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“GIACOMO DA CASTELLO”; Jacob VAN DER KERCKHOVEN (Amberes, c.1637 – Venecia, c.1712). “Bodegón de aves y frutas”.

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“GIACOMO DA CASTELLO”; VAN DER KERCKHOVEN, Jacob (Amberes, c. 1637 – Venecia, c. 1712).
“Bodegón de aves y frutas”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior central.
Con marco del siglo XVII.
Medidas: 77 x 65 cm.
Obra publicada en F. Zeri, “La natura morta en Italia”, vol. I, p. 355-363 (1989).

En esta extraordinaria obra se aprecia la doble influencia que caracterizó la pintura de Van der Kerckhoven: por un lado la pintura flamenca de su formación y por otra la italiana, dado que residió la mayor parte de su vida en Venecia. Así, vemos una composición suntuosa y compleja, aunque carente de los detalles escenográficos propios de la escuela contemporánea flamenca. Al contrario, vemos objetos cotidianos, propios de la vida del pueblo, como higos, pepinos, cerezas y aves de corral. También los objetos que aparecen, un cesto de madera y una vasija de barro, son totalmente sencillos, populares y alejados de todo lujo escenográfico. Sin embargo, el pintor se recrea en la descripción de sus calidades como si se tratase de finísimas copas de cristal o de ricos vasos de bronce; vemos la delicada textura de la madera curvada, la textura cálida de la arcilla, los finos pliegues del papel que recoge las frambuesas… Idéntica atención presta el autor a los animales y frutos, que fueron su gran especialidad. Así, demuestra su maestría en la sutileza de los colores del plumaje de las aves, en la cualidad empolvada de los higos, en la minúscula pincelada que da textura a las frambuesas. Cabe señalar asimismo la importancia de la iluminación, en cierto modo heredera del tenebrismo italiano. Se trata de una luz natural, diferente a la tenebrista, pero que como ella incide directamente en los elementos principales de la composición, dejando el resto en penumbra y creando expresivos efectos de claroscuro que, mediante el contraste, realzan el volumen de los distintos elementos y reflejan una atmósfera cálida e intimista.

Jacob van der Kerckhoven fue un pintor nacido en Amberes hacia 1637 y principalmente activo en Venecia, donde cambió su nombre a Giacomo da Castello debido al distrito veneciano en el que residía . Abordó temas diversos, como el paisaje o las escenas de género, pero destacó principalmente como especialista en bodegones con animales vivos. Documentado como discípulo en el taller de Jan Fynt en 1649, Kerckhoven se instaló en Venecia en 1660, y pronto su talento le llevó a ser uno de los pintores de naturalezas muertas más famosos de Venecia, llegando a ser pintor de cámara del Dux. Mantuvo de su formación flamenca una certera precisión en la descripción de detalles y calidades, tanto en los animales como en las frutas y otros alimentos. Posteriormente sumará a su estilo la luz de Italia, frecuentemente matizada por un claroscuro sabiamente trabajado. En su obra desplegó un personal repertorio de pequeños animales, incluyendo patos, pavos e incluso conejillos de indias, acompañados de legumbres, frutas, vegetales y otros alimentos populares, de gran sencillez. Su lenguaje denota la doble vertiente de su cultura personal, flamenca por un lado e italiana por otro. Así, abordará vastas y ambiciosas composiciones como las que había visto en los talleres de Amberes, y al mismo tiempo desarrollará un lenguaje de encanto casi ingenuo. Por otro lado, en su producción conviven obras de plácida composición, como la que aquí presentamos, con otras cargadas de dinamismo, incluso de violencia, en la más pura línea del bodegón dinámico flamenco, como “La batalla de las aves y las bestias” de la Burghley House Collection de Lincolnshire, Inglaterra. Actualmente está representado en el National Trust británico, la Galería Nacional de Eslovenia y en los Museos de Stuttgart y Budapest, entre otras colecciones tanto públicas como privadas.

Durante el siglo XVII, en Flandes se dio un creciente aumento de la demanda de pinturas para decorar las casas de la burguesía. Aparte de los retratos y grandes telas de tema religioso, histórico o mitológico, los artistas se especializaron, pintando obras de tamaño medio que poco a poco aumentaron de formato, con naturalezas muertas, animales, paisajes y escenas de género. Las pinturas que reproducen gabinetes de coleccionistas de la época son explícitas al respecto, hasta el punto de originar un nuevo género pictórico autónomo. Sin duda, el futuro de esta pintura hubiera sido otro sin Rubens, cuyo arte revolucionó el panorama artístico de Flandes introduciendo una nueva vía plenamente barroca y aportando un sentido de unidad y opulenta suntuosidad al ordenado y enciclopédico muestrario que eran las preciosistas descripciones de sus paisanos. Deudores de su manera o subordinados a su labor, los especialistas trabajaron en una línea nueva, sumando a sus composiciones un objeto accesorio, un paisaje o un fondo decorativo. Dentro de la pintura flamenca de bodegones del siglo XVII se distinguen dos tendencias, la estática, representada por Clara Peeters y Osias Beert, y la dinámica, con Frans Snyders y Paul de Vos. Esta obra pertenece a la segunda de estas escuelas, caracterizada por seguir el barroco rubeniano, en un sentido netamente dinámico. Los bodegones dinámicos se caracterizan por las composiciones plagadas de acusadas diagonales, y por la frecuente presencia de animales vivos, interactuando con los objetos del bodegón, captados en pleno movimiento. Como aquí vemos, en las composiciones se forman zigzags que aportan movimiento, a la vez que los objetos se acumulan, ya sin ninguna claridad. En resumen, se trata de bodegones de gran sentido decorativo, de gran riqueza, una característica netamente barroca, que se sirven del naturalismo de la captación de las calidades de animales y objetos y del dinamismo de las composiciones para atrapar la mirada del espectador.

 

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