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José Mongrell Torrent (1870 – 1937). “Familia de pescadores”.

MONGRELL

Lote en subasta:

MONGRELL TORRENT, José (Valencia, 1870 – Barcelona, 1937).
“Familia de pescadores”, años 30.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, fechado y localizado (parcialmente ilegible) en el ángulo inferior izquierdo.
Certificado de autenticidad, emitido por Marçal Barrachina, a petición y cargo del comprador.
100 x 75 cm; 122,5 x 96,5 cm (marco).

 

 

Esta impresionante obra refleja la maestría del luminismo de Mongrell, pintor clave para comprender no sólo el impresionismo valenciano, sino el español en general. En ella el artista aborda uno de sus temas predilectos, el costumbrista, que une paisaje y atmósfera con escenas cotidianas de la vida diaria, protagonizada por personajes populares captados con una dignidad que los equipara a los antiguos héroes clásicos. Sus personajes se convierten así en héroes modernos, humildes u orgullosos, indiferentes incluso, pero siempre admirables y captados con un acento poético que trasciende la simple representación del natural.

Esto es perfectamente visible en nuestra obra, en la cual nuestra mirada queda irremediablemente atrapada por la magnética expresión de la niña, que avanza resuelta, enérgica, esbozando una sonrisa para sí misma, ignorando nuestra presencia. Junto a ella, su padre carga con un pesado fardo a las espaldas, y baja el rostro para protegerse del sol, mostrando un semblante relajado y satisfecho. Tras ellos vemos a la madre, erguida como una cariátide de la Antigüedad, sosteniendo sobre su cabeza el cesto con la captura del día. Los personajes aparecen en primer término, ocupando la mayor parte de la superficie pictórica, destacados sobre un paisaje de playa magníficamente trabajado, cuyas tonalidades parecen un eco de los colores de las ropas de los personajes.

Domina la escena una paleta cálida que refleja el sol mediterráneo, teñido de dorado en el crepúsculo; los ocres, verdes pardos y rojizos quedan contrastados, aunque entonados y equilibrados, con el intenso y luminoso blanco de las ropas de la muchacha, que tienen su reflejo en la espuma del mar, y que como el agua brillan con los tonos malvas y anaranjados del crepúsculo.

 

José Mongrell

 

Pintor y cartelista, José Mongrell estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde fue discípulo de Ignacio Pinazo y Joaquín Sorolla. Fue obteniendo renombre artístico gracias a su participación en numerosos concursos y exposiciones en Madrid y Barcelona. En 1897 realiza, con gran éxito, el cartel taurino para la Feria de San Jaime de Valencia, y de hecho su cartel de la Feria de Julio de Valencia de 1912 fue reeditado en 1971 con ocasión del centenario de estas fiestas. Obtuvo plaza de profesor en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, donde residió el resto de su vida. De este periodo destacan su retrato de Alfonso XIII y la obra monumental que realizó para el Palacio de la Generalitat de Cataluña, por encargo de la Diputación de Barcelona. En esta obra representó a la Virgen de Montserrat, rodeada por santos y reyes que le rinden culto. También realizó mosaicos de estilo modernista, como los del gran arco del Mercado de Colón y de la fachada de la Estación del Norte, ambos en Barcelona. Mongrell se dedicó al género costumbrista, al retrato y al paisaje, y fue un maestro de la captación del instante, logrando que sus escenas adquirieran vitalidad y dinamismo, a través de colores y luces brillantes y naturalistas.

Tradicionalmente encasillado como discípulo de Sorolla, sin embargo Mongrell sólo aprendió del maestro aquello que le sirvió para extender su arte. El pintor desarrolló su obra a caballo entre el regionalismo y el modernismo, pero en su obra se aprecia también un cierto simbolismo de influencia francesa. De hecho, Mongrell se caracterizó por poner el acento en el contenido, atribuyendo a la imagen un significado que va más allá de la pura apariencia. En una época en la que triunfaban las grandes composiciones históricas, ideales y dramáticas, este pintor desarrolló una pintura preocupada por plasmar el pasado y el presente desde una perspectiva cotidiana, amable y pintoresca, ajena por lo general a la grandilocuencia y teatralidad de la pintura de historia académica.

Pese a su dominio técnico, Mongrell no cayó como otros en un refinado manierismo al servicio de una temática intrascendente, sino que desarrolló un lenguaje plenamente personal, caracterizado por su dinamismo y su libertad expresiva. No obstante, será en su obra cartelística donde despliegue con mayor libertad sus conocimiento del colorido, evidenciando además su maestría para transmitir el mensaje publicitario. De hecho, el cartel que realizó en 1912 para la Feria de Julio de Valencia fue elegido en 1971 para ser reeditado con ocasión del centenario de estas fiestas. Mongrell realizó también distintos trabajos para la litografía Ortega, entre ellos varios carteles taurinos. También fue autor de varios carteles para la Exposición Regional Valenciana. Cabe destacar asimismo la importancia de sus mosaicos modernistas, en los que supo transmitir la vibración de la materia: el que decora al gran arco del Mercado de Colón y el situado en la fachada de la Estación del Norte (1915). También destacan por su calidad las decoraciones al fresco que realizó para la Casa Ferrer, en Cullera (Valencia), caracterizados por un lenguaje plenamente modernista y totalmente personal.

Actualmente, José Mongrell está representado en el Museo de Bellas Artes San Pío V y el Nacional de Cerámica y de Artes Suntuarias González Martí de Valencia, los de Bellas Artes de Asturias, Badajoz y Pontevedra, el Nacional de Arte de Cataluña, el Rijksmuseum de Ámsterdam, el Museo de La Habana y el de Bellas Artes de Buenos Aires, entre otros.

 

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Mariano BARBASÁN LAGUERUELA (Zaragoza, 1864 – 1924). “Paisaje”.

Mariano BarbasánLote en subasta:

BARBASÁN LAGUERUELA, Mariano (Zaragoza, 1864 – 1924).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
145 x 212 cm; 154 x 222 cm (marco).

 

En este lienzo Barbasán nos ofrece una imponente imagen natural, hábilmente construida con un dibujo sintético, riguroso y de base geométrica, sobre el cual despliega una paleta muy amplia y matizada, que refleja con naturalismo e instantaneidad un momento fugaz, irrepetible, bañado por la luz del crepúsculo. Los últimos rayos del sol tiñen de rosa las cumbres de las montañas, mientras a sus pies todo queda ya envuelto en penumbra, en una sombra que no apaga los colores sino que les dota de un cierto aspecto fantasmagórico, profundamente lírico. Nada más distrae nuestra atención; Barbasán construye con el color, reflejando con ojo atento cada uno de los cambios tonales del terreno, construyendo los volúmenes y, especialmente, el amplio espacio, a través de los sutiles cambios de luz.

Mariano Barbasán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia entre 1880 y 1887, y allí mantuvo una estrecha relación son sus condiscípulos Joaquín Sorolla y Salvador Abril. En 1887 se traslada a Madrid para conocer las colecciones del Museo del Prado, y ese mismo año participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En este momento realizará sus primeras pinturas, cuadros de pequeño formato de temática teatral e histórica, principalmente ambientados en Toledo. De hecho, durante este periodo viaja asiduamente a dicha ciudad, estudiando sus paisajes y arquitecturas. En 1889 obtiene la pensión de la Diputación de Zaragoza para completar sus estudios en Roma. Finalmente decide quedarse en Italia de forma permanente. Abrió un estudio en Roma, pero durante largas temporadas trabajó en Subiaco, en la campiña romana. A los cincuenta y siete años regresa a España para ocupar un puesto en la Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza.

Gracias a sus contactos con marchantes ingleses y alemanes, su obra se difundió rápidamente por Europa. Expuso repetidamente en Berlín, Munich, Viena y Montevideo. En su ciudad natal se celebró una muestra antológica en 1923, en el Centro Mercantil, y otra póstuma tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de Madrid, en 1925. Aunque pintó inicialmente alguna obra de carácter histórico, Barbasán cultivó ante todo la pintura paisajista y las escenas de la vida rural. Su estilo, colorista y de gran luminosidad, es ante todo realista, con cierta influencia del impresionismo (preimpresionismo italiano, principalmente) y de la obra de Fortuny. Figuran obras de Mariano Barbasán en el Museo del Prado, el de Arte Contemporáneo de Madrid, el Provincial de Zaragoza, el de Arte Moderno de Roma, y los de Bellas Artes de San Petersburgo, Munich, Varsovia, Montevideo y Río de Janeiro, entre otros.

 

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Ramon MARTÍ ALSINA
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Ramon MARTÍ ALSINA (Barcelona, 1826 – 1894). “San Juan Bautista”.

Ramon MARTÍ ALSINALote en subasta:

MARTÍ ALSINA, Ramón (Barcelona, 1826 – 1894).
“San Juan Bautista”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el lateral derecho.
Medidas: 158 x 105 cm; 184,5 x 132 cm (marco).
Obra catalogada en el Institut Amatller d’Art Hispànic, con el nº ref. 01361001, obj. nº 43318.

 

En este lienzo Martí Alsina representa a San Juan Bautista siguiendo modelos clásicos de la Historia del Arte, utilizados ya desde el siglo XVI. Maestros como Murillo, José de Ribera o Caravaggio difundieron un modelo iconográfico que presenta al santo sentado, en un entorno de paisaje, acompañado por un cordero y en ocasiones abrazándolo, en representación simbólica de su amor por Cristo. El santo suele aparecer como aquí vemos, vestido con pieles, en soledad, portando el lábaro con la cruz y la filacteria. Martí Alsina busca su inspiración por tanto en el barroco español, y de hecho utiliza un lenguaje naturalista y en cierto modo claroscurista directamente relacionado con la pintura barroca española. Sin embargo, a las formas clásicas se une un tratamiento del color puramente impresionista, que se aprecia especialmente en las rocas y en el fondo, un cielo turbulento y plomizo iluminado por una luz enigmática y simbólica.

Considerado hoy en día como la figura más importante del realismo español, Martí Alsina se enmarca dentro de la vanguardia europea del momento. Revolucionó el panorama artístico español del XIX, fue pionero del estudio al natural, y creador de la escuela catalana moderna, así como maestro de toda una generación, con discípulos de la importancia de Vayreda, Urgell o Torrescassana. Inició sus estudios en Filosofía y Literatura, alternándolos con las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona hasta 1848. Finalizado este primer aprendizaje y decidido por la pintura, da sus primeros pasos en la comarca del Maresme, donde comenzó a ganarse la vida haciendo retratos de estilo naturalista y paisajes a “plen air”. A partir de 1850 su carrera artística se afianza, en 1852 ingresa como profesor de dibujo lineal en la Escuela de la Lonja de Barcelona, y dos años después pasó a impartir dibujo de figura, puesto que mantuvo hasta la ascensión al trono de Amadeo de Saboya. En 1853 viaja a París, donde visita el Louvre y se familiariza con la obra de Horace Vernet, Eugène Delacroix y el romanticismo francés.

Más adelante conocerá la obra de Gustave Courbet, el mayor exponente del realismo. En 1859 fue nombrado académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona. Su primera muestra importante fue la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona de 1851. A partir de ese momento expondrá con regularidad en Barcelona, Madrid y París, y fue invitado a la Exposición Universal de la capital gala de 1889. Entre sus premios destacan las medallas obtenidas en las Exposiciones Nacionales de Madrid, tercera en 1858 con la obra “Último día de Numancia” y segunda en 1860 con su paisaje. En sus últimos años vivió recluido, centrados sus esfuerzos en la búsqueda de nuevas formas de expresión, con una pincelada deshecha próxima al impresionismo. Entre sus temas encontramos numerosos paisajes y marinas, vistas urbanas (especialmente de Barcelona), retratos y figuras humanas, escenas costumbristas, temperamentales desnudos femeninos, pintura de historia y escenas bíblicas. En pocas ocasiones se dedicó al bodegón, aunque también pintó algunos de ellos. Se conservan obras de Martí Alsina en el Museo del Prado, el Thyssen-Bornemisza, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA, el de la abadía de Montserrat y el de l’Empordà, en Figueras.

 

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RAMON CASAS (Barcelona, 1866 – 1932). “Claustro del monasterio de Sant Benet de Bages”.

RAMON CASAS

Lote en subasta:

CASAS CARBÓ, Ramón (Barcelona, 1866 – 1932).
“Claustro del monasterio de Sant Benet de Bages”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 93 x 116 cm; 113 x 135 cm (marco).
Estimacion: 75.000 euros

 

 
Ya en 1881 Ramón Casas, que entonces tenía sólo quince años, publicó un esbozo de este claustro en la revista “L’Avenç”, fundada ese mismo año por Jaume Massó. Bastantes años después, en 1909, la familia del pintor adquiere el monasterio (que pasará a manos de Casas tras la muerte de su madre), y encarga su restauración al arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch.

En este magnífico lienzo Casas parece revelar el alma oculta del monasterio benedictino, la atmósfera de contemplación, silencio y meditación que ha sobrevivido al paso de los siglos para crear un puente entre los antiguos monjes y el maestro del modernismo catalán. Con tan sólo unos pocos elementos, Casas atrapa la apariencia fugaz del lugar en un momento determinado, al modo de los impresionistas, pero también va más allá hablando a través de las paredes y los suelos desnudos, a través de las bóvedas que reflejan la luz y vibran de matices cromáticos con la sombra, de un pasado de recogimiento y oración, que tiene su eco en el melancólico fin del siglo XIX.

Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse.

Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán. Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893.

Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Munich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.

 

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Eduardo Leon GARRIDO
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Eduardo León GARRIDO (Madrid, 1856 – Caen, Francia, 1949). “Dama contemplando el mar”.

Eduardo Leon GARRIDO

Lote en subasta:

GARRIDO, Eduardo León (Madrid, 1856 – Caen, Francia, 1949).
“Dama contemplando el mar”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
65 x 54 cm; 86 x 75 cm (marco).

 

Eduardo León Garrido inició su formación en Madrid, en la Escuela Superior de Pintura y en el taller de Vicente Palmaroli, a quien siempre consideró su único maestro. Pintor costumbrista, se especializó en escenas de baile en salones rococó, y también destacó como maestro del retrato femenino. Al no obtener la beca para estudiar en Roma, viajará allí por sus propios medios junto a su maestro Palmaroli, y más tarde a París.

En 1875 el rey Alfonso XII adquiere uno de sus cuadros, y ese mismo año obtiene una pensión de la Diputación de Madrid para estudiar en la capital francesa, donde completó su formación en el taller de Raimundo de Madrazo. Al año siguiente participa por primera vez en el Salón de París, donde presenta un “San Jerónimo”. Pronto atrajo la atención del más destacado marchante de arte del momento, Adolphe Goupil, para quien trabajará algunos años.

Desde 1876, Garrido expone sus obras de forma individual en galerías parisinas como Borniche, mostrando retratos y escenas contemporáneas. En este periodo, además, realizó numerosos viajes a Venecia, acompañado por los Madrazo, Fortuny y Martín Rico. Participó asiduamente en los Salones de París, así como en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid y en las Internacionales de Londres y Munich, donde obtuvo grandes éxitos de crítica y público. Entre 1882 y 1894 no participa ya en el Salón (excepto en 1884, cuando expone un retrato de su amigo el pintor Bréauté), sino que se centra en abastecer las galerías parisinas y madrileñas con las que tenía contratos.

En 1892 firma en exclusividad con Félix Gérard, quien le impondrá la temática de casacones tan de moda en la época. Así, en estos momentos se dedicará casi en exclusiva a pintar escenas galantes ambientadas en el siglo XVIII. Al tiempo abandona París y se instala en Varenne-Saint-Hilaire (Francia), donde se integra rápidamente en la vida cultural y es nombrado profesor de la Escuela de Artes y Oficios local. A partir de 1895 expondrá de nuevo sus obras en el Salón de París, y en 1914 se le concede la nacionalidad francesa. Durante las primeras décadas del siglo XX sigue pintando, fundamentalmente paisajes del sur de Francia y el País Vasco, así como retratos de su familia y flores.

Actualmente, Eduardo León Garrido está representado en el Museo de Prado y en el Charles Léandre de Condé sur Noireau (Francia), así como en destacadas colecciones particulares nacionales y extranjeras.

 

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Emilio POY DALMAU
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Emilio POY DALMAU (Madrid, 1876 – 1933). “El bautizo”.

Emilio POY DALMAU

 

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POY DALMAU, Emilio (Madrid, 1876 – 1933).
“El bautizo”, 1902.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 38,5 x 70 cm; 61,5 x 92,5 cm (marco).

 

En este lienzo Poy Dalmau nos ofrece una imagen costumbrista ambientada en el siglo XVIII, tal y como indican las ropas de los personajes. Se sitúa en el interior de una antigua iglesia, donde se está celebrando el bautizo. La luz se concentra en la zona central, donde vemos a la joven madre con su hijo en brazos, junto a un anciano sacerdote al que acompaña un monaguillo. Se trata pues de una obra perteneciente al género “de casacones”, escenas trabajadas con una factura preciosista y descriptiva ambientadas en los siglos XVII y XVIII, muy del gusto de la clientela de la segunda mitad del XIX. En Francia estas obras, llamadas “de tableutin”, fueron preferentemente de temática galante, inspiradas en las obras de autores franceses del XVIII como Boucher o Watteau. En España el referente serán Velázquez y sus contemporáneos, por lo que veremos con más frecuencia escenas de mosqueteros y otros personajes del siglo XVII. Aquí, en cambio, se busca un tema más acorde con la vida cotidiana del siglo XIX, cuyos temas cotidianos eran abordados de forma similar a la de este cuadro.

Emilio Poy Dalmau cultivó el retrato y los temas de género. Inicia su formación en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de San Fernando, en Madrid, donde tuvo como principales maestro a Joaquín Araujo y Francisco Padilla. Con veintiséis años se le concedió la pensión en Roma, tras ganar el concurso público con su obra “El capuchón negro”, lienzo que fue elogiado por público y crítica. Participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, donde obtuvo mención honorífica en 1895 y 1897, tercera medalla en 1901,1906 y 1908, y segunda medalla en 1910. Fue profesor de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid. Se conservan obras de Poy Dalmau en el Museo del Prado.

 

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Madrazo
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Raimundo de MADRAZO (Roma, 1841 – Versalles, 1920). “La joven del antifaz”.

Madrazo

Lote en subasta:

MADRAZO Y GARRETA, Raimundo de (Roma, 1841 – Versalles, 1920).
“La joven del antifaz”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 88 x 69 cm; 108 x 89 cm (marco).

 

En esta pintura Raimundo de Madrazo trasciende el género del retrato para regalarnos una instantánea fugaz de la vida cotidiana de la burguesía de la época, una imagen llena de encanto y delicadeza, que atrapa la mirada del espectador. Se trata de una composición sencilla, protagonizada por una joven de cabellos rubios y ondulados, ojos azules y labios rojos, que esboza una sonrisa mientras nos mira con expresión pícara y recatada a la vez en cierto modo.

La muchacha aparece en primer plano, de medio cuerpo, frente a un velador en el que vemos una copa vacía con una cucharilla en su interior, sobre un platillo y una sencilla bandeja metálica. Aunque estos objetos aparecen trabajados con una extraordinaria maestría, nada en ellos distrae nuestra mirada del rostro de la modelo. Tampoco lo hace el fondo, neutro y plano, trabajado en tonos fríos sobre los que contrasta el intenso y luminoso rosa de la capa que luce la modelo, magníficamente trabajada con una técnica fluida y empastada.

 

Raimundo de Madrazo

 

Hijo de Federico de Madrazo, Raimundo recibió enseñanzas de su padre y de su abuelo, José de Madrazo y Agudo. Asimismo, cursó estudios en la Escuela Superior de Pintura y Escultura de Madrid, donde tuvo como maestros a Carlos Luis de Ribera y Carlos de Haes. En 1860 participó en la Exposición Universal de París, y dos años más tarde se estableció en esta ciudad, donde acudió al estudio de Léon Cogniet y también asistió a los cursos de la Escuela de Bellas Artes y la Imperial de Dibujo. Madrazo pasará la mayor parte de su vida en París, donde contrajo matrimonio y se convirtió en una figura destacada de la escuela de pintores españoles allí establecidos. Por estos años realizará su primer encargo de importancia, la decoración del palacio parisino de la reina María Cristina con el lienzo “Las Cortes de 1834”, terminado en 1865.

Pronto se convertirá en uno de los pintores favoritos de los círculos de la clase alta parisina, sobre todo por su facilidad para el retrato. Los suyos serán retratos de aristocrática elegancia, modelado muy suave y fondos abocetados, de ejecución suelta, según muestran obras como “Doña Josefa Manzanedo e Intentas de Mitjans, marquesa de Manzanedo” (1875) o “Ramón de Errazu” (1879), ambos hoy en el Museo del Prado. Como retratista fue uno de los mejores de su generación, digno sucesor de su padre y autor de un estilo de un realismo minucioso y elegante, a veces frívolo pero resuelto con un irresistible instinto decorativo, clave de su éxito entre la burguesía de su tiempo, siempre con un absoluto dominio de los recursos pictóricos y una delicadeza cromática enormemente refinada.

Raimundo de Madrazo cultivó también el género de costumbres tan del gusto de la época, una pintura de reinadas calidades decorativas, próxima algunas veces a su cuñado Mariano Fortuny, con quien pintó en 1868 y 1872, este último año en Granada. Raimundo de Madrazo concurrió además a exposiciones oficiales, tanto de bellas artes como de otro tipo, y en la Universal de París de 1889 fue galardonado con primera medalla y honrado con el nombramiento de oficial de la Legión de Honor. No obstante, nunca le fue necesario participar en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid, ya que desde muy joven gozó de un enorme prestigio respaldado no sólo por su apellido, sino especialmente por sus extraordinarias facultades para la pintura.

Artista cosmopolita, viajó a Roma y a Londres y, a partir de la última década del siglo XIX, a Estados Unidos y Argentina, países donde su trabajo fue altamente reconocido. Autor de lienzos históricos como “Cortes de 1834”, que realizó para el palacio parisino de la reina María Cristina de Borbón, realizó numerosas obras de interiores y escenas de género destinadas al mercado internacional, y en su juventud decoró al fresco las portadas de la madrileña iglesia de las Calatravas, unas pinturas hoy prácticamente perdidas. En 1904 su gran amigo, el coleccionista Ramón de Errazu, legó al Museo del Prado un importante conjunto de obras del artista. El propio Madrazo donó al museo en 1894 dos obras de Francisco de Goya, lo que nos indica su interés por la pintura del maestro aragonés.

Actualmente Raimundo de Madrazo está representado en dicho museo, y también en el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en París, la National Gallery de Londres, el Museo de Arte de la Universidad de Harvard, el Meadows de la Southern Methodist University en Dallas, el Carmen Thyssen de Málaga, el de la Spanish Society of America en Nueva York, el Nacional del Teatro de Almagro, el Provincial de Lugo, el Alcázar de Segovia, los de Bellas Artes de Bilbao, Valencia, Granada, Zamora y Álava, etc.

 

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William WEST
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William WEST (Reino Unido, 1801 – 1861). “La cascada”.

William WEST

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WEST, William (Reino Unido, 1801 – 1861).
“La cascada”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
91,5 x 122 cm; 126 x 156,5 cm (marco).

 

Uno de los aspectos más radicales de la pintura romántica fue el intento de sustituir los grandes lienzos de tema histórico o religioso por el paisaje. Pretendían que el paisaje puro, casi sin figuras o totalmente carente de ellas, alcanzara la significación heroica de la pintura de historia. Se basaban en la idea de que el sentimiento humano y la naturaleza debían ser complementarios, uno reflejado en el otro. Es decir, el paisaje debía despertar emoción y transmitir ideas. Así, paisajistas como William West trataron de expresar sus sentimientos a través del paisaje, en vez de imitarlo.

El paisaje romántico está constituido no obstante por manifestaciones de muy diverso tipo y no equiparables entre sí; no afecta por igual a todas las escuelas nacionales, manteniéndose más fiel a la tradición en escuelas como la francesa o la holandesa. Así, aquí vemos la grandiosa escenografía natural propia de la escuela romántica británica, protagonizada por una cascada que cae con violencia, confundiendo agua, espuma y roca en una composición de gran naturalismo atmosférico. Otro rasgo característico del paisaje romántico que West utiliza aquí, es la neta separación entre los primeros planos y el fondo, que realza el carácter escenográfico. Asimismo, utiliza la típica perspectiva romántica muy marcada, en abismo, que tiene como complemento una ligera confusión de puntos de vista.
Pintor y acuarelista inglés del siglo XIX, William West es uno de los más destacados representantes de la Escuela de Bristol, y fue el constructor del Observatorio de Clifton Down (Bristol). Llegó a esta cuidad en torno a 1823, y ese mismo año comenzó a mostrar sus obras al público. A partir del año siguiente participará además en los grupos de dibujo de la Escuela de Bristol. De hecho, sus dibujos en grisalla son considerados uno de los mejores ejemplos de la producción de dicha escuela, siendo especialmente apreciados por su originalidad y por la expresividad de sus efectos atmosféricos. De hecho, son toda una rareza entre los dibujos ingleses de la primera mitad del siglo XIX. Estas obras, conocidas como los “Monochrome Drawings”, representan principalmente escenas mitológicas y bíblicas, pero también algunos temas de tipo fantástico. West expuso sus obras en la Royal Academy y en la British Institution de Londres a lo largo de toda su carrera, salvo por un largo paréntesis que abarca desde 1826 hasta 1845.

Pintor especializado en la temática de paisajes, en su etapa madura, a partir de 1847, se concentró en temas noruegos. West desarrolló un claro interés por la óptica y la ingeniería, lo que le llevó en 1828 a aprovechar un antiguo molino en desuso en Clifton Down para instalar un gran telescopio en su torre, convirtiéndolo así en un observatorio. En 1829 sustituyó el telescopio por una cámara oscura, y a partir de 1835 amplió el molino para crear un nuevo observatorio, construyendo una gran cúpula para alojar un telescopio giratorio. West llenó el observatorio con una colección de mapas, globos e instrumentos ópticos, y en 1837 abrió un túnel de 61 m de longitud que lo unía con la Cueva de St. Vincent, obteniendo una vista privilegiada del desfiladero de Avon. En 1834 expuso “The Avon Gorge from the summit of the Observatory”, una pintura al oleo captada desde ese punto. Actualmente William West está representado en el Metropolitan Museum de Nueva York y el Bristol City Museum and Art Gallery, entre otras colecciones tanto públicas como privadas.

 

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José Villegas
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José VILLEGAS CORDERO (Sevilla, 1848 – Madrid, 1921). “Partido de tenis”.

José VillegasLote en subasta:

VILLEGAS CORDERO, José (Sevilla, 1848 – Madrid, 1921).
“Partido de tenis”, Biarritz.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y localizado en el ángulo inferior derecho.
Adjunta certificado de autenticidad, emitido por Ángel Castro Martín.
Medidas: 42 x 52 cm; 64 x 74 cm (marco).

 

José Villegas inicia su aprendizaje con José María Romero, bajo cuya dirección estudió dos años. A continuación ingresó en la Escuela de Bellas Artes, donde fue discípulo de Eduardo Cano. A temprana edad lleva a la Exposición sevillana de 1860 su cuadro “Pequeña filósofa”, que se vende en 2.000 reales. Hacia 1867, aún en etapa de formación, pinta dos lienzos: “Niñas pidiendo limosna”, muy elogiado por la crítica, y “Colón en la Rábida”, adquirido por los duques de Montpensier. Seguidamente viaja a Madrid, donde acudirá al estudio de Federico de Madrazo. Allí traba amistad con Rosales y Fortuny, y estudia a los maestros del Museo del Prado. En este periodo copia a Velázquez, cuya factura espontánea adoptará para su técnica pictórica, al tiempo que su vibrante color.

Seducido por la obra orientalista de Fortuny, Villegas regresa a Sevilla y visita Marruecos, de donde trajo algunos cuadritos y apuntes. A finales de 1868 decide trasladarse a Roma en compañía de Rafael Peralta y Luis Jiménez Aranda. Allí frecuenta las clases nocturnas de la Academia Chigi y comparte estudio con otros colegas, hasta que pasa al taller de Rosales. Su obra, en este momento, se centra en los temas costumbristas, género en el que Villegas alcanzó resonantes triunfos, siendo demandado incesantemente por una clientela ávida de temas castizos, especialmente de toreros y bailaoras. Su extraordinaria versatilidad le permitió, además satisfacer la demanda de una clientela internacional que, a partir de Fortuny, exigía temas de fantasía árabe. Así, Villegas aprovecha sus apuntes tomados en Marruecos, sin olvidar los temas de género y de “casacones”. A mediados de los setenta regresa a Sevilla y visita de nuevo Marruecos.

De vuelta en Roma a partir de 1876, recoge la antorcha legada por Fortuny y se convierte en el pintor más admirado y cotizado entre marchantes y coleccionistas. Sigue trabajando sus temas orientalistas y costumbristas, y envía sus obras a las exposiciones españolas. En 1878, a raíz de un encargo del Senado español, Villegas se inicia en los temas de historia. Asimismo, a mediados de los ochenta se centrará en la realización de cuadros directamente inspirados en el arte renacentista italiano, siendo su obra culminante dentro de este estilo “El triunfo de la Dogaresa”, pintada en 1892 y expuesta con enorme éxito en Berlín. Durante estos años trabaja especialmente en Venecia, ciudad que le ofrecía un marco inagotable para la ambientación de sus composiciones.

En 1898 fue nombrado director de la Academia de Bellas Artes en Roma, en 1901 director del Museo del Prado y en 1903 académico de San Fernando. Está actualmente representado en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Sevilla y Córdoba, el de San Telmo en San Sebastián y la Colección del Banco de España, entre otras instituciones de importancia, tanto públicas como privadas.

 

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Tomás MUÑOZ LUCENA
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Tomás MUÑOZ LUCENA (Córdoba, 1860 – 1943). “Muchacha dando de comer a las gallinas”.

Tomás MUÑOZ LUCENA

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MUÑOZ LUCENA, Tomás (Córdoba, 1860 – 1943).
“Muchacha dando de comer a las gallinas”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y localizado en la zona inferior izquierda.
60 x 90 cm; 84 x 113 cm (marco).

 

Tomás Muñoz Lucena inicia su formación en la escuela cordobesa de pintura de Rafael Romero Barros. A continuación ingresa en la recién inaugurada Escuela de Bellas Artes de Córdoba, donde coincide con Julio Romero de Torres y Mateo Inurria. Gracias a su talento obtiene una beca de la Diputación Provincial para cursar estudios en la Escuela de San Fernando de Madrid, en el año 1879. Allí será discípulo de Federico de Madrazo. De nuevo becado por la Diputación, Muñoz Lucena realiza un viaje a Roma, donde adquirió la nueva tendencia impresionista, siendo de hecho considerado el primer pintor cordobés dentro de este estilo. En 1881 concurre por primera vez a la Exposición Nacional de Madrid, y tres años más tarde envía desde Roma su obra “Ofelia”, que causó admiración pero no fue premiada.

Frustrado por esta injusta marginación, debida sin duda a que los suyos no eran los temas buscados por el jurado de las Nacionales, que valoraban ante todo los temas de historia, Muñoz Lucena se replantea seriamente la temática de las obras que destinará a estos certámenes. Así, entrando en el juego de la pintura de historia envía a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887 su aportación al género, dándole además el aire “necrófilo” que tan del gusto era de los jurados. El cuadro, magnífico, se tituló “El cadáver de Álvarez de Castro”, exaltando al general que resistió durante meses al asedio de Girona por los franceses, y por fin fue galardonado, con una segunda medalla. Con este reconocimiento oficial el prestigio de Muñoz Lucena aumenta considerablemente, y se sucederán sus éxitos. De nuevo obtiene segunda medalla en 1890 y, finalmente, primera medalla en 1901 por su cuadro “Plegaria en la ermita de Córdoba”.

También tomó parte en certámenes extranjeros, y en 1900 fue premiado con medalla de bronce en la Exposición Universal de París. Fue profesor desde 1894, año en que fue nombrado director de dibujo del Instituto de Córdoba, y posteriormente ejercerá la docencia también en Granada y Sevilla. En los últimos años del siglo XIX empezará además a colaborar con revistas como “Blanco y Negro” y “La Ilustración Española y Americana”, formando parte del grupo de ilustradores que marcaron un camino nuevo en las artes gráficas de principios del siglo XX. Se jubila en 1930, y decide trasladarse a Madrid, donde vivió hasta su muerte en 1943. Además de pintar se dedicó también a la ilustración, colaborando con revistas como “Blanco y Negro”, a cuya primera generación perteneció. Se conservan obras de Muñoz Lucena en el Museo del Prado, el Museo de Bellas Artes de La Coruña, la Diputación de Córdoba, la Universidad de Granada y el Museo Romántico de Madrid.

 

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MEIFRÈN ROIG
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Eliseo MEIFRÈN ROIG (Barcelona, 1857 – 1940). “Plaza de pueblo”.

MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Plaza de pueblo”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Adjunta certificado de autenticidad emitido por Marçal Barrachina.
Medidas: 73,5 x 65,5 cm.

 

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica.

Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro.

Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina.

Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.

 

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Joan PLANELLA RODRIGUEZ
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Un icono de la Revolución Industrial a subasta

Setdart "La nena obrera"

 

 

 

 

 

 

La casa de subastas online Setdart, pionera y líder del sector en España, ofrece al público una obra clave para comprender nuestro pasado reciente, un hito en la historia del arte catalán y español en general, y obra maestra de su autor, Joan Planella. Se trata del famosísimo cuadro “La nena obrera”, pintado en 1882 y expuesto pocos años después en París y Berlín, imagen recurrente en prensa y literatura durante las últimas décadas, y utilizada en el Museo Van Gogh de Ámsterdam en 2007 para ilustrar la vida industrial de Barcelona hacia 1900.

 

Setdart "La nena obrera"La famosísima obra “La nena obrera”, también conocida como “La petita obrera” o “La petita teixidora”, pintada por Joan Planella en 1882, ilustra la realidad cotidiana de la clase obrera de finales del siglo XIX, no sólo en Cataluña sino en toda Europa. Gente de extracción humilde, sin más recursos que sus propias manos, que trabajaba de la mañana a la noche en fábricas altamente mecanizadas, modernos símbolos del progreso que contrastaban con la pobreza de sus operarios, muchos de ellos niños, dado que hasta la aparición del derecho protectorio la infancia de los pobres era considerada socialmente como una etapa de aprendizaje para el trabajo, para su desarrollo como trabajadores adultos. Hasta 1919, cuando se adoptó un convenio de la Organización Internacional del Trabajo que prohibía el trabajo a menores de catorce años en el sector industrial, los niños de las clases bajas eran considerados mano de obra barata y fácil de manejar. El cambio de conciencia que tuvo lugar a raíz de estos nuevos derechos no será, sin embargo, definitivo. Aunque nació la idea de la infancia como etapa necesaria para el desarrollo personal, la formación educativa y una positiva integración en la sociedad, el trabajo infantil desapareció en Europa cuando dejó de ser necesario que los niños trabajaran para sobrevivir, cuando los ingresos de sus padres alcanzaron el nivel necesario para poder mantener a sus hijos.

 

Joan PLANELLA RODRIGUEZ

“La nena obrera” es pues una obra emblemática que resume las contradicciones de su tiempo, contradicciones que sólo existen a día de hoy, pues entonces el trabajo infantil era perfectamente aceptado. Sin embargo, trasciende el carácter de mero documento para reflejar con delicadeza y lirismo una escena que fácilmente podría caer en el expresionismo feísta; Planella logra captar la belleza melancólica y poética de una imagen tristemente cotidiana, centrando su atención en los personajes más desfavorecidos de su época, que los de su clase normalmente ignoraban, limitándose a realizar actos de caridad institucionalizada que reforzaban la relación paternalista que las clases altas han mantenido siempre respecto a las más bajas. Planella eleva a la pequeña obrera al nivel de una sacrificada heroína antigua, poniéndola a la misma altura que las ninfas y elegantes damas de ondulantes cabellos que poblaban por entonces la pintura. Rechaza así la recreación fantasiosa para obligar al espectador a fijarse en lo que sabe que existe pero ignora deliberadamente, mostrándole a la vez la crudeza de la realidad que les rodea y la belleza de una verdad rotunda, contrastando la inocencia de una niña con la violencia mecánica del moderno telar al que aparece sumisamente entregada, manejándolo con unas pequeñas y aún tiernas manos con la precisión y la seguridad que da la práctica. Sin embargo, la niña no mira al espectador, no desafía al burgués que la contempla, no exige una respuesta por su parte; simplemente permanece ajena a nuestra mirada, concentrada en su tarea, ignorante de la poética y la belleza de la atmósfera que irradia de su ser, que parece iluminar la oscura estancia de la fábrica gracias a la sutil maestría del pintor.

Esta pintura es una imagen fundamental de una época, una ventana abierta no sólo a la realidad cotidiana de un mundo en pleno proceso de cambio, sino también a una sociedad diferente, cuya conciencia está también transformándose. Es una imagen que resume nuestro propio pasado como sociedad y como individuos, un pasado no tan lejano que, gracias a un arte puesto al servicio de la Historia, reconocemos como propio y como verdadero.

 

Setdart "La nena obrera"Ya en un plano más concreto, el del panorama catalán de la época, la obra maestra de Joan Planella es un hito en la historia del arte en Cataluña, retrato de la época de la consolidación de la industria catalana, que se basó en el sector textil. Durante el segundo tercio del siglo XIX se produjo un considerable incremento en la inversión y la mecanización en la industria textil catalana, a raíz de la instalación en 1832 de la fábrica de Bonaplata, Rull, Vilaregut y Cía., la primera con máquinas que funcionaban a vapor. Para principios de la década de 1860, la hilatura se hallaba mecanizada en un 99%, y el tejido en un 50%. Es por ello que “La nena obrera” fue una de las piezas fundamentales expuestas en la muestra “Barcelona 1900”, celebrada entre 2007 y 2008 en el Museo Van Gogh de Ámsterdam. La pintura se utilizó en ella para introducir el capítulo dedicado a la vida industrial de la ciudad, como imagen emblemática que resume la vida cotidiana de la Cataluña industrial de finales del siglo XIX. No obstante, la fuerza de la pintura no reside sólo en su importancia documental, sino que posee una enorme belleza, un encanto basado en la simplicidad y la delicadeza atmosférica, cromática y lumínica. Como el pintor Joan Brull describirá años después de la realización de la pintura, ésta “no puede ser más simple: una niña pálida trabajando en un telar, pintada con extrema sencillez”. En su origen, la emotividad latente en la pintura quedaba ilustrada por el título que Planella escogió para el cuadro, y que aparecía inscrito en su marco original: “Y dijo Dios: Ganarás el pan con el sudor de tu rostro”.

 

Setdart "La nena obrera"

La obra causó impacto y admiración entre el público y la crítica especializada de la época, causando diversos comentarios en la prensa, en general muy positivos. Se valoró que el pintor hubiera tenido la valentía de representar un tema contemporáneo, y también el hecho de que, aunque se trata de un tema de denuncia, Planella consiguiera hallar poesía donde fácilmente podía haber fracasado y caído en el feísmo. Se aplaudió el hecho de que hubiera alcanzando el difícil equilibrio entre modernidad y belleza, de una forma emotiva y sin olvidarse de aplicar una buena técnica. La obra se presentó al público en 1884, y al año siguiente Planella realizó una segunda versión. Se inicia entonces una larga carrera internacional que le valió importantes éxitos a su autor: en 1887 la obra se expuso en el Salón de París, donde gozó de gran éxito; en 1888 en la Exposición Universal de Barcelona, valiéndole a Planella la primera medalla; en 1891, en la Internacional de Bellas Artes de Berlín (probablemente la original de 1884), donde obtuvo una medalla de oro de segunda clase; y finalmente, en 1893, en la Exposición Universal de Chicago (la réplica), donde se le concedió otra medalla y la obra fue adquirida por la Fall Festivities Association de Saint Louis, con destino al City Art Museum de dicha ciudad.

 Patricia Ortiz San Román

 

Bibliografía:
Bejarano Veiga, Juan Carlos. “El Museu presenta… ‘La nena obrera’ (c. 1885) de Joan Planella i Rodríguez” [en línea]. Barcelona: Museu d’Història de Catalunya, 2013 (ref. de 2 de diciembre de 2013]. Disponible en http://www.mhcat.cat/content/view/full/8404

 

Descripción:

PLANELLA I RODRIGUEZ, Joan (Barcelona, 1849 – 1910).
“La nena obrera”, 1882.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta documentación.
Medidas: 179,5 x 140 cm; 197 x 156 cm (marco).

 

Exposiciones:

  • “Barcelona 1900”, exposición celebrada en el Museo Van Gogh de Ámsterdam entre septiembre de 2007 y enero de 2008. Obra reproducida en el catálogo.
  • “Catalunya en la España moderna. 1714-1983”, exposición celebrada entre mayo y junio de 1983 en el Centro Cultural de la Villa de Madrid y organizada por la Generalitat de Catalunya.
  • “Catalunya, la fàbrica d’Espanya. Un segle d’industrialització catalana. 1833-1936”, exposición organizada por el Ayuntamiento de Barcelona en 1985. Obra reproducida en el catálogo.
  • “La Llotja i l’economia catalana. Del Consolat de Mar a la Cambra de Comerç”, exposición organizada por la Cambra de Comerç, Indústria i Navegació de Barcelona en 1985. Obra reproducida en el catálogo.
  • “Les Bases de Manresa. Cent anys de Catalanisme”, exposición organizada por la Generalitat de Catalunya en 1992.
  • “Mil•lenari de Catalunya”, exposición celebrada en el Palau Robert de Barcelona entre diciembre de 1988 y enero de 1989, organizada por la Generalitat de Catalunya.

 

Publicaciones:

  • Obra reproducida en la portada de los libros “Història de la literatura catalana” (Barcelona: Edicions 62 / Orbis, 1984), “Enfants au travail”, dirigido por R. Caly (Publicacions de l’Université de Provence, 2002) y el primer número de “Un siglo de Catalunya”, obra lanzada por “El Correo Catalán” en diciembre de 1977.
  • Obra reproducida en los siguientes diarios y revistas: “La Vanguardia” (sábado 8 de febrero de 1989 y domingo 21 de junio de 1987), “Panorama Enka” (nº 30, 1986), “Muy Interesante” (nº 143, abril de 1993), “Horizontes” de Avensa (nº 36, 1992), “Historia y Vida” (nº 45) y “Época” (nº 632, abril de 1997).

 

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Miralles Galaup
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Francisco MIRALLES GALAUP (Valencia, 1848 – Barcelona, 1901). “Dama leyendo”.

Francisco MIRALLES GALAUPLote en subasta:

MIRALLES I GALAUP, Francisco (Valencia, 1848 – Barcelona, 1901).
“Dama leyendo”, 1886.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 92 x 73 cm; 108 x 87 cm (marco).

 

En esta obra se nos presenta una escena cotidiana contemporánea, protagonizada por una joven dama elegantemente vestida en un interior sobrio, ocupado por muebles antiguos y apenas definido, caracterizado por un tratamiento del espacio que remite directamente a Velázquez. Así, el suelo y el muro que cierra el espacio al fondo apenas aparecen diferenciados, y están trabajados con un cromatismo terroso, neutro, sutilmente matizado por luces y sombras que construyen el espacio sin necesidad de recurrir al dibujo o a antiguos efectos como el trazado en perspectiva del pavimento.

Otra influencia clave es la de los pintores holandeses de interiores burgueses del siglo XVII, si bien aquí Miralles trabaja de un modo totalmente personal, limitando la descripción y el carácter narrativo y desplegando una pincelada ya totalmente moderna, de influencia impresionista. Sí mantiene el minucioso detallismo, en cambio, en las ropas de la mujer, ricamente descritas hasta el más pequeño de sus volantes, lo que dota a la imagen de un cierto carácter fotográfico, dado que el mueble que vemos al fondo queda más desdibujado, como si fuera el fondo en segundo plano de una fotografía, desenfocado respecto al modelo principal.

Francisco Miralles se formó en Barcelona en el taller de Ramón Martí Alsina, donde fue condiscípulo de los integrantes de la primera generación de realistas catalanes. Instalado en París entre 1863 y 1866, es posible que estudiara con Courbet aconsejado por Alsina, quien también se formó con él. Debido a estas influencias, su estilo de juventud, hasta finales de los años setenta, es aún vigorosamente realista. Más tarde evolucionará hacia un estilo de elegancia femenina, típicamente finisecular, con una técnica de influencia fortunyista.

En París popularizó un estilo refinado, centrado mayoritariamente en temas costumbristas de la vida burguesa y de la alta sociedad, fundamentalmente protagonizados por personajes femeninos. Participó en el Salón de los Artistas Franceses, en París, entre 1875 y 1896, y expuso desde 1877 en la barcelonesa sala Parés. Tras varios años a caballo entre París y Barcelona, regresa definitivamente a la ciudad condal en 1893. Francisco Miralles está representado en el MACBA, el de la abadía de Montserrat y el Círculo del Liceo de Barcelona, así como en importantes colecciones particulares.

 

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Escuela francesa siglo XIX. Via Crucis.
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Escuela francesa de mediados del siglo XIX. “Via Crucis”.

Escuela francesa siglo XIX.

 

Lote en subasta:

Escuela francesa mediados del siglo XIX.
“Via Crucis”.
Conjunto de catorce óleos sobre tabla. 
Con inscripciones del primer propietario: “Alcan à Paris (Propriété) 1879” y “Alcan à Paris”.
117 x 84 cm (cada tabla); 136 x 100 cm (marcos).

 

El “Via Crucis” o Camino de la Cruz refiere las diferentes etapas y momentos vividos por Jesucristo desde el momento en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. Teológicamente, se trata de un camino de oración, que busca adentrar al fiel en la meditación de Jesús en su camino al Calvario. Se representa con una serie de imágenes de la Pasión o “Estaciones”, en total catorce, que son las aquí representadas por orden. En primer lugar, Jesús es condenado a muerte; en la imagen lo vemos siendo llevado por los soldados, con la figura de Pilatos detrás, lavándose las manos. A continuación, Jesús carga con la cruz. La tercera, Jesús cae por primera vez y, como aquí vemos, es azotado por los soldados. La cuarta estación es aquella en la que se encuentra con su madre, María. La quinta, en la que Simón el Cireneo le ayuda a portar la cruz. En la sexta, Verónica limpia su rostro, quedando en el paño marcada la Santa Faz. En la séptima, Jesús cae por segunda vez, y en la octava consuela a las mujeres de Jerusalén. En la novena estación Jesús cae por tercera vez, y en la décima es despojado de sus vestiduras. En la undécima es clavado en la cruz, y su muerte en ella supone la duodécima estación. En las dos últimas, Jesús es bajado de la cruz y puesto en brazos de su madre (imagen de la Piedad), y finalmente es sepultado.

 
En esta serie de catorce tablas, el Via Crucis completo, el autor realiza un magnífico trabajo de narración, cuidando los detalles que aportan realismo a la historia, casi como un guiño al clasicismo barroco, aunque sin desviarse demasiado del camino neoclásico imperante en el momento. Así, vemos un estilo claramente deudor del barroco, como es corriente dentro de las obras religiosas de este momento, pero que sin embargo revela un gusto ya diferente, moderno, de influencia neoclásica. A nivel formal, esto es especialmente patente en el predominio del dibujo sobre el color, principio básico del clasicismo. Además, es un dibujo académico, de magnífica corrección, riguroso y limpio, que se complementa con un cromatismo contenido y magníficamente entonado, como se aprecia especialmente en algunas tablas (“Cristo es condenado a muerte”, “Cristo carga con la cruz” y otras). De hecho, en todas las tablas la paleta gira en torno a los mismos tonos, principalmente carmines, azules, ocres y verdes, con grises y blancos para los fondos. Esta uniformidad tonal sirve para unir visualmente las catorce tablas, aportando así unidad al conjunto. Otro elemento clave en esta monumental obra es el magistral tratamiento anatómico, de raíz clásica, con figuras monumentales (especialmente las de Cristo y la Virgen María), y algunas claramente inspiradas en la estatuaria clásica, como es el caso del soldado que desviste a Cristo para que éste tome la cruz. Finalmente cabe destacar la importancia expresiva de los rostros, que revelan sus emociones con la contención propia del neoclasicismo, conmoviendo el ánimo del fiel sin necesidad de recurrir al patetismo más propio del barroco. Esto se debe al cambio de mentalidad, a que el siglo XIX es un momento de religiosidad entendida de un modo más íntimo, más privado, alejado de los grandes escenarios dramáticos de los siglos anteriores.

 

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Modesto BROCOS Y GÓMEZ
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Modesto BROCOS (1852 – 1936). “El matrimonio”.

Modesto BROCOS Y GÓMEZ

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BROCOS Y GÓMEZ, Modesto (Santiago de Compostela, 1852 – Río de Janeiro, 1936).
“El matrimonio”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
76 x 56 cm; 96 x 79 cm (marco).

 

Pintor de retratos, paisajes y temas de género, grabador, dibujante y escritor, Modesto Brocos fue un artista gallego activo en Brasil, o un artista brasileño nacido en Galicia (obtuvo la nacionalidad brasileña). Inició su formación en la Academia de Bellas Artes de La Coruña, en Santiago, donde tuvo como profesor a su hermano Isidoro, escultor y grabador, quien será años más tarde profesor de Pablo Picasso. También estudió con el miniaturista Cancela del Río.

Antes de cumplir los veinte años inicia su primer periplo a Sudamérica, llegando en 1871 a Buenos Aires. En la capital porteña trabaja como ilustrador en “Los Anales de la Agricultura de la República Argentina”, publicación editada por el patrocinio de Domingo F. Sarmiento. Abrió un taller de dibujo y grabado en 1872, pero dos años más tarde, en torno a 1874-75, se trasladará a Brasil, concretamente a Río de Janeiro. Allí estudiará en la Academia Imperial de Bellas Artes, donde tuvo como maestros a Vítor Meireles y Zeferino da Costa. Asimismo, colaborará con la publicación “O Mequetrefe”. De hecho, Brocos popularizará en Brasil la técnica de la xilografía, casi desconocida hasta entonces, que utilizaba para realizar sus ilustraciones.

De carácter inquieto, sólo permanece dos años en Brasil, regresando a continuación a Europa e instalándose en un primer momento en París, donde ingresó en la Escuela de Bellas Artes y tuvo como maestro al alemán Henri Lehmann. Descontento con el sistema docente de la institución, poco tiempo después la abandona y se marcha a Madrid. De la capital española parte de nuevo a Francia y desde allí a Roma, pensionado por la Diputación de La Coruña. Allí estudia en la Academia Chigi, y entra en contacto con Francisco Pradilla, quien será su protector y maestro durante sus cuatro años de estancia en la capital italiana. Por estos años Brocos es ya un artista maduro, autor de excelentes obras y frecuente en el Salón de París.

En 1890, dejando de lado su cátedra en la Sociedad Económica de Santiago, regresó a tierras americanas, instalándose de nuevo en Río. Allí conseguirá una plaza docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la que será finalmente director, y desempeñará una importante labor como pintor y tratadista. Así, publicó escritos sobre teoría del arte, y realizó innumerables retratos al aguafuerte, así como pinturas de temas costumbristas e históricos de Brasil. No obstante, pese a estar afincado en América mantuvo lazos con su España natal, participando en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes (fue premiado con Mención Honorífica en 1897), e incluso publicando escritos, entre los que destaca su única obra de ficción, “Viaje a Marte”, editada en Valencia en 1930, en la que construye una auténtica utopía socialista.

En 1952 se organizó en Río una exposición antológica de su obra, con motivo del centenario de su nacimiento. Actualmente está representado en el Museo Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, el cual le dedicó en 2007 una importante exposición antológica, la Pinacoteca do Estado de São Paulo, el Museo de Bellas Artes de La Coruña, la Fundación Caixa Galicia, etc.

 

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Serafín MARTÍNEZ DEL RINCÓN TRIVES
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Serafín MARTÍNEZ DEL RINCÓN TRIVES (Palencia, 1840 – Madrid, 1892). “La carta de amor”.

Serafín MARTÍNEZ DEL RINCÓN TRIVES

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MARTÍNEZ DEL RINCÓN Y TRIVES, Serafín (Palencia, 1840 – Madrid, 1892). 
“La carta de amor”, 1879.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 43 x 58 cm; 59,5 x 74 cm (marco).

 

En este lienzo el pintor plasma una escena galante ambientada en el siglo XVIII, protagonizada por tres mujeres que leen una carta de amor dirigida a una de ellas, mientras su autor las escucha a escondidas, oculto tras un pilar. Los personajes aparecen ataviados a la moda del siglo XVIII, destacando especialmente una de las mujeres, vestida de maja. También el escenario está inspirado en dicha centuria, así como el mobiliario, dos sillas de estilo Chippendale.

Serafín Martínez inicia sus estudios artísticos en la Escuela Municipal de Dibujo de su ciudad natal, para a continuación pasar a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde trabó amistad con Manuel Fernández y Federico Latorre. Desde joven participó en diversas exposiciones, siendo premiado en 1857 con la medalla de bronce en la Exposición Provincial de Valladolid. En 1862 concurrió por primera vez a la Nacional de Madrid, y de nuevo en 1867, obteniendo una mención honorífica por su pintura “Reparto de sopa a la puerta de un convento”. Por estos años inicia su carrera docente, primero en la Escuela de Bellas Artes de Oviedo y luego en la de Cádiz, de la que fue nombrado director en 1871. Un año antes había sido nombrado académico numerario, y había obtenido la medalla de oro de la Exposición Provincial gaditana. Hacia 1873 se traslada a Málaga, donde también fue profesor de la Escuela de Bellas Artes. En 1876, el ayuntamiento le encargó un retrato de Alfonso XII.

Desde Andalucía sigue concurriendo a las Exposiciones Nacionales, donde será premiado con tercera medalla en 1878, por una obra que fue adquirida por el gobierno francés, y reproducida en “La Ilustración Española y Americana”. En 1881 fue propuesto por el jurado de la Nacional para una medalla de segunda clase por su obra más conocida, basada en las leyendas malagueñas, titulado “La peña de los enamorados”, de inspiración orientalista. En 1883 deja Málaga para ejercer la docencia en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, de la que más tarde será nombrado director. No obstante, antes de su marcha logra la medalla de oro en la Exposición Provincial de Granada de ese mismo año 1883. En 1886 el Congreso de los Diputados le encargó cuatro retratos, y al año siguiente realiza un retrato de la reina regente con su hijo para el Ministerio de Hacienda. En 1888 alcanzó la medalla de oro en la Exposición Universal de Barcelona y se le concedió la Gran Cruz de Isabel la Católica, a propuesta del Ministerio de Fomento.

Serafín Martínez del Rincón y Trives está representado en el Museo del Prado, la Fundación Picasso de Málaga, el Museo de San Telmo en San Sebastián y en el Palacio de la Antigua Capitanía General de Zaragoza, entre otros, así como en diversas colecciones particulares.

 

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Antonio CABA CASAMITJANA
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Escuela de ANTONIO CABA CASAMITJANA (Barcelona, 1837 – 1907). “Retrato de familia”.

Antonio CABA CASAMITJANA

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Escuela de CABA CASAMITJANA, Antonio (Barcelona, 1837 – 1907).
“Retrato de familia”, h. 1888.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 155,5 x 253 cm; 161,5 x 259 cm (marco).

 

Obra reproducida en el catálogo de la exposición “Àlbum. Imatges de la família en l’art”, celebrada en el Museu d’Art de Girona (2005) y en el Centre Cultural Sa Nostra de Palma de Mallorca (2006), p. 194.

En esta obra el autor plasma un retrato familiar completo siguiendo las formas propias de la época, con la mujer sentada, el hombre a su lado, de pie y apoyado sobre una mesa y los hijos alrededor. Los personajes aparecen elegantemente vestidos, aunque sin estridencias, en un entorno doméstico ricamente dispuesto, decorado con todo tipo de objetos preciados en la época: muebles antiguos que incluyen un bargueño barroco o historicista, un jarrón oriental adornado con grandes plumas, cuadros de marco tallado y dorado, un biombo pintado y, en el centro, un exuberante jarrón de flores frescas situado bajo una lámpara de techo de bronce con tulipas de vidrio. La composición es clásica, con los personajes ordenados en un esquema equilibrado y cerrado, y ante todo llama la atención del espectador la calidad de la captación de los modelos. Todos ellos aparecen individualizados en sus actitudes y gestos, revelando su estado de ánimo y su personalidad, y destaca especialmente el parecido entre la madre y las dos hijas mayores, estas dos últimas con una expresión facial casi idéntica.

Como en el resto de Europa, el retrato se convirtió en el siglo XIX en el género protagonista por excelencia de la pintura española, como consecuencia de las nuevas estructuras sociales que se implantaron en el mundo occidental a lo largo de esta centuria, encarnando la expresión máxima de la transformación del gusto y la mentalidad de la nueva clientela, surgida entre la nobleza y la alta burguesía adinerada, que tomaría las riendas de la historia en este periodo. Mientras los círculos oficiales dieron preponderancia a otros géneros artísticos, como la pintura de historia, y el incipiente coleccionismo alentó la profusión de los cuadros de costumbres, el retrato acaparó la demanda de pintura destinada al ámbito más privado, como reflejo del valor de lo individual en la nueva sociedad. Este género encarna la presencia permanente de la imagen de sus protagonistas, para su disfrute reservado en la intimidad de un estudio, al calor cotidiano de un gabinete familiar o presidiendo los salones principales de la casa.

Por sus características formales y de estilo podemos relacionar esta obra con la escuela de Antonio Caba, pintor y formado en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde tuvo como maestros a Gabriel Planella, Pablo Milà Fontanals y Claudio Lorenzale. Seguidamente amplió sus estudios en Madrid gracias a una pensión que le fue concedida por la Diputación de Barcelona en 1863. Allí fue alumno de Federico de Madrazo. Posteriormente viajará a Roma y a París, ampliando su formación como discípulo del fresquista Carlos Ruiz Delaroche. A lo largo de su carrera Caba remitió sus obras a numerosas muestras oficiales, siendo galardonado con segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1864 y con medalla de oro en la Universal de Barcelona de 1888. Durante muchos años impartió clases, primero en la barcelonesa Escuela de la Llotja y más tarde en las Academias de San Fernando de Madrid y Sant Jordi de Barcelona, siendo maestro, entre otros, del pintor impresionista Eliseu Meifrèn. En San Fernando fue profesor auxiliar, y en la de Sant Jordi llegará a ser catedrático y director la Academia. En la actualidad se conserva obra suya en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Museo de L’Empordà, el Ayuntamiento de Perelada (Girona) y la abadía de Montserrat, así como en diversas colecciones particulares.

 

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REGOYOS Y VALDÉS, Darío de (Ribadesella, Asturias, 1857 – Barcelona, 1913). Lote 35013894

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REGOYOS Y VALDÉS, Darío de (Ribadesella, Asturias, 1857 – Barcelona, 1913).
“El paseo”.
Óleo sobre cartón.
Firmado con iniciales en el ángulo inferior derecho.
Adjunta certificado de autenticidad emitido por Juan San Nicolás.
Medidas: 9 x 14 cm; 31 x 37 cm (marco).

Hijo de un destacado arquitecto activo entonces en Asturias, Darío de Regoyos se formó en Madrid, en la Academia de San Fernando (1878). Pronto, inducido por su maestro Carlos de Haes y por sus amigos músicos, Enrique F. Arbós e Isaac Albéniz, se instaló en Bruselas (1879), donde sería discípulo de Josep Quinaux. En la capital belga entró en contacto con E. Verhaeren, G. Rodenbach y M. Maeterlinck, grupo de jóvenes creadores que fraguaban el principal movimiento cultural belga del fin de siglo, inquietud en la que él mismo tendría un papel eminente. Así, formó parte de los grupos L’Essor (1881-83) y Les XX (1883-93). No obstante, nunca arraigó en ningún sitio; incluso en su etapa belga regresaba con frecuencia a España.
Durante la década de los ochenta residió en el País Vasco, donde revitalizó la ya importante escuela artística moderna local. En 1888 acompañó al escritor Verhaeren en un viaje por España (ya lo había hecho antes con otros compañeros belgas), que sería el germen de su famosa serie “España negra”, publicada en Barcelona en 1899. Con esta obra, Regoyos fue pionero en España de la llamada neoxilografía o xilografía de creación. Si durante la década de 1880 sólo participó en exposiciones en Bélgica y Holanda, en la de 1890 lo haría también en París, tomando parte con asiduidad en el Salón de los Independientes. Desde estos años mostrará también su obra en Madrid, Múnich y Barcelona, ciudad esta última donde su pintura fue homenajeada en 1894 por la plana mayor del modernismo. No obstante su obra, marcada por un impresionismo del que él mismo fue uno de los principales definidores, fue mal aceptada en los ambientes más convencionales.
En Bélgica, Regoyos estuvo también ligado a la sociedad La Libre Esthétique desde su origen (1894), asociación que recogió en este país la herencia de la modernidad artística. En 1897 realizará su primera exposición individual, en la destacada galería Durand-Ruel de París. La segunda, al año siguiente, tendría lugar en Els Quatre Gats de Barcelona, ciudad en la que fue director artístico de la revista “Luz”. Desde 1900 el abanico de sus exposiciones se amplió, siendo su obra mostrada en Bilbao, Frankfurt, Berlín, La Haya, Venecia, Bayona, San Sebastián, Londres, México D.F., Burdeos y Buenos Aires, entre otras ciudades. A principios del siglo XX Regoyos intensificó sus viajes, residiendo entre Granada y Bilbao. En 1911 se instaló en Barcelona, donde moriría dos años después.
Está representado en el Museo del Prado, el Thyssen-Bornemisza, el Museo Nacional de Arte de Cataluña de Barcelona, el Museo de Bellas Artes de Bilbao y la Colección Gerstenmaier, entre muchos otros museos e instituciones.

 

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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940). Lote 35001246

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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Poble de Miravet”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior central.
Medidas: 83 x 109 cm; 119 x 144,5 cm (marco).
Exposiciones:
Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1971.
Ámsterdam, Exposició d’Artistes Pintors i Escultors Catalans, 1933.
Venecia, Biennale Internazionale d’Art, 1934.
Bibliografía:
Francesc Miralles, “Joaquim Mir al Camp de Tarragona”, nº 238, p. 149 y 202 (Barcelona; Columna Ediciones, 1998).
Francesc Miralles, “Joaquim Mir al Camp de Tarragona”, nº 263, p. 161 y 225 (Barcelona; Viena, 2008).

“Sólo quiero que mis obras alegren el corazón e inunden de luz los ojos y el alma”. Así resumía Mir en 1928 su manifiesto como pintor. El color y la luz lo significaron todo para el pintor barcelonés, y con ellos construyó un lenguaje personal con el que creó una obra sorprendentemente moderna, basada siempre en una nueva visión de la naturaleza. Fue un gran colorista que dominó tanto los tonos clásicos y luminosos como los matizados grises, que suelen dotar a sus composiciones de un carácter totalmente personal a la par que enormemente naturalista.
Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que en 1893 fundó junto con otros compañeros (Nonell, Canals, Pichot, Vallmitjana y Gual) la “Colla del Safrà”, para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo. El nombre les venía de los tonos azafranados y ocres que utilizaban en sus cuadros, con los que pretendían captar la luminosidad mediterránea y rechazar la frialdad de los grises y azules de los impresionistas franceses. No obstante, imitaron a los impresionistas en su gusto por la pintura al aire libre, captando allí los ambientes y tipos que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, a la que Mir presentó dos obras que nos dan una clara idea de los ideales del grupo: “La huerta del rector” y “El vendedor de naranjas”.
Asimismo, desde 1897 frecuentaba el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”, donde se daban cita todos los artistas conocedores de las vanguardias europeas, lo que le sirvió para madurar en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son “Laderas de Montjuic” (1897) y “La catedral de los pobres” (1898), las dos obras maestras de su etapa juvenil. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. El artista desplegará desde entonces toda una combinación de colores imposibles, fruto de su interpretación personal de la majestuosa naturaleza de la isla. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desaparecer los objetos y los referentes espaciales.
En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional. Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Desde entonces, instalado en Camp de Tarragona, no se moverá del género del paisaje, pero ahora serán los pueblos de los alrededores los protagonistas de su pintura. Pintará las casas, las iglesias, los huertos, la gente, los almendros floridos, los corrales… Temas intrascendentes que cada vez se ajustan más a la realidad de la naturaleza, puesto que ya sólo querían reflejar su amor por su tierra y su búsqueda constante de los cambios de luz. Su estilo ya no será tan expresivo como el de Mallorca, aunque sí perdura el uso atrevido del color y de la mancha.
Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia.
Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

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DURANCAMPS I FOLGUERA, Rafael (Sabadell, 1891 – Barcelona, 1979). Lote 34000911

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DURANCAMPS I FOLGUERA, Rafael (Sabadell, 1891 – Barcelona, 1979).
“Vista del pueblo”.
Óleo sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 38 x 60 cm; 59 x 82 cm (marco).

Llamado originalmente Rafael Duran i Camps, fue discípulo de Vila Cinca en la Escuela Industrial de Artes y Oficios de Sabadell. Más adelante conocerá a Joaquín Mir, con quien estableció una estrecha relación, y cuyo estilo influyó en el colorido del lenguaje de la primera época de Durancamps. Expuso por primera vez en 1917, en las Galerías Layetanas de Barcelona, cosechando un éxito que le animó a seguir pintando pese a la oposición de su familia. Pasó varias temporadas en Madrid, donde estudió a los maestros del Museo del Prado, y a continuación viajó a Italia. Regresa a Barcelona y participa en diversos certámenes, obteniendo importantes premios como la medalla Masriera de 1920, además de realizar varias exposiciones en la sala Parés.
En 1921 viaja por primera vez a París. Su obra en este momento se acerca al impresionismo, pero también denota las influencias de Zurbarán, El Greco y el colorismo veneciano, conjugando la precisión del dibujo con la gravedad del color. En 1926 regresa a Francia y se instala en Passy, ciudad en la que residirá hasta 1939. Durante estos años conoce a Picasso, que le anima a celebrar exposiciones en la galería Zak, muestras en las que obtuvo un considerable éxito, que fue acrecentándose en sus sucesivas exposiciones.
Regresa a España y se instala en San Sebastián, pero sigue manteniendo una estrecha colaboración con la Sala Parés, donde siguió realizando exposiciones hasta su muerte. Asimismo, celebró distintas exposiciones en Madrid, Sabadell, Bilbao, Valencia, Londres y Filadelfia.
Si bien su primera etapa estuvo influenciada por Mir, Durancamps pronto evolucionó hacia una concepción más personal, dando especial preponderancia a la línea constructiva y a un peculiar colorido de sobria belleza. Sus naturalezas muertas, que trató con profusión de línea y transparencia, son un prodigio de serenidad y elegancia, con un sello tan personal que escapan a cualquier clasificación contemporánea. Sus paisajes y escenas costumbristas, especialmente las capeas en distintos pueblos españoles, son de gran emotividad. Los “cielos de presagio” que expresan el dramatismo de la fiesta evocan su agudo sentido lírico.
Está representado en los Museos de Arte Contemporáneo de Barcelona, Madrid, San Sebastián y Buenos Aires, así como en gran número de colecciones tanto españolas como extranjeras.

 

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URGELL INGLADA, Modest (Barcelona, 1839 – 1919). Lote 34000903

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URGELL INGLADA, Modest (Barcelona, 1839 – 1919).
“La bruma”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 185 x 93 cm; 211 x 120 cm (marco).

Modest Urgell inició su carrera como actor teatral, pero la prohibición familiar de seguir por ese camino le llevó a dedicarse a la pintura. Estudió en la Escuela de La Lonja de Barcelona, donde fue discípulo de Ramón Martí Alsina, y más tarde pasó una temporada en París, donde trató a Gustave Courbet y se adscribió al realismo. Durante los años sesenta, sus obras fueron rechazadas en las exposiciones oficiales de Madrid y Barcelona.
En 1870 se traslada a Olot, donde se relacionó con Joaquín Vayreda, creador de la escuela paisajística local. Desde entonces, Urgell decide dedicarse plenamente al paisaje. Su obra se centrará en naturalezas y marinas solitarias, frecuentemente protagonizadas por ermitas y cementerios, marcados por una ambientación crepuscular, desolada y misteriosa.
Desde 1896 fue profesor de paisaje en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, siendo nombrado académico en 1902. Fue asimismo fundador de la Sociedad Artística y Literaria de Cataluña, así como del Museo Artístico y Arqueológico de Girona. Concurrió a todas las ediciones de la Exposición Nacional de Bellas Artes, en Madrid, desde 1864 hasta un año antes de su muerte, y fue galardonado con segunda medalla en 1876 y 1892. También remitió sus pinturas a las exposiciones de Barcelona, así como a la Universal de París y a las Internacionales de Múnich, Bruselas, Berlín, Filadelfia y Chicago. En 1892 fue premiado en todos los certámenes en los que participó, entre ellos el de Bruselas, en el que fue el único español premiado.
También se dedicó a la literatura, con especial interés por el teatro. La suma de sus dos pasiones, el arte y la literatura, se plasman en su álbum “Catalunya” (1905), formado por más de cien dibujos acompañados por textos escritos por él mismo. Sus paisajes poseen una atmósfera, un color y unos temas que niegan el estereotipo de paisaje mediterráneo, basado en naturalezas cálidas y amables, de brillante cromatismo, como ventanas abiertas a la sensualidad meridional. Sus pinturas, por el contrario, hablan de melancolía y soledad, y una y otra vez recrean una Cataluña desolada y triste a la que, años más tarde, también sería sensible el poeta Salvador Espriu. Su lenguaje rechaza cualquier tema de tipo fantasioso o pintoresco, recogiendo asuntos corrientes sin pretender ennoblecerlos ni idealizarlos, sino buscando provocar estados de ánimo en el espectador a través de luces crepusculares que se disuelven, por breves momentos, en armonía de rojos, o sus desolados cementerios y severas marinas, desnudas y despojadas.
Urgell está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Marítimo de Barcelona, la Kunsthalle de Hamburgo, el Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú, Los Fondos de Arte de la Caixa Sabadell y la Caixa d’Estalvis de Terrassa, el Museo Dalí en Figueras y los Provinciales de Girona, Palma de Mallorca y Lugo, entre muchos otros centros e instituciones.

 

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Escuela francesa del XIX. Lote 34002603

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Escuela francesa del XIX.
“Venus dormida con Cupido y Psique”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado “E. Sala” en el ángulo inferior derecho.
Con marco de época.
Medidas: 85 x 124 cm; 106 x 146 cm (marco).

En este lienzo el autor plasma una imagen de gran delicadeza cromática y lumínica, protagonizada por la diosa Venus, dormida en las nubes acompañada de Cupido y de Psique niños, esta última despierta, con las alas desplegadas, contemplando su rostro.
Formalmente se inscribe dentro del academicismo, y sigue por tanto normas clásicas de las cuales la primera es la gran calidad técnica. Así, el dibujo es riguroso y firme, de gran perfección anatómica, y refleja un complejo escorzo que nos muestra a Venus tumbada de frente, una posición compleja que el autor ha sabido resolver con gran maestría.
El academicismo es herencia directa del clasicismo, y de ahí la predilección por temas como el que aquí presentamos, tomado de la mitología, si bien captado desde un punto de vista sensual y decorativo alejado de la solemnidad del arte clásico antiguo. De ahí también la forma de abordar el tema, con Cupido y Psique niños, recreando las figuras mitológicas de un modo totalmente nuevo. No obstante, se aprecia un ideal de belleza que no parte de la realidad, aunque es innegable el estudio del natural por parte del pintor, sino que resulta un idealismo con base en la realidad por su suma de experiencia, es decir, una sublimación estética que refleja una belleza que trasciende la realidad.

 

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CARDONA Y TIÓ, Joan (Tortosa, Tarragona, 1877 – Barcelona, 1958).

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CARDONA Y TIÓ, Joan (Tortosa, Tarragona, 1877 – Barcelona, 1958).
“Café de París”.
Carboncillo, lápices de color y resaltos de aguada blanca sobre papel.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 43 x 33 cm; 60 x 49 cm (marco).

Pintor e ilustrador catalán activo entre finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, Joan Cardona se especializó en la temática de paisajes.
Formado como discípulo de Joan Baixas, trabajó como ilustrador y dibujante colaborando con diversas publicaciones tanto nacionales como extranjeras, entre ellas la alemana “Jugend” y la francesa “Le Rire”. Asimismo, tomó parte en numerosos certámenes y exposiciones oficiales, como la Primera Exposición General de Bellas Artes, celebrada en el Palau de Belles Arts de Barcelona en 1891 y organizada por el Ayuntamiento de la ciudad.
Concurrió con asiduidad a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo galardonado con Mención Honorífica en sus ediciones de 1892, 1895, 1897 y 1899; Tercera Medalla en 1901 y 1915 por los lienzos “De mi tierra” y “La buenaventura”; y finalmente con Condecoración en la edición de 1920. También participó en las Exposiciones Internacionales de Barcelona (1907) y San Francisco (1915), y en la Iberoamericana de Sevilla de 1929 fue distinguido con Medalla de Oro.
Actualmente está representado en el Museo del Prado (obra en depósito en el Ayuntamiento de Barcelona), así como en otras colecciones.

En esta obra Cardona nos ofrece una imagen cotidiana de la Barcelona moderna y cosmopolita de su época, protagonizada por una elegante pareja en el interior de un café. Utiliza una plástica de clara raigambre modernista, basada en líneas fluidas y colores planos, heredados indirectamente de la xilografía japonesa.

 

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ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR Y ZARAGOZA, Fernando (Ferrol, La Coruña, 1875 – Madrid, 1960). Lote 33007090

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ÁLVAREZ DE SOTOMAYOR Y ZARAGOZA, Fernando (Ferrol, La Coruña, 1875 – Madrid, 1960).
“Retrato de dama”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Con marco Imperio.
Medidas: 150 x 120 cm; 172 x 141 cm (marco).

Fernando Álvarez de Sotomayor estudió el bachillerato en el Real Colegio Agustino de El Escorial, tratando a continuación de seguir varias carreras para dedicarse, finalmente, a la pintura. Inició su formación artística como discípulo de Manuel Domínguez, con quien colaboró en la decoración de la escalera y un despacho del Ministerio de Agricultura de Madrid. En 1899 obtiene una pensión para ampliar sus estudios en la Academia Española de Roma, ciudad en la que conoció a fondo la pintura renacentista y barroca de las escuelas florentina, romana y veneciana. Posteriormente viajó a Holanda, donde descubrió la pintura de Frans Hals, cuyo fuerte colorido y empastada pincelada marcarían sus obras posteriores. Ya durante estos años de juventud comienzan sus triunfos, obteniendo en 1904 la segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y la primera dos años más tarde, en 1906.
En 1908 se trasladó a Santiago de Chile, para impartir clases en la Escuela de Bellas Artes Chilena. Fue director de dicha institución en 1911, y en torno a su figura surgió la llamada “Generación de 1913” o “Generación Sotomayor”, constituida por importantes pintores formados en sus enseñanzas. Por estos años sigue mandando obras a exposiciones oficiales europeas, siendo distinguido con medalla de bronce en Lieja y de oro en Múnich en 1909. Asimismo, es premiado en las Exposiciones Internacionales de Barcelona de 1907 y de Buenos Aires de 1910, y es condecorado en la Nacional de Madrid 1912.
Regresa a España en 1918, tras ser nombrado subdirector del Museo del Prado. Entre 1921/22 y hasta el advenimiento de la República ostentaría el cargo de director de dicha institución, recuperándolo tras la Guerra Civil. Durante los años veinte se suceden los reconocimientos: en 1922 es nombrado miembro de la Real Academia de San Fernando, y en 1929 se le destina una sala independiente en la Exposición Internacional de Barcelona. Fue, asimismo, pintor de cámara del rey Alfonso XIII durante los últimos años de su reinado. Ya tras la guerra Sotomayor obtendrá el Premio Juan March (1956).
Sotomayor fue considerado uno de los mejores retratistas de la época, recibiendo encargos de la Corona y de familias aristocráticas, financieras e intelectuales. También trabajó el paisaje, con estilo de pincelada empastada y vibrante colorido, dentro de una tendencia realista.
Ya tras su muerte se le dedicaron importantes homenajes, como la monumental exposición retrospectiva celebrada en el Palacio de Velázquez del Retiro con motivo del centenario de su nacimiento. Sotomayor está actualmente representado en el Museo del Prado, el Nacional Centro de Arte Reina Sofía, y otros destacados museos españoles, europeos y americanos.

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APPEL, Karel (Países Bajos, 1921 – Suiza, 2006). Lote 35000126

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APPEL, Karel (Países Bajos, 1921 – Suiza, 2006).
“Soep etend kind”, 1951.
Técnica mixta sobre papel.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho. Firmado, fechado y titulado al dorso. Con etiqueta de la galería Mena e inscripción “Kosman M.W / nº 335.11 LXXV3”.
Medidas: 49 x 39 cm; 81,4 x 71,5 cm (marco).

Karel Appel fue pintor, escultor y artista gráfico, y actualmente se le considera el artista más vigoroso de la generación de la posguerra en su país. En 1948 fundó, junto a Corneille, Jorn y Alechinsku el Grupo Internacional Cobra. Su pintura se caracteriza por una gran carga expresionista ligada a las figuras de Max Pechstein y Edward Múnich, dos de los grandes expresionistas nórdicos. Su lenguaje está marcado por un desprecio total de la forma, y constituye sus objetos por medio de una acumulación de capas cromáticas. La figura humana aparece deformada y en una situación dramática.

Firma al dorso

Firma al dorso

En 1950 se trasladó a París y, durante la siguiente década, comenzó a ganar reputación internacional gracias al apoyo del crítico Michel Tapié. Appel pasó largos periodos en los Estados Unidos, y llegó a ser uno de los más grandes exponentes del expresionismo abstracto. Su obra está realizada con densos empastes y violentos juegos de color, que denotan el carácter agitado del expresionismo nórdico. Más tarde, su lenguaje evolucionó en una línea más suavizada, acercándose a la Hand Edge Painting.

Appel está representado en el Museo Guggenheim y el MoMA de Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la Tate Gallery de Londres, el Albertina en Viena, el Thyssen-Bornemisza, la Colección Peggy Guggenheim de Venecia y el de Bellas Artes de Dordrecht, entre muchos otros.

 

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PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921). Lote 33006195

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PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921).
“Joven dama renacentista”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 99 x 65 cm; 109 x 75 cm (marco).
Obra publicada en el libro de Wifredo Rincón “Francisco Pradilla” (Zaragoza; Aneto Publicaciones, 1999).

Francisco Pradilla inicia su formación como aprendiz de Mariano Pescador, pintor escenógrafo, y en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. En 1868 continúa sus estudios en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Federico de Madrazo, Carlos de Haes, Carlos Luis de Ribera y Ponciano Ponzano. Completa su formación en estos años copiando obras de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1874 consigue el Premio de Dibujo de la “Ilustración Española y Americana”, y obtiene la beca para estudiar en Roma, ciudad en la que residirá veintitrés años, hasta su nombramiento como director del Prado en 1897. En 1878 concurre a la Exposición Nacional de Madrid y obtiene la Medalla de Honor, la misma distinción que gana ese mismo año en la Universal de París.
A raíz de estos éxitos le llegan numerosos encargos no sólo de España y Francia, sino también de América y otros países europeos. Realiza viajes por España y se interesa por plasmar escenas costumbristas plenas de gracia y color, apoyadas siempre en un excepcional dominio del dibujo. Si bien no realizó exposiciones individuales, sus obras formaron parte de muestras y certámenes en ciudades de todo el mundo, como Londres, París, Berlín, São Paulo o Buenos Aires. Fue director de la Academia Española en Roma, y miembro de las Reales Academias de San Fernando y San Luis, de la Academia Francesa y de la Hispanic Society de Nueva York. Obtuvo, entre otras condecoraciones, la Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor.
De los géneros pictóricos que cultivó, incluida la ilustración gráfica para publicaciones literarias, hay que destacar el de la pintura de historia, que fue el que más fama le proporcionó. Como retratista su actividad fue más restringida y de resultados desiguales cuando tuvo que abordar efigies de personajes fallecidos, pero ante modelos vivos consiguió retratos de serena expresividad y factura estudiada y entonada. También se dedicó a la pintura de género, bien de inspiración popular italiana o de asuntos de costumbres madrileñas o de Galicia, lugar de origen de su esposa y donde solía pasar algunas temporadas. Tanto en los cuadros de historia como en estos, Pradilla demuestra una clara inclinación por las ambientaciones en exteriores, organizando las composiciones en amplias perspectivas panorámicas con multitud de figuras y motivos, interpretados con una depuradísima técnica. No obstante, lo más sobresaliente de su lenguaje es el sentido de la luz y de la atmósfera, bajo los que el apretado dibujo se suaviza y funde con el fondo luminoso mediante pequeñas pinceladas de un colorido rico en matices y pasta.
La obra de Francisco Pradilla está presente en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Bilbao, Buenos Aires, La Habana y São Paulo, el MACBA de Barcelona, la Christchurch Art Gallery de Nueva Zelanda y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

 

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RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931). Lote 34002383

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RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931).
“El Vinyet, Sitges”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 63,5 x 80 cm; 86 x 104,5 cm (marco).
Obra publicada en el libro de Josep de C. Laplana “Santiago Rusiñol. El pintor, l’home” (Barcelona; Abadía de Montserrat, 1995).

Pintor, escritor y dramaturgo en lengua catalana, Rusiñol fue uno de los principales ideólogos del movimiento modernista catalán. Se formó como discípulo de Tomás Moragas y frecuentó el Centro de Acuarelistas, del cual fue uno de los fundadores. Debutó en 1884 en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos Ramón Casas y Enric Clarasó. Por esos años realizó con Casas un viaje en carro por Cataluña, tomando apuntes de tipos y paisajes.
El año de 1888 marca un punto de inflexión en su carrera, dado que comienza con tres actividades nuevas: publica unos escritos en “La Vanguardia”, participa en el Salón de París y celebra su primera exposición individual en la Sala Parés. Al año siguiente, 1889, Rusiñol se instala en París, en el barrio de Montmartre, con Utrillo, Clarasó y Canudas. Asiste a la academia del pintor Henri Gervex, y completa su formación con Puvis de Chavannes y Carrière. Desaparece entonces el ruralismo que había adoptado en Barcelona, y su estilo evoluciona hacia el naturalismo. También se acerca a los planteamientos temáticos, que no técnicos, de los impresionistas, así como a su voluntad de captar una instantánea fugaz.
En 1890 establece relación con Sitges, donde pintará algunos de sus primeros patios y jardines, temática que definirá su estilo posterior. Ese mismo año celebra su primera exposición en la Sala Parés, junto a Casas y Clarasó. En 1890 regresa a París con Casas y Utrillo. En este momento se centrará en representar los espacios de diversión de la zona, como el Moulin de la Galette, que protagonizará muchos de sus cuadros. No obstante, en 1893 deja su estudio de Montmartre y se traslada a la isla de San Luis, donde se centra en el estudio psicológico de la figura, sobre todo femenina, reflejando la tristeza, la melancolía y la soledad típicamente finiseculares. Al año siguiente viaja a Italia junto a Zuloaga, visitando Pisa, Florencia y otras localidades, lo que le permite conocer de cerca a los primitivos. A su regreso expone las pinturas realizadas en este viaje en la que será su primera muestra personal en la Sala Parés. Ese mismo año inaugura el Cau Ferrat en Sitges, germen del actual museo.
En 1895 realiza su primer viaje a Granada, y comienza la serie “Jardines de España”. En 1897 realizará algunas de sus mejores pinturas de jardines, interés que también aparece en su obra literaria “El jardín abandonado”, donde cultiva un decadentismo de carácter simbolista. El jardín elegante se convierte en protagonista, símbolo de la poesía; el jardín abandonado esconde un pasado de esplendor perdido. Rusiñol entonces viaja, buscando jardines que le seduzcan, y los pinta interiorizándolos, mostrando su personal concepción de la belleza, de la vida y la muerte, del arte y de la realidad, de la soledad y del paso del tiempo.
Por esta época, expondrá en París en el Salón de los Independientes, en la Exposición Nacional y en la galería de Samuel Bing, principal impulsor del Art Nouveau en Francia. Esta última muestra, de carácter individual y celebrada en 1899, supuso el reconocimiento internacional de Rusiñol, cuyo éxito radicó en una nueva visión de España, totalmente alejada de tópicos y cargada de veracidad. Desde entonces su actividad se multiplica como pintor, novelista y comediógrafo, estrena destacadas obras en Madrid y Barcelona y celebra exposiciones anuales de pintura en la Sala Parés, siempre con Casas y Clarasó. En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Camón Aznar de Zaragoza y el Thyssen-Bornemisza, entre otros.

 

 

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PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Genaro (El Ferrol, La Coruña, 1807 – Madrid, 1854).

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PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Genaro (El Ferrol, La Coruña, 1807 – Madrid, 1854).
“San Juan de los Reyes, Toledo”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado.
Medidas: 90 x 116 cm; 120 x 147 cm (marco).

Pérez Villaamil fue el creador y máximo representante del paisajismo romántico español. En 1823 se incorpora al ejército del gobierno liberal, siendo herido en Andalucía y trasladado a Cádiz como prisionero de Guerra. Allí permaneció entre 1823 y 1830, y asistió a las clases de la Academia de Bellas Artes. Prono alcanza fama, y es llamado a Puerto Rico para decorar el Teatro Tapia.
Regresa a España en 1833, año en que conoce al pintor escocés David Roberts, quien le transmite la concepción paisajística romántica británica, a la que permanecerá fiel toda su vida. En 1834 se establece en Madrid, donde participó activamente en el mundo artístico de la época romántica, consiguiendo una carrera de éxitos crecientes. En 1835 es nombrado académico de mérito de San Fernando, y cinco años después, pintor honorario de cámara.
Entre 1840 y 1844 permanece fuera de España, y en París publicará su “España artística y monumental”, el más bello libro de viajes litografiado del romanticismo español. Viaja por Francia, Bélgica y Holanda, adquiriendo obras suyas los reyes de estos países. A la caída de Espartero regresa a España, y es nombrado caballero de la Orden de Carlos III, de Leopoldo de Bélgica y de la Legión de Honor francesa. En 1845 es nombrado director de la Academia de San Fernando y catedrático de paisaje en la misma. Concurrió asiduamente, con éxito, a las exposiciones de la Academia y del Liceo, así como al Salón de París donde, en 1846, obtuvo una elogiosa crítica de Charles Baudelaire. Muere aún joven, cuando decaían ya las concepciones paisajísticas románticas.
Su obra tiene una primera etapa prerromántica (1823 – 1833), durante la que realizó obras juveniles un tanto eclécticas, oscilando entre la influencia de la pintura flamenca del XVII y la francesa del XVIII, pero siempre dentro de una concepción del paisaje amplio, con pequeñas figuras populares y románticos celajes. La segunda etapa, la romántica, discurre en línea con el paisajismo británico contemporáneo, marcado por el predominio de las vistas con motivos arquitectónicos envueltos en espectaculares celajes, e interiores de monumentos con atmósfera fantástica, todos ellos generalmente medievales y poblados de personajes populares. Fue además pionero en España de la introducción de los temas orientalistas.
Importantes obras suyas se conservan en el Museo del Prado, el palacio de la Moncloa (Patrimonio Nacional), el Museo Romántico de Madrid y el de Bellas Artes de Buenos Aires.

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MURGUÍA DE CASTRO, Ovidio (Lestrove, A Coruña, 1871 – A Coruña, 1900). Lote 33008657

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MURGUÍA DE CASTRO, Ovidio (Lestrove, A Coruña, 1871 – A Coruña, 1900).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 97 x 146 cm; 105,5 x 155,5 cm (marco).

Murguía nos muestra en este lienzo un paisaje trabajado en gran profundidad, poblado sólo por dos pequeñas figuras plenamente integradas en el escenario, que nos sirven a la vez de Cicerones y como muestra de la escala monumental del paisaje, que empequeñece al hombre con su tono grandioso y escenográfico.
Se trata de una composición de acusada perspectiva en abismo, estructurada de forma que se realce su espacio tridimensional y se conciba como una suerte de escenario ilusorio, efecto que queda realzado por la neta separación entre los primeros planos y el fondo, un recurso heredado directamente del paisajismo romántico, y que tiene su origen en la “veduta” veneciana. Esta diferenciación de los planos se basa tanto en el tratamiento cromático –más opaco y variado, de pincelada densa, en los primeros términos, y más suave, diluido y difuso en el fondo, por efecto de la distancia, como en el lumínico, dado que mientras el fondo aparece iluminado de forma unitaria por la clara luz que irradia el cielo despejado, en los primeros planos se incide en el contraste de luces, sombras y medias sombras, especialmente patente en la unión de las dos orillas del riachuelo.
Hijo de los escritores Rosalía de Castro y Manuel Murguía, comienza a pintar en Santiago de Compostela, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, donde tuvo como maestro a José María Fenollera. Durante estos años, Murguía se vincula al núcleo intelectual de La Coruña, ciudad donde expuso sus obras con cierta asiduidad. Su traslado a Madrid en 1895 marcará un punto de inflexión en su carrera, determinada por sus visitas al Museo del Prado. En la capital conoce al que será su protector, Eugenio Montero Ríos, quien le encargó la decoración del Palacio de Lourizán en Pontevedra. Este será el momento álgido de su carrera, truncada tristemente al fallecer de tuberculosis en 1900.
Representación de la llamada Generación Doliente, fue especialmente importante su papel como paisajista cuando, apartándose del academicismo, comience a pintar al natural, desarrollando un estilo que fusiona el naturalismo con la espiritualidad romántica.
Está representado en los museos de Galicia, especialmente en los de Pontevedra y La Coruña, así como en multitud de colecciones particulares.

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867). Lote 33008679

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867).
“Romería”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).

En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras.
Atraído el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”.
Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas.
Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas.

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