Colección cajas y arquetas del siglo XV y XVI
A lo largo de las dos primeras semanas de mayo Setdart ofrece en subasta una colección privada muy singular. Un conjunto de más de treinta cajas y arquetas de los siglos XV y XVI, reunido en las primeras décadas del siglo XX por un coleccionista privado estrechamente vinculado al efervescente mundo artístico del modernismo barcelonés.
A principios del siglo XX se genera en Cataluña un intenso gusto por el coleccionismo artístico. Los intelectuales y artistas son los primeros en interesarse por el arte de épocas pasadas, como demuestra, por ejemplo, el “Cau Ferrat”, la pintoresca residencia de Santiago Rusiñol, en Sitges. Bien pronto, sin embargo, la burguesía, los grandes empresarios, comerciantes e industriales, empiezan también a buscar con afán objetos singulares con los que llenar sus estancias. El comercio artístico toma un inusitado vuelo y los objetos empiezan a circular por toda Europa. La hasta entonces olvidada edad media se pone de moda y los coleccionistas atesoran, no únicamente pinturas o esculturas, sino también una amplia variedad de objetos decorativos entre los que destacan el vidrio, la cerámica, la orfebrería y las cajas y arquetas. A partir de mediados de siglo la mayoría de estas colecciones catalanas pasará a engrosar los fondos de los incipientes museos públicos de Barcelona y hoy pueden admirarse, entre otros, en el Museu Nacional d’Art de Catalunya o el Museo del Diseño de Barcelona. La extensa colección de cajas y arquetas -una treintena– que ahora presentamos es, por ello, especialmente singular, pues ha permanecido hasta la fecha fuera de la vista del público, en la esfera del coleccionismo privado. A su amplitud se suma una gran diversidad tipológica, además de objetos de gran antigüedad y notable categoría artística.
La colección incluye cajas empleadas para funciones muy diversas. Algunas de las arquetas, las llamadas “eucarísticas”, fueron utilizadas en las iglesias, medievales y renacentistas, para conservar la Sagrada Forma, la hostia consagrada. Sobresale entre ellas, por su antigüedad y la belleza de sus pinturas, la arqueta eucarística con las figuras de san Juan Evangelista, la Virgen, san Pedro y san Pablo. Las figuras sacras, pintadas al temple de huevo, se disponen contra un fondo recubierto de pan de oro y delicadamente punzonado con un diseño geométrico. Hemos de imaginar la arqueta dispuesta sobre el altar en días de especial solemnidad, a lo largo de la Semana Santa por ejemplo, con el brillo del oro centelleando a la luz de las velas y cautivando la atención de los fieles.
La baja edad media y el Renacimiento fueron épocas en las que floreció el comercio y Europa se llenó de mercaderes que transitaban por las largas rutas que llevaban de Venecia y Florencia a Londres, Brujas, Barcelona e incluso Oriente para adquirir y vender los más variados objetos. Estos comerciantes, verdaderos aventureros, precisaban recipientes sólidos, que mantuvieran a salvo de las inclemencias meteorológicas y los imprevistos del largo camino tanto sus mercancías como sus documentos (cartas de pago, contratos…) y sus monedas. A tal efecto se crearon robustas cajas “encoradas” y “herradas”, como las que ahora presentamos. La superficie de madera se recubría de cuero para aislar de la humedad el interior y se reforzaba con barras de hierro forjado que, pese a su función utilitaria, los artesanos trabajaron de manera decorativa, creando hermosos diseños calados o basados en elementos vegetales y geométricos.
La belleza y funcionalidad de estas cajas dio lugar a que no se emplearan únicamente para el traslado de mercancías, sino que también se usaron en el ámbito doméstico. La pintura gótica, especialmente los grandes retablos italianos e hispánicos y la miniatura, es decir, la ilustración de manuscritos, nos proporciona imágenes de alcobas, estudios y salas de representación de casas burguesas y palacios donde las cajas encoradas y herradas se distribuyen en torno a los lechos y junto a los muros, en ocasiones abiertas, dejando ver que se empleaban para conservar la ropa blanca o la vajilla de calidad, cincelada en plata y otros metales preciosos. Se popularizaron también, a lo largo del siglo XV y del XVI, las cajas de caudales, realizadas en hierro y con complejos mecanismos de cierre emplazados bajo la tapa, dotadas con cerraduras falsas para despistar a posibles ladrones y con las verdaderas ingeniosamente disimuladas. La que presentamos, de tamaño reducido, fue creada, probablemente, para su uso en viajes.
Si las arquetas eucarísticas nos sitúan en un ámbito religioso y las cajas de caudales y herradas en el dinámico mundo comercial bajomedieval, los ejemplares de “arquetas amatorias” de la colección nos introducen en un contexto privado, laico y galante, eminentemente femenino. Este tipo de cajas se decoran con escenas extraídas de la mitología griega y romana, pero también de las leyendas medievales. Las parejas de amantes de los textos de Homero, Virgilio, Ovidio, Bocaccio, Petrarca o Dante, ocupan, así, la superficie de estas arquetas. En ocasiones las figuras aparecen talladas en placas de marfil, como es el caso de la espléndida arqueta creada en el taller de los Embriachi que forma parte de la colección. Esta familia de artesanos italianos, una verdadera dinastía artística, estuvo activa entre los siglos XIV y XV en Florencia y Venecia. Se especializaron en la talla de marfil y crearon también intrincados diseños de marquetería, realizando desde pequeños objetos de uso doméstico como la caja que ahora presentamos, que exportaron por toda Europa, hasta grandes retablos encargados, entre otros, por el duque Jean de Berry, uno de los comitentes artísticos más exigentes e importantes del siglo XV. Si algunas arquetas amatorias se tallaban en marfil, en otros ejemplares la decoración se ha realizado en relieve de yeso, policromado y dorado con pan de oro. Este tipo de cajas era a menudo regalado a la novia por su prometido, y servía para contener la dote, o bien las joyas y objetos de tocador de la futura desposada. La ilustración de manuscritos de los siglos XV-XVI nos permite, en ocasiones, introducirnos en este ámbito íntimo y privado de la alcoba femenina, y descubrir las arquetas amatorias dispuestas sobre el tocador o escritorio, junto a otros objetos como botes de perfumes y ungüentos, peines y espejos de plata y marfil o libros de horas.