Setdart presenta una importante colección privada de arte chino y del sudeste asiático.
Casi sesenta lotes donde escultura, elementos arquitectónicos, mobiliario y artes decorativas participan de un conjunto con vida propia, resultado de toda una vida dedicada al coleccionismo oriental. Al igual que en el siglo XVI aristócratas y reyes centraron sus esfuerzos en adquirir objetos inusuales para sus gabinetes de curiosidades, una suerte de coleccionismo renacentista impulsado por el mero afán de conocer, el siglo XIX y XX, como consecuencia de la prosperidad y el ocio, hizo que un mayor número de personas pudieran ser partícipes del coleccionismo, democratizándolo y enriqueciendo los campos que tocaba.
Si bien el coleccionismo de piezas orientales empezó ya en el siglo XIX, en parte espoleada por la forzosa apertura de Japón al extranjero mediante el Tratado Harris en 1858, los países del sudeste asiático quedaron rezagadas con respecto de sus vecinos del norte del continente, posiblemente debido a un desconocimiento de las culturas que se desarrollaron en Vietnam, Camboya, Laos, Tailandia o Birmania.
Durante el último cuarto del siglo XX se ha vivido, sin embargo, un incremento del interés por parte del mercado hacia estas culturas, principalmente por lo que supone la exploración de un terreno inexplorado que los coleccionistas han acogido de buen grado, interesándose por estas piezas y por la cultura que las engloba; nacieron, de esta manera, ferias especializadas que supieron poner en valor las obras, dándoles un lugar de importancia dentro del coleccionismo. Además, el aumento de las riquezas autóctonas en el siglo XXI, que buscan la repatriación de obras que salieron en los años 70 y 80, ha conseguido que el sudeste asiático no haya perdido el interés suscitado desde décadas atrás.
La colección que Setdart licita tuvo su germen en la década de los 90 del siglo XX, fruto del afán coleccionista de una persona que supo ver en el sudeste asiático una oportunidad, no sólo económica, sino intelectual, pues sumergirse en la vasta simbología oriental no es sencillo para la mente occidental, suponiendo todo un reto y un ejercicio de plena dedicación y estudio. Este interés por el arte no fue algo espontáneo, pues el ambiente coleccionista fue una constante en su hogar, con su padre dedicando sus esfuerzos también a otras áreas del coleccionismo.
Son muchos los lotes que podríamos destacar, sin embargo, vamos a centrarnos en unos pocos que representen su lugar de origen, creando así una red geográfica extremo oriental.
Del sur del estado del Rajastán, en India, destaca una pieza extremadamente rara por haber llegado hasta nosotros sin haber sido desmantelada: un altar o parikara jainí en mármol parcialmente policromado de los siglos X-XIII, lote 35315846. Normalmente este tipo de piezas, cuando aparecen en el mercado, lo hace por partes; el remate, un friso o alguno de los montantes. Sin embargo, el que el altar cuente con la mayoría de sus piezas es un hecho inusual, elevando la cotización de la pieza.
De China, como no podía ser de otra manera, hay una importante representación, aunque queremos destacar tres lotes, que si bien se licitan por separado son parte de un mismo conjunto. Se trata de tres cabezas de Louhan de los siglos XVII – XVIII, en piedra arenisca, que simbolizan el deseo, el amor y la alegría. Destacan por la expresividad de sus rostros, especialmente la representación de la alegría, con un marcado naturalismo que contrasta con el tamaño de los cráneos, dimensiones simbólicas que reflejan el grado de iluminación de los personajes, al igual que ocurre con la deidad Shou Lao.