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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940). Lote 35001246

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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Poble de Miravet”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior central.
Medidas: 83 x 109 cm; 119 x 144,5 cm (marco).
Exposiciones:
Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1971.
Ámsterdam, Exposició d’Artistes Pintors i Escultors Catalans, 1933.
Venecia, Biennale Internazionale d’Art, 1934.
Bibliografía:
Francesc Miralles, “Joaquim Mir al Camp de Tarragona”, nº 238, p. 149 y 202 (Barcelona; Columna Ediciones, 1998).
Francesc Miralles, “Joaquim Mir al Camp de Tarragona”, nº 263, p. 161 y 225 (Barcelona; Viena, 2008).

“Sólo quiero que mis obras alegren el corazón e inunden de luz los ojos y el alma”. Así resumía Mir en 1928 su manifiesto como pintor. El color y la luz lo significaron todo para el pintor barcelonés, y con ellos construyó un lenguaje personal con el que creó una obra sorprendentemente moderna, basada siempre en una nueva visión de la naturaleza. Fue un gran colorista que dominó tanto los tonos clásicos y luminosos como los matizados grises, que suelen dotar a sus composiciones de un carácter totalmente personal a la par que enormemente naturalista.
Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que en 1893 fundó junto con otros compañeros (Nonell, Canals, Pichot, Vallmitjana y Gual) la “Colla del Safrà”, para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo. El nombre les venía de los tonos azafranados y ocres que utilizaban en sus cuadros, con los que pretendían captar la luminosidad mediterránea y rechazar la frialdad de los grises y azules de los impresionistas franceses. No obstante, imitaron a los impresionistas en su gusto por la pintura al aire libre, captando allí los ambientes y tipos que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, a la que Mir presentó dos obras que nos dan una clara idea de los ideales del grupo: “La huerta del rector” y “El vendedor de naranjas”.
Asimismo, desde 1897 frecuentaba el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”, donde se daban cita todos los artistas conocedores de las vanguardias europeas, lo que le sirvió para madurar en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son “Laderas de Montjuic” (1897) y “La catedral de los pobres” (1898), las dos obras maestras de su etapa juvenil. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. El artista desplegará desde entonces toda una combinación de colores imposibles, fruto de su interpretación personal de la majestuosa naturaleza de la isla. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desaparecer los objetos y los referentes espaciales.
En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional. Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Desde entonces, instalado en Camp de Tarragona, no se moverá del género del paisaje, pero ahora serán los pueblos de los alrededores los protagonistas de su pintura. Pintará las casas, las iglesias, los huertos, la gente, los almendros floridos, los corrales… Temas intrascendentes que cada vez se ajustan más a la realidad de la naturaleza, puesto que ya sólo querían reflejar su amor por su tierra y su búsqueda constante de los cambios de luz. Su estilo ya no será tan expresivo como el de Mallorca, aunque sí perdura el uso atrevido del color y de la mancha.
Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia.
Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867). Lote 33008679

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867).
“Romería”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).

En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras.
Atraído el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”.
Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas.
Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas.

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Pelayo ZURRÓN (Oviedo, 1982), Lote 33005977

ZURRÓN, Pelayo (Oviedo, 1982).
Serie “El paraíso desnudo”. 2001
Fotografía.
Tintas pigmentadas Vivera Hp aplicadas mediante Plotter Hp Z 3200 sobre papel algodón Canson Raw Photographique 310.
Montada sobre Dibond con bastidor de aluminio para separarla 3 cm del fondo.
Medidas: 100 x 70 cm.

Pelayo Zurrón se formó como técnico superior de Imagen (IES Rodríguez Fabrés, Salamanca, 2006) y Sonido (CIDISI, 2004), así como en la realización de documentales de naturaleza.
Entre sus exposiciones individuales destacamos las celebradas en la Sala de Exposiciones Edificio Asturias de Madrid (2011); en la galería Mediadvanced, Gijón (2010), y en la Sala Espacio Joven de Salamanca (2009). Entre las muestras colectivas destacamos su participación en las Ferias de arte contemporáneo: Arteando, Irún (2012); Art Laren (Holanda, 2012); Subimagen’05 y ’06, Zamora. Próximamente: New Art Paris (2013). Ha sido seleccionado para exponer en EnTijuanArte (México, 2012). Ha sido galardonado con 2º premio “mejor retrato” revista Digital Camera (2007), 1er premio fotografía digital y 1er premio fotografía analógica Subimagen’06. Obra suya figura en las colecciones de la galería Mediadvanced y en la galería “El arte de lo imposible”, Gijón.
“El paraíso desnudo” es un proyecto que se gestó en 2007 y sigue evolucionando con nuevas fotografías que aportan nueva personalidad al proyecto. En palabras del autor, “gira en torno a la realidad y la fantasía, la vida y la muerte, lo temporal y lo infinito”. El artista se pregunta si sabemos reconocer el paraíso cuando esporádicamente lo alcanzamos, si sabemos avanzar hacia él o sólo es capaz de evocar el sentido de pérdida e imposibilidad. En sus fotografías, de gran belleza formal, reconocemos su afinidad con fotógrafos que han aunado con virtuosismo desnudo y naturaleza. Como en la obra de estos maestros, lo onírico confluye con lo somático.