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Escuela francesa del XIX. Lote 34002603

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Escuela francesa del XIX.
“Venus dormida con Cupido y Psique”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado “E. Sala” en el ángulo inferior derecho.
Con marco de época.
Medidas: 85 x 124 cm; 106 x 146 cm (marco).

En este lienzo el autor plasma una imagen de gran delicadeza cromática y lumínica, protagonizada por la diosa Venus, dormida en las nubes acompañada de Cupido y de Psique niños, esta última despierta, con las alas desplegadas, contemplando su rostro.
Formalmente se inscribe dentro del academicismo, y sigue por tanto normas clásicas de las cuales la primera es la gran calidad técnica. Así, el dibujo es riguroso y firme, de gran perfección anatómica, y refleja un complejo escorzo que nos muestra a Venus tumbada de frente, una posición compleja que el autor ha sabido resolver con gran maestría.
El academicismo es herencia directa del clasicismo, y de ahí la predilección por temas como el que aquí presentamos, tomado de la mitología, si bien captado desde un punto de vista sensual y decorativo alejado de la solemnidad del arte clásico antiguo. De ahí también la forma de abordar el tema, con Cupido y Psique niños, recreando las figuras mitológicas de un modo totalmente nuevo. No obstante, se aprecia un ideal de belleza que no parte de la realidad, aunque es innegable el estudio del natural por parte del pintor, sino que resulta un idealismo con base en la realidad por su suma de experiencia, es decir, una sublimación estética que refleja una belleza que trasciende la realidad.

 

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Escuela flamenca de la primera mitad del siglo XVI. Lote 34000260

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Escuela flamenca de la primera mitad del siglo XVI.
“Sagrada Familia”, h. 1520.
Óleo sobre tabla.
Con marco posterior.
Medidas: 69 x 53 cm; 94 x 78 cm (marco).

En esta obra se nos ofrece una imagen atípica de la Sagrada Familia, con una composición basada en la representación de la Virgen con el Niño, que aparecen en primer plano. La escena se sitúa en un lujoso interior de arquitectura clásica, posiblemente inspirado en grabados contemporáneos traídos a Flandes desde Italia, lo que era una práctica habitual en la época. Este interior está además engalanado con un cortinaje de tono azul oscuro intenso, situado detrás de la Virgen, que destaca su presencia como ya habían hecho los grandes maestros flamencos del siglo XV. Sin embargo, el gusto ornamental de herencia gótica se ve sustituido aquí por un mayor acento en la composición; el paño tras la Virgen no es ya un lujoso brocado, sino una tela lisa, igualmente suntuosa, pero que cede el protagonismo al escenario. Así, el interior se abre a un fondo de paisaje cuidadosamente detallado, trabajado a la manera flamenca, en tonos fríos predominantemente azulados y verdosos, y en la ventana se sitúa la figura de medio cuerpo de San José, que aunque en primer plano compite en protagonismo con la Virgen el Niño, estando trabajada con un acusado naturalismo y un estudio cromático que lo diferencia simbólicamente de las dos figuras del primer plano y también del ángel niño que vuela sobre sus cabezas, colocando sobre la cabeza de la Virgen una corona de laurel, símbolo del triunfo de María sobre el pecado. Así, las carnaciones de las tres figuras del primer término están trabajadas en tonos luminosos y delicados, de ricas veladuras plasmadas con la pincelada apretada, invisible, propia de la escuela flamenca. Las de San José, sin embargo, evidencian una menor idealización, con tonos algo más oscuros y cálidos.
A nivel formal cabe destacar asimismo un rasgo clave en la escuela flamenca, tanto en el siglo XV como en el XVI: el alto nivel de detalle, el gusto por lo anecdótico y la captación minuciosa de los elementos secundarios, rasgos que derivan del afán de realidad propio de esta escuela. Así, vemos un frutero en el ángulo inferior derecho que, por sí sólo, podría casi constituir un cuadro independiente, tal es la calidad y la atención con la que está trabajado. También los detalles de la arquitectura aparecen minuciosamente estudiados, y las ropas de los personajes se han trabajado con una delicadeza y una atención a las calidades especialmente patente en los velos transparentes del Niño y el ángel, de extraordinaria delicadeza.
En el sentido más común de la expresión, la Sagrada Familia incluye a los parientes más próximos del Niño Jesús, es decir, madre y abuela o madre y padre nutricio. En los dos casos, ya sea santa Ana o san José quien aparezca, se trata de un grupo de tres figuras. Desde el punto de vista artístico, la disposición de esta Trinidad terrestre plantea los mismos problemas y sugiere las mismas soluciones que la Trinidad celestial. No obstante, las dificultades son menores. Ya no se trata de un único Dios en tres personas del cual deba expresarse la unidad esencial al mismo tiempo que la diversidad. Los tres personajes están unidos por un vínculo de sangre, ciertamente, pero no constituyen un bloque indivisible. Además, los tres están representados en forma humana, mientras que la paloma del Espíritu Santo introduce en la Trinidad divina un elemento zoomórfico difícil de amalgamar con dos figuras antropomórficas.
Durante el siglo XV, el estilo realista de los Países Bajos influyó mucho fuera, sobre todo en Italia, pero en el XVI el panorama se invierte. El Renacimiento italiano se difunde por Europa, y Amberes se convierte en el centro de la escuela flamenca, desbancando a Brujas y funcionando como centro de penetración de las influencias italianas. De este modo, llegan a los Países Bajos influencias manieristas que se superponen al estilo del siglo XV. Habrá muchos pintores continuadores del estilo de los primitivos flamencos, pero otros se mostrarán tan abiertos a las influencias renacentistas que incluso dejarán de pintar sobre tabla, soporte tradicional de la pintura flamenca, para empezar a hacerlo sobre lienzo como los italianos.
Los principales introductores del Renacimiento en los Países Bajos fueron Jan Gossaert (c.1478-1532) y Bernard Van Orley (c.1489-1541), pintores que quizá viajaran a Italia pero que, en todo caso, pudieron conocer el nuevo estilo por otros cauces de penetración, como los cartones que Rafael realizó para la serie de tapices de “Los hechos de los Apóstoles”, tejida en Bruselas, la obra de Durero, que realizó dos viajes a Italia y pasó por los Países Bajos, y la figura de Jacopo de Barbari (c.1445-1515), pintor italiano que viajó a Flandes. En esta tabla se conjugan la tradición flamenca con las novedades italianas de forma equilibrada y armónica. Así, se mantiene el sentido descriptivo y detallista de los primitivos flamencos, especialmente apreciable en el cuidado tratamiento del paisaje, los objetos y telas, y en el riguroso dibujo, así como su desarrollo del espacio en base al conocimiento empírico y no a los estudios de perspectiva. También el cromatismo recuerda a las obras de los maestros flamencos del siglo anterior. Sin embargo, los rostros de María, Jesús y el ángel denotan una cierta dulzura de rasgos nueva, heredada de los ejemplos de Rafael y Leonardo, y las anatomías aparecen tratadas con un sentido ciertamente escultórico, dibujístico a la manera flamenca pero más corpóreo y monumental.

 

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BORES LÓPEZ, Francisco (Madrid, 1898 – París, 1972). Lote 35000122

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BORES LÓPEZ, Francisco (Madrid, 1898 – París, 1972).
“Tête”, 1970.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo. Titulado al dorso.
Medidas: 55 x 46 cm; 70 x 60,5 cm (marco).
Está fotografiado en la pag. 559 del Catálogo razonado de Francisco Bores,
editado por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Historial:
– 1971: Expuesto por la Galería Theo, Madrid.
– 1990: Colección particular Edmund Peel y Asociados.

Francisco Bores se formó en la academia de pintura de Cecilio Pla, donde conoció a Pancho Cossío, Manuel Ángeles Ortiz y Joaquín Peinado, entre otros. Asimismo, frecuentó las tertulias literarias madrileñas afines al ultraísmo. En esta época realiza grabados para un gran número de revistas, como “Horizonte” o “Revista de Occidente”, y asiste a la Academia Libre de Julio Moisés, donde coincide con Dalí y Benjamín Palencia.
En 1922 participa por vez primera en la Exposición Nacional de Bellas Artes, y tres años más tarde mostrará su obra en la primera Exposición de la Sociedad de Artistas Ibéricos, pero la falta de interés del público madrileño por el arte joven le impulsa a marcharse a París. En la capital francesa entra en contacto con Picasso y Juan Gris, y debuta individualmente en 1927. Durante los años siguientes sigue realizando exposiciones individuales en destacadas galerías de París y Londres, entre las que destacan la Georges Petit y la Zwemmer.
Tras la Segunda Guerra Mundial reanuda su actividad expositiva, y en 1947 el Estado francés adquiere, por primera vez, una obra de Bores. En 1949 será el Museo de Arte Moderno de Nueva York el que compre sus cuadros. En 1969 expone en la Galería Theo de Madrid, lo que supone su aproximación al público español que, prácticamente, desconocía su obra salvo en los círculos profesionales donde, en cambio, era muy apreciada. En 1971 vuelve a exponer en esta misma Galería Theo, falleciendo en París en 1972.
El crítico Joaquín de la Puente señala varias etapas en la producción de Bores: clasicismo renovado (1923-25), neo cubismo (1925-29), pintura-fruta (1929-33), escenas de interior (1934-1949) y estilo en blanco (1949-69).
Francisco Bores está representado en los museos más destacados de todo el mundo, entre los que cabe señalar el Centro Georges Pompidou en París, los de Bellas Artes de Bilbao, Buenos Aires, Jerusalén, Gotemborg y Baltimore, el MOMA de Nueva York, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, las Galerías Nacionales de Atenas, Brno y Edimburgo, el Museo Patio Herreriano de Valladolid, y los de Arte Moderno de Estocolmo, Turín y Madrid.

 

 

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Cómoda Luis XVI. Francia, h. 1770. Lote 34000259

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Cómoda Luis XVI. Francia, h. 1770.
Madera de nogal, tiradores de bronce y tablero de mármol.
Medidas: 93 x 118 x 63 cm.

Cómoda de estilo y época Luis XVI, realizada hacia 1770, de lenguaje marcadamente neoclásico, en madera de nogal, con tablero de mármol e importantes tiradores de bronce. Esta pieza destaca además por su bella pátina original, fruto del paso del tiempo y de un adecuado cuidado de la madera.
Estamos ante un mueble de fecha temprana dentro del estilo Luis XVI, y de ahí que el carácter neoclásico se apoye en soluciones ya vistas en el barroco clasicista, dado que este fue el estilo de referencia a la hora de dejar atrás el rococó, un estilo totalmente anticlásico, y avanzar hacia el neoclasicismo. Así, vemos un ligero resalto en el frente, que se traduce también en planta e introduce un cierto movimiento en la composición más propio del barroco que del neoclasicismo. También las esquinas frontales en chaflán fueron una de las soluciones más utilizadas en el barroco, si bien en este caso será un recurso que se mantendrá a lo largo del nuevo lenguaje neoclásico.
La cómoda está decorada mediante tallas de un carácter sintético y rígido, inspiradas en la Antigüedad Clásica: acanaladuras en las esquinas y las patas, de influencia arquitectónica, cajeados geométricos que inciden en la compartimentación armónica, simétrica y equilibrada de la estructura y, en la parte baja, una cenefa de grecas curvas en relieve. Las patas troncocónicas que ya vemos aquí serán de nuevo frecuentes en todo el neoclásico, y también en el posterior Imperio, y aquí cobran un especial protagonismo por su tamaño y altura, además de aparecer acanaladas y decoradas con un tambor superior. El frente del mueble se divide en horizontalmente en dos, con cajones corridos de frente liso, simplemente cajeado, netamente separados por un entrepaño también liso. Estos cajones están adornados con bellos bronces aplicados, formando los tiradores y los escudos de cerradura, trabajados en un estilo totalmente neoclásico: cintas arrugadas formando lazos, drapeados, cabezas de buey de inspiración romana y guirnaldas de laurel para los tiradores.

 

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VAN BUKEN, Jan (Amberes, 1635 – 1664). Lote 34000143

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VAN BUKEN, Jan (Amberes, 1635 – 1664).
“Grote Markt, Amberes”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado en el siglo XIX.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 60,5 x 87,5 cm; 80 x 107,5 cm (marco).
Actualmente se conserva otra versión de este mismo tema, también realizada por Van Buken, en el Museo del Hermitage en San Petersburgo.

Activo en Amberes en el segundo tercio del siglo XVII, Jan Van Buken se especializó en escenas costumbristas de carácter narrativo, situadas en interiores típicamente flamencos y también en exteriores, tanto reales como imaginarios. También realizó naturalezas muertas de gran calidad. Actualmente está representado en la Galería Nacional de Estocolmo y en el Museo Schwerin de Alemania, entre otras colecciones tanto públicas como privadas.
En este lienzo Van Buken plasma una escena cotidiana situada en la Grote Markt de Amberes, la principal plaza de la ciudad, y centro de la vida de Amberes desde el siglo XVI. El espacio está construido con un carácter acusadamente escenográfico, típicamente barroco, para lo cual Van Buken se basa en acusadas líneas de perspectiva que delimitan el espacio. La acción principal se desarrolla en los primeros planos, si bien vemos asimismo figuras y animales en el resto del espacio, repartidos de forma racional de forma que refuercen la construcción tridimensional del escenario. Así, en primer término vemos a un nutrido grupo de personajes, todos campesinos y gentes de la ciudad, vestidos con ropas sencillas, plasmados con un naturalismo propio de la pintura de género flamenca del periodo barroco: hombres y mujeres gesticulan, se mueven, e incluso nos dan la espalda, un recurso muy utilizado en la época por los pintores naturalistas. Asimismo, domina una paleta heredera del caravaggismo, en torno a los tonos ocres y terrosos, entre los que destacan toques de rojos y blancos.
La pintura de género en Flandes, como en Holanda, encerraba una lección moral en ocasiones apenas oculta. Las escenas pintorescas y las satíricas, con rudos campesinos entregados a los placeres, así como las escenas de ciudadanos conversando o danzando, han sido reconocidas desde hace mucho tiempo como ejemplos morales negativos que también aparecen como metáforas en la literatura moralizante popular de la época. En los Países Bajos la gente estaba familiarizada con los libros de fines moralizantes de Roemer Visscher, Jacob Cats y otros, como se deduce de los motivos artísticos derivados de ellos. De hecho, este tema encaja en una tradición más antigua. El significado de las notables escenas campesinas del arte flamenco anterior al siglo XVII, en su origen altamente negativo, existía ya en la Europa noroccidental de finales de la Edad Media como típico exponente de una cultura urbana burguesa, que se afirmaba contra el mundo campesino “incivilizado”. Sin embargo, en un sentido más amplio, la popularidad de las escenas campesinas se puede relacionar con un interés aún más antiguo por lo pastoril, que se deja ver también como otra forma de pintura de paisaje. Por otra parte, hay cuadros de grupo que se ajustan a otra preferencia, también existente en la Baja Edad Media, por los temas cortesanos. Así, la pintura de género en el Flandes del siglo XVII produce una impresión bastante conservadora. Los Países Bajos del Sur no cultivaron en realidad las imágenes de la vida doméstica contemporánea, más contenidas y aparentemente realistas pero de hecho emblemáticas, que encontramos en cuadros holandeses de la segunda mitad del siglo XVII.
No obstante, dentro de la escuela flamenca del siglo XVII, en los temas de costumbres, sí aparecerá una importante novedad, la llamada pintura de tabernas. Se trata de un género creado por Adriaen Brouwer (1605-1638) y David Teniers (1610-1690), caracterizado por representar interiores de taberna poblados de personajes variopintos y vulgares, a menudo incluso grotescos en el caso de Brouwer, rozando la caricatura. Este tipo de escenas, violentas en el caso de Brouwer y sus seguidores o más alegres, en el caso de la escuela de Teniers, gozaron de gran difusión, y llegaron a extenderse a Holanda, creando allí también un nuevo género. En este tipo de pintura los personajes serán los absolutos protagonistas, y más especialmente sus rostros y expresiones. Se trata además de obras derivadas del naturalismo, trabajadas en cromatismos reducidos, en torno a los colores terrosos, ocres, carmines, etc. Así, podemos relacionar este estudio de cabeza masculina con el género de la pintura de tabernas y más concretamente, por lo regular y casi idealizado de sus rasgos, con la tendencia iniciada por David Teniers, menos expresionista que la de su maestro Brouwer.

 

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Carl Fischer (1887-1962)

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Este maestro danés, considerado actualmente un clásico moderno, fue un artista de enorme talento, un hombre de personalidad humilde pero dotado de una fuerte personalidad artística.

Carl Fischer (1887-1962) se formó en la Academia Danesa de Arte entre 1905 y 1912, y ese mismo año empezó a dar a conocer su obra a través de exposiciones oficiales. Tomó parte en el Salón de Otoño de Copenhague en 1912 y 1913, y también participó de forma regular en las exposiciones anuales celebradas en Charlottenborg, la Real Academia Danesa, donde mostrará su obra entre 1912 y 1939 y, tras la guerra, en 1945 y 1946.
También expuso en salas de Copenhague como Kiertzners Kunsthandel (1920 y 1924) y Winkel & Magnussen (1926), y en 1928 y 1938 tomó parte en el Salón de Otoño de Charlottenborg. En 1929 participó en el Foro de Arte Danés, y ya en tiempo de guerra mostró sus obras en la Exposición de Invierno de 1939, 1941 y 1945. Cabe señalar también otras muestras importantes en su carrera, como la celebrada en 1939 en el Museo de Vejle (Dinamarca) o la colectiva “Dibujos de pintores daneses” en el Statens Museum for Kunst (1940-1941). Asimismo, Fischer fue distinguido con diversos premios y becas: Ronge (1913), Bielke (1914-1915), de la Academia Danesa (1917) y J. R. Lund (1929). Fue también galardonado con la Medalla Eckersberg en 1922.
Aunque abordó un amplio abanico temático en su carrera, que incluye paisajes, escenas callejeras, flores y naturalezas muertas, Fischer fue principalmente conocido por sus representaciones de mujeres jóvenes de medio cuerpo o cuerpo entero, situadas en interiores. Este pintor gustó especialmente de trabajar con formas simples y colores apagados, ocasionalmente contrastados con acentos de tonos más intensos.

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A día de hoy, su estilo se nos muestra totalmente moderno, centrado en el diálogo entre la forma y el color. Además, Fischer tuvo una magistral capacidad para capturar la personalidad de sus modelos, otra de las características que puede apreciarse en la colección de obras que presenta Setdart. Asimismo, en su lenguaje se aprecia un sentido riguroso de la composición, que se conjuga con su refinamiento cromático para ir más allá de la simple captación del natural, evocando las personales atmósferas silenciosas y melancólicas que tanto caracterizan a sus escenas figurativas. Cabe destacar asimismo su refinada sensibilidad para las cualidades táctiles, algo que se aprecia de forma especial en su forma de plasmar las telas.
Actualmente Carl Fischer está ampliamente representado en el Statens Museum for Kunst y el Museo del Teatro de Copenhague, y en los de arte de Vejle y Storstrøms, así como en diversas colecciones particulares en distintos países europeos.

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Broche de doble clip Art Déco en platino. Francia, ca. 1930. Lote 33007910

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Broche de doble clip Art Déco en platino. Francia, ca. 1930.

Diseño con un acertado juego de volúmenes a base de ondas entrelazadas forradas de diamantes, talla brillante antigua y talla baguette, con un peso total de ca. 9,00 cts., engarzados en garras y chatones. Cierre de doble clip que permite separar la pieza en dos broches independientes.
Medidas: 38 x 67 mm.

 

 

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APPEL, Karel (Países Bajos, 1921 – Suiza, 2006). Lote 35000126

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APPEL, Karel (Países Bajos, 1921 – Suiza, 2006).
“Soep etend kind”, 1951.
Técnica mixta sobre papel.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho. Firmado, fechado y titulado al dorso. Con etiqueta de la galería Mena e inscripción “Kosman M.W / nº 335.11 LXXV3”.
Medidas: 49 x 39 cm; 81,4 x 71,5 cm (marco).

Karel Appel fue pintor, escultor y artista gráfico, y actualmente se le considera el artista más vigoroso de la generación de la posguerra en su país. En 1948 fundó, junto a Corneille, Jorn y Alechinsku el Grupo Internacional Cobra. Su pintura se caracteriza por una gran carga expresionista ligada a las figuras de Max Pechstein y Edward Múnich, dos de los grandes expresionistas nórdicos. Su lenguaje está marcado por un desprecio total de la forma, y constituye sus objetos por medio de una acumulación de capas cromáticas. La figura humana aparece deformada y en una situación dramática.

Firma al dorso

Firma al dorso

En 1950 se trasladó a París y, durante la siguiente década, comenzó a ganar reputación internacional gracias al apoyo del crítico Michel Tapié. Appel pasó largos periodos en los Estados Unidos, y llegó a ser uno de los más grandes exponentes del expresionismo abstracto. Su obra está realizada con densos empastes y violentos juegos de color, que denotan el carácter agitado del expresionismo nórdico. Más tarde, su lenguaje evolucionó en una línea más suavizada, acercándose a la Hand Edge Painting.

Appel está representado en el Museo Guggenheim y el MoMA de Nueva York, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, la Tate Gallery de Londres, el Albertina en Viena, el Thyssen-Bornemisza, la Colección Peggy Guggenheim de Venecia y el de Bellas Artes de Dordrecht, entre muchos otros.

 

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CIPRIANI, Adolfo (Italia, act. 1880 – 1930). Lote 34000442

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CIPRIANI, Adolfo (Italia, act. 1880 – 1930).
“Campesina”, h. 1880.
Alabastro.
Firmado.
Medidas: 51 x 39 x 20 cm (busto); 12,5 x 14,5 x 14,5 cm (peana); 105 cm de altura de la columna.

 

El escultor Adolfo Cipriani, activo entre finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX, desarrolló un estilo heredero de la Belle Époque e influenciado por el modernismo, dotado a la vez de una idealización estilizada, de gran belleza, totalmente personal.

Realizó obras de diversos formatos. Su tema predilecto fue siempre la figura femenina, y realizó numerosos retratos de jóvenes damas ataviadas como campesinas, y también con atuendos más fantásticos de inspiración oriental. Asimismo, realizó obras de temática infantil y costumbrista, en la línea del naturalismo, y también temas mitológicos.

Actualmente se conservan obras de Cipriani en numerosas colecciones particulares y museos de todo el mundo.

 

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RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931). Lote 34002383

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RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931).
“El Vinyet, Sitges”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 63,5 x 80 cm; 86 x 104,5 cm (marco).
Obra publicada en el libro de Josep de C. Laplana “Santiago Rusiñol. El pintor, l’home” (Barcelona; Abadía de Montserrat, 1995).

Pintor, escritor y dramaturgo en lengua catalana, Rusiñol fue uno de los principales ideólogos del movimiento modernista catalán. Se formó como discípulo de Tomás Moragas y frecuentó el Centro de Acuarelistas, del cual fue uno de los fundadores. Debutó en 1884 en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos Ramón Casas y Enric Clarasó. Por esos años realizó con Casas un viaje en carro por Cataluña, tomando apuntes de tipos y paisajes.
El año de 1888 marca un punto de inflexión en su carrera, dado que comienza con tres actividades nuevas: publica unos escritos en “La Vanguardia”, participa en el Salón de París y celebra su primera exposición individual en la Sala Parés. Al año siguiente, 1889, Rusiñol se instala en París, en el barrio de Montmartre, con Utrillo, Clarasó y Canudas. Asiste a la academia del pintor Henri Gervex, y completa su formación con Puvis de Chavannes y Carrière. Desaparece entonces el ruralismo que había adoptado en Barcelona, y su estilo evoluciona hacia el naturalismo. También se acerca a los planteamientos temáticos, que no técnicos, de los impresionistas, así como a su voluntad de captar una instantánea fugaz.
En 1890 establece relación con Sitges, donde pintará algunos de sus primeros patios y jardines, temática que definirá su estilo posterior. Ese mismo año celebra su primera exposición en la Sala Parés, junto a Casas y Clarasó. En 1890 regresa a París con Casas y Utrillo. En este momento se centrará en representar los espacios de diversión de la zona, como el Moulin de la Galette, que protagonizará muchos de sus cuadros. No obstante, en 1893 deja su estudio de Montmartre y se traslada a la isla de San Luis, donde se centra en el estudio psicológico de la figura, sobre todo femenina, reflejando la tristeza, la melancolía y la soledad típicamente finiseculares. Al año siguiente viaja a Italia junto a Zuloaga, visitando Pisa, Florencia y otras localidades, lo que le permite conocer de cerca a los primitivos. A su regreso expone las pinturas realizadas en este viaje en la que será su primera muestra personal en la Sala Parés. Ese mismo año inaugura el Cau Ferrat en Sitges, germen del actual museo.
En 1895 realiza su primer viaje a Granada, y comienza la serie “Jardines de España”. En 1897 realizará algunas de sus mejores pinturas de jardines, interés que también aparece en su obra literaria “El jardín abandonado”, donde cultiva un decadentismo de carácter simbolista. El jardín elegante se convierte en protagonista, símbolo de la poesía; el jardín abandonado esconde un pasado de esplendor perdido. Rusiñol entonces viaja, buscando jardines que le seduzcan, y los pinta interiorizándolos, mostrando su personal concepción de la belleza, de la vida y la muerte, del arte y de la realidad, de la soledad y del paso del tiempo.
Por esta época, expondrá en París en el Salón de los Independientes, en la Exposición Nacional y en la galería de Samuel Bing, principal impulsor del Art Nouveau en Francia. Esta última muestra, de carácter individual y celebrada en 1899, supuso el reconocimiento internacional de Rusiñol, cuyo éxito radicó en una nueva visión de España, totalmente alejada de tópicos y cargada de veracidad. Desde entonces su actividad se multiplica como pintor, novelista y comediógrafo, estrena destacadas obras en Madrid y Barcelona y celebra exposiciones anuales de pintura en la Sala Parés, siempre con Casas y Clarasó. En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes.
Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Camón Aznar de Zaragoza y el Thyssen-Bornemisza, entre otros.

 

 

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PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Genaro (El Ferrol, La Coruña, 1807 – Madrid, 1854).

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PÉREZ VILLAAMIL Y DUGUET, Genaro (El Ferrol, La Coruña, 1807 – Madrid, 1854).
“San Juan de los Reyes, Toledo”.
Óleo sobre lienzo. Reentelado.
Firmado.
Medidas: 90 x 116 cm; 120 x 147 cm (marco).

Pérez Villaamil fue el creador y máximo representante del paisajismo romántico español. En 1823 se incorpora al ejército del gobierno liberal, siendo herido en Andalucía y trasladado a Cádiz como prisionero de Guerra. Allí permaneció entre 1823 y 1830, y asistió a las clases de la Academia de Bellas Artes. Prono alcanza fama, y es llamado a Puerto Rico para decorar el Teatro Tapia.
Regresa a España en 1833, año en que conoce al pintor escocés David Roberts, quien le transmite la concepción paisajística romántica británica, a la que permanecerá fiel toda su vida. En 1834 se establece en Madrid, donde participó activamente en el mundo artístico de la época romántica, consiguiendo una carrera de éxitos crecientes. En 1835 es nombrado académico de mérito de San Fernando, y cinco años después, pintor honorario de cámara.
Entre 1840 y 1844 permanece fuera de España, y en París publicará su “España artística y monumental”, el más bello libro de viajes litografiado del romanticismo español. Viaja por Francia, Bélgica y Holanda, adquiriendo obras suyas los reyes de estos países. A la caída de Espartero regresa a España, y es nombrado caballero de la Orden de Carlos III, de Leopoldo de Bélgica y de la Legión de Honor francesa. En 1845 es nombrado director de la Academia de San Fernando y catedrático de paisaje en la misma. Concurrió asiduamente, con éxito, a las exposiciones de la Academia y del Liceo, así como al Salón de París donde, en 1846, obtuvo una elogiosa crítica de Charles Baudelaire. Muere aún joven, cuando decaían ya las concepciones paisajísticas románticas.
Su obra tiene una primera etapa prerromántica (1823 – 1833), durante la que realizó obras juveniles un tanto eclécticas, oscilando entre la influencia de la pintura flamenca del XVII y la francesa del XVIII, pero siempre dentro de una concepción del paisaje amplio, con pequeñas figuras populares y románticos celajes. La segunda etapa, la romántica, discurre en línea con el paisajismo británico contemporáneo, marcado por el predominio de las vistas con motivos arquitectónicos envueltos en espectaculares celajes, e interiores de monumentos con atmósfera fantástica, todos ellos generalmente medievales y poblados de personajes populares. Fue además pionero en España de la introducción de los temas orientalistas.
Importantes obras suyas se conservan en el Museo del Prado, el palacio de la Moncloa (Patrimonio Nacional), el Museo Romántico de Madrid y el de Bellas Artes de Buenos Aires.

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Bargueño italiano del siglo XVII. Lote 33003432

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Bargueño italiano del siglo XVII.
Madera ebonizada y carey, con aplicaciones de bronce dorado.
Medidas: 80 x 133 x 52 cm.

Bargueño italiano barroco de muestra descubierta, con estructura prismática y pies tallados, en forma de garra de ave sintetizada sobre bola, una forma muy típica del bargueño del siglo XVII. la decoración se concentra en el frente, y en los laterales se reduce a cajeados geométricos realizados mediante filetes embutidos de madera clara, con un tirador en arco central sobre una placa calada y recortada. El asa, en bronce dorado, está compuesta por dos tornapuntas en “S” afrontadas, unidas por un elemento clásico central.
La muestra se divide en tres calles, la central adelantada respecto al resto del frente, con planta octogonal. Las calles laterales alojan cuatro gavetas iguales, con el frente decorado con un espejo ovalado, un elemento de herencia manierista, sobre fondo plano. Tanto el fondo como el interior del espejo están chapeados en carey aplicado sobre lacre rojo, y la decoración se completa con aplicaciones en bronce dorado: un contario que rodea el espejo, un pequeño escudo de cerradura (uno por gaveta, dado que se trata de un escritorio de muestra descubierta) y dos guirnaldas en los laterales, que se repiten también en los entrepaños. El perímetro de estos frentes queda recorrido por una moldura escalonada que incide en la compartimentación de la estructura. Este búsqueda de la claridad compositiva, a través de la señalización de las distintas partes de la estructura, que nunca quedan sobrepasadas por la decoración, es un criterio netamente clásico que será una constante en el barroco, y que sólo se romperá con la llegada del rococó, un lenguaje esencialmente anticlásico.
La calle central ostenta el protagonismo de la pieza, como es habitual en el bargueño barroco, y sigue una estructura marcadamente arquitectónica que, aunque sigue un criterio común a toda Europa en esta época, evidencia un gusto netamente italiano, que enlaza directamente con la arquitectura contemporánea del país: columnas salomónicas, aletones, ménsulas, etc. Este frente de la calle central esconde una puerta hábilmente disimulada por la decoración, de modo que no quede roto el esquema arquitectónico. En el interior se sitúan varias gavetas estrechas y alargadas, con los frentes decorados con filetes de madera clara embutidos formando cajeados geométricos, a juego con los laterales del exterior del mueble, componiendo un esquema geométrico y repetitivo que será un elemento recurrente dentro del bargueño barroco en toda Europa.
No obstante, la decoración se concentra en el exterior de la capilla, organizada como una fachada barroca de gran fantasía, una arquitectura imposible recreada por la hábil mano del ebanista: basamento inferior, tres columnas salomónicas a cada lado, alzadas sobre ménsulas, espacio interior cajeado, con una forma escalonada superior típica del bargueño barroco, bajo la cual se sitúa una hornacina que aloja una escultura en bulto redondo de bronce dorado, y frontón recto superior con aletones en los laterales, siguiendo la vertical de las columnas y ménsulas. Este frontón superior está decorado con un espejo similar a los de las gavetas laterales, y sobre las ménsulas se sitúan composiciones clásicas en bronce dorado, que también adornan el resto de zonas secundarias de la capilla. Su parte central está protagonizada por la figura de un caballero vestido con armadura, portando una lanza y una rodela decorada con un mascarón fantástico. En torno a ella vemos composiciones con hermes, mascarones, guirnaldas y tornapuntas.

 

 

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CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933). Lote 34000005

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CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933).
“El búho sabio”, Madrid, 1996.
Acrílico sobre lienzo.
Firmado en el frente. Fechado, titulado y localizado al dorso.
Medidas: 97 x 130 cm; 120 x 153 cm (marco).

Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas. No obstante, a la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo.
Su contacto con Viola y Jorge Cela, impresionados por sus dibujos, cambiaría el rumbo de su vida. Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittshurgh y Tokio.
Fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas. En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975. En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición dedicada, en un museo, a un periodo concreto de su carrera, y después en numerosas galerías berlinesas.
Cuando deja Berlín, Castillo se traslada a Barcelona, siendo para entonces un pintor reconocido en Europa y América. Allí expondrá regularmente en la galería Joan Prats, y conoció a Salvador Dalí. Por estos años comienza a visitar Nueva York y finalmente se instala allí en 1981, permaneciendo en la ciudad hasta 1992. Allí fue contratado por la prestigiosa galería Marlborough, y siguieron sucediéndose sus éxitos.
A lo largo de su carrera, Castillo obtuvo premios como los Internacionales de Dibujo (1964) y de Pintura (1975) de Darmstadt, el Ciudad de Pontevedra (1994), y el Cultura Viva de las Artes Plásticas (2006). Se puede contemplar obra de Jorge Castillo en el Museo de Bellas Artes de Lausana, la Fundación Juan March, las Galerías Nacionales de Edimburgo y Berlín, los Museos de Arte Moderno de San Francisco y Vitoria, la Kunsthalle de Bremen, el Albertina de Viena, la Biblioteca Nacional de España y el Guggenheim de Nueva York, entre otros.

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980). Lote 34000130

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MARTÍNEZ TARRASSÓ, Casimiro (Sarrià, Barcelona, 1898 – Barcelona, 1980).
“El pueblo”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha.
Medidas: 92 x 74 cm.

Conocido simplemente como Tarrassó, se formó en la Escuela de La Lonja de Barcelona. Completó sus estudios en París, donde pudo conocer de primera mano las obras fauvistas que sacudían el ambiente artístico parisino en ese momento. Fue ante todo paisajista brillante, con un estilo caracterizado por su colorido violento y vivo, muy luminoso. Siguió la estela de los grandes paisajistas catalanes, fijándose sobre todo en Joaquín Mir, aunque con una personalidad claramente diferenciada debida en parte al impacto que el fauvismo tuvo en su pensamiento artístico. Cultivó el bodegón y los paisajes catalanes y mallorquines.
Realizó su primera exposición en 1928, en las Galerías Layetanas de Barcelona. Desde entonces se sucedieron sus muestras en Barcelona, Madrid, Palma de Mallorca y Bilbao. En 1935 visita Mallorca por primera vez, y a partir de 1940 contará con un estudio allí, concretamente en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística. Tras la Guerra Civil, durante los años cuarenta, Tarrassó tomó parte en varias Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en sus ediciones de 1942, 1943 y 1950, y celebró no pocas muestras personales en Barcelona, en salas como Augusta, Layetanas, Ars, etc., destacándose entre ellas la que celebró de paisajes pirenaicos en 1948, y la de grandes lienzos de paisajes mallorquines que presentó en 1949.
Aunque el paisaje fue siempre el centro de su producción, Tarrassó realizó también obras como la decoración mural de la iglesia de Santa María de Badalona. En Mallorca realizó asimismo una singular empresa, plantando su caballete en las Cuevas de Campanet para captar las estalactitas y estalagmitas de sus cavidades pétreas, desarrollando una serie de obras que presentó en las Galerías Costa de Palma en octubre de 1948.
A lo largo de su carrera Tarrassó fue distinguido con el Premio Pollença del I Certamen Internacional de Pintura, en 1962; el Santiago Rusiñol en 1972; y las medallas obtenidas en diversas ediciones de los Salones de Otoño de Palma de Mallorca: primera en 1967 y 1973, y de honor en 1970. La obra de Tarrassó se caracteriza por la gran personalidad de su colorido. Su obsesión por el cromatismo determina una pintura profundamente sensorial, vitalista e intuitiva. Está representado en diversas colecciones privadas nacionales e internacionales, así como en el Museo y Fondo Artístico de Porreras (Mallorca) y el de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma.

 

 

 

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El hierro forjado en la Cataluña modernista

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El dragón es sin duda la bestia legendaria más ligada a Cataluña, tanto por historias como la lucha de Sant Jordi como por su reivindicación, a principios del siglo XX, por parte de grandes artistas como Antoni Gaudí. Además, siempre ha estado relacionado con las creencias populares, que lo convirtieron en un ser protector contra los elementos negativos.

Esta corriente fue recogida no sólo por arquitectos o decoradores sino también, y de forma especial, por los artistas de la forja, quienes a través de la figura del dragón se mostraron continuadores de una larga tradición que hunde sus raíces en la forja medieval.
La colección que ahora presenta Setdart, rigurosamente escogida a lo largo de veinte años, ofrece la posibilidad de conocer de primera mano estas piezas cuyo valor no es sólo artístico, dado que reflejan una larga tradición de forja y, además, nos hablan del concepto de obra de arte total que desarrollaron los

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artistas del Modernismo.

Se trata de un conjunto de piezas en su mayor parte modernistas, todas en hierro forjado salvo una, fundida, aunque también hay algunos ejemplos de la forja alfonsina, siempre con el tema del dragón como elemento de unión.

Engloba incluso piezas de los más destacados forjadores artísticos de época modernista, como los hermanos Badia o Gerardo Alegre, verdaderos artistas que trabajaron junto a Gaudí y otros destacados arquitectos del Modernismo catalán.

También se incluye una pieza de Antonio Clavell quien, desde su exilio en Francia, luchó contra la opresión de la dictadura a través de un símbolo tan poderoso como el dragón, el genio protector que expulsa el mal de la casa.

 

 

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MURGUÍA DE CASTRO, Ovidio (Lestrove, A Coruña, 1871 – A Coruña, 1900). Lote 33008657

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MURGUÍA DE CASTRO, Ovidio (Lestrove, A Coruña, 1871 – A Coruña, 1900).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 97 x 146 cm; 105,5 x 155,5 cm (marco).

Murguía nos muestra en este lienzo un paisaje trabajado en gran profundidad, poblado sólo por dos pequeñas figuras plenamente integradas en el escenario, que nos sirven a la vez de Cicerones y como muestra de la escala monumental del paisaje, que empequeñece al hombre con su tono grandioso y escenográfico.
Se trata de una composición de acusada perspectiva en abismo, estructurada de forma que se realce su espacio tridimensional y se conciba como una suerte de escenario ilusorio, efecto que queda realzado por la neta separación entre los primeros planos y el fondo, un recurso heredado directamente del paisajismo romántico, y que tiene su origen en la “veduta” veneciana. Esta diferenciación de los planos se basa tanto en el tratamiento cromático –más opaco y variado, de pincelada densa, en los primeros términos, y más suave, diluido y difuso en el fondo, por efecto de la distancia, como en el lumínico, dado que mientras el fondo aparece iluminado de forma unitaria por la clara luz que irradia el cielo despejado, en los primeros planos se incide en el contraste de luces, sombras y medias sombras, especialmente patente en la unión de las dos orillas del riachuelo.
Hijo de los escritores Rosalía de Castro y Manuel Murguía, comienza a pintar en Santiago de Compostela, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País, donde tuvo como maestro a José María Fenollera. Durante estos años, Murguía se vincula al núcleo intelectual de La Coruña, ciudad donde expuso sus obras con cierta asiduidad. Su traslado a Madrid en 1895 marcará un punto de inflexión en su carrera, determinada por sus visitas al Museo del Prado. En la capital conoce al que será su protector, Eugenio Montero Ríos, quien le encargó la decoración del Palacio de Lourizán en Pontevedra. Este será el momento álgido de su carrera, truncada tristemente al fallecer de tuberculosis en 1900.
Representación de la llamada Generación Doliente, fue especialmente importante su papel como paisajista cuando, apartándose del academicismo, comience a pintar al natural, desarrollando un estilo que fusiona el naturalismo con la espiritualidad romántica.
Está representado en los museos de Galicia, especialmente en los de Pontevedra y La Coruña, así como en multitud de colecciones particulares.

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Traje de cóctel PERTEGAZ. Lote 33002634

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Traje de cóctel PERTEGAZ.
De color negro, con falda a la rodilla, presenta un original corte ceñido en el frente, con escote cerrado, en pico, que cae hacia atrás cubriendo los hombros, y formando un amplio pliegue decorativo en la espalda.
Talla 40-42 aprox.

Desde sus primeros años, Manuel Pertegaz tenía clara su vocación: vestir a la mujer y llenarla de gracia. Inició su carrera como modisto en 1930, cuando abandonó el colegio para trabajar en una sastrería, y así adquirió su temprana formación sobre el mundo de la moda. Poco después, en los años cuarenta, Pertegaz logra abrir su propia casa de confección en Barcelona, y una tienda en Madrid.
En la década de los cincuenta logrará un alto reconocimiento en el mundo de la moda tanto a nivel nacional como internacional; Valentino, Pierre Cardin y Pierre Balmain, entre otros, le consideraban pese a su juventud una fuerte competencia, especialmente después de que, en 1954, recibiera el premio “Óscar de la Costura” de la Universidad de Harvard tras presentar su colección en Nueva York, Boston, Atlanta y Filadelfia. Las siguientes décadas supondrán más éxitos, premios y todo tipo de reconocimientos tanto a su carrera como a su aporte a la percepción de la belleza femenina.
Pertegaz fue el primer español en llevar sus vestidos hasta la lujosa y elitista Quinta Avenida de Nueva York, y a finales de los años sesenta intuyó el cambio que se avecinaba en el mundo de la moda, convirtiéndose en precursor del “prêt-à-porter”, de la moda joven, la moda de la calle.
Han vestido sus diseños las más destacadas damas de todo el mundo, entre ellas Ava Gardner, Audrey Hepburn, Jacqueline Kennedy o la reina Sofía, y actualmente sus diseños son incluso admirados en colecciones museísticas.

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