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El pueblo gitano, más allá del estereotipo. José Mongrell y Joaquín Sorolla.

La fascinación de los artistas con la vida errante del pueblo gitano viene de antiguo, pero fue sobre todo desde época romántica cuando esa atracción trascendió la mera búsqueda de temas pintorescos o exóticos. La imagen que el artista romántico empezó a granjearse de sí mismo (y que se intensificaría con los pintores de las primeras vanguardias) encontró en la figura del gitano un modelo con el que ilustrar suapuesta por la bohemia y su compromiso antiburgués.

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Nuevo espacio SetdartMadrid

Setdart presenta su nuevo espacio en Madrid ubicado en el corazón cultural de la capital, en la calle Velázquez 7. Se encuentra posicionado estratégicamente dentro de la conocida como «Milla de Oro», así como junto a museos y galerías nacionales, principales puntos de interés artístico de la ciudad. La concepción de la nueva sala aspira a romper todos los esquemas convencionales de salas de subastas y venta de obras de arte.

Espacios abiertos y conectados entre sí se muestran como un lienzo en blanco del que emanan las obras, cobrando protagonismo por sí mismas. A la vista de todos, sus grandes y visibles escaparates dejan ver con claridad un ambiente puro y en calma en el que la brillante sencillez y luminosidad actúa como perfecto soporte para cualquier tipo de pieza. La distribución se ha planificado con la idea de crear distintos ambientes expositivos para, de esta manera, crear un discurso coherente y visualmente atractivo sobre las distintas subastas temáticas.

Si bien Setdart ha optado siempre por el formato online, siendo pionero y referente fundamental en este medio, la nueva sede ofrece un punto adicional. La combinación entre la tecnología y la sala de exposiciones acerca aún más al público y las obras, de esta forma agrupándolas en un contexto adecuado y poniéndolas más que nunca al alcance de expertos y curadores, permitiendo servir como un puente entre el mercado, los coleccionistas y los investigadores.

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Picasso, el retrato como un diario personal

Picasso, el retrato como un diario personal

Si hay un género en el que Picasso volcó su lado más íntimo, fue sin duda el retrato. Pues fueron siempre las personas más cercanas a él las que conformarían una galería de retratos que, vista por el retrovisor de su historia, nos revelan mucho de las vicisitudes o alegrías por las que en ese momento estaba transitando el pintor malagueño.

 

A diferencia de tantos otros artistas, Picasso nunca cedió a la retratística oficial. No dejó que el encargo de retratos contaminara la franqueza de su visión, pues este género era para él como un diario visual. Así, serían siempre amigos y amigas, amantes y esposas, los que posarían para el pintor, y a través de esos rasgos (en ocasiones, pasados por el tamiz de la desfiguración cubista; otras veces, caricaturizados con tierna ironía) nos delatarían el tipo de batalla íntima que entre ambos se estaba librando en la tumultuosa vida del artista.

 

La evolución de su obra, sus distintas etapas, quedaron plasmadas en retratos emblemáticos: véase los de Carlos Casagemas y el de Jaume Sabartés en su melancólica época azul, o las experimentaciones cubistas con el rostro de Jacqueline, los desdoblamientos expresionistas de Dora Maar (en los que se ha querido leer un presagio de demencia)… Rodeado siempre de poetas, músicos y literatos, figuras como Jean Cocteau, Erik Satie, Igor Stravinski, Guillaume Apollinaire… serían también radiografiados por la aguda mirada de Picasso.

Picasso durante sus años en Vallauirs, pintando cerámica. 1949,
Lote: 35028653. “Retrato de Huguette“, 21.2.1953.

La figura representada en el dibujo que Setdart licitó, es la joven Huguette, sobrina de Suzanne Douli, quien junto a Georges Ramié habían fundado en Vallauris el taller de Madoura. Desde que Picasso descubriera en 1946 la cerámica con su genial estilo en Vallauris, esta villa se convirtió en un auténtico lugar de culto para el malagueño. Aquí fue donde conoció el taller de Ramié y Suzanne, donde en los años cincuenta se entregó a una frenética producción que dio a luz a más de dos mil piezas cerámicas en un año.

 

Las largas temporadas que pasó en la ciudad francesa, en la que residió hasta 1955, le llevaron a establecer una estrecha relación con los herederos de tan importante saga de ceramistas: Jean Ramié, hijo del matrimonio Ramié-Douli, que se incorporó al equipo de Madoura en 1951, y Huguette, quien colaboraba regularmente en el esmaltado y acabado de las piezas. Los lazos entre Picasso y la generación más joven de los Madoura fueron estrechándose. De hecho, Jaqueline Roque, amiga íntima de Huguette, se convertiría en la última esposa del artista, en 1961.

 

 Testigo de las felices estancias de Picasso de Vallauris son los dibujos que realizó de los Ramié. En el que nos ocupa, resuelto con el trazo ágil y esbozado característico de Picasso, Huguette es retratada de cuerpo entero y de perfil, abombándose su vientre. Se encontraba embarazada de Domenique. En esta imagen cándida y franca de la amiga gestante, Picasso se entrega, sin presiones externas, tal cual siente.

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Vamos a la playa… con los luministas levantinos

A menudo, encontramos definiciones simplistas del luminismo levantino, interpretándolo como una traducción hispana del impresionismo francés. Una mirada más en profundidad del fenómeno paisajístico valenciano y de distintos puntos del litoral peninsular, tal como se desarrolla en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, nos ofrece un panorama algo más complejo.

Si bien es cierto que la luz mediterránea y las playas levantinas imprimieron a la pintura a plain air de valencianos y barceloneses (la Escuela de Sitges sería el segundo gran foco de pintores luministas) un cariz propio, marcado por una paleta de blancos intensos, brillos dorados y refulgentes azules, el luminismo español no es una mera adaptación local del impresionismo del país vecino.

De hecho, el luminismo valenciano y la escuela luminista de Sitges arraigan, por un lado, en la tradición realista de Ramón Martí Alsina y Carlos de Haes, y por otro, abrevan en el paisajismo de la escuela de Barbizon, siendo también la figura de Mariano Fortuny un referente clave

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Vamos a la playa… con los luministas levantinos

Vamos a la playa… con los luministas levantinos

A menudo, encontramos definiciones simplistas del luminismo levantino, interpretándolo como una traducción hispana del impresionismo francés. Una mirada más en profundidad del fenómeno paisajístico valenciano y de distintos puntos del litoral peninsular, tal como se desarrolla en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, nos ofrece un panorama algo más complejo.

Si bien es cierto que la luz mediterránea y las playas levantinas imprimieron a la pintura a plain air de valencianos y barceloneses (la Escuela de Sitges sería el segundo gran foco de pintores luministas) un cariz propio, marcado por una paleta de blancos intensos, brillos dorados y refulgentes azules, el luminismo español no es una mera adaptación local del impresionismo del país vecino.

De hecho, el luminismo valenciano y la escuela luminista de Sitges arraigan, por un lado, en la tradición realista de Ramón Martí Alsina y Carlos de Haes, y por otro, abrevan en el paisajismo de la escuela de Barbizon, siendo también la figura de Mariano Fortuny un referente clave.

El gran acierto del luminismo, un acierto involuntario e inesperado, fue transgredir el academicismo finisecular reinante en el territorio español, pero al mismo tiempo, gozando de una aceptación plena, incluso de los círculos más conservadores.

"Haciendo labores ante el mar" de Sorolla, vendido en Setdart.
A la izq. "Playa de la Malvarrosa" de Segrelles y a la derecha "mujes ne la playa" de Pinazo. Ambos vendidos en Setdart.

La pincelada vibrante, el juego de texturas, la captación instantánea, las abstracciones perceptivas… quedaban de tal modo integradas en los temas costumbristas de Joaquín Sorolla y Alberto Pla Rubio, que el género folclorista de factura decimonónica es radicalmente superado.

Las playas eran para estos pintores lugares donde el goce espontáneo se expresaba en rostros, gestos, baños y colores, en gentes de distinta clase social y de todas las edades. Niños dejándose lamer por las olas en la orilla del mar, elegantes madres vigilándolos, jóvenes divirtiéndose e intercambiando confidencias… Pues la playa era también como un palco de teatro, donde la gente contempla el espectáculo (en este caso, el mar infinito) pero también se observan unos a otros, y les gusta verse socialmente representados. Ropajes blancos y livianos

Las damas de Sorolla visten ropajes blancos y livianos, agitados por la brisa. Cubren sus cabezas con sofisticados sombreros que velan sus facciones. En cada cuadro de Sorolla, el dibujo desaparece bajo el ímpetu de una pincelada que apresa en miríadas de reflejos, transparencias y salpicaduras los diálogos entre el mar, el cielo, la arena y su gente.

Las escenas de costa de los valencianos, con sus deslumbrantes irisaciones tonales, influirían a un grupo de pintores instalados en Sitges, entre ellos, Arcadi Mas, Joaquim de Miró i Roig Soler, quienes se embriagaron de las luces estivales que bañaban al pintoresco (a la par que cosmopolita) pueblo. Pintaron el paseo de la Ribera y la playa desde infinitos ángulos, plantando el caballete en aquella costa privilegiada, siluetada de casas blancas.

El luminismo levantino supuso una valiosa bisagra entre la tradición realista y la modernidad plena, haciendo de eslabón entre el legado de Mariano Fortuny y la generación de Hermenegildo Anglada Camarasa.

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SOROLLA Y BASTIDA, Joaquín (Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923). “Estudio para “El 2 de mayo de 1808”. Lote: 34003530

LOTE EN SUBASTA

SOROLLA Y BASTIDA, Joaquín (Valencia, 1863 – Cercedilla, Madrid, 1923).
“Estudio para “El 2 de mayo de 1808”.
Dibujo original a tinta sobre papel.
Sin firma.
Adjunta certificado de autenticidad emitido por Blanca Pons Sorolla.
Medidas: 23 x 32 cm; 48 x 56 cm (marco).

Estudio a tinta para la obra “El 2 de mayo” o “Defensa del Parque de Artillería de Monteleón” (1884), conmemorativa de los hechos acaecidos en ese día el año de 1808. En ella se muestran los últimos momentos de Pedro Velarde, uno de los héroes del Levantamiento del 2 de mayo. Esta obra le valió a Sorolla una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1884, y actualmente se conserva en el Museo del Prado. También existe un estudio al óleo de la obra en el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú.
Ya en su época escolar, Joaquín Sorolla demostró su afición por el dibujo y la pintura, asistiendo por las tardes a las clases de dibujo que impartía el escultor Cayetano Capuz en la Escuela de Artesanos. Premiado al terminar sus estudios preliminares en la Escuela Normal Superior, ingresó en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, en 1879. Asimismo, durante sus visitas a Madrid, realizadas en 1881 y 1882, copió cuadros de Velázquez, Ribera y El Greco en el Museo del Prado. Dos años más tarde obtuvo un gran éxito en la Exposición Nacional de Bellas Artes con un cuadro de historia, lo que estimuló para solicitar una beca para estudiar en la Academia Española de Bellas Artes en Roma. Logrado su objetivo, en 1885 Sorolla parte para Roma, permaneciendo antes de llegar varios meses en París. En la capital francesa quedó impresionado por las pinturas de los realistas y los pintores que trabajaban al aire libre. Al terminar sus años en Roma regresa a Valencia en 1889, instalándose al año siguiente en Madrid.

En 1892 Sorolla muestra una nueva preocupación en su arte, interesándose en problemas sociales al representar la triste escena de “¡Otra Margarita!”, premiada con medalla de primera clase en la Nacional, y al año siguiente en la Internacional de Chicago. Esta sensibilidad permanecerá en su obra hasta el fin de la década, en sus representaciones de la costa valenciana. Poco a poco, sin embargo, el maestro valenciano abandonará los temas de niños desdichados que vemos en “Triste herencia”, que había sido premiada en la Exposición Universal de París de 1900 y en la Nacional de Madrid un año después. Animado por el éxito de sus resplandecientes imágenes del Mediterráneo, y estimulado por su amor a la luz y a la vida de sus soleadas playas, centró en dichas escenas sus obras, más alegres y agradables, con las que logrará fama internacional.

En 1906 celebró su primera exposición individual en la galería George Petit de París, y en ella demostró también sus habilidades como retratista. En 1908 el norteamericano Archer Milton Huntington, impresionado por la exposición del artista en la galería Grafton de Londres, pretendió adquirir dos de sus obras para su Hispanic Society. Un año después invitaría él mismo a Sorolla a exponer en su institución, siendo el resultado una muestra en 1909 que cosechó enorme éxito. La relación entre Huntington y Sorolla dio lugar al encargo más importante de la vida del pintor: la creación de los inmensos lienzos destinados a ilustrar, en las paredes de la Hispanic Society, las regiones de España. Actualmente está representado en el Museo del Prado y el que lleva su nombre en Madrid, el Metropolitan de Nueva York, el de Orsay en parís, el J. Paul Getty de Los Ángeles, los de Bellas Artes de Bilbao y Valencia, la National Portrait Gallery de Londres y muchos otros.