Ricardo Canals Llambí (Barcelona, 1876 – 1931). “El torero herido” y “Retrato de cantante”.
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CANALS LLAMBÍ, Ricardo (Barcelona, 1876 – 1931).
“El torero herido” y “Retrato de cantante”.
Óleo sobre lienzo, pintado por ambas caras.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo y al dorso. Con etiqueta y sello en el bastidor de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 50 x 61 cm; 69 x 80 cm (marco).
Esta obra fue exhibida en la exposición “Ricard Canals. 11 olis i 24 dibuixos”, celebrada en la Sala Parés de Barcelona en 1990.
En este lienzo Canals nos presenta una obra principal, una escena taurina en la que dominan los tonos azafranados propios de la “Colla del Safrà”, y un peculiar retrato al dorso, una figura femenina trabajada en un estilo de enorme expresividad, abocetado y rápido. Se trata de un retrato en el que poco importan los rasgos de la modelo; el protagonismo recae en el juego de colores y, sobre todo, de luces y sombras en el rostro, que dotan a la mujer de un cierto aspecto artificioso, a modo de instantánea de los personajes que poblaban la vida nocturna de la Barcelona de la época.
La obra principal, en cambio, se nos muestra perfectamente pensada y terminada, con una composición asimétrica que juega a distraer la atención del espectador en un primer momento, para luego guiarla irrevocablemente hacia el centro dramático de la escena, el torero herido que es sacado de la arena ante los asustados y atónitos rostros del público. Formalmente en esta obra se aprecia por qué Canals es considerado, junto a Pidelaserra, el pintor catalán que mejor asimiló la lección del impresionismo francés y, más concretamente, de la obra de Auguste Renoir. Por su temática, podría enmarcarse en las fechas en las que el maestro catalán trabajó para Durand-Ruel, a principios del siglo XX, dado que se centró entonces principalmente en temas típicamente españoles, como la tauromaquia. Respecto a la factura, Canals construye sus composiciones y figuras al carboncillo y luego las pinta, superponiendo finalmente el color al dibujo. De ahí el absoluto protagonismo del color a nivel formal, un cromatismo que crea una atmósfera determinada, deliberadamente buscada, que juega con las luces y las sombras, reforzando la construcción del espacio en profundidad. Como ya hemos indicado más arriba, dominan los colores azafranados, y también otros propios de la “Colla del Safrà” como los rojos y los naranjas. En definitiva, era una apuesta por un cromatismo contrario al azul y al gris modernista. Sin embargo, hay que decir que en “El torero herido” aparecen tonalidades grisáceas que sirven como contrapunto a los tonos más cálidos, aunque carecen del cariz lúgubre de los grises modernistas. Son más bien como los que pintaba Rusiñol en su época de Sitges, hacia 1890. Así, estéticamente Canals se posiciona con esta obra a contracorriente, en su apuesta por la luminosidad. Era por tanto crítico con la corriente modernista, que tan complaciente era con la clase burguesa.
Canals fue pintor, dibujante y grabador, miembro de la “Colla del Safrà” (Grupo del Azafrán, así denominado por su peculiar paleta cromática) junto con los pintores Nonell, Mir, Pichot y Vallmitjana. Inició sus estudios en la Escuela de La Lonja de Barcelona, pero los abandonó poco después para continuar pintando en la calle. Amigo de Isidre Nonell, en 1896 viajan juntos a Caldes de Boí, y al año siguiente se trasladan a París. En la capital francesa ambos expusieron en la galería Chez Dosbourg con gran éxito. Nonell vuelve a Barcelona y Canals se queda trabajando para el marchante Durand-Ruel, el marchante de los impresionistas, representante de artistas como Corot, Monet o Pissarro. Fue amigo personal de Picasso en esta época, quien retrató a su esposa. Destacó su participación en los salones franceses de 1897 y 1898, así como en la exposición celebrada en 1902 en la galería de Durand-Ruel de Nueva York. En 1907 regresa definitivamente a Barcelona, donde presidió la asociación Las Artes y los Artistas. Desde entonces realizará varios viajes por España, visitando Madrid, Sevilla y Granada. Sus obras tuvieron desde entonces un sabor netamente español, conjugado con su lenguaje de factura moderna. Precisamente será esa temática española la que le granjee en París sus mayores éxitos, aunque en sus últimos años evolucionó hacia una pintura más cercana al noucentisme. Se distinguió también como retratista. Su última obra importante, antes de su prematura desaparición, fue la decoración del techo de una de las salas del Ayuntamiento de Barcelona. En 1933, dos años después de su muerte, la sala Parés de Barcelona le dedicó una amplia exposición de homenaje. Gran parte de su obra se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, pero también está presente en las colecciones de la abadía de Montserrat, el museo Thyssen-Bornemisza o el museo Nacional de Bellas Artes de Chile.
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