En Setdart los recuerdos de Picasso.
Durante el próximo mes, Setdart Subastas ofrece al público una interesante colección de documentos manuscritos por Pablo Picasso, recuerdos atesorados por sus amigos, testigos de la vida del gran genio malagueño, de su juventud y de su madurez. Aunque la mayor parte de ellos están dirigidos a quien fuera uno de los grandes amigos de Picasso, Manuel Pallarés (1876-1974), la primera cronológicamente es una carta fechada en París en 1901. Se trata de una breve misiva dirigida a Miquel Utrillo (1862-1934), enriquecida además con dibujos, escrita en los felices días previos a la primera exposición de Picasso en París, inaugurada el 23 de junio de ese mismo año de 1901.
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A continuación, encontramos cuatro piezas dedicadas a Manuel Pallarés: una postal publicitaria de la exposición de cerámica de Picasso en Vallauris, con fecha de 1956; un dibujo que refleja la llegada de los dos amigos, Picasso y Pallarés, a París, con dedicatoria de 1958; un catálogo de los retratos de Picasso dedicado a mano en 1959; y finalmente una fotografía del propio artista dedicada en 1960 a su amigo, en la que menciona los más de sesenta años de amistad que les unen. El último documento está dirigido al hijo de Manuel Pallarés, René, en 1967. Son todos ellos ejemplos de la personalidad de Picasso, del cariño que profesaba a sus amigos, de su vertiente más humana y privada.
Manuel Pallarés y Pablo Picasso se conocieron en las clases de La Llotja de Barcelona en 1895, y pronto forjarán una amistad que se prolongará hasta la muerte del malagueño, en 1973. Tras una estancia de Picasso en Madrid, regresa a Barcelona y Pallarés le invita a pasar una temporada en su casa natal, situada en Horta de Ebro. Este pueblo catalán será decisivo en la formación estética y plástica del joven artista; dejó de firmar como Ruiz para hacerlo con su segundo apellido, el materno, notablemente más sonoro, y comenzó a pintar y meditar sobre la naturaleza en compañía de su amigo. Cuando Picasso regrese a la capital catalana lo hará como una persona nueva, más consciente de sí misma, cercana a la naturaleza y a la cultura tradicional, alejada definitivamente de todo academicismo. Se inicia así, gracias a la experiencia compartida con Pallarés, la madurez de este gran genio del siglo XX.
