Cerámica Talavera
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Macetero de escenas azules. Talavera, siglo XVIII.

Cerámica Talavera

Lote en subasta:

Gran macetero de la serie de las escenas azules; Talavera, siglo XVIII.
Cerámica esmaltada.
Medidas: 57 x 54 x 54 cm.

Macetero de cerámica decorada con esmalte azul cobalto pincelado sobre un engobe blanco de estaño. Combina motivos heráldicos, de arquitectura en paisaje y detalles vegetales, y pertenece a la llamada serie azul o de las escenas azules, desarrollada en Talavera en el siglo XVIII. Presenta los mismos temas que la serie polícroma (“istoriato”), pero únicamente en azul, a modo de “camaïeu”. Las de esta serie son piezas de gran tamaño, la mayoría de ellas piezas votivas, y en el caso de las que presentan motivos heráldicos muestran además esmaltes y engobes de alta calidad, dado que son realizadas por encargo.

Se trata de una serie totalmente innovadora dentro del siglo XVIII: se deja atrás la tradicional policromía para abrazar el nuevo estilo moderno azul y blanco, fruto de la influencia oriental que llega a través de Francia y de Delft. Por otro lado, sería la asimilación española del “istoriato” italiano, es decir, piezas decoradas con escenas pictoricistas, en muchas ocasiones figurativas, pinceladas con gran detalle. No obstante, suele presentar temas típicamente españoles, como las escenas de montería, de caballos y de toros. Además, como aquí vemos en el caballo rampante, los motivos se inscriben entre dos altos motivos vegetales (aquí árboles), siguiendo una composición tradicional de Talavera.

 

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Cómoda gustaviana. Suecia, finales del siglo XVIII.

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Lote en subasta:

Cómoda gustaviana; Suecia, finales del siglo XVIII.
Nogal, palo rosa y maderas frutales, con tiradores y aplicaciones de bronce.
Medidas: 80 x 99 x 50 cm.

 

Extraordinaria cómoda sueca de estilo y época gustavianos, con estructura de madera de nogal y palo rosa, decorada con marquetería en maderas frutales y aplicaciones de bronce dorado, mismo material de los tiradores. Elocuente ejemplo del mejor mobiliario gustaviano, presenta la estructura arquitectónica propia del neoclasicismo, con formas geométricas pesadas en contraste con el anterior rococó.

Con esta estética se buscaba un mueble más monumental y noble, más cercano al ideal clásico y contrario al intimismo del periodo anterior, si bien no tan rígido y pesado como el Gôut Grec desarrollado en la corte francesa en la década de 1750, una suerte de primer lenguaje de transición hacia el neoclasicismo. Sin embargo, estamos ya ante un mueble plenamente neoclásico, en el que se han solucionado prácticamente todas las dudas de transición, alcanzando un diseño elegante, armónico y equilibrado.

Así, la estructura arquitectónica se hace especialmente evidente en las esquinas en chaflán y en el tablero a modo de cornisa, con el frente destacado en planta aunque plano, rompiendo la unidad ornamental del periodo anterior. Sin embargo, aún permanecen rasgos que nos llevan a pensar en el estilo rococó. No queda ningún elemento ornamental de dicho estilo, pero sí vemos dos rasgos que se eliminarán en el pleno neoclásico: la pata cabriolé y la unidad decorativa entre los dos cajones inferiores. Respecto a la pata, aún no se ha eliminado pero ya se ha reducido tanto su tamaño como su importancia.

Este tipo de cómodas con formas rectas súbitamente interrumpidas por una pata cabriolé baja serán totalmente prototípicas del lenguaje de transición entre el rococó y el neoclasicismo. Sin embargo, aquí la pata parece ya estar convirtiéndose en el estípite neoclásico: aparece cajeada en los laterales, y presenta bronces aplicados que denotan la rigidez del modelado propia del bronce neoclásico. No obstante, la hoja de acanto que adorna el pie se riza aún hacia el exterior, como el rococó. Con el avance del estilo, en el caso de los pies de voluta que no sean sustituidos por otros motivos más nuevos ésta se rizará hacia el interior, tomando como modelo los muebles del periodo barroco.

Respecto al segundo rasgo, la unión visual de los dos cajones, entre los cuales se ha eliminado el entrepaño, fue una característica básica de la cómoda rococó, donde primada una decoración unitaria que sobrepasara a la estructura, llegando incluso a ocultarla. Aquí, sin embargo, la estructura queda realzada con claridad mediante cajeados, al menos a nivel vertical, y también el cuerpo superior de cajones, más estrecho, queda perfectamente delimitado, arriba por la cornisa del tablero y abajo por un estrecho friso de bronce.

Por otro lado, los motivos de la marquetería son totalmente neoclásicos: cestos de flores, racimos de uvas, vasos inspirados en la arqueología clásica y guirnaldas de laurel rígidas y apretadas, rematadas por rosetas típicamente romanas. Además, el faldón central del mueble está decorado con una placa calada y cincelada de bronce, aplicada, mostrando un motivo que será constante en el neoclásico, novedad de la época: una cinta arrugada formando un lazo, complementada con secciones de molduras mixtilíneas y guirnaldas de laurel similares a las de la marquetería. De hecho, podemos ver este mismo motivo de la cinta arrugada, aunque extendida, dando forma al friso de bronce superior, la línea que separa los dos cajones inferiores del superior.

Finalmente cabe destacar la calidad de los tiradores, de nuevo típicamente neoclásicos como el noventa por ciento de los bronces de esta cómoda. Se trata del modelo más utilizado en el mueble de la época, un disco circular con un tirador en forma de guirnalda, formando un círculo cerrado. Los dos escudos de cerradura principales son también típicamente neoclásicos, con estructura circular, remates de lazo de cinta arrugada y guirnaldas de laurel.

 

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