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Escuela española, s.XVII. “Bodegón con frutas y hortalizas”.

Lote en subasta:

35002197-_100_

Escuela española, s.XVII.
LOARTE, Alejandro de (c.1590/1600 – Toledo,1626), atribuido.
“Bodegón con frutas y hortalizas”.
Óleo sobre lienzo.
Con restauraciones.
Reentelado antiguo.
Marco de época.
61 x 81 cm.; 94 x 117 cm (marco).

 
Loarte fue un pintor español del Barroco, especializado en la pintura de bodegones. Aunque se conservan pocos datos biográficos, parece ser que a su temprana muerte tenía a cargo un taller de prestigio en Toledo. Su técnica está muy emparentada con la de Luis Tristán, aunque matizada por la influencia de matriz veneciana de Orrente. Con casi toda seguridad es de su mano un gran lienzo con San Bernardo y sus monjes, proveniente del convento de San Francisco el Grande (depósito del Museo del Prado), anteriormente atribuido a Francisco Pacheco. En él se pueden admirar partes de bodegón de factura magnífica. En efecto, en el género donde destacó de forma sobresaliente fue en el de la naturaleza muerta. Partiendo de la obra de Juan Sánchez Cotán, incluso la supera, pues su factura es más ligera y de aire veneciano.

En la “Gallinera” (Museo del Prado) conjuga con maestría el bodegón y las figuras, tal como hiciera en Italia Bartolomeo Passerotti. En el bodegón que nos ocupa, el dibujo es muy cuidado, y la iluminación contrastada modela las frutas y hortalizas. Se inscribe en la senda de Cotán, en su gusto por la austeridad mística, la elegante simetría, la sobriedad de los manjares que la luz modela con excelente tratamiento. Sobre el fondo densamente negro, se destacan las piezas por la iluminación y el lineado preciso. El claroscuro realza la miga esponjosa del pan, el esmaltado de la cerámica, la piel bruñida de las aceitunas… Obtiene las justas texturas y calidades en cada elemento, haciendo armonizar compositivamente unos y otros. Loarte, como Cotán y Zurbarán, contribuyó a elevar el género del bodegón al rango de género con entidad propia.

 

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Bargueño asturiano del siglo XVII

35017610-(100)

Lote en subasta:

Bargueño asturiano del siglo XVII.
Con mesa original de época.
50 x 92 x 36 cm (bargueño); 96 x 110 x 48 cm (mesa).

Conjunto de bargueño y mesa barrocos realizados en Asturias en el siglo XVII, con los herrajes de hierro típicos del mueble español de la época, patas torneadas y decoración de marquetería. El bargueño, de muestra descubierta, presenta la característica estructura de cajón prismático de aristas vivas, sin molduras que recorran su perímetro, alzado sobre cuatro pies de bola achatada, torneados y con asas en arco, articuladas, en los laterales. Está compuesto por tableros enterizos en todos sus lados salvo la muestra, ensamblados mediante colas de milano.

La muestra está organizada en tres calles, las laterales con tres gavetas cada una y la central con una capilla que ocupa toda su superficie, cerrada con una puerta con cerradura independiente. Como corresponde al mueble barroco, las distintas partes de la estructura quedan claramente diferenciadas a través de la decoración, que se supedita a ella y la recalca, haciendo hincapié en la compartimentación siguiendo un criterio netamente clásico basado en la visualización de la relación de las distintas partes entre sí y respecto al conjunto. Así, en el frente vemos todos los entrepaños recorridos por cenefas de marquetería que alternan rombos y círculos, un diseño sencillo pero efectivo en su dinamismo típicamente barroco.

También es propio del mueble barroco, tanto en España como en el resto de Europa y en las colonias, el gusto por el contraste de colores y texturas derivado de la combinación de materiales distintos, en este caso madera clara sobre madera oscura. El mismo principio se sigue en los diseños de marquetería más elaborados de los frentes de las gavetas y la puerta, que combinan marquetería de silueta, más sencilla, con filetes embutidos y marquetería de procedimiento clásico. En la muestra todas las composiciones representan jarrones de flores, estrictamente simétricos, más sencillos en las gavetas y más rico en detalle el central. Como es también propio del mueble barroco, los frentes de las gavetas aparecen divididos en dos recuadros iguales, en torno a una forma rectangular central sobre la que se sitúa el tirador. Este gusto por la compartimentación se irá acusando más con el paso del tiempo, y llegaremos a ver frentes divididos en múltiples recuadros o rombos ya en el pleno barroco.

Los laterales del bargueño muestran una decoración aún deudora del manierismo del siglo XVI, a base de cajeados geométricos formando una composición que, por su complejidad y por la combinación de líneas rectas y curvas simples, nos indica que estamos ya en fecha avanzada, ya dentro del barroco. Esto se advierte también en las tres gavetas que oculta la puerta de la capilla, que muestran frentes de nuevo divididos en dos, esta vez con cruces patadas inscritas en círculos. Se trata, como ocurre con los patrones que adornan los laterales, de esquemas netamente geométricos, pero que por su complejidad, dinamismo y sentido decorativo nos revelan ya el gusto barroco.

Respecto a la mesa, sigue modelos típicamente hispánicos de la época, con cuatro patas torneadas, cajón en cintura, tablero volado y chambrana en “H” de travesaños rectos, decorados con ligeras molduras. La mesa presenta también marquetería, algo más sencilla que la del bargueño. Se trata principalmente de cajeados rectangulares y cenefas de cintas entrelazadas de inspiración clásica, que vemos tanto en la cintura como en el perímetro del tablero. A nivel ornamental destacan también las patas, torneadas con un diseño acusadamente dinámico. Se trata de una pata típica del mueble popular español del barroco, dado que con una técnica barata como la del torneado reflejan el movimiento rítmico y el sentido ornamental propios de este estilo. Será característica de los torneados barrocos la combinación de cuerpos de distinta forma, acusando el dinamismo: bolas, lentejas, cilindros, etc.

 

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Pareja de arcas de boda. Cataluña, siglo XVII.

35015748-(100)

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Pareja de arcas de boda; Cataluña, siglo XVII.
Madera de nogal y marquetería de limoncillo.
Medidas: 62 x 139 x 53 cm.

 

Pareja de arcas de boda, una de la novia y otra del novio, construidas en nogal y decoradas con tallas y marquetería de limoncillo, representando paisajes y motivos florales. Constan de tapa superior abatible, frente y laterales ricamente ornamentados y base destacada mediante molduras, alzada sobre cuatro patas talladas en forma de garra felina. Los frentes están compartimentados a base de pilastras talladas que flanquean paneles de marquetería. Se trata de la compartimentación tripartita típica del arca de boda catalana, y sólo el panel derecho es practicable, una puerta que oculta tres cajones en su interior.

El arca es el mueble más importante en toda Europa ya desde el románico, y gozará de un especial auge a finales del periodo gótico y durante el siglo XVI, hasta que finalmente sea sustituida como mueble de representación por el bargueño. Las que aquí presentamos pertenecen al grupo de las llamadas en los documentos “arcas embasadas de moldura, que dicen barcelonesas”, propias de Cataluña, Aragón, Baleares y Valencia en el siglo XVI. Es un tipo de arca muy diferente a la contemporánea francesa, aunque similar a la italiana. Pese a que tienen su origen en la Corona de Aragón (en concreto en Barcelona, según su nombre), hoy sabemos que se realizaron en toda España, dado que las ordenanzas gremiales de la época de Carlos I dictan la forma de hacerlas. Se trata, en todo caso, de arcas de esponsales, llamadas también “caixas de novia”, que formaban parte indispensable en el ajuar en las bodas.

Respecto a su tipología, todas presentan una base moldurada troncopiramidal (de ahí el término de “embasadas”), y su construcción es engañosa, aparentando al exterior una estructura de bastidor y paneles que sin embargo no lo es, puesto que está construida con tableros enterizos ensamblados, una característica típica del norte de España en este momento. Existieron diferentes variantes según el tamaño y el número de recuadros que se sitúan en el frente: dos en las más pequeñas, tres en las medianas y cuatro o más en las de mayor tamaño. De hecho, el arca podía ser tan larga como la pared en la que se colocaba.

En algunos casos el recuadro del lado derecho era una puerta, con cajones al interior, tal y como aquí vemos. Todos eran cajones funcionales excepto el superior, al que se accedía abriendo la tapa, como aquí vemos. Una peculiaridad de este tipo de arcas de modelo barcelonés es que solían presentar la cara interna de la tapa decorada, lo que hace pensar que se abrirían durante la boda, dejándose abiertas para exponer el ajuar. En el caso de estos ejemplos el interior de la tapa no presenta marquetería, aunque sí un perfecto acabado y una bella pátina. En el caso de las arcas ya de estilo avanzado, como estas dos, las tallas góticas que separaban originalmente los paneles se sustituirán por pilastras. Estas arcas solían estar decoradas con pintura o dorado. Aquí, en cambio, vemos marquetería de limoncillo, una técnica más propia del mueble barroco.

 

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Atribuido a BARRERA, Francisco (Madrid, 1595 – 1658). Lote: 34003827

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Escuela española del siglo XVII. Atribuido a BARRERA, Francisco (Madrid, 1595 – 1658).
“Bodegón de cocina con figura y animales”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 86,5 x 136 cm.

 

En esta obra se conjugan la pintura de figuras con la del bodegón con animales, como fue frecuente dentro del pleno barroco no sólo en España, sino también en otras escuelas como la flamenca o la italiana. Vemos un interior de cocina, donde los plintos de piedra que remiten a Sánchez Cotán permiten colocar los distintos objetos, frutos y animales de forma ordenada y escalonada, permitiendo su perfecta contemplación. Otros detalles, como las aves colgadas de la pared o el cesto del escalón inferior, también evidencian el conocimiento de Sánchez Cotán. Sin embargo, el pintor introduce un personaje que aporta un enorme sentido narrativo, y a la vez escenográfico, a la escena, y además abre el espacio a un paisaje nevado, que refuerza el sentido invernal de la imagen, como lo hace el brasero ante el cual el personaje se calienta las manos.

Por su estilo, rasgos formales e incluso por su temática podemos atribuir esta obra a Francisco Barrera, pintor bodegonista de la escuela madrileña de la primera mitad del siglo XVII. Documentado como maestro a partir de 1923, fue especialmente activo durante los años treinta y cuarenta. Aunque también realizó paisajes, pintura decorativa y de género, destacó ante todo en el bodegón. Su pintura gozó de gran éxito; su taller contaba con muchos discípulos, y fue amigo de otros bodegonistas como Antonio Ponce y Juan de Arellano. Tuvo, no obstante, algunos problemas con las autoridades. En 1934 investigan sus tiendas y se llevan varios retratos del rey, por considerarlos indecorosos (existían unas reglas muy estrictas sobre la representación pictórica de Felipe IV). Asimismo, diez años más tarde es denunciado a la Inquisición por realizar obras religiosas no ajustadas a la iconografía.

Sus bodegones revelan, ante todo, la influencia de Juan de Van der Hamen, principal cabeza de la escuela madrileña de la primera mitad del XVII. Sin embargo, por ser algo más tardío, Barrera se muestra menos severo y geométrico: coloca los objetos de forma más intuitiva, más aleatoria, es menos minucioso en la descripción y no se recrea tanto en las texturas. Tampoco presenta el tono cortesano de los bodegones de Van der Hamen, sino que tiende más hacia lo cotidiano. Así, Barrera presenta los alimentos en contextos como de cocina aunque, a partir de 1626, los soportes serán no ya mesas sino plintos de piedra como el que aquí vemos, por influencia de Sánchez Cotán.

Fueron especialmente famosos sus bodegones estacionales como este, con alimentos de temporada, que se pusieron de moda en la corte. Barrera representa un momento más avanzado en el barroco que Van der Hamen y Cotán: busca la asimetría en sus composiciones, el naturalismo en la disposición de los elementos, e incluso abre ocasionalmente a paisaje. En su estilo predomina el dibujo, y gusta de poner elementos en escorzo, saliendo de la superficie sobre la que apoyan y acentuando la sensación de profundidad, como aquí el ave situada en el ángulo inferior derecho. Francisco Barrera está representado en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, el Museo Nacional de Eslovaquia, así como en otras importantes colecciones de todo el mundo, tanto públicas como privadas.