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El Maresme de Gina Portera en subasta

Dejar la ciudad e instalarse en un pueblo costero, en el Maresme, dejó mella en la pintura de Gina Pórtera. Paisajes abiertos, la luz mediterránea, el reencuentro con uno mismo en contacto con la naturaleza, eso sí, una naturaleza transmutada por la fuerza el subconsciente, son aspectos comunes a su imaginario artístico. De ello nos habla en este video. Escuchémosla:

En subasta una de sus obras más recientes;

Lote: 35149356  (Acceso directo a subasta)

PÓRTERA, Gina (Barcelona, 1963).
“Arenas blancas”.

gina portera
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Escuela holandesa del siglo XVII. “Paisaje”.

HUYSMANSLote en subasta:

Escuela holandesa del siglo XVII. Atribuido a HUYSMANS, Jan Baptist (Amberes, Bélgica, 1654 – 1716).
“Paisaje”.
Óleo sobre tabla.
Con firma ilegible en la zona inferior.
91 x 140,5 cm; 110 x 157 cm (marco).

 

En esta obra podemos ver un amplio paisaje construido sobre una sólida estructura hábilmente resuelta, que combina en equilibrio las diagonales y las horizontales, realzadas por los juegos de luz, para asentar firmemente la construcción espacial. Del primer plano parten, paralelos, un camino de tierra inundado de luz y un riachuelo envuelto en sombras, a cuya ribera se alza un pueblo minuciosamente descrito, construido junto a una cascada que hace que nuestra mirada se pierda en las sombras, recreándose en los detalles de las zonas en sombra del escenario. Ambos planos quedan separados por un gran árbol de delicado follaje. Más allá de estos primeros planos el paisaje se abre, permitiéndonos ver el cauce sinuoso de un río navegable, a cuyas orillas se alzan ricos y montañas azuladas por la distancia, recortadas contra un cielo crepuscular, azul pero inundado por nubes rosadas. La sabia composición, así como la forma de trabajar las copas de los árboles y otros detalles formales, permiten relacionar esta obra con la mano del flamenco Jan Baptist Huysmans, pintor barroco de paisajes italianizantes.

Jan Baptist Huysmans fue hermano del también paisajista Cornelis Huysmans, cuya huella se aprecia con claridad en su obra, dado que fue su principal maestro. En 1677 ingresa como maestro independiente en la Guilda de Amberes, y las fuentes documentales nos señalan que tuvo en su taller a cuatro aprendices entre 1693 y 1709. Jan Baptist Huysmans es probablemente el paisajista flamenco que mejor logró integrar los elementos italianizantes y antiguos en el paisaje barroco de Flandes. Aunque no alcanza la escala ni la potencia expresiva de su hermano, sí mostró un sentido de la composición equivalente, si no incluso superior, al de éste. Si bien en sus obras de juventud acusa de forma evidente la influencia de Cornelis, con el paso del tiempo, y quizás después de una estancia en el extranjero, Jan Baptist adquirirá una maestría en el tratamiento del espacio totalmente propia, destacando también por la sabia forma en la que plasma la impresión de la luz que se filtra a través del follaje de los árboles, de una forma totalmente novedosa dentro de la escuela flamenca. Actualmente se conservan obras de Jan Baptist Huysmans en la National Gallery de Londres, el Koninklijk de Amberes, los Museos de Tyne & Wear y el National Trust (Inglaterra), así como en otras colecciones públicas y privadas.

Como otros géneros que adquieren gran popularidad durante el siglo XVII en Flandes, el de paisaje tiene sus raíces en la tradición pictórica de los Países Bajos del siglo XV. Los paisaje de fondo de las obras religiosas de Van Eyck, de Bouts o de van der Goes ocupan en ellas un lugar mucho más importante como elemento artístico que el ocupado por el paisaje en la pintura italiana de la misma época. En lo que respecta a la representación de la narrativa, el paisaje de los primitivos flamencos juega un papel esencial, no sólo como entorno natural de los personajes sino para separar y ambientar los diversos episodios de la historia narrada en la obra. En cuanto a la imitación de la naturaleza, los pintores flamencos del siglo XV procuran representar de forma verosímil en los paisajes de sus pinturas religiosas los campos y ciudades de su país natal, detallar su flora con precisión botánica y hasta dar idea de la hora del día y la estación del año en que transcurre la escena. Ese especial interés por la representación del paisaje se acrecienta según avanza el siglo XVI, cuando se desarrolla y populariza un nuevo tipo de paisaje para las escenas sacras: la vista panorámica. En ellas el artista adopta un punto de vista muy alto y distante, a vuelo de pájaro, que le permite representar un paisaje más extenso de lo que sería posible desde un punto de vista más bajo. El Bosco utiliza ya este punto de vista del paisaje a finales del siglo XV, si bien lo pone principalmente al servicio del contenido religioso-moral de la obra, que es lo que preocupa a este artista.

Muy pronto, sin embargo, sería la representación del paisaje en sí lo que habría de recibir atención de los pintores y, por supuesto, del público. En las vistas panorámicas de Joachim Patinir y sus seguidores se invierten los papeles: el asunto religioso, a menudo con imágenes pequeñísimas, es sólo una excusa para la representación del paisaje, que se magnifica y se hace cada vez más complejo. En los cuadros de Patinir o de Joos van Cleve, los grandes panoramas que sirven de fondo al asunto religioso combinan, en amena profusión, montañas y ríos, bosques y costa marítima, chozas y castillos. Los paisajes son puramente imaginarios y poco tienen que ver en su conjunto con el paisaje real de Flandes. Pero, al ser sus componentes representaciones verídicas de diversos aspectos de la naturaleza, la suma resulta para el observador una imagen plausible que, al placer que le ofrece de asomarse a un ancho mundo que reconoce como potencialmente real, añade la sal de aportar a esa experiencia la novedad de lo desconocido.

En contraste con la mayoría de los paisajes de todo el siglo XVI, que siempre presentan un asunto de historia, por minimizado que esté, un buen número de los de Pieter Brueghel el Viejo, pintados entre 1565 y 1569, tienen por asunto el paisaje mismo, en el que el hombre es sólo un elemento más del universo natural. En estos cuadros el paisaje se independiza completamente de toda narrativa, y es esta la dirección que habrían de seguir los pintores flamencos y holandeses de finales del siglo XVI y principios del XVII, momento en que la pintura de paisajes adquiere gran popularidad en los Países Bajos y empiezan a proliferar los especialistas en el género. Gillis van Coninxloo, Paul Bril, Jan Brueghel el Viejo y Joos de Momper son los paisajistas más distinguidos de la transición del siglo XVI al XVII, y cada uno de ellos le imprime a su visión del paisaje un sello muy personal.
 

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Casimiro Martínez Tarrassó (Barcelona, 1898 – 1980). “Paisaje”.

Casimiro MARTÍNEZ TARRASSÓLote en subasta:

MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
Paisaje.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
195 x 130 cm; 198’5 x 133’5 cm (marco).

 

Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Llotja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultivó el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines. Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao.

En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas, Ars, etc., destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949. Aunque el paisaje fue siempre el centro de su producción, Tarrassó realizó también obras como la decoración mural de la iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca realizó asimismo una singular empresa, plantando su caballete en las Cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en las Galerías Costa de Palma en octubre de 1948. Como es habitual en su obra, en esta pintura destaca la personalidad del colorido, los vivos contrastes cromáticos que dan lugar a una pintura llena de vitalidad y fuerza expresiva. El exaltado cromatismo responde a un estudio detenido y pensado, que se basa en la yuxtaposición de tonos cálidos fríos, azules, principalmente, con luminosos blancos, rosados y lilas, para reforzar la construcción tridimensional del espacio.

A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970. Tarrassó está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

 

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Olga Sacharoff (Tiflis, Georgia, 1889 – Barcelona, 1967). “Paisaje”.

Olga SacharoffLote en subasta:

SACHAROFF, Olga (Tiflis, Georgia, 1889 – Barcelona, 1967).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
60 x 73 cm; 71,5 x 84,5 cm (marco).

 

Olga Sacharoff construye en este lienzo un paisaje de clara raigambre postimpresionista, cézanniana, que conserva sin embargo el sabor local, la individualidad de un paisaje concreto, reflejando el amor por la tierra que profesa la pintora. A nivel formal, el paisaje rural cobra vida gracias al contraste de tonos fríos y cálidos, que se repite en todo el escenario, unificándolo; los colores verdes, totalmente anticlásicos, se yuxtaponen a los ocres, rojizos y anaranjados de la tierra y los tejados, y ambas tonalidades se ven enriquecidas por los toques de blancos y grises sabiamente aplicados, aportando brillo, jugando con la luz y construyendo una atmósfera luminosa y acogedora, fruto de un detenido estudio del natural. La pintora construye el paisaje basándose en un dibujo claro y riguroso, que define líneas de fuga claras y limpias, cuya rotundidad parece ordenar el espacio, sometiendo y domesticando a la vegetación, hasta que ésta se libera hacia el fondo, para cubrir por entero las colinas que cierran el espacio. Estos suaves y redondeados montes determinan un horizonte alto, que casi no deja espacio al cielo, aunque sí el suficiente para que las nubes inunden las cumbres más lejanas, desdibujando sus contornos. Por otro lado la luz, en apariencia uniforme (se evitan los contrastes violentos), va señalando los distintos planos que se suceden paralelos, abriéndose desde el primer plano hacia ambos lados, reflejando con naturalismo y sutileza los cambios de luz y de relieve.

Tras estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Tiflis, Sacharoff se traslada a Munich en 1910, donde entra en contacto con el expresionismo alemán. Al año siguiente se traslada a París, donde su obra recibe en un primer momento la influencia de Cézanne, para luego evolucionar hacia el cubismo sintético. Al iniciarse la Primera Guerra Mundial Sacharoff se desplaza a España, donde se instala en 1915, pasando primero por Mallorca para finalmente establecerse en Barcelona al año siguiente. De hecho, algunos historiadores señalan que ella fue la introductora del cubismo en la ciudad condal. Desde allí colaboró en la revista “391” de Francis Picabia, considerada portavoz del dadaísmo y que se editaba en Barcelona. Expuso obras en los Salones de Otoño de París de 1920, 1921, 1922 y 1928, obteniendo importantes elogios de la prensa y logrando organizar, en 1929, una muestra individual en la galería parisina Bernheim Jeune, una de las más importantes del momento. Durante estos años celebró una exposición en las Galerías Layetanas de Barcelona (1934) y participó en el Salón de Montjuic, del que fue nombrada miembro en 1935.

Al estallar la Guerra Civil Sacharoff regresa a París, y en 1939 expone en la Perls Gallery de Nueva York. Tras la guerra vuelve a Barcelona, y deja atrás la vanguardia para sumergirse en un gusto naif cercano al noucentisme catalán. Su estilo adoptó rasgos líricos y amables, y se puso al servicio de una visión idealizada de Cataluña: paisajes, costumbres, tipos populares, etc. En general, predominan en este momento las composiciones con múltiples personajes, plasmadas con trazos esquemáticos y vivo colorido. Elegida por Camón Aznar, participa en el I Salón de los Once de Eugenio D’Ors (1943), celebrado en la Galería Biosca de Madrid. Dos años después organiza una retrospectiva de su obra parisina, y en 1960 la Dirección General de Bellas Artes le dedica una exposición antológica. En 1964 se le concedió la Medalla de la Ciudad de Barcelona. Sacharoff también abordó la ilustración de libros, con ejemplos como “La casa de Claudine” de Colette (1944) y “Netochka Nezvanova” de Dostoievski (1949). Recientemente se le dedicó una antológica a dúo con María Blanchard en Bilbao (Sala de Exposiciones BBK, 2002). Olga Sacharoff está representada en la Fundación Mapfre de Madrid, el Centro Nacional Reina Sofía, el Museo Thyssen-Bornemisza, el de Art Nouveau y Art Déco Casa Lis, el Marés, el Pablo Gargallo de Zaragoza y el del monasterio de Montserrat, entre muchos otros.

 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Paisaje”.

MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
80 x 100 cm; 106,5 x 125,5 cm (marco).

 

Eliseo Meifrèn refleja en esta obra la madurez de su estilo impresionista, con un paisaje de tratamiento puramente cromático y lumínico, que deja a un lado la descripción minuciosa del modelo real para plasmar una impresión de la naturaleza, una imagen puramente visual y netamente plástica, en la que la pincelada suelta, empastada y precisa configura formas y espacios a base de la yuxtaposición de colores. Así, las formas se desdibujan y devienen pura mancha expresiva; la luz, trabajada y pensada, adquiere un renovado protagonismo, y la naturaleza cobra una nueva dimensión atmosférica, que va más allá de la pura reproducción de la realidad.

La composición es clara, ordenada y amplia, con un gran espacio abierto en el primer plano que multiplica la luz y aleja de nosotros la ciudad, de modo que nuestro ojo capte en plenitud el juego de colores, luces y sombras, evitando que la mirada se detenga en el detalle para apreciar el conjunto al completo. Pese al vacío de elementos de estos primeros planos, el espacio aparece perfectamente construido tridimensionalmente gracias al conocimiento cromático de Meifrèn; aunque dominan las zonas de luz, el juego de yuxtaposición de colores complementarios, evitando los negros al modo impresionista, construye eficazmente el espacio sin necesidad de complejos trazados en perspectiva. Más allá vemos algunas figuras, perfectamente integradas en el paisaje, un elemento más de la escena, que parecen reflejar el pausado movimiento de las nubes que surcan el cielo. De hecho, existe un claro diálogo cromático y compositivo entre los planos de cierra y de cielo, con una acusada horizontalidad y una conseguida armonía de tonos fríos y cálidos.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro.

Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Mariano BARBASÁN LAGUERUELA (Zaragoza, 1864 – 1924). “Paisaje”.

Mariano BarbasánLote en subasta:

BARBASÁN LAGUERUELA, Mariano (Zaragoza, 1864 – 1924).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
145 x 212 cm; 154 x 222 cm (marco).

 

En este lienzo Barbasán nos ofrece una imponente imagen natural, hábilmente construida con un dibujo sintético, riguroso y de base geométrica, sobre el cual despliega una paleta muy amplia y matizada, que refleja con naturalismo e instantaneidad un momento fugaz, irrepetible, bañado por la luz del crepúsculo. Los últimos rayos del sol tiñen de rosa las cumbres de las montañas, mientras a sus pies todo queda ya envuelto en penumbra, en una sombra que no apaga los colores sino que les dota de un cierto aspecto fantasmagórico, profundamente lírico. Nada más distrae nuestra atención; Barbasán construye con el color, reflejando con ojo atento cada uno de los cambios tonales del terreno, construyendo los volúmenes y, especialmente, el amplio espacio, a través de los sutiles cambios de luz.

Mariano Barbasán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia entre 1880 y 1887, y allí mantuvo una estrecha relación son sus condiscípulos Joaquín Sorolla y Salvador Abril. En 1887 se traslada a Madrid para conocer las colecciones del Museo del Prado, y ese mismo año participa en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En este momento realizará sus primeras pinturas, cuadros de pequeño formato de temática teatral e histórica, principalmente ambientados en Toledo. De hecho, durante este periodo viaja asiduamente a dicha ciudad, estudiando sus paisajes y arquitecturas. En 1889 obtiene la pensión de la Diputación de Zaragoza para completar sus estudios en Roma. Finalmente decide quedarse en Italia de forma permanente. Abrió un estudio en Roma, pero durante largas temporadas trabajó en Subiaco, en la campiña romana. A los cincuenta y siete años regresa a España para ocupar un puesto en la Academia de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza.

Gracias a sus contactos con marchantes ingleses y alemanes, su obra se difundió rápidamente por Europa. Expuso repetidamente en Berlín, Munich, Viena y Montevideo. En su ciudad natal se celebró una muestra antológica en 1923, en el Centro Mercantil, y otra póstuma tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de Madrid, en 1925. Aunque pintó inicialmente alguna obra de carácter histórico, Barbasán cultivó ante todo la pintura paisajista y las escenas de la vida rural. Su estilo, colorista y de gran luminosidad, es ante todo realista, con cierta influencia del impresionismo (preimpresionismo italiano, principalmente) y de la obra de Fortuny. Figuran obras de Mariano Barbasán en el Museo del Prado, el de Arte Contemporáneo de Madrid, el Provincial de Zaragoza, el de Arte Moderno de Roma, y los de Bellas Artes de San Petersburgo, Munich, Varsovia, Montevideo y Río de Janeiro, entre otros.

 

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Nuria DEL PINO
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Nuria DEL PINO (Madrid, 1969). “Paisaje”.

Lote en subasta:

Nuria DEL PINO

DEL PINO, Nuria (Madrid, 1969).
“Paisaje”, 2012.
Acrílico y óleo sobre lienzo.
Medidas: 65 x 50 cm.

 

Esta obra forma parte de nuestra subasta benéfica a favor de Médicos Sin Fronteras. El importe íntegro recaudado será donado al proyecto de MSF de lucha contra la desnutrición infantil en Níger.

 

Nuria del Pino reside en las Islas Canarias desde los seis años. Estudió y ha ido exponiendo en Madrid, Barcelona, Londres, Boston… Incursionó en variedad de lenguajes artísticos, pero encontró en la pintura su mejor forma de expresión, campo en el que su formación es prácticamente autodidacta.

“Mi obra tiene que ver con el espacio y nuestra relación con él. Tiene que ver con lo grande y lo pequeño, con lo interior y lo exterior a nosotros, con el universo. El paisaje desértico, amplio, inmenso que me rodea en la isla de Fuerteventura es una constante en mi obra y me sirve como vehículo para adentrarme en el paisaje del alma. Me gusta utilizar técnicas diferentes según pida la obra y el momento, e introducir elementos figurativos en una obra de características abstractas”.

Ha celebrado exposiciones en la Galería Emma en Madrid (Mayo, 2013), en Centro de Arte Juan Ismael, Fuerteventura (2012-2010), en Hotel Bahia Real de Fuerteventura, en la Galería Paloma 18 de Burgos, en el Castillo del Tostón de Fuerteventura, en la itinerante Naviera Armas (Canarias), en Cuasimoda, Barcelona, entre otras. Tiene exposición permanente de Pintura y Escultura en Galería de Arte, Lajares, Fuerteventura.

Del Pino ha interiorizado la naturaleza agreste de Fuerteventura, las corrientes atlánticas que desplazan sin interrupción cúmulos de fina arena haciendo del desierto un animal vivo de orografía cambiante. Vastedad y confín se concilian en las pinturas de esta artista, que traslada al lienzo la experiencia de vivir en un espacio paradójico, de sentirse en medio de un desierto infinito y al mismo tiempo saberse cercado por el vasto océano.

 

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Barcelona, 1898 – 1980). Lote: 34003471

LOTE EN SUBASTA

LOTE EN SUBASTA

MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior izquierda.
Medidas: 46 x 55 cm.

Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultivó el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines.

Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas, Ars, etc., destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949.

Aunque el paisaje fue siempre el centro de su producción, Tarrassó realizó también obras como la decoración mural de la iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca realizó asimismo una singular empresa, plantando su caballete en las Cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en las Galerías Costa de Palma en octubre de 1948. A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970. La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.