Lote: 35015230

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BORES LÓPEZ, Francisco (Madrid, 1898 – París, 1972).
“Bodegón”, 1951.
Óleo sobre tabla.
Firmado y fechado en la zona inferior derecha.
El marco presenta desperfectos.
Medidas: 22,5 x 31,5 cm; 48,5 x 53 cm (marco).

Francisco Bores se formó en la academia de pintura de Cecilio Pla, donde conoció a Pancho Cossío, Manuel Ángeles Ortiz y Joaquín Peinado, entre otros. Asimismo, frecuentó las tertulias literarias madrileñas afines al ultraísmo. En esta época realiza grabados para un gran número de revistas, como “Horizonte” o “Revista de Occidente”, y asiste a la Academia Libre de Julio Moisés, donde coincide con Dalí y Benjamín Palencia. En 1922 participa por vez primera en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y tres años más tarde mostrará su obra en la primera Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, pero la falta de interés del público madrileño por el arte joven le impulsa a marcharse a París.

En la capital francesa entra en contacto con Picasso y Juan Gris, y debuta individualmente en 1927, contratado por la galería Percier. Por estos años, y a través de su amistad con Picasso, comienzan sus relaciones con el crítico de arte Tériade, quien le dedica un extenso artículo en “Cahiers d’Art”. Se inicia en este momento el despegue de su carrera artística. En 1929 participa en la muestra “Pintores y escultores españoles residentes en París”, celebrada en el Jardín Botánico de Madrid. También por esta época colabora en revistas de vanguardia como “Litoral”, “La Bête Noire”, “Martín Fierro”, etc. En 1931 realiza una exposición individual en la galería Georges Bernheim de París, y al mismo tiempo firma un contrato con el galerista suizo Max Esiherberger. En 1932 y 1933 expone en la galería Vavin-Raspail de París, coincidiendo con la aparición de la primera monografía sobre su pintura.

A mediados de la década de los treinta es contratado por la galería Zwemmer de Londres, donde celebra una muestra individual. Su obra se ve influida por el cubismo de Picasso y, en ocasiones, por el surrealismo y la abstracción. Francisco Bores llegó a ser un maestro en el uso del color, cuya aplicación sigue a veces criterios abstractos, hasta tal punto que sustituye al dibujo o a la línea a la hora de definir los objetos, las figuras y el espacio en el que se insertan. Existe además en su lenguaje una clara tendencia a la experimentación del color, que le lleva a mimar los semitonos cromáticos.

Tras la Segunda Guerra Mundial Bores reanuda su actividad expositiva, y en 1947 el Estado francés adquiere, por primera vez, una obra de Bores. En 1949 será el Museo de Arte Moderno de Nueva York el que compre sus cuadros. En la década de los cincuenta continúa exhibiendo sus obras en múltiples galerías europeas. En 1969 expone en la Galería Theo de Madrid, lo que supone su aproximación al público español que, prácticamente, desconocía su obra salvo en los círculos profesionales donde, en cambio, era muy apreciada. En 1971 vuelve a exponer en esta misma Galería Theo, falleciendo en París en 1972.

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Escuela española, siglo XVII. Lote 34002745

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Escuela española, siglo XVII
“Bodegón”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado “Oxeme pt.” en la zona inferior izquierda.
Con bastidor del siglo XIX.
Precisa repaso.
Medidas: 47,5 x 68,5 cm.

Bodegón español del primer barroco, de lenguaje acusadamente naturalista, que presenta varios objetos cotidianos, de distintos materiales, sobre una mesa dispuesta en paralelo al margen inferior del cuadro, cuyo lateral aparece trazado en un escorzo bien resuelto que aporta profundidad a la imagen.

Sobre la mesa vemos, de izquierda a derecha: una mancerina con dulces y una jícara de chocolate, una cuchara de plata, tres vasos de agua sobre un plato también de plata, una chocolatera de cobre, una vasija de barro con miel, abierta, y una mantequillera. El autor ha combinado estos distintos objetos buscando el contraste, típicamente barroco, de luces y sombras, colores y texturas, y los dispone de forma aparentemente casual sobre la mesa, frente a un fondo oscuro y neutro de cuyas sombras parecen emerger los recipientes.

La disposición naturalista de los objetos, en primer plano sobre fondo oscuro, la paleta de tendencia monocromática, que gira en torno a tonos terrosos, ocres y blancos, y especialmente la iluminación de influencia tenebrista, rica en efectos y contrastes, son rasgos propios del barroco naturalista que tanto desarrollo tuvo en el primer barroco español, para ser finalmente desplazado por el nuevo lenguaje rubeniano.