Tesoros de un imperio: Importante colección de vidrio romano
Tesoros de un imperio: Importante colección de vidrio romano
¿Cómo podemos entender el valor de una pieza con cerca de dos mil años? En la actualidad nos guiamos por su estado de conservación, la pureza y finura de sus acabados y, como es lógico, por su procedencia. Sin embargo, queda un elemento fundamental para apreciar el arte del vidrio romano y para eso tendríamos que pensar como lo habría hecho un verdadero ciudadano romano. Séneca nos recoge una historia perfecta para entenderlo.
El rico banquero conocido por sus lujos y extravagancias, Vedio Polión, dio un banquete opulento al que acudió el mismísimo emperador Augusto. Entre las maravillas que podían disfrutar los invitados se encontraban, entre otros, una finísima vajilla de cristal de la que bebían vino de Falerno y, como solían decir en la época, parecía que las frutas flotaban de entre las manos de los sirvientes de lo translucidos que eran los recipientes. Uno de los esclavos de la casa tuvo el infortunio de precipitar una copa contra el suelo quedando esta destrozada. El anfitrión sin ningún atisbo de clemencia lo condenó delante de los asistentes a morir devorado por las morenas de su estanque. El emperador quiso evitar el suceso y acabo dando una lección al propio Polión. Después de reprenderle por su desproporcionada medida, Augusto instó a todos los criados a arrojar al suelo toda la vajilla con la promesa de ninguna represalia. De esta forma, el banquero quedó sin su preciado tesoro y con la burla de todos los asistentes.
Parece una exageración la historia, pero pone de manifiesto el alto coste económico y el aprecio que se le daba a las manufacturas de vidrio. La vida de un criado, por la de una copa. Afortunadamente en estos momentos podemos apreciar estas maravillas con un criterio exigente pero menos agresivo. Las piezas en vidrio, como comprobamos, eran bienes de lujo en formatos que suelen ser discretos y con un especial interés por los acabados.
La colección que subasta Setdart procedente del Hotel Cambón de Paris y de una antigua colección particular española y es un testimonio único del arte del vidrio en época romana. Acostumbrados a ver en el mercado piezas como ungüentarios o lacrimatorios, que eran más habituales y comunes, los recipientes de la colección destacan por su rareza y su excepcional estado de conservación. Las dimensiones de los objetos son un detalle que influye que hayan llegado a nosotros. Las piezas de formatos más grandes o con decoraciones complejas como las asas o cenefas implican una mayor dificultad en cuanto a su supervivencia. Tengamos en consideración que el soplado del cristal en la época imperial, con las técnicas que disponían, implicaba un nivel de precisión y minuciosidad extremo. Añadido a esto estaría el comercio de esas piezas que eran distribuidas a todos los rincones del imperio y posteriormente por sus propietarios.
Si bien las tipologías de las piezas que presentamos aluden con cierta claridad a su uso doméstico, son mucho más que eso. Los dos siguientes lotes, son claramente unas jarras que debían de usarse para verter algún tipo de líquido, quizá una bebida o aceite. En la actualidad puede que por costumbre no valoremos el efecto que tendría para un romano ver con nitidez el contenido de una de estas jarras a través de ella. La costumbre habitual de usar vajillas de cerámica opacas hacia de un hecho como este un verdadero lujo. Por poner un ejemplo visible; los romanos mezclaban su vino, mucho más intenso que el nuestro actual, con agua y en ocasiones con especias, miel e incluso flores. Ver la delicadeza de todos los elementos fundirse dentro de una de estas jarras habría sido un privilegio al alcance de muy pocos.
La pequeña abertura a través del estilizado cuello del primer lote quizá pudo contener algún liquido preciado. Podemos imaginar cómo se vería en su interior el sensual movimiento y color de algún perfume o esencia. Un recipiente enigmático por su calidad, estado de conservación y tipología es el otro recipiente romano. Este recipiente con una boca más ancha debió de guardar en su interior distinto al servicio de mesa. Los pequeños y delicados objetos de vidrio se incluían dentro de los ajuares de las damas ricas. Los cuencos, vasos y demás piezas se utilizaban para contener los materiales que rodean al mundo del maquillaje: khol importado de Egipto para pintarse alrededor de los ojos, lociones a base de flores exóticas y por su puesto polvos extraídos de minerales y gemas. Un mundo sofisticado que milagrosamente ha llegado a nosotros intacto, permitiendo así conocer un poco mejor las glorias cotidianas del mayor imperio de la antigüedad.