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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867). Lote 33008679

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RODRÍGUEZ DE GUZMÁN, Manuel (Sevilla, 1818 – Madrid, 1867).
“Romería”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad, emitido por Enrique Valdivieso, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla.
Medidas: 101 x 141 cm; 116 x 156 cm (marco).

En su certificado, Enrique Valdivieso indica que se trata de una obra claramente perteneciente a la escuela sevillana de mediados del siglo XIX, y que en ella es posible reconocer con claridad la característica configuración expresiva de los tipos físicos propios del estilo de Manuel Rodríguez de Guzmán, del cual es obra auténtica. Por sus características técnicas, Valdivieso fecha esta obra hacia 1850, poco antes del traslado del pintor a Madrid en 1852.
Destacado pintor especializado en escenas costumbristas y folklóricas andaluzas, Rodríguez de Guzmán inició su formación en la Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla. Allí fue discípulo de José Domínguez Bécquer, quien le inició en la pintura costumbrista, y bajo cuya dirección desarrolló el pintor su primera etapa. Progresivamente fue acometiendo pinturas de mayor empeño compositivo, ambientadas en escenarios más amplios que los de sus primeras obras.
Atraído el interés de Isabel II por sus pinturas, en 1854 se establece en Madrid con intención de trabajar como pintor de corte. Este interés cristalizó en una propuesta que Rodríguez de Guzmán elevó a la reina, consistente en la realización de una amplia serie pictórica que recogiese las distintas fiestas, ferias y romerías que se celebraban en España, comprometiéndose en realizar un cuadro de este tipo al año. Aunque finalmente no pudo completar el proyecto, el pintor llevó a cabo varias obras que pasaron a formar parte de la colección real, como su obra maestra, “La feria de Santiponce”.
Amigo de Antonio María Esquivel, participó asiduamente en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, obteniendo en 1858 una mención honorífica por su obra “Rinconete y Cortadillo”, inspirada en las “Novelas Ejemplares” de Cervantes. La actividad de Rodríguez de Guzmán en Madrid gozó de especial predilección oficial, puesto que el Estado le adquirió en 1864 dos obras, hoy en paradero desconocido, tituladas “Las habaneras” y “Gitana diciendo la buenaventura a unos gallegos”. Trabajó asimismo los temas taurinos, de historia e incluso el retrato, revelando en estos últimos una factura marcada por un desenfado técnico de evocación goyesca, quizás derivado de profunda amistad con el pintor Eugenio Lucas.
Su pintura se caracterizó por un colorido brillante, así como por su gran facilidad para captar con naturalismo e instantaneidad los tipos populares, organizados en escenas repletas de figuras descritas minuciosamente. Su arte destaca asimismo por la maestría compositiva, así como por el empleo de una pincelada ágil y deshecha, que otorga una gran vitalidad a sus escenas.

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GOYA Y LUCIENTES, Francisco de (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 – Burdeos, Francia, 1828). Lote 33007080

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GOYA Y LUCIENTES, Francisco de (Fuendetodos, Zaragoza, 1746 – Burdeos, Francia, 1828).
“La Virgen del Carmen intercediendo por las almas del Purgatorio”.
Óleo sobre lienzo.
Expertizado por José Luis Morales Marín, gran experto en la obra de Goya (se adjunta informe).
Medidas: 107 x 83,5 cm; 120 x 97 cm (marco).

En este lienzo se representa a la Virgen del Carmen, coronada y con el Niño en brazos, sobre un pedestal de nubes en el que asoman cabezas aladas de querubines, inclinada sobre las almas del purgatorio, hombres y mujeres desnudos que se alzan entre las llamas, tratando de alcanzar a María. La escena es contemplada por numerosos ángeles, mancebos y niños, uno de los cuales incluso sostiene en sus brazos a una de las almas, un hombre desnudo que une sus manos en señal de oración.
Se trata de una composición acusadamente barroca, inmersa en la tradición hispana del género. Así, el esquema es dinámico y marcadamente escenográfico, pensado para presentar ante el fiel un espectáculo divino, triunfal, pero a la vez comprensible. Así, la Virgen aparece en el centro, destacada por la composición y la iluminación, y toda la acción gira en torno a ella, todas las miradas se dirigen hacia la Virgen y el Niño. Tan sólo algunos rostros de querubines miran hacia otra parte: las almas del purgatorio, en el caso de los situados en el pedestal de nubes, o bien mirándose entre sí, como vemos más arriba, un detalle que rompe la rigidez compositiva e introduce narratividad en la escena.
En su informe, Luis Morales y Marín indica que esta obra presenta una serie de características técnicas y semejanzas estilísticas que indican que se trata de una obra de Francisco de Goya. Ofrece, de hecho, bastantes semejanzas con otras pinturas del maestro aragonés llevadas a cabo en la década de 1780, en cuanto al género religioso se refiere. Así la coloración, la manera de combinar los pigmentos, los modelos iconográficos de los ángeles niños y mancebos, la forma de resolver las nubes, etc., ofrecen similitudes al respecto. Por otro lado, por diversas cartas de Francisco de Goya a su amigo Martín Zapater en esa época, sabemos que el pintor manifiesta su intención de llevar a cabo una Virgen del Carmen para su paisano. Y varios son los ejemplares que diversos autores han tratado de identificar con esa obra hoy perdida, y que bien podría tratarse de esta que nos ocupa.
Uno de los más destacados pintores de toda la historia del arte universal, Francisco de Goya recibió sus primeras lecciones de dibujo y pintura de José Luzán Martínez, quien enseñaba en su casa y también en la Academia de Dibujo fundada en Zaragoza en 1754. Después de tres años de estudios con este maestro, Goya solicitó una pensión de la Real Academia de San Fernando, en 1763, a los diecisiete años. Parece que por entonces era ya alumno de Francisco Bayeu, quien había regresado de la corte. Sin embargo, Goya no logrará entrar en la Academia, ni tampoco cuando vuelva a intentarlo en 1766. En torno a 1770 emprende un viaje a Italia para ampliar su formación y mejorar sus posibilidades. Ya allí dejará constancia de su temprano gusto por lo grotesco y lo satírico.
Regresa a Zaragoza al año siguiente, y poco después recibe su primer encargo importante, la pintura de la bóveda del coreto de la basílica del Pilar. Desde entonces recibirá diversos encargos, por parte de aristócratas aragoneses, y será uno de ellos, la serie de murales sobre la vida de la Virgen para la cartuja del Aula Dei, la que aumentará su fama en 1774. Un tiempo después será llamado por Anton Raphael Mengs, primer pintor de Carlos III, para pintar cartones de tapices para la Real Fábrica de Santa Bárbara.
Se establece pues Goya en Madrid en 1775, y durante este tiempo realizará otros encargos importantes. En 1780 ingresa en la Academia de San Fernando y, tras iniciarse en el retrato, en 1783 pinta a toda la familia del hermano menor de Carlos III, el infante Don Luis.
Esta obra, y sus contactos con la aristocracia, le abre finalmente las puertas de la corte. Carlos IV alcanza el trono en 1788, y tan sólo unos meses después, en 1789, nombra a Francisco de Goya su Pintor de Cámara, lo que supondrá el definitivo triunfo del artista aragonés. No obstante, en 1792 Goya cae enfermo, y sufrirá secuelas de ellos el resto de sus días. La enfermedad agrió su carácter, pero en cambio avivó su genio. El estilo suave y adulador con que había complacido a la corte dejará paso a una nueva forma de trabajar, si bien su posición no se verá perjudicada: en 1795 es nombrado director de pintura de la Academia de San Fernando, y ese mismo año inicia su relación con los duques de Alba. Realiza la serie de “Los Caprichos”, acomete los frescos de San Antonio de la Florida y en 1800 pinta “La familia de Carlos IV”.
Durante los primeros años del siglo XIX continuará trabajando como retratista para los más destacados personajes de la aristocracia, hasta el estallido de la Guerra de la Independencia, que supuso un grave conflicto interior para el pintor, que se ve atrapado entre su ideología liberal, que lo acerca a los afrancesados, y su patriotismo, que le atrae hacia los que están luchando contra los franceses. Su obra se hace entonces más negra, más triste, como muestra por ejemplo la serie de grabados “Los Desastres de la Guerra”. En paralelo, su estilo se hace más suelto y empastado. Finalizada la contienda, como Pintor de Cámara debe retratar a Fernando VII quien, en último término, evitará que culmine el proceso iniciado por la Inquisición contra el pintor, por haber firmado obras inmorales. No obstante, la relación entre el monarca y el pintor no es fluida, y el gusto de la corte ha cambiado, inclinándose hacia un detallismo y minuciosidad que contrastan con la pincelada suelta y los empastes de Goya. Éste es finalmente sustituido como Pintor de Cámara por Vicente López, y se sume en un periodo de aislamiento, amargura y enfermedad que le llevarán a recluirse en la Quinta del Sordo, a las afueras de Madrid, donde realizará su obra suprema: las Pinturas Negras.
Harto del absolutismo que impone Fernando VII en España, Goya marcha finalmente a Francia en 1824, donde se reúne con amigos liberales exiliados. Allí pasará sus últimos años y realizará su obra final, “La lechera de Burdeos”, en la que anticipa el impresionismo. Actualmente su obra forma parte de las más destacadas pinacotecas del mundo, desde el Museo del Prado hasta el Metropolitan de Nueva York, pasando por el Hermitage de San Petersburgo, el Louvre de París o la National Gallery de Londres.

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CHICHARRO Y AGÜERA, Eduardo (Madrid, 1873 – 1949). Lote 33003918

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CHICHARRO Y AGÜERA, Eduardo (Madrid, 1873 – 1949).
“El aquelarre”.
Óleo sobre lienzo.
Se adjunta certificado de autenticidad emitido por el nieto del artista, Antonio Chicharro.
Medidas: 97 x 138 cm; 119,5 x 160 cm (marco).

Padre del poeta Eduardo Chicharro Briones, fue uno de los más grandes pintores de su época, con una enorme facilidad para el dibujo y gran sensibilidad cromática.
Se formó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde tuvo como maestros a Carlos de Haes, Alejo Vera, Luis de Madrazo, Jaime Morera y José Moreno Carbonero. Frecuentó también el taller de Joaquín Sorolla, ampliando posteriormente sus estudios en Roma con una pensión que obtuvo por oposición. También realizó viajes a Francia y Holanda. En 1910 fundó la Asociación de Pintores y Escultores, siendo además su primer presidente. Esta asociación crearía en 1920 el Salón de Otoño, certamen artístico que se sigue celebrando en la actualidad.
En 1912 fue nombrado director de la Academia de España en Roma, en sustitución de don Ramón del Valle-Inclán, por lo que toda la familia se trasladará a la capital italiana, donde permanecerán hasta 1925. Allí fue asimismo miembro de la Real e Insigne Academia de San Lucas. Más tarde llegará a ser director de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, inspector general de Escuelas de Artes y Oficios y director general de Bellas Artes.
Eduardo Chicharro cultivó el paisaje, el retrato y los temas de género, en una obra que se caracteriza por su gran sentido decorativo, un suntuoso colorido, minucioso dibujo y una evolución desde un costumbrismo casi escenográfico hasta un espléndido simbolismo. Remitió sus obras a numerosas exposiciones, tanto nacionales como extranjeras, siendo distinguido en la Nacional de Madrid con segunda medalla en 1899 y primera en 1904, así como con medalla de honor en la edición de 1922. Fue también galardonado con el primer premio en las Exposiciones Internacionales de Lieja, Munich y Barcelona. Eduardo Chicharro está actualmente representado en el Museo del Prado, el Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo de Jaén y el Municipal de Arte Contemporáneo de Madrid, entre otros.
En este lienzo, embarcado dentro de la corriente simbolista finisecular, Chicharro plasma una imagen llena de sensualidad, color, movimiento y fantasía, en la que recrea un aquelarre medieval. En la escena las brujas son hermosas y jóvenes mujeres, que danzan y tocan instrumentos típicamente medievales en un claro del bosque. Entre ellas, sin embargo, destaca la presencia de un hombre embozado, al que una de las bellas brujas aferra, tratando de quitarle la espada para que se una a su celebración. Las mujeres aparecen danzando frenéticamente al ritmo de la música que interpretan con una gaita, un salterio, una pandereta, un órgano de mano y un rabel, todos perfectamente representados con un interés casi documental.

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GIORDANO, Luca (Nápoles, 1634 – 1705). Lote 34000254

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GIORDANO, Luca (Nápoles, 1634 – 1705).
“San Miguel y San Gabriel presentan el Niño Jesús a la Virgen”.
Óleo sobre lienzo.
Atribución confirmada por el Dr. Nicola Spinosa, superintendente del Polo Museale Napoletano y profesor del Istituto Universitario Suor Orsola Benincasa, además de comisario de importantes exposiciones centradas en la pintura barroca italiana y napolitana.
Medidas: 196 x 133 cm; 197 x 140,5 cm (marco).

Esta imponente obra está sin duda realizada durante la etapa española del pintor (1692-1702), y debe ponerse en relación con la obra del mismo tema, aunque de menor tamaño y formato horizontal, conservada en el monasterio de las Descalzas Reales de Madrid (nº 00610684), reproducida en Pérez Sánchez, Alfonso E.: “Luca Giordano y España”, p. 291 lám. R.57 (Madrid; Patrimonio Nacional, 2002) y en Hermoso Cuesta, Miguel: “Lucas Jordán y la Corte de Madrid, una década prodigiosa. 1692-1702”, p. 235 (Caja Inmaculada, 2008).
La obra de las Descalzas Reales seguramente sirvió como boceto o “modelletto” para la pintura que aquí presentamos, prácticamente idéntica en sus personajes, actitudes, luces y composición, pero con un desarrollo vertical que hace el conjunto más grandioso y monumental.
La composición es prácticamente idéntica en ambas pinturas, haciendo sólo los ajustes necesarios para convertir una composición apaisada en vertical; con ese propósito, se aumenta el espacio de nubes y querubines que hay entre el plano inferior, ocupado por la Virgen y San José a la izquierda y San Miguel y San Gabriel sujetado al Niño a la derecha, y el plano superior ocupado por Dios Padre. Es precisamente la figura de Dios Padre la que más variaciones sufre con el cambio de formato del lienzo, presentando en el caso que nos ocupa cuerpo entero y una postura más erguida. Otra variación es la reducción del espacio lateral tras los arcángeles, por lo que la mula desaparece y el buey se recorta considerablemente, manteniendo sólo la cabeza.
El tema representado es la ilustración de un pasaje de “La Mística Ciudad de Dios, Milagro de Su Omnipotencia y Abismo de la Gracia”, escrita por la Madre María Jesús de Ágreda (1602-1665), consejera del rey Felipe IV. En su texto, describe cómo los arcángeles Miguel y Gabriel asistieron “de forma humana y corpórea al misterio”, recibiendo en sus brazos al Niño y entregándoselo a la Virgen. El Niño es el típico giordanesco, que el pintor repite en numerosas ocasiones, recostado sobre el pesebre en escorzo, casi idéntico a otros como el que aparece en “La adoración de los pastores”, conservado en el Palacio de La Granja (nº de inventario 10027428). Siempre en un galo de extrema luminosidad, y tonalidades doradas, con potentes efectos lumínicos, características todas ellas definidoras de la pintura realizada por el maestro napolitano durante su estancia en España.

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RIPOLLÉS, Joan (Castellón, 1932). Lote 33007337

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RIPOLLÉS, Joan (Castellón, 1932).
“Guitarrista”, 2006.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Se adjunta certificado de autenticidad.
Medidas: 130 x 97 cm.

on sólo doce años Ripollés acudía a clases nocturnas de dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Castellón, combinando los estudios con su trabajo de aprendiz en una empresa de pintura industrial. En 1954 se instala en París, entrando a formar parte en 1958 del grupo de pintores de la Galerie Drouand. En 1962 expone en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y en la Caja de Ahorros de Castellón. Se traslada a vivir a Andalucía, donde transcurre su tiempo entre la pintura y la política clandestina por la defensa de las libertades democráticas. En 1967 expone en Nueva York. Muestra su obra en México (galería Miranda), Ámsterdam (Galeria D´eendt), París, Japón… En 1978 expone y presenta el libro de Josep Pla en la Galería Laietana de Barcelona, año en que también expone en El Coleccionista de Madrid. Participa en la edición de ARCO 1988. Tras una primera época de figuración tradicional su obra va inclinándose hacia un expresionismo dramático y, después, hacia una pintura simplificada en un intento de creación imaginativa de una realidad poética. Establece guiños con las primeras vanguardias europeas, sobre todo con la obra de Chagall, Klee y Picasso. El homenaje a este último se hace patente en “Hembra con corazón”, donde el tono hedonista, la saturación cromática, el trazo naïff y la búsqueda de texturas que caracterizan la pintura de Ripollés se ponen al servicio de la deconstrucción picassiana del rostro.

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SANZ, Ricardo (San Sebastián, 1957). Lote 33003386

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SANZ, Ricardo (San Sebastián, 1957).
“Flamencas al alba”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 130 x 162 cm; 160,5 x 192 cm (marco).

Ricardo Sanz es uno de los pintores contemporáneos de lenguaje figurativo de tradición realista más reconocidos. Su obra abarca diversas temáticas, desde el retrato (incluyendo algunos realizados a la familia real española) hasta el paisaje, pasando por todo tipo de temas de figura.
Es considerado un exponente del luminismo en la tradición de Sorolla, si bien su obra refleja también influencias de los maestros clásicos, así como de retratistas de renombre como John Singer Sargent. A lo largo de su carrera ha sido galardonado con importantes premios, como el Nacional de Cultura Viva, el de la Fundación Goya o la Medalla Paul Harris de la Fundación Rotary International.
Sanz procede de una familia estrechamente ligada al mundo del arte; su abuelo fue galerista, propietario de la sala La Perfecta, y amigo de destacados artistas de la época como Sorolla, Zuloaga o Vázquez Díaz. Inició su formación con José Camps a los catorce años, y seguidamente se licenció en Historia en la Universidad de Deusto y también estudió Historia del Arte. Posteriormente amplió su formación en París e Italia, teniendo como maestros a destacados pintores de la época. Finalmente fija su residencia en Madrid, donde vive y tiene su estudio desde 1980. Mantuvo siempre, no obstante, su vinculación con su San Sebastián natal, donde pasa largas temporadas.
Durante la década de los 80 su obra irá siendo cada vez más reconocida, especialmente entre destacados personajes del mundo de la cultura, la política y la aristocracia. De hecho, fue el primer pintor oficial de los Príncipes de Asturias. A día de hoy trabaja con las galerías Echeberria (Madrid y San Sebastián) y Sokoa (Madrid). El Ricardo Sanz de los ochenta y los noventa, el pintor que se instala en Madrid, se nutre de clásicos como Velázquez, Van Dyck o Rembrandt, además de la pintura del siglo XIX y la escuela española. Al mismo tiempo, conoce a los grandes pintores figurativos y retratistas del momento, como Félix Revello de Toro, Ricardo Macarrón, Joaquim Torrents Lladó o Vicente Maeso, lo que le sirvió para enriquecer su espíritu artístico y sus conocimientos al más alto nivel de la pintura figurativa.
Su paleta se hace más fuerte y colorista, y su obra madura con un aire moderno y renovador, con un lenguaje en el que se combinan composiciones exquisitas, muy pensadas, con una técnica depurada y un sensible dominio del color y de la luz. Imprime a sus obras una pincelada moderna y personal, que consigue reflejar con maestría los efectos lumínicos, que gozan de gran protagonismo en sus pinturas. En su faceta como retratista, Sanz demuestra intuición psicológica y una pincelada precisa y elegante que dota a su obra de una atmósfera de gran naturalidad.

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ROVIRA, Walter (Mendoza, Argentina, 1923 – Girona, 2012). Lote 33008308

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ROVIRA, Walter (Mendoza, Argentina, 1923 – Girona, 2012).
“Mujer”.
Oro macizo de 18k.
Firmado.
Medidas: 12 x 10 x 6 cm. Peso: 450 g.

Walter Rovira nació en seno de una familiar de larga tradición cultural e intelectual catalana, inscrita en la Corte de Aragón desde el año 1400. Su abuelo Pau fue crítico de arte en el periódico francés “Le Figaro”, y su padre Rafael fue delegado del periodismo argentino y fundador del Colegio de Periodistas. En este ambiente, Walter Rovira inició sus estudios en la Escuela de Bellas Artes de Paraná (Argentina), a la edad de nueve años, y desde entonces continuará dibujando, pintando y esculpiendo hasta su muerte, desarrollando una carrera de más de cuarenta años de dedicación exclusiva a la creación artística, y consolidando un dominio absoluto de la técnica.
Optó por un lenguaje de raíz clásica, principalmente centrado en la figura humana, que para el artista representa a la naturaleza. Uno de sus grandes temas es la danza, porque en ella están representados todos los movimientos del cuerpo. También realizó paisajes, llegando a trabajar todas las disciplinas: dibujo, grabado, óleo, acrílico…
En su obra escultórica, Walter Rovira experimenta también con todos los materiales, trabajando la escayola, el barro, la cerámica, el hierro, el bronce, la plata y el oro, así como la talla directa en madera, mármol y granito. En 1975 se instaló en Barcelona, y en 1976 se trasladó a Francia, donde permanecerá el resto de su vida, para finalmente pasar sus últimos días en Girona.
A lo largo de su carrera celebró numerosas exposiciones, destacando especialmente las celebradas en la galería Wildenstein de Buenos Aires (1952), la Casa de Mendoza en la misma ciudad (1962), la Sixty One Tempra Gallery de Londres (1976), el Círculo de Arte de Barcelona (1976), la galería Selearte de Milán (1977), la Riba de Barcelona (1977), la Covarsi de Arenys de Mar (1977), la Arpe de Cannes (1980), la Acqualeria de Eygalières (1983, 1984), la Françoise Aillaud Serre de Cornillon (1986) y la Guignè de París (1991). Asimismo, participó en ferias como la Artexpo de Barcelona (1976).
En los últimos veinte años de su vida, Walter Rovira se retiró del panorama expositivo, acumulando su obra sin sacarla a la venta más que de forma esporádica, vendiendo sólo a particulares. De este modo llegará a guardar cerca de mil cuadros, y unas cuarenta y cinco esculturas originales.
Actualmente está representado en la Universidad de México, el Ayuntamiento de Brullà (Francia) y el Museo de la Escuela de Bellas Artes de Paraná, así como en diversas colecciones particulares de Alemania, Japón, Reino Unido, Italia, España, Venezuela, Argentina y Francia. También son de su mano las pinturas murales conservadas en la iglesia de San Juan Bautista de Buenos Aires y en el puerto de Necochea (Buenos Aires).

 

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RENI, Guido (Calvenzano di Vergato, Bolonia, 1575 – Bolonia, 1642). Lote 30193870

RENI, Guido (Calvenzano di Vergato, Bolonia, 1575 – Bolonia, 1642).
“Cleopatra”, 1635-36.
Óleo sobre lienzo. Reentelado a finales del siglo XIX – principios del XX. Con bastidor del siglo XIX.
Se adjunta certificado de autenticidad emitido por el Doctor Stephen Pepper, experto en la obra de Reni.
Medidas: 130,5 x 90,5 cm.

El lienzo que aquí presentamos es una versión anterior del cuadro del mismo título conservado en el Palacio Pitti de Florencia. De hecho, muestra las características del trabajo de Reni en torno a los años 1635-36, en concreto cercanas en el tiempo al bello “San Juan Bautista” de la Galleria Sabauda de Turín. Reni pintó su famosa “Cleopatra” de Florencia en torno a 1638-39, un cuadro que fue regalado al cardenal Leopoldo Medici por el marqués Cospi. No obstante, aunque ambas pinturas presentan idéntica composición, muestran importantes diferencias en su factura. El tratamiento de la superficie pictórica en la obra que aquí presentamos es más sólido, los efectos de color son diferentes; el cromatismo es más asentado y firme, menos brillante. El rostro de Cleopatra es asimismo más pesado y redondo que en la obra del Palacio Pitti, más en la línea del “San Juan Bautista” de Turín.
Otra pintura de este periodo es una “Lucrecia”, aproximadamente de las mismas medidas que este lienzo, y muy similar en su tratamiento. Es posible que las dos pinturas fueran concebidas como pareja, dado que ambas muestran el mismo énfasis en la parte física de la tragedia. En “Lucrecia”, la figura sostiene la daga dispuesta a clavársela a sí misma, y en esta “Cleopatra” la serpiente aparece a punto de morder a la reina. En la “Cleopatra” posterior, de Florencia, Reni restará énfasis a la presencia física de la figura para hacer hincapié en su presencia espiritual, mediante el hábil uso de una paleta diferente, basada en un cromatismo más plateado. Por último cabe señalar la altísima calidad de esta pintura que, junto al exquisito tratamiento de los paños, confirma la naturaleza autógrafa de la obra. Sus diferencias respecto a la “Cleopatra” del Palacio Pitti indican también que no se trata de la obra de un copista.
Maestro indiscutible del clasicismo romano-boloñés junto a Albani y Domenichino, fue sin lugar a dudas el mejor de los tres. Muy ligados a los Carracci y a la ciudad de Bolonia, todos tuvieron una trayectoria similar. Se forman en Bolonia con Denys Calvaert, para después pasar a la Academia degli Incamminati, dirigida por Ludovico Carraci. En 1600 Reni llega a Roma, donde trabajará, junto a Annibale Carracci en la Galería Farnesio. Su mejor periodo se inicia en estos años; en 1609, a la muerte de Annibale, Reni queda como cabeza de la escuela clasicista. En la ciudad será protegido por Scipione Borghese, futuro papa Pablo V, para quien el pintor realizará una de sus obras más importantes, “La Aurora” (Palacio Rospigliosi). En ella se va algo que será ya siempre característico del estilo de Reni, su admiración por la escultura antigua. A partir de las estatuas clásicas, desarrolla un ideal de belleza y perfección que será muy admirado por los pintores siguientes. En 1614 regresa a Bolonia definitivamente. El estilo de Reni evoluciona en una dirección clara, en un sentido cada vez más escultórico y frío, cada vez más plenamente clasicista. Su obra madura se caracterizará por una paleta fría, de reflejos plateados. Finalmente, desde los años treinta, su estilo se torna abocetado, con aspecto inacabado y tendencia hacia lo monocromático, de gran interés desde el punto de vista técnico además de formal.
Actualmente Guido Reni está representado en las pinacotecas más importantes de todo el mundo, entre ellas el Museo del Prado, el Hermitage, el Louvre, el Metropolitan de Nueva York y la National Gallery de Londres, entre muchos otros.

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980). Lote 33002344

MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“Aiguafreda”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Firmado y titulado al dorso.
Medidas: 110 x 120 cm.

A través de su personal pincelada, suelta y expresiva, gestual incluso en algunas zonas, Tarrasó plasma en este lienzo un paisaje lleno de luz, de colores casi imposibles, de herencia fauvista, vivamente iluminados y totalmente protagonistas.
En el primer plano es donde se concentran en mayor medida estos tonos de mayor intensidad, rosas, violetas, azules y amarillos que contrastan sobre el verde y los colores más claros que dominan en el fondo, reforzando la construcción tridimensional del espacio y haciendo hincapié en la diferencia entre el primer plano y los terrenos más alejados del espectador. Así, mediante este recurso Tarrassó nos sitúa en el espacio, nos introduce en el paisaje pintado, rompiendo con la tradicional distancia entre los espacios real y pictórico. Más allá vemos una serie de casas dispersas en una ladera de perfil suavizado, al otro lado de un río de intenso color azul cielo. Las formas se difuminan y el dibujo queda en un segundo plano, pero los volúmenes quedan claramente diferenciados a través del complejo estudio lumínico, que juega con los medios tonos y la yuxtaposición de colores para construir el espacio en profundidad. En este fondo dominan los colores suaves, pasteles, más ligeros que los del primer plano, principalmente azules, malvas y rosas en una amplia gama, aplicados en muros y copas de árboles que destacan sobre el suave verde del terreno. A lo lejos vemos tres grandes casas, cuyas puertas, ventanas y tejados reflejan el tono rojizo de la luz del atardecer. Finalmente, el espacio queda cerrado por las lejanas montañas, sus colores y formas difuminados por la distancia, suavemente silueteados contra un cielo de gran expresividad, trabajado en tonos azules, blancos, rosados y dorados, reflejo de los intensos colores del primer término.
Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico.
Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística.
Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas o Ars, destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949.
A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970.
La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

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CLARASÓ I DAUDÍ, Enric (Sant Feliu del Racó, Barcelona, 1857 – Barcelona, 1941). Lote 33008268

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CLARASÓ I DAUDÍ, Enric (Sant Feliu del Racó, Barcelona, 1857 – Barcelona, 1941).
“Mujer”.
Bronce, con base de mármol y peana de madera, ejemplar 3/10.
Firmada y numerada. Con sello de la fundición R. Vila.
Medidas: 66 cm de altura; 30 x 30 x 3 cm (mármol); 37,5 x 37,5 x 35,5 cm (peana).

Clarasó se formó en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Joan Roig. A principios de los años ochenta conoce a Santiago Rusiñol y a Ramón Casas, con los que expondrá reiteradamente en la sala Parés. A mediados de esta década su estudio devino punto de reunión de artistas, así como primitivo núcleo de El Cau Ferrat. En este momento Clarasó se dedicaba a hacer estatuillas de barro, retratos e imágenes funerarias. Trabajó en la decoración de la Exposición Universal de Barcelona de 1888 y, con las ganancias que le reportó este trabajo, se traslada con Rusiñol a París. Realiza un segundo viaje dos años después, y se integra en el grupo formado por Casas, Rusiñol, Utrillo y Ramón Canudes.
Su obra se inicia en el naturalismo anecdótico, con obras como su “Forjador”, para evolucionar después, tras sus estancias en París, hacia el modernismo. Participó en 1892 en la Exposición Nacional de Madrid, así como en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888), Chicago (1893) y París (1900), obteniendo en esta última la medalla de oro por su obra funeraria “Memento Homo”. Dentro de su producción destaca el monumento al rey Jaime I el Conquistador, en Palma de Mallorca.
Se conservan obras de Clarasó en el MACBA, el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en el Museo Cau Ferrat de Sitges.

 

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GRAU SANTOS, Julián (Canfranc, Huesca, 1937), Lote 33008267

GRAU SANTOS, Julián (Canfranc, Huesca, 1937).
“Interior”, 1980.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el lateral derecho. Firmado, fechado y titulado al dorso.
Medidas: 130 x 97 cm; 153 x 119,5 cm (marco).

Hijo de Emilio Grau Sala y de Ángeles Santos Torroella, se forma en Barcelona. En 1949 realiza varios viajes a París, donde tiene la oportunidad de contemplar de primera mano obras de Sisley, Van Gogh y diversos impresionistas y postimpresionistas.
Realiza su primera exposición individual en la Sala Libros de Zaragoza, en 1957. Desde entonces realizará muestras personales en las galerías Syra, Rovira y Vayreda de Barcelona; Alas, Abril, El Cisne, Collage y Biosca de Madrid; Justin Lester de Los Ángeles, Art Roman de Tokio, etc.
Desde 1966 expone regularmente de forma individual en la sala Parés de Barcelona, y en 1968 participó en el Salón de los Artistas Franceses en el Grand Palais de Madrid. Entre sus premios cabe destacar el Premio La Rambla (Barcelona, 1961), la Medalla Ramón Rogent (Salón de Mayo, Barcelona, 1962), medalla de la Exposición de Bellas Artes (Madrid, 1961), III Premio Sant Jordi y Premio Van Gogh (Barcelona, 1963), Medalla Ciudad de Barcelona (1965), Premio de la Bienal de Pintura de Huesca (1976), Medalla Condesa de Barcelona (Madrid, 1983) y Medalla de Honor en el Concurso BMW (Madrid, 1987).
En los últimos años ha participado en las ferias ARCO de Madrid y ARTEXPO en Valencia, Barcelona, Basilea, Nueva York, Chicago, Miami y Hong Kong.
En 1993 la Fundación Mapfre Vida de Madrid le dedicó una muestra retrospectiva.

 

 

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Pelayo ZURRÓN (Oviedo, 1982), Lote 33005977

ZURRÓN, Pelayo (Oviedo, 1982).
Serie “El paraíso desnudo”. 2001
Fotografía.
Tintas pigmentadas Vivera Hp aplicadas mediante Plotter Hp Z 3200 sobre papel algodón Canson Raw Photographique 310.
Montada sobre Dibond con bastidor de aluminio para separarla 3 cm del fondo.
Medidas: 100 x 70 cm.

Pelayo Zurrón se formó como técnico superior de Imagen (IES Rodríguez Fabrés, Salamanca, 2006) y Sonido (CIDISI, 2004), así como en la realización de documentales de naturaleza.
Entre sus exposiciones individuales destacamos las celebradas en la Sala de Exposiciones Edificio Asturias de Madrid (2011); en la galería Mediadvanced, Gijón (2010), y en la Sala Espacio Joven de Salamanca (2009). Entre las muestras colectivas destacamos su participación en las Ferias de arte contemporáneo: Arteando, Irún (2012); Art Laren (Holanda, 2012); Subimagen’05 y ’06, Zamora. Próximamente: New Art Paris (2013). Ha sido seleccionado para exponer en EnTijuanArte (México, 2012). Ha sido galardonado con 2º premio “mejor retrato” revista Digital Camera (2007), 1er premio fotografía digital y 1er premio fotografía analógica Subimagen’06. Obra suya figura en las colecciones de la galería Mediadvanced y en la galería “El arte de lo imposible”, Gijón.
“El paraíso desnudo” es un proyecto que se gestó en 2007 y sigue evolucionando con nuevas fotografías que aportan nueva personalidad al proyecto. En palabras del autor, “gira en torno a la realidad y la fantasía, la vida y la muerte, lo temporal y lo infinito”. El artista se pregunta si sabemos reconocer el paraíso cuando esporádicamente lo alcanzamos, si sabemos avanzar hacia él o sólo es capaz de evocar el sentido de pérdida e imposibilidad. En sus fotografías, de gran belleza formal, reconocemos su afinidad con fotógrafos que han aunado con virtuosismo desnudo y naturaleza. Como en la obra de estos maestros, lo onírico confluye con lo somático.

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