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La imagen de la Virgen Maria en el arte: atributos y simbología

La imagen de la Virgen Maria en el arte: atributos y simbología

El culto a la Virgen María ha desempeñado un papel principal dentro de la religión cristiana siendo también uno de los más representados a lo largo de la historia del arte. La devoción que desde los origines del cristianismo se le profesó a Maria como “Madre de Dios”, favoreció la aparición de múltiples iconografías referentes a su vida, así como de  escenas alegóricas dedicadas a  resaltar sus valores humanos y divinos.

La complejidad del ciclo mariano se expresó en multitud de advocaciones marianas, de las cuales cada una adquirió una convención iconográfica que permitía a los fieles identificarlas. A partir de la Edad Media, su representación en el arte experimentó un notable auge, sobre todo gracias a la proliferación de escritos relativos a la Virgen en los que, artistas de todas épocas se basaron para plasmar los múltiples episodios de su vida. Sin duda, la diversidad de fuentes literarias, como son los evangelios apócrifos, la Leyenda Dorada, y los libros de pensadores místicos como San Bernardo, San Buenaventura y Santa Brígida, han constituido un pilar fundamental en la construcción de la iconografía mariana y el modo en el que el arte, ha reflejado la identidad y carácter de la Virgen.

A continuación, os proporcionamos una pequeña guía de sus atributos más habituales y representativos, así como la simbología que esconden tras de sí:

El manto: Es signo de autoridad y atributo de poder. Muchas veces, María lo extiende para cobijar debajo de él a los fieles, lo cruza en el pecho para indicar también su virginidad o lo lleva suelto y arrastrado en señal de luto. Habitualmente el color del manto ha sido el azul como símbolo de eternidad y protección. Sin embargo, existen variaciones donde se la representa con el manto rojo simbolizando el principio de vida

La túnica: Por sus formas amplias que recubren el cuerpo, es símbolo de modestia, así como el talle alto ceñido lo es de virginidad. Como sucede en la representación del manto, su color puede variar siendo el más común el color rojo. No obstante y especialmente en la escuela sevillana del siglo XVII, se impuso el color blanco como símbolo de pureza

Corona de doce estrellas: La estrella hace referencia a la estrella de David y el numero 12 alude a diversos pasajes bíblicos. Además, es el número de la perfección eterna.

Media luna: En contraposición al Sol, la luna simboliza la divinidad femenina y la fertilidad. Colocada bajo los pies de la Virgen, representa el triunfo del cristianismo sobre el islamismo.

Corazón con siete puñales: Simboliza los siete dolores que Maria tiene clavados en su corazón: dolor, angustia, congoja, consternación, martirio, herida y consuelo. Todos ellos se relacionan con el sufrimiento de Maria, que como madre sintió el fatídico destino de su hijo.

El lirio: Como símbolo de pureza, castidad o virginidad es la referencia iconográfica más utilizada en todo tipo de representaciones de la Virgen (particularmente en la escena de la Anunciación). La triple virginidad de María (“antes, durante y después del parto”) se suele indicar con la presencia de tres lirios.

La Rosa: Suele relacionarse con la Virgen como símbolo de sacrificio y de la sangre derramada por Cristo. Asimismo, a menudo se establece una correlación entre ambas siendo la rosa la reina de todas las flores y la Virgen de todas las virtudes

Las Azucenas: Como el lirio, el color blanco de las azucenas nos habla de la virginidad de Maria y a la concepción libre de todo pecado.

El Clavel: Simboliza el amor más puro ya que se cree que el primer clavel brotó de las lágrimas de Maria al ver a su hijo portando la cruz.

La fuente: Este símbolo aplicado a María es interpretado como un elemento vivificador y purificador. Asimismo, alude al origen de la creación ya que como madre de Jesucristo es también madre de la humanidad.

La palma:  La Virgen es simbolizada por la palmera ya que ella es imagen del triunfo de la salvación de Dios, de su esperanza y de su justicia.

La Granada: En el arte cristiano, la granada es un fruto de gran simbolismo. Por un lado, representa la fecundidad, por ser uno de los frutos que más semillas contiene. Asimismo, su presencia en manos de la Virgen hace también referencia a su castidad y a la unión de la Iglesia.

El cedro: Evoca la grandeza y la incorruptibilidad de Maria.

La naranja: esta futa cuando se representa en las manos de Maria simboliza la salvación.

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Escuela flamenca del siglo XVII. Lote: 34003808

LOTE EN SUBASTA

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Escuela flamenca del siglo XVII.
“La Asunción de la Virgen”.
Óleo sobre cobre.
Medidas: 69,5 x 87 cm; 87,5 x 105 cm (marco).

En esta obra se representa, de un modo triunfal y escenográfico característico del barroco, la Asunción de María, quien se halla en la parte superior de la pintura, sobre cúmulos de nubes, siendo alzada al cielo por dos ángeles mancebos, con dos ángeles niños a sus pies. Detrás de ella se abre la Gloria, representada por la dorada luz divina, un elaborado rompimiento en cuyos márgenes vemos multitud de ángeles en distintas posiciones, unos mirando a la tierra y otros hacia lo alto. En el plano terrenal, claramente diferenciado del celestial por la línea de las nubes, en una composición típica del primer barroco, se acumulan los personajes en torno a la tumba abierta de la Virgen. Se trata de los apóstoles que, habiendo presenciado la muerte de María, quedan maravillados ante su Ascensión.

Algunos, como San Juan Evangelista, aparecen representados de espaldas, cerrando una composición circular definida en torno a la tumba, clásica y ordenada pese al aparente amontonamiento de los personajes en favor de la teatralidad y, ante todo, del dinamismo de la escena. En el centro, debajo de la Virgen, vemos a cuatro mujeres, una de ellas seguramente Santa Ana, madre de María, por lo avanzado de su edad. Las otras tres serían María Magdalena, que ayuda a dos hombres a alzar la lápida que cierra la tumba, y dos discípulas, quizás María de Betania y María Salomé, quienes junto a la Virgen forman el grupo de las Tres Marías. Todos los personajes aparecen mirando hacia el cielo, con las manos alzadas expresando tanto sorpresa como veneración, salvo los tres personajes que alzan la lápida, un detalle de hábil narratividad, y Santa Ana, que aún contempla la tumba vacía de su hija.

La expresión Asunción es significativa: se opone a la Ascensión, como lo pasivo a lo activo. Es decir, María no asciende al cielo por sus propios medios, como Cristo, sino que es elevada al Paraíso por los ángeles. El arte bizantino representa la Asunción del alma de la Virgen, recogida por Cristo en su lecho de muerte. En cambio, el arte de Occidente plasma su Asunción corporal fuera de la tumba donde los apóstoles la habían sepultado. Por lo tanto, debe distinguirse en la iconografía la Asunción del alma de la Virgen en forma de niña y la Asunción de su cuerpo glorioso, siendo la segunda la aquí representada.

El modelo europeo suele presentar a María en actitud orante, elevando las manos unidas y rodeada de luz dorada, llevada por ángeles y dejando la tumba abierta a sus pies, que puede aparecer vacía o llena de lirios y rosas. En este caso, sin embargo, aparece mirando hacia abajo, hacia el plano terrenal, donde se sitúan los apóstoles y las santas mujeres. A causa de una confusión iconográfica, la Asunción perderá su carácter original para convertirse en Ascensión. En vez de ser elevada por ángeles, la Virgen vuela sola, con los brazos extendidos; los ángeles que la rodean se limitan a formarle cortejo. Esta transformación se consumó en el arte italiano del siglo XVI, y progresivamente se extendió por el resto de Europa. Sin embargo, esta nueva fórmula no eliminó a la antigua, de la que encontramos ejemplos en el siglo XVII, tal y como aquí vemos.