Los desposorios de la Virgen, S XVI
A lo largo de la edad media la figura de la Virgen María se irá construyendo y definiendo hasta ser el modelo ideal (e imposible) de femineidad: la doncella virginal que es a la vez madre amorosa, la humilde “esclava de su señor” (AncillaDomini) que es también reina de los cielos (“Regina coeli”). Esta construcción partirá sobre todo de la exégesis de los teólogos y de fuentes apócrifas, puesto que en el Nuevo Testamento María es un personaje discretísimo, cuya voz apenas se escucha y que únicamente en dos ocasiones dialoga con su hijo. La Madre de Cristo alza la voz para aceptar el anuncio del arcángel Gabriel, al comunicarle este que será la Madre de Dios. Entona más tarde el canto exultante del Magníficatal abrazar a su prima Isabel, a quien visita cuando se halla próxima a dar a luz a san Juan el Bautista. Al encontrar en el Templo a Jesús, aún niño, extraviado en las populosas fiestas que se celebraban en Jerusalén se dirige a él reprochándole la angustia que le ha hecho pasar su desaparición y, finalmente, habla en las Bodas de Canaán, cuando pide a su hijo que obre el milagro de la conversión del agua en vino.
La virginidad de María, y su matrimonio con José fueron temas apenas sugeridos en los evangelios canónicos, pero muy controvertidos, ampliamente debatidos y desarrollados en otro tipo de fuentes. Evangelios apócrifos como el del Pseudo-Mateo,narran que María residió en el Templo de Jerusalén desde los tres años de edad hasta la llegada de la pubertad, cuando la joven fue entregada por los sacerdotes, previa intervención del Espíritu Santo, al anciano y viudo José, que la tomó como esposa únicamente con la voluntad de protegerla y custodiarla. La narración del Pseudo-Mateo será retomada y reelaborada por Jacobo da Varazze en su“Leyenda Áurea”, recopilación de vidas de santos y auténtico best-seller de la edad media.
En estos relatos se basan obras como la que ahora presentamos, atribuible, en función de su estilo, a la escuela alemana de principios del siglo XVI. La juvenil María, con un sofisticado vestido de terciopelo ribeteado de armiño a la moda de la época, toma de la mano a un anciano José, en cuya decrepitud se hace hincapié puesto que supone una defensa de la virginidad de María. La ceremonia, presidida por el Sumo Sacerdote, con un exótico tocado que busca evocar su condición de judío, se desarrolla en el interior del templo, junto a un altar, y ante el único testimonio de una mujer anciana en quien podemos reconocer a Ana, la madre de la Virgen o a la profetisa del mismo nombre que habitaba en el Templo.