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Escuela italiana o flamenca del siglo XVI. “San Sebastián”.

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Lote en subasta:

Escuela italiana o flamenca del siglo XVI.
“San Sebastián”.
Marfil tallado.
Con peana posterior.
11 cm de altura de la talla; 3 x 3,7 x 3,7 cm (peana).

 
Imagen devocional enteramente realizada en marfil tallado, representando a san Sebastián en su martirio, atado a un árbol que sería probablemente de madera, hoy perdido, y con varias saetas clavadas en su cuerpo, de las que permanecen los agujeros en el pecho y el muslo izquierdo del santo. Éste, acusadamente clásico en su anatomía, presenta un tratamiento monumental propio del manierismo, de herencia migelangelesca, y su posición asimétrica y curvada, ascendente, rompe el equilibrio clásico y avanza el movimiento giratorio ascendente que será básico en la escultura barroca.

Nacido en las Galias y criado en Milán, Sebastián fue centurión de la primera cohorte en los tiempos del emperador Diocleciano (finales del siglo III – principios del IV). Denunciado porque exhortó a sus amigos Marcos y Marcelino a permanecer firmes en su fe, por orden del emperador fue atado a un poste en el centro del campo de Marte, y sirvió de diana viva a los arqueros que lo asaetearon. Pero no murió por ello. La viuda Irene, que quería levantar su cuerpo para darle sepultura, advirtió que aún respiraba, vendó sus heridas y le salvó la vida. Después de su curación reapareció ante Diocleciano para reprocharle su crueldad ante los cristianos. Entonces fue flagelado, se le dio muerte a palos en el circo y su cadáver fue arrojado a la cloaca Máxima. Poco tiempo después, san Sebastián se aparece a santa Lucila mientras duerme para revelarle el sitio donde se encuentran sus restos, y le pide que le dé sepultura en las catacumbas. Las flechas, que habían sido instrumento de su suplicio y se convirtieron en su atributo, le valieron el patronazgo de numerosas corporaciones: arqueros y ballesteros, tapiceros por la similitud con las agujas de tapicería, y vendedores de hierro, porque era el material de las puntas de las fechas.

Pero su inmensa popularidad en la Edad Media y posteriormente en el Renacimiento se deriva, esencialmente, del poder contra la peste que se le atribuía, en una época en que las epidemias diezmaban a la humanidad. Se dan dos explicaciones para justificar este patronazgo contra la peste. La primera es que, según una antigua creencia, el pueblo se representaba la peste como una lluvia de flechas lanzadas por un dios irritado. Otra explicación atribuye el patronazgo al éxito de su intervención, mencionada por Pablo diácono, durante la peste que devastó Roma en el año 680. Su iconografía es extremadamente rica por varias razones. Durante la Edad Media, el miedo a la peste y la devoción de las cofradías de arqueros multiplicaron sus imágenes. En cambio, el Renacimiento lo adoptó porque su martirio era un cómodo pretexto para glorificar la belleza del cuerpo humano desnudo. Así, si durante el periodo medieval se representaba al santo como un anciano barbudo o como un efebo imberbe, indistintamente, a partir del siglo XV se impondrá el tipo juvenil.

 

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