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Arte contemporáneo en Setdart, una selección de los artistas más destacados.

Setdart ha reunido un nutrido y heterogéneo grupo de obras para formar parte de la subasta de arte contemporáneo del día 19 de Octubre. Algunos de los nombres más representativos del siglo XX y el XXI integran esta colección, desde Joan Miró a Miquel Barceló, contando asimismo con piezas de los artistas españoles presentes en todas las citas internacionales como Bernardí Roig.

Lote: 35215018. MANOLO VALDÉS BLASCO “Composición”

Una de las piezas estrella de la subasta en ciernes es una Menina de Manolo Valdés, un collage en el que confluyen variedad de técnicas y que formó parte de una exposición en la Galería Sen de Madrid (véase “Composición”, 1982, lote 35215018). En esta exposición, Valdés rendía homenaje a distintos artistas dedicándoles una menina personalizada a cada uno de ellos, de acuerdo con su estilo o movimiento al que perteneciera. En este tipo de guiños interpersonales y posmodernos Valdés logró expresarse con gran ingenio.

De Barceló, licitamos el impactante lienzo “Crâne à l’Âne”, 2006 (lote 35266281), una composición matérica de gran fuerza expresiva, donde el elemento autobiográfico queda entreverado bajo sutiles referencias simbólicas.

Lote: 35266281. MIQUEL BARCELÓ ARTIGUES (Felanitx, Mallorca, 1957). “Crâne à l’Âne”, 2006.

Otra obra especialmente subyugante, de título “Apariencias”, 1966 (num. 35147563), es la realizada por una de las figuras más notorias de la escuela conquense, Gustavo Torner, quien mediante elementos orgánicos a modo de raíces y tallos sugería extremidades de aves, confundiendo así los reinos animal y vegetal.

Antoni Tàpies aparece en esta ocasión representado con un dibujo destinado a diseñar la portada de un libro de su admirado Joan Brossa, “Rua de lletres” (Poesía rasa, num. 35227447). “Poesía rasa” (1970) contribuiría a dar a conocer a este peculiar poeta catalán, que por entonces era aún poco conocido en el mundo cultural.

El que fuera uno de los miembros fundadores del grupo El Paso, recientemente fallecido, Luis Feijo, ha sido incluido en esta subasta del día 19 con una de sus pinturas clave, “1195” (lote 35221891), de 1980, año en el que su obra viró hacia la máxima esencialidad formal.

Lote: 35147563. GUSTAVO TORNER "Apariencia
Lote: 35227447 ANTONI TÀPIES “Poesía rasa. Poemes de seny i cabell”
Lote: 35221891. LUIS FEITO LÓPEZ “1195”, 1980.

Un artista que nunca deja de sorprendernos, demiurgo de mundos mágicos y criaturas metamórficas e inclasificables, el cubano Roberto Fabelo, nos deleita en esta ocasión con esculturas, pinturas y dibujos como “El jardín de la noche” (lote 35216977).

Como ven, una vez más la variedad se entiende bien con la calidad en nuestra próxima subasta de arte contemporáneo y actual.

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El mundo circense a través del arte contemporáneo.

El mundo circense a través del arte contemporáneo

La relevancia que adquirió el mundo circense entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX quedó reflejada en el arte a través de un extenso elenco de artistas que, atraídos por el espíritu bohemio y excéntrico del circo, quisieron capturar la esencia de este maravilloso y catártico espectáculo visual. Por aquel entonces, y muy especialmente en París, el circo se había convertido en uno de los grandes epicentros de la vida social, llegando a ser, sin duda, una fuente inagotable de inspiración y experimentación en el desarrollo de las vanguardias artísticas.

Piezas de Celso Lagar de temática circense vendidas en Setdart.
Fotografía de Lautrec vestido como un personaje circense y la obra de Chagall "Circus" de 1964.

En el Paris finisecular, artistas como Tolousse-Lautrec, Chagall, Picasso o Leger, descubrieron las posibilidades que este gran espectáculo les ofrecía, abriéndoles las puertas a un mundo de ensueño, donde la fantasía, la magia y el anhelo de recuperar el paraíso perdido de su niñez, significaron el refugio y la esperanza frente a las desdichas cotidianas. De este modo, el circo, que desde su irreverencia y optimismo despertaba las emociones más primarias y genuinas, se descubrió como el escenario perfecto en el que dar rienda suelta al nuevo espíritu de modernidad y libertad que abanderaban las vanguardias artísticas. Este espacio libre de convenciones socialesfue, también, el espacio de los colores vibrantes, el movimiento trepidante y la libertad compositiva, encontraron un lugar en el que cobrar vida.

Sin embargo, en contraposición a esta imagen idealizada del mundo circense, fueron muchos los artistas que reflejaron la cara más cruda y sórdida que se escondía tras de sí. El circo se transformó en una metáfora de la condición humana donde tragedia y comedia se convirtieron en las dos caras de una misma moneda. A partir de entonces, el sentimiento de melancolía y nostalgia se identificó con la condición marginal de aquellos fascinantes personajes, que, tras apagarse las luces del escenario, vivían una realidad muy alejada del esplendor del espectáculo. Desde este punto de vista, las representaciones de Picasso son probablemente, el ejemplo más clarividente del significado trágico que envolvió a las estrellas circenses, cuya vida pintoresca, marginal y transgresora, se identificó con la del propio artista. En este sentido, la figura del payaso encarna como ninguna otra, el sentimiento de incomprensión y soledad del artista. Pero más allá de Picasso, fueron muchos los artistas españoles que como, Benjamín Palencia, Antoni Clavè, Maruja Mayo o CelsoLagar hicieron de la temática circense uno de los centros de su producción.

En el caso de Lagar, el imaginario circense adquiere una especial relevancia que da luza lasque serán sus obras más famosas y a la vez, más tristes. En ellas desprende el sentimiento de profunda soledad y desarraigo que le acompañó desde que abandonara su Andalucía natal para instalarse en la ciudad de Paris. Tras el aprendizaje inicial que supuso el descubrimiento de las vanguardias históricas, Lagar buscó un camino de expresión propio marcado fundamentalmente por una inspiración picassiana, visible en el lienzo que presentamos en subasta (35205098).

Como se aprecia en la obra que se subasta, sus constantes visitas a los circos ambulantes de Paris se convirtieron en la crónicade una sociedad de entreguerras.  La aparente felicidad de los personajes que conforman el lienzo (los payasos, los trapecistas,las bailarinas o los animales circenses) esconde un halo de melancolía y tristeza, reflejado en sus rostros serios y reflexivos.

En definitiva, el espectáculo del circo se convirtió, de la mano de grandes artistas, en el reflejo del espectáculo de la vida.

Lote: 35205098. CELSO LAGAR ARROYO (Ciudad Rodrigo, León, 1891 – Sevilla, 1966). “Escena de circo”, ca. 1940.

Algunas obras vendidas en Setdart

Lote vendido en Setdart. CARLES NADAL. “Circo en la playa”.
Lote vendido en Setdart. ENRIQUE MIRALLES DARMANIN “Personajes del circo
Lote vendido en Setdart. CARLES NADAL. “El circo".
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La pintura de techo barroca: una ventana al cielo.

LA PINTURA DE TECHO BARROCA: UNA VENTANA AL CIELO

Entre finales del siglo XVI y principios del XVII, surge en Italia un nuevo movimiento estético e ideológico que impregnará la producción artística y literaria de la península y de todo el continente.

El Barroco conquistó las cortes europeas con su planteamiento tan alejado del Manierismo anterior: un triunfo de la invención sobre la imitación, una celebración del énfasis y lo extraño, una clara intención de sorprender e impresionar, en claro contraste con el Clasicismo.

La espectacularidad buscada por este movimiento se expresa en gran medida con impresionantes y suntuosos techos decorados con frescos: el objetivo es asombrar al espectador y engañar su vista, utilizando la pintura ilusionista para recrear efectos tridimensionales. La barrera arquitectónica se convierte así en un trampolín para representar una escena a medio camino entre la realidad y la ficción, creando espacios irreales que mezclan la tierra y el cielo (como el techo de la iglesia de Sant’Ignazio de Roma pintado por Andrea Pozzo).

Bóveda de la iglesia de San Ignacio.
"Cámara de los Esposos", de Andrea Mantegna.

En el Renacimiento, Andrea Mantegna puso de relieve esta técnica en la Cámara Nupcial del Palacio Ducal de Mantua, utilizando estructuras arquitectónicas falsas que conducen a un cielo abierto, sugiriendo una ilusión de profundidad.

Sin embargo, durante el Barroco, la pintura de los techos, ya muy utilizada, se transforma en un “escenario” artístico para expresar un triunfo de figuras, estucos duraderos, cuadros ilusionistas. Además de la complejidad técnica de la superficie a decorar, había que tener en cuenta la distorsión óptica que provocaría una representación a escala en el techo.

Para sortear este problema, la estratagema más común -ya conocida por Miguel Ángel del Juicio Final- era recurrir a la anamorfosis, una imagen curva u oblicua que sólo podía descifrarse si se observaba desde un determinado punto de vista.

Durante este periodo, la iglesia de la Contrarreforma era el principal cliente: quería deslumbrar y despertar fuertes emociones en los fieles, aprovechando el repertorio iconográfico cristiano.

Así, en las iglesias los temas preferidos son los santos y beatos, a menudo flanqueados por alegorías de las virtudes cardinales o escenas bíblicas; en los palacios privados, en cambio, se regocijan las representaciones de mitos paganos del mundo helenístico o reelaborados en clave romana.

Estas representaciones también permitían un alarde de erudición y opulencia por parte de los mecenas, en su riqueza de figuras alegóricas, simbolismos, figuras alusivas al patrimonio de las familias.

El prolífico Giambattista Tiepolo cuenta en su producción con un gran número de frescos de techo, con extraordinarias composiciones que pronto le valieron la fama europea.

Empezando por Venecia con el Palacio Labia y Ca’ Rezzonico, también puede presumir de la realización de los frescos de la Residencia de Wurzburgo hasta el último encargo realizado para el Palacio Real de Madrid.

Lote: 35148572. Escuela italiana del siglo XVIII. Círculo de GIOVANI BATTISTA TIEPOLO (Venecia, 1696 - Madrid, 1770). “Paciencia, Inocencia y Castidad” y “Fortaleza y Justicia”.

En Setdart ofrecemos a la venta una pareja de óleos sobre papel adheridos a lienzo pertenecientes al círculo del artista italiano, que representan las alegorías de “Paciencia, Inocencia y Castidad” y “Fuerza y Justicia”.

Estas figuras fueron concebidas para ser colocadas en las esquinas del techo de la Sala Capitular de la Scuola Grande dei Carmini de Venecia, y reflejan la dotada luz típica del legado de Tiepolo, impregnada de un vibrante dinamismo.

Así, la huella del artista deja un surco en las generaciones futuras, elevando el lenguaje barroco y ganándose el título de magnífico primer maestro de la Gran Manera.

Algunos detalles
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Manolo Blanhik aterriza pisando fuerte en Setdart.

Manolo Blanhik aterriza pisando fuerte en Setdart.

Gracias al cine y a la televisión, algunos modelos de zapatos han pasado a ser auténticos referentes de la historia de la moda, convirtiéndose en todo un objeto de colección.

Icono entre los iconos, los diseños de Manolo Blahnik son considerados todo un referente a nivel internacional. Así lo confirmó Carrie Bradshaw cuando mostró su gran amor (incluso obsesión) por los Blahnik en la serie “Sex &The City “. Desde entonces, ¿quién no ha soñado con tener unos “Manolo”?

No sólo Carrie Bradshaw se enamoró de estos zapatos: Victoria Beckham, Madonna, Beyoncé, Anna Wintour, Michelle Obama o Rihanna, entre muchas otras, confían ciegamente en el canario, luciendo sus diseños en alfombras rojas y eventos internacionales.

Sarah Jessica Parker, Olivia Palermo y Victoria Beckham, fieles clientas del zapatero canario.

Manolo Blahnik se fue a Londres durante la década de los 70 para probar suerte en el mundo de la moda. Sus diseños de calzado,atípicos y particulares, sumados a su talento y a su buen círculo de amistades, lanzaron al canario al estrellato. Desde entonces, Blahnik se ha convertido en todo un clásico de las pasarelas, diseñando calzado para reputadas marcas como Calvin Klein, John Galiano, Calorina Herrera o Christian Dior.

Los modelos que podrán ser adquiridos en Setdart el próximo 12 de julio abarcan tanto los diseños más clásicos (los BB, llamados así por Brigitte Bardot -véase el lote 35244845-, o los famosos Mary Jane Campari -véanse los lotes 35244810 y 35296080-), hasta los más exclusivos, algunos de ellos pertenecientes a colecciones cápsula o ediciones limitadas(véase el lote 35296081, zapatos de salón Screw).

Sin embargo, Manolo Blahnik no es el único protagonista de nuestra subasta, sino que Valentino (véase el lote 35244844, zapatos Rockstud), Versace o Yves Saint Laurent también se darán cita en este homenaje al calzado.

Además, no podemos pasar por alto la selección de bolsos Louis Vuitton que también serán licitados ese mismo día. Modelos como el Alma en su versión Malletage (35028643), el clásico Randonnée (35028646), el Capucines en piel Taurillón (35028652) o el bolso con estampado Damier en piel de potro(35028648), podrán ser adquiridos en Setdart.com.

Lote: 35244810. MANOLO BLAHNIK. Mary Jane Campari.
Lote: 35244845. MANOLO BLAHNIK. Zapatos BB.
Lote: 35296081. MANOLO BLAHNIK. Zapatos de salón Screw.
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La pintura orientalista: tras el paraíso soñado

La pintura orientalista: tras el paraíso soñado

La expansión colonial europea en el norte de África durante el siglo XIX fue determinante en el deseo de numerosos artistas  por viajar y explorar un mundo desconocido. De la representación de sus paisajescostumbres y conflictos surgió la llamada pintura orientalista, un género con personalidad propia dentro del arte decimonónico, y que cultivaron apasionadamente grandes maestros como Eugene Delacroix, Dominique Ingres o Mariano  Fortuny.Junto a esta conquista, el éxito de la literatura de viajes, el deseo de encontrar temas pictóricos novedosos y el espíritu aventurero que los caracterizó, llevó a muchos artistas a un viaje hacia el paraíso soñadoque asimilaron en sus obras con la recreación de un Oriente exótico y cautivador.Prueba de ello, es la selección de obras que el día 15 de julio ofrecemos en nuestra subasta de arte oriental.

La irrupción del orientalismo como genero plenamente reconocido encuentra su origen durante el Romanticismo, que de igual modoque el historicismo medievalista, significó entonces una huida de la realidad dotada de cierta mitificación. Los artistas, atraídos por lo exótico y lejano, representaron el mundo oriental bajo un prisma dominado por el carácter fantasioso y evocador que caracterizó   los múltiples relatossobre las tierras de la Africa Mediterránea y Oriente Próximoque,como los de Francis Burton, GustavFlaubert o Gerard de Nerval entre otros, proliferaron en la literatura. De hecho,a raíz de las campañas napoleónicas, el imaginario occidental se nutrió de las glorias de estos viejos imperios, cuya conquista fue representada en múltiples escenasque simbolizan el poder y superioridad de Occidente sobre Oriente. De este modo, las escenas de batalla, los esclavos sometidos o los desiertos infinitos que recorrieron durante las campañas de colonización encontraron  una época de esplendor pictórico

Lote: 35233698. HENRIC ANKARCRONA (Suecia, 1831-1917). “Escena ecuestre al pie de las montañas del Atlas, Norte de África”, 1872.

Sin embargo,frente  a este visón, se desarrolló una vertiente más realista que,alejada del tono grandilocuentey de las connotacionesnegativas hacia lo morisco que prevalecieron en las primeras obras orientalistas,se recreó en la representación de las costumbres, cultura y escenarios de la vida cotidianos.Así, durante la segunda mitad del siglo XIX, muchos de los pintores viajaron a Oriente Próximo donde encontraron una realidad que les descubrió un país diferente y nuevo, que sobresalía con sus peculiaridades por encima de los tópicos y los prejuicios de los europeos. La  nueva escuela orientalista dejó atrás las guerras, los harenes y los mercados de esclavas para pintar el mundo que se abría frente a ellos  en toda su dimensión cotidiana.

Ejemplificando estas dos visiones, contamos con dos magnificas obras de HenricAnkarcrona( lote35233698) y  August vonSiegen( lote 35233753) respectivamente. El primero se sirve de una escena de batalla en pleno desierto para realizar una obra de  desbordante energía y expresividad pictórica. Por el contrario, el segundo centra toda su atención en reflejar la atmósfera del lugar y de la propia identidad de la población norteafricana del Cairo.

En el ámbito españolel  acercamiento a la  realidad cultural e históricaOriental, aunque fuese por la fuerza de las armas, se  desarrolló bajo una visión mucho más realista que la que tuvieron en general los pintores orientalistas europeos durante el siglo XIX. En este sentido la realidad del mundo cotidiano marroquí se impuso sobre la fantasía del exotismo a través de una técnica cercana al realismo luminoso de pincelada suelta y manchista. Sin duda de entre todos los pintores españoles que practicaron el género, Fortuny fue el gran maestro. Sentando precedente en la representación de dichos contenidos, estableció un canon determinado que fue altamente valorado por otros artistas. Este es el caso de Francisco  Pinazo quien pudo conocer al pintor catalan durante su estancia en Roma.Precisamente en la capital italiana, Pinazo realizó el lienzo que presentamos en subasta(lote35148512) en el que haciendo gala de su maestría técnica, elpintor nos traslada a un interior típicamente árabe.

Desde Setdart, os proponemos a través de nuestra próxima subasta un viaje por las distintas vertientes a través de las que el arte capturó el fascinante  mundo oriental.

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Andy Warhol y su inseparable Polaroid.

"Lo mejor de una foto es que nunca cambia, incluso cuando la gente que aparece en ella lo hace” Andy Warhol.

“Lana Turner”, retratada a través de la Polaroid de WArhol en 1985. En subasta en Setdart.

 

 

El rey de pop art por antonomasia, Andy Warhol, se anticipó varias décadas con sus célebres polaroids al estallido de las redes sociales, que, como Instagram, se han convertido en un verdadero  símbolo de nuestra era. Del mismo modo, Warhol convirtió sus icónicos retratos en un valioso relato  del  entorno social que le acompañó a lo largo de su trayectoria, inmortalizando con su inseparable cámara Polaroid a las estrellas más rutilantes del momento. Este es el caso de la fotografía (35175118) que el próximo día 5 de julio  presentamos en nuestra subasta, donde Warhol logra capturar la esencia de la madurez de una de las  grandes leyendas de la pantalla del cine clásico de Hollywood como fue Lana Turner.

La relevancia de la faceta como fotógrafo de Warhol dentro del desarrollo de su personalidad artística es del todo indudable tal y como demuestran las más de 100.000 instantáneas  que realizó a lo largo de su trayectoria. Su idilio con la fotografía se inicia hacia 1962 cuando el artista  adquiere su primera cámara Polaroid Big Shot. Fascinado por  las ventajas que la fotografía al instante le ofrecía, Warhol empezó a registrar casi de forma obsesiva todo aquello que le rodeaba, ya fueran objetos cotidianos, disturbios raciales, o los rostros de los  personajes más célebres del momento. Desde entonces, utilizó su cámara como si de un trabajo preparatorio se tratara, siendo, como el mismo afirmó, su particular lápiz y papel con el que dio luz a  gran parte de su corpus artístico. De este modo, su Polaroid pasó a ser una herramienta fundamental en el proceso de realización de una obra posterior que a menudo convertía en serigrafia. De hecho, algunas de ellas, como la de Marilyn Monroe, han pasado a la historia del arte contemporáneo como  verdaderos iconos  que ya forman parte de nuestro  imaginario cultural

CElebridades retratadas por la inseparable cámar Polaroid del genio neoyorquino.

Sin embargo, Warhol pronto dejaría de concebir la fotografía como un simple medio  accesorio  para convertirla en un fin por sí misma, en una expresión artística plenamente autónoma a través de la que nos abrió una fascinante ventana al mundo del star system y nos acercó  a la realidad de sus venerados protagonistas desde una visión mucho más íntima y privada de lo habitual. Durante más de dos décadas, primero con su Polaroid y posteriormente con una cámara Minox, Warhol se dedicó a realizar una crónica de su vida diaria, en la que sus amigos, gran parte de ellos famosos, se convirtieron en un auténtico objeto de deseo para el artista.

Jack Nicholson, Mick Jagger, Patti Smith, Yoko Ono, John Lennon Salvador Dalí , Man Ray…todos ellos fueron objetivo de las instantáneas de Warhol, inmortalizándolos en estricto primer plano para mostrar la faceta más mundana de unos personajes que, para el resto del mundo, parecían inalcanzables. En este sentido, encontramos en la obra de Warhol una  gran paradoja. Mientras en sus pinturas o serigrafias  los objetos cotidianos y de consumo eran elevados a la categoría de arte, en sus fotografías llevó a cabo un proceso inverso: humanizar a las estrellas más inaccesibles de su época.  Para ello, Warhol solía retratarlos de manera improvisada y con atuendos sencillos, centrando toda la atención en la expresividad de sus rostros y mirada.

Sus fotografías, convertidas en objetos de culto para los coleccionistas, arrojan luz a una  particular manera de entender el mundo que convirtió al genio de Pittsburgh en un auténtico visionario, tal y como demuestra la profunda huella que ha dejado su legado  en la práctica artística actual

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Curiosidades sobre José Guerrero.

Curiosidades sobre José Guerrero

José Guerrero se ha consolidado como  uno de los referentes fundamentales  de la pintura contemporánea española. Su trayectoria, tan intensa como personal, nos demuestra la incesante experimentación y  continua evoluciónde  un artista  que, incluso poco tiempo antes de su muerte, siguió creando con la misma entrega, con la que logró alcanzar un  éxito y reconocimiento rotundo en los Estados Unidos.

Su tierra de origen  , su vínculo con Federico García Lorca o su  aventura estadounidense, son solo algunos de los hechos que marcaron  profundamente el devenir  de una trayectoria profesional, íntimamente ligada a sus experiencias vitales. Tras más de seis décadas dedicadas al arte, son incontables los acontecimientos, curiosidades y anécdotas a través de las cuales podemos descubrir la verdadera dimensión artística de José Guerrero

1) Guerrero trabajó en el mismo estudio en el que lo había hecho siglos antes Alonso Cano

Durante su etapa de formación  en su Granada natal, Guerrero pudo disponer de su primer estudioen el mismo lugar dondetres  siglos antes había trabajadouno de sus referentes artísticos de juventud:  el maestro  barroco Alonso Cano. Ubicado en el campanario de la emblemática catedral de Granada, Guerrero  pudo desarrollar su actividad artística a cambio de tañer las campanas cuando así se lo indicaran.

2) “Pepito Guerrero quiere pintar como un pintor muy malo muy malo que se llama Picasso”

Tal  afirmación, fue pronunciada por  uno de sus profesores de la  Escuela de Artes y Oficios de Granada , ridiculizando el trabajo de José  Guerrero y evidenciando el absoluto  rechazo a cualquier expresión de vanguardia que se opusiera  al academicismo imperante. El enfrentamiento entre ambos provocó en Guerreo ciertas dudas en relación al rumbo  que debía tomar  su trayectoria.

José Guerrero y Picasso.

3) “Recuerdo el shock que me produjo la primera exposición de Pollock… Era como ir ardiendo interiormente. Un fuego que me iba estimulando a pintar… Eran obras tan nuevas como jamás había visto yo en Europa. Me van a hacer falta cinco años, para reponerme de este cambio de vida, de ambiente, de arte”.

Tras instalarse en New York junto a su esposa, Guerrero descubrió una nueva forma de entender el arte que cambiaria para siempre el rumbo de su trayectoria. Guerrero manifestó a menudo el profundo impacto que le causaron las obras de Pollock, Rothko, o Motherwell  encontrando en ellos una nueva forma de expresión artísticamás acorde a los nuevos tiempos .

 

   

3)”¡Tira los pinceles al aire y vete!”

Tras la disputa con su profesor, el poeta Federico García Lorca  le dirigió estas palabras a su amigo, recomendándole que abandonara su Andalucía natal para que pudieradesarrollar su arte en plena libertad. De hecho, la relación de Guerrero con Lorca  dejó una profunda huella en el pintor, cuyas monumentales telas de evocaciones lorquianas, encuentran su culmen en la serie  ” La brecha de Viznar” en elque es un claro y sentido  homenaje a su admirado  Lorca.  

5) La exposición junto a Joan Miró en el Arts Club de Chicago significaría el inicio de su éxito en Estados Unidos

En 1954, llegó su primera gran oportunidad. Como el propio pintor  explica “La directora del Ars Club de Chicago vino a Nueva York con la idea de hacer una exposición de dos españoles. Visitó varios estudios y entre ellos el mío”. Guerrero acabaría siendo el escogido para exponer su obra junto a la de Joan Miróen la que  según Guerrero  fue“una de las mayores emociones de mi vida”.  Poco tempo después ya exponía de forma regular en la prestigiosa galería de Betty Parsons, la gran marchante del expresionismo abstracto.

 

6) “No lo puedo remediar, el color está dentro de mí, me pertenece a mí, y aún con los ojos cerrados sigo viendo color”

Guerrero expresó de este modo, la vital  importancia  que concedió al  color en la configuración de su lenguaje plástico, otorgándole un simbolismo muy personal relacionado con sus recuerdos y vivencias. En los últimos años, su protagonismo se hizo  más intenso si cabe, en obras que, como ” Encuentros”, nos sumergen y envuelven en una apoteosis de color dominada por  los vibrantes y enormes campos monocromos, donde las franjas perfectamente definidas  y las formas simplificadas  al extremo, atraviesan y tensan la composición.

Lote: 35244836. JOSÉ GUERRERO (Granada, 1914 – Barcelona, 1991).
"Encuentro", 1989. en subasta el próximo 17 de Junio.
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Felipe Abárzuza Rodríguez de Arias (Cádiz, 1871 – 1948). “Manolas en el patio”.

Lote en subasta:

ABÁRZUZA Y RODRÍGUEZ DE ARIAS

ABÁRZUZA Y RODRÍGUEZ DE ARIAS, Felipe (Cádiz, 1871 – Puerto Real, Cádiz, 1948).
“Manolas en el patio”, 1911.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
46 x 67 cm; 65 x 86 cm (marco).

 

En este lienzo Abárzuza nos presenta una escena costumbrista contemporánea, protagonizada por cinco mujeres vestidas con trajes de colores claros y adornadas con mantones y flores en los cabellos. Las manolas aparecen relajadas en un patio andaluz, charlando y descansando a la sombra, una de ellas mirando directamente al espectador, integrándonos en la escena.

Destacado representante de la pintura gaditana de la primera mitad del siglo XX, de lenguaje impresionista, Felipe Abárzuza se sintió atraído por la pintura desde niño, e inició su formación en la Escuela de Bellas Artes de Cádiz, donde tuvo como maestro a José Morillo. Más tarde ampliará sus estudios en Madrid junto a Joaquín Sorolla, pintor clave en el desarrollo de su estilo. Pintor, restaurador y fresquista, abordó un amplio abanico de temas, incluyendo el paisaje, el retrato, el costumbrismo, el orientalismo y la pintura de casacones tan del gusto de la época. Fue asimismo profesor de Composición Decorativa en la Escuela de Artes e Industrias y Bellas Artes de su ciudad natal, teniendo como discípulos a Julio Moisés y Manuel López Gil, entre otros, académico de la Academia de Bellas Artes gaditana, director del Museo Provincial de Cádiz y también miembro de la Comisión de Monumentos de la misma provincia.

Como pintor decorador, realizó proyectos destacados como las pinturas del Gran Teatro Falla de Cádiz, ejecutadas entre 1908 y 1909 después de haber ganado el correspondiente concurso. También son obra suya las de la capilla del Hospital de Mujeres, la capilla del Sagrario de la iglesia de San Antonio y los techos del Ayuntamiento, en Cádiz. Asimismo, dio a conocer sus obras de caballete a través de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo galardonado con mención de honor en 1895 (el Estado adquirió en esta ocasión una de sus obras, titulada “Ilusiones y realidades”), tercera medalla en 1899 y 1901 y segunda en 1904. Actualmente se conservan obras de su mano en el Museo del Prado (obras en depósito en la Delegación del Gobierno en Sevilla y el Museo de Bellas Artes de Granada) y el Museo de Cádiz, así como en diversas colecciones particulares de importancia.
 

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Francesc GIMENO ARASA (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927). “Paisaje costero”.

GIMENO I ARASALote en subasta:

GIMENO I ARASA, Francesc (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927).
Paisaje costero.
Óleo sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta certificado de D. Marçal Barrachina.
Medidas: 29 x 34 cm.; 44 x 49 cm (marco).

 

Pintor y dibujante, Francesc Gimeno inicia su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instala en Barcelona y trabaja como pintor decorador. En este momento, ante el triunfo indiscutible de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantiene alejado del ambiente artístico catalán, sino que insiste en seguir la huella de los pintores del Siglo de Oro. Así, cuando el destino habitual de los pintores solía ser París, él viaja a Madrid en 1884. Allí trabaja con Carlos de Haes, maestro del paisajismo realista, y se dedica a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez.

A su regreso a Barcelona, en 1889, súbitamente rechaza los contratos que se le ofrecen, y se dedica de nuevo a la pintura decorativa. Gimeno se mantuvo casi siempre al margen del mundo comercial del arte. Durante la mayor parte de su vida, apartado de los círculos oficiales, pintaba lo que le era más cercano, su familia y él mismo, sin descuidar nunca el paisaje. Participó en algunas exposiciones, consiguiendo premios como los diplomas honoríficos en la de Barcelona de 1894 y la Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras eran frecuentemente rechazadas por los jurados. Los críticos y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también repudiaban su realismo expresivo, el tema proletario y su pincelada fuerte y gruesa. Desengañado, acentuó su marginación respecto al mundo del arte y de la sociedad en general, y aquel joven abierto, apasionado y lleno de ilusión se transformó en un hombre cerrado, desaliñado y automarginado.

A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición tuvo éxito de crítica y por primera vez su tarea artística fue reconocida. Este hecho marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos mecenazgos que liberaron a Gimeno del trabajo de pintor decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas paisajísticas. El reconocimiento a la obra de Gimeno fue creciendo en los últimos años de su vida hasta culminar en el homenaje que, en la Navidad de 1925, se le dedicó en la Sala Parés. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña celebró la primera exposición de carácter verdaderamente antológico dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el de Montserrat, el Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en diversas colecciones particulares de importancia.

Las escenas que pintó Gimeno representan la realidad cruda, sin concesiones estéticas, y revelan a un pintor y dibujante extraordinario. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó ante todo por su expresividad, que domina sobre el resto de valores plásticos. Esta expresividad se traduce en una pincelada nerviosa y rápida, cargada de materia, que produce en el espectador una impresión instantánea sin necesidad de dibujar, como puede constatarse en esta escena costera protagonizada por algunas barcas.
 

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Francisco Javier Amérigo Aparici (Valencia, 1842 – Madrid, 1912) “Paseo en barca”.

AMÉRIGO Y APARICILote en subasta:

AMÉRIGO Y APARICI, Francisco Javier (Valencia, 1842 – Madrid, 1912)
“Paseo en barca”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la popa de la barca.
Marco de época.
84 x 115,5 cm; 110 x 131 cm (marco).

 

Francisco Javier Amérigo nos muestra aquí una alegre fiesta a bordo de una barca de paseo, ocupada por una serie de damas y caballeros ataviados a la moda, uno de ellos con traje de majo, acompañados por varios niños. La barca es dirigida por un hombre de poderosa musculatura, que queda de espaldas a nosotros en una posición magistralmente plasmada, que refleja su esfuerzo y la tensión de su cuerpo. El resto de personajes, en cambio, permanecen ajenos a su presencia, ocupados charlando y bebiendo. Una niña, situada frente al timonel, se inclina para contemplar el agua, y en el mismo lado de la barca vemos a una joven dama que toca con su mano derecha el agua, jugando con los delicados cisnes que nadan junto a la embarcación, un detalle a la vez narrativo y ornamental que enriquece la escena. Las actitudes son pues muy variadas, si bien centra nuestra atención la figura de espaldas del caballero que alza una copa de licor haciendo un brindis hacia las damas. En la proa de la barca, un segundo grupo se sitúa en torno a la figura del majo, sentado de forma despreocupada en una situación elevada, sirviendo gallardamente vino a una de las damas situadas junto a él. La barca aparece en el centro del cuadro, perfectamente equilibrada en el espacio, sobre unas aguas en calma, espejadas, de tonalidad nacarada y ricas en reflejos y matices cromáticos. El río, muy ancho en el primer plano, gira formando un recodo al fondo, en el lado derecho, dirigiendo nuestra mirada hacia el fondo, delimitado por un horizonte azulado, de montañas de cumbres envueltas en nubes. Este horizonte se sitúa a media altura, dejando un amplio espacio para el desarrollo del cuelo, casi completamente cubierto por nubes blancas trazadas con dinamismo y delicadeza.

Francisco Javier Amérigo desarrolló su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia, donde tuvo como maestro a Francisco Martínez Yago. Entre sus compañeros de estudios se hallaba el hijo de éste, Salvador Martínez-Cubells, quien sería su gran amigo el resto de su vida. Amérigo se trasladó posteriormente a Madrid para ampliar sus estudios en la Escuela de San Fernando, y en 1865 partió hacia Roma. Allí conoció a Eduardo Rosales y a Mariano Fortuny, y desde Roma envió el cuadro “Un Viernes Santo en el Coliseo de Roma”, con el que obtuvo segunda medalla en la Exposición Nacional de Madrid de 1876. En 1877 regresa a España, instalándose en Madrid, y ese mismo año participa de nuevo en la Nacional con el monumental lienzo de historia “Del saqueo de Roma”, obteniendo la ansiada medalla de primera clase. Aunque este cuadro se enmarca dentro de un género considerado como el supremo entonces, la pintura de historia, representa sin embargo la corriente más liberal de la misma, opuesta al triunfalismo propagandista que era generalmente premiado en los certámenes nacionales. De hecho, en él Amérigo retrata la devastación llevada a la capital del catolicismo por las tropas de Carlos V en 1527. No obstante, sus éxitos se continuarán, y será de nuevo premiado con primera medalla en 1892 por “Derecho de asilo”. Aparte de estos grandes lienzos de historia, Amérigo cultivó la pintura religiosa (pinturas del techo de la sacristía de la basílica de San Francisco el Grande, Madrid), y también creó escenografías para el Teatro Martín de la capital. Actualmente se conservan obras de Francisco Javier Amérigo en el Museo del Prado (obras en depósito en el Ministerio de Cultura, el Museo de Bellas Artes de Valencia y el Colegio Cervantes de Jerez de la Frontera), el Museo Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Ramón Martí Alsina (Barcelona, 1826 – 1894). “Marina”.

MARTÍ ALSINALote en subasta:

MARTÍ ALSINA, Ramón (Barcelona, 1826 – 1894).
“Marina”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
90 x 167 cm; 110 x 186 cm (marco).

 

Martí Alsina despliega en este lienzo una amplia panorámica natural, dominada por un cielo turbulento, ominoso, absolutamente protagonista, que parece reflejar el alma del pintor, casi al modo romántico. La composición es sobria y clara, con un plano de tierra abrupto, despojado casi de toda vegetación, una costa rocosa alzada frente a un mar nacarado y movido, cuyas olas en movimiento, magníficamente captadas por el pintor, reflejan las sensaciones que transmite el cielo, moviéndose amenazantes. No obstante, las figuras que adivinamos en el camino aparecen tranquilas, seguras en tierra y rodeadas por tonalidades claras, en contraste con los tonos fríos y brillantes, cristalinos incluso, del cielo y el mar. Martí Alsina refleja así una naturaleza cercana, conocida, pero que transmite esa impresión de monumentalidad sublime del paisaje romántico, empequeñeciendo la figura humana, mostrándose en todo su esplendor, con toda su fuerza, que parece a punto de desatarse, en el momento de silenciosa tensión previo a la tormenta.

Considerado hoy en día como la figura más importante del realismo español, Martí Alsina se enmarca dentro de la vanguardia europea del momento. Revolucionó el panorama artístico español del XIX, fue pionero del estudio al natural, y creador de la escuela catalana moderna, así como maestro de toda una generación, con discípulos de la importancia de Vayreda, Urgell o Torrescassana. Inició sus estudios en Filosofía y Literatura, alternándolos con las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona hasta 1848. Finalizado este primer aprendizaje y decidido por la pintura, da sus primeros pasos en la comarca del Maresme, donde comenzó a ganarse la vida haciendo retratos de estilo naturalista y paisajes a “plen air”. A partir de 1850 su carrera artística se afianza, en 1852 ingresa como profesor de dibujo lineal en la Escuela de la Lonja de Barcelona, y dos años después pasó a impartir dibujo de figura, puesto que mantuvo hasta la ascensión al trono de Amadeo de Saboya.

En 1853 viaja a París, donde visita el Louvre y se familiariza con la obra de Horace Vernet, Eugène Delacroix y el romanticismo francés. Más adelante conocerá la obra de Gustave Courbet, el mayor exponente del realismo. En 1859 fue nombrado académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona. Su primera muestra importante fue la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona de 1851. A partir de ese momento expondrá con regularidad en Barcelona, Madrid y París, y fue invitado a la Exposición Universal de la capital gala de 1889. Entre sus premios destacan las medallas obtenidas en las Exposiciones Nacionales de Madrid, tercera en 1858 con la obra “Último día de Numancia” y segunda en 1860 con su paisaje. En sus últimos años vivió recluido, centrados sus esfuerzos en la búsqueda de nuevas formas de expresión, con una pincelada deshecha próxima al impresionismo. Entre sus temas encontramos numerosos paisajes y marinas, vistas urbanas (especialmente de Barcelona), retratos y figuras humanas, escenas costumbristas, temperamentales desnudos femeninos, pintura de historia y escenas bíblicas. En pocas ocasiones se dedicó al bodegón, aunque también pintó algunos de ellos. Se conservan obras de Martí Alsina en el Museo del Prado, el Thyssen-Bornemisza, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA, el de la abadía de Montserrat y el de l’Empordà, en Figueras.
 

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Eduard Boehm (Viena, 1830 – después de 1900). “Partie aus Baiern”.

Eduard BoehmLote en subasta:

BOEHM, Eduard (Viena, 1830 – después de 1900).
“Partie aus Baiern”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 50 x 82 cm; 79 x 110 cm (marco).

 

En esta obra Eduard Boehm plasma uno de sus personales paisajes alpinos, en este caso localizado en la región de Baviera. Como es habitual en su obra, la vegetación está trabajada a base de vibrantes tonos cálidos, perfectamente equilibrados e iluminados por una luz escenográfica, de herencia romántica, que refuerza la construcción tridimensional del espacio. También bebe de la influencia romántica la propia forma de componer el paisaje, con dos planos claramente diferenciados, el de fondo alzándose como un telón teatral y trabajado con una acusada monumentalidad, reforzada por el propio tratamiento atmosférico y lumínico. En primer plano se sitúan un camino y el curso de un río, ambos serpenteantes casi en paralelo, guiando nuestra mirada hacia el fondo, invitándonos a detenerrnos en cada recodo para disfrutar de la lírica del paisaje. La presencia de una pequeña figura en el primer término es también propia del paisaje romántico, dado que sirve como cicerone al espectador y, a la vez, indica la proporción monumental de la naturaleza salvaje.

Hijo del también artista Johann Boehm, el pintor austriaco Eduard Boehm se especializó en el paisaje, centrándose principalmente en los países alpinos, especialmente de las regiones de Hoher Dachstein, Salzburgo y Estiria. Desarrolló su carrera en Viena, si bien realizó diversos viajes en busca de nuevos paisajes. Actualmente está representado en numerosas colecciones particulares.
 

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Francisco Pradilla Ortiz (Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921). “Fiesta en el jardín”.

Lote en subasta:

PRADILLA ORTIZ

PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921).
“Fiesta en el jardín”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Puede adjuntarse certificado de autenticidad, a petición y cargo del comprador.
31 x 44 cm; 49 x 62 cm (marco).

 

La obra que aquí presentamos es un magnífico ejemplo de la etapa italiana de Pradilla, una escena galante de ambientación dieciochesca, con una compleja composición abierta en profundidad, llena de luz y dotada de una especial vibración gracias a la magistral pincelada del pintor, que refleja con acierto el movimiento de las ricas telas de los cortesanos, los reflejos de la luz en el agua y la densidad de las copas de los árboles.

Francisco Pradilla inicia su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, para en 1868 continuar en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Federico de Madrazo, Carlos de Haes, Carlos Luis de Ribera y Ponciano Ponzano. Completa su formación en estos años copiando obras de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1874 consigue el Premio de Dibujo de la “Ilustración Española y Americana”, y obtiene la beca para estudiar en Roma, ciudad en la que residirá veintitrés años, hasta su nombramiento como director del Prado en 1897. En 1878 concurre a la Exposición Nacional de Madrid, y obtiene la Medalla de Honor, la misma distinción que obtiene ese mismo año en la Universal de París. A raíz de estos éxitos le llegan numerosos encargos no sólo de España y Francia, sino también de América y otros países europeos. Realiza viajes por España y se interesa por plasmar escenas costumbristas plenas de gracia y color, apoyadas siempre en un excepcional dominio del dibujo. Si bien no realizó exposiciones individuales, sus obras formaron parte de muestras y certámenes en ciudades de todo el mundo, como Londres, París, Berlín, São Paulo o Buenos Aires. Fue miembro de las Reales Academias de San Fernando y San Luis, de la Academia Francesa y de la Hispanic Society de Nueva York. Obtuvo, entre otras condecoraciones, la Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor. Su obra está presente en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Zaragoza, Santander, La Habana y São Paulo, el MACBA, la Biblioteca Nacional y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

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Ricardo Canals Llambí (Barcelona, 1876 – 1931). “El torero herido” y “Retrato de cantante”.

Lote en subasta:

CANALS LLAMBÍ

CANALS LLAMBÍ, Ricardo (Barcelona, 1876 – 1931).
“El torero herido” y “Retrato de cantante”.
Óleo sobre lienzo, pintado por ambas caras.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo y al dorso. Con etiqueta y sello en el bastidor de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 50 x 61 cm; 69 x 80 cm (marco).
Esta obra fue exhibida en la exposición “Ricard Canals. 11 olis i 24 dibuixos”, celebrada en la Sala Parés de Barcelona en 1990.

 

En este lienzo Canals nos presenta una obra principal, una escena taurina en la que dominan los tonos azafranados propios de la “Colla del Safrà”, y un peculiar retrato al dorso, una figura femenina trabajada en un estilo de enorme expresividad, abocetado y rápido. Se trata de un retrato en el que poco importan los rasgos de la modelo; el protagonismo recae en el juego de colores y, sobre todo, de luces y sombras en el rostro, que dotan a la mujer de un cierto aspecto artificioso, a modo de instantánea de los personajes que poblaban la vida nocturna de la Barcelona de la época.

La obra principal, en cambio, se nos muestra perfectamente pensada y terminada, con una composición asimétrica que juega a distraer la atención del espectador en un primer momento, para luego guiarla irrevocablemente hacia el centro dramático de la escena, el torero herido que es sacado de la arena ante los asustados y atónitos rostros del público. Formalmente en esta obra se aprecia por qué Canals es considerado, junto a Pidelaserra, el pintor catalán que mejor asimiló la lección del impresionismo francés y, más concretamente, de la obra de Auguste Renoir. Por su temática, podría enmarcarse en las fechas en las que el maestro catalán trabajó para Durand-Ruel, a principios del siglo XX, dado que se centró entonces principalmente en temas típicamente españoles, como la tauromaquia. Respecto a la factura, Canals construye sus composiciones y figuras al carboncillo y luego las pinta, superponiendo finalmente el color al dibujo. De ahí el absoluto protagonismo del color a nivel formal, un cromatismo que crea una atmósfera determinada, deliberadamente buscada, que juega con las luces y las sombras, reforzando la construcción del espacio en profundidad. Como ya hemos indicado más arriba, dominan los colores azafranados, y también otros propios de la “Colla del Safrà” como los rojos y los naranjas. En definitiva, era una apuesta por un cromatismo contrario al azul y al gris modernista. Sin embargo, hay que decir que en “El torero herido” aparecen tonalidades grisáceas que sirven como contrapunto a los tonos más cálidos, aunque carecen del cariz lúgubre de los grises modernistas. Son más bien como los que pintaba Rusiñol en su época de Sitges, hacia 1890. Así, estéticamente Canals se posiciona con esta obra a contracorriente, en su apuesta por la luminosidad. Era por tanto crítico con la corriente modernista, que tan complaciente era con la clase burguesa.

Canals fue pintor, dibujante y grabador, miembro de la “Colla del Safrà” (Grupo del Azafrán, así denominado por su peculiar paleta cromática) junto con los pintores Nonell, Mir, Pichot y Vallmitjana. Inició sus estudios en la Escuela de La Lonja de Barcelona, pero los abandonó poco después para continuar pintando en la calle. Amigo de Isidre Nonell, en 1896 viajan juntos a Caldes de Boí, y al año siguiente se trasladan a París. En la capital francesa ambos expusieron en la galería Chez Dosbourg con gran éxito. Nonell vuelve a Barcelona y Canals se queda trabajando para el marchante Durand-Ruel, el marchante de los impresionistas, representante de artistas como Corot, Monet o Pissarro. Fue amigo personal de Picasso en esta época, quien retrató a su esposa. Destacó su participación en los salones franceses de 1897 y 1898, así como en la exposición celebrada en 1902 en la galería de Durand-Ruel de Nueva York. En 1907 regresa definitivamente a Barcelona, donde presidió la asociación Las Artes y los Artistas. Desde entonces realizará varios viajes por España, visitando Madrid, Sevilla y Granada. Sus obras tuvieron desde entonces un sabor netamente español, conjugado con su lenguaje de factura moderna. Precisamente será esa temática española la que le granjee en París sus mayores éxitos, aunque en sus últimos años evolucionó hacia una pintura más cercana al noucentisme. Se distinguió también como retratista. Su última obra importante, antes de su prematura desaparición, fue la decoración del techo de una de las salas del Ayuntamiento de Barcelona. En 1933, dos años después de su muerte, la sala Parés de Barcelona le dedicó una amplia exposición de homenaje. Gran parte de su obra se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, pero también está presente en las colecciones de la abadía de Montserrat, el museo Thyssen-Bornemisza o el museo Nacional de Bellas Artes de Chile.
 

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Cecilio Pla Gallardo (Valencia, 1860 – Madrid, 1934). “Autorretrato pintando”.

Cecilio PLA GALLARDOLote en subasta:

PLA GALLARDO, Cecilio (Valencia, 1860 – Madrid, 1934).
“Autorretrato pintando”, 1903.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, fechado y dedicado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 39 x 49 cm.

 

En esta obra la absoluta protagonista es la luz del día, la luz clara y vibrante que rodea al artista y le permite plasmar en el lienzo la vitalidad del paisaje, el brillo de sus colores y la riqueza de sus matices tonales. De hecho, Cecilio Pla se presenta a sí mismo plenamente inmerso en el entorno natural, en un paisaje construido a base de largas y fluidas pinceladas, sin dibujo de base ni descripción. Se trata de una vegetación exuberante que envuelve al pintor, quien aparece perfectamente concentrado en su trabajo, trazando pinceladas sobre un lienzo que queda oculto a nuestra vista. La figura destaca especialmente por la densidad de los tonos oscuros de su traje, equilibrados sin embargo en su tonalidad con el fondo de vegetación. Las ropas se han trabajado a base de pinceladas densas, muy empastadas, que permiten apreciar su recorrido, intuir la mano del artista trabajando con precisión y energía. También el rostro y el sombrero están trabajados con esta misma densidad. La mano, en cambio, queda desdibujada, borrosa en su movimiento, al igual que el fondo natural. Asimismo, el caballete parece perderse entre las ramas, al igual que la pequeña silla plegable.

Cecilio Pla inicia su formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, para luego continuar en la de San Fernando de Madrid, donde tuvo como maestro a Emilio Sala. En 1880 realiza un viaje de estudios a Roma, visitando Italia, Francia y Portugal. Desde allí comienza a enviar obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo premiado con tercera medalla en 1884 por la obra de tema italiano “El Dante: círculo de los avaros”, y con segunda medalla en 1887 por el lienzo religioso titulado “Entierro de Santa Leocadia”. En 1892 obtuvo de nuevo una segunda medalla por el cuadro realista de intención social “Las doce (el almuerzo)”, e idéntico galardón en 1895 por una escena de desavenencia conyugal en un interior burgués, “Lazo de unión”. Pla siguió participando en las Exposiciones Nacionales durante toda su vida, obteniendo en 1910 consideración de primera medalla por el cuadro “Dos generaciones”, caracterizado por los distintos efectos de luz natural que fueron la verdadera especialidad de este artista.

Ese mismo año de 1910 sustituyó a su antiguo maestro Emilio Sala en la clase de estética del color y procedimientos pictóricos en la Academia de San Fernando, donde impartió clases a Juan Gris, Francisco Bores, Pancho Cossío y José María López Mezquita, entre otros. Es entonces cuando publica su “Cartilla de arte pictórico”. Pla también participó en certámenes internacionales, siendo premiado con medalla de honor en la Exposición Universal de París de 1900. En 1924 será nombrado académico de San Fernando. Alternó su actividad docente con la pintura, además de colaborar como ilustrador con publicaciones como “La Ilustración Española y Americana”, “Blanco y Negro” y “La Esfera”. También realizó carteles, como el del Carnaval del Círculo de Bellas Artes de 1892, y participó en decoraciones murales, entre las que cabe destacar el techo del hotel de la infanta Isabel de Borbón, el Casino de Madrid, el Círculo de Bellas Artes o el palacio de los duques de Denia.

Considerado el máximo exponente de la pintura modernista valenciana, no obstante abarcó diferentes tendencias, desde el academicismo y costumbrismo de sus inicios hasta el wagnerianismo y el luminismo de sus vistas costeras pintadas en Valencia. Actualmente, Cecilio Pla está representado en el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza, los de Bellas Artes de Valencia, Zaragoza, Santander y Bilbao, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Ayuntamiento de Valencia y la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, entre otras colecciones tanto públicas como privadas, como la Colección UEE. En 1999, la Fundación Mapfre le dedicó una amplia retrospectiva.
 

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Juan Pablo Salinas Teruel (Madrid, 1871 – Roma, 1946). “Velada con el cardenal”.

SALINAS TERUELLote en subasta:

SALINAS TERUEL, Juan Pablo (Madrid, 1871 – Roma, 1946).
“Velada con el cardenal”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 32 x 42 cm; 49 x 58 cm (marco).

 

Juan Pablo Salinas inició su formación artística en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y en 1885 participó en la exposición de la Asociación de Escritores y Artistas y en la Exposición Aragonesa, siendo galardonado en ambas con medalla de tercera clase. En torno a 1886 se trasladó a Roma para ampliar sus estudios gracias a una beca concedida por la Diputación Provincial de Zaragoza. Allí acudirá al Círculo Internacional de Bellas Artes, así como a las clases nocturnas de la Academia Chigi. Se integrará además en la colonia artística española residente en la ciudad, y trabajó junto a su hermano, el también pintor Agustín Salinas, quien llevaba instalado en Roma desde 1883. Ambos hermanos remitieron obras a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1887; Juan Pablo envió “Marco Antonio y Cleopatra”, tema de la historia clásica.

A semejanza de su hermano, su auténtico maestro, Salinas recreó también temas medievales de notable influencia toscana. Su trayectoria se mantuvo muy ligada a la de su hermano hasta que conoció, en un viaje a París, la obra de Ernest Meissonier, cuya influencia le llevó centrarse en el género de casacones, con el que alcanzó un gran éxito de ventas tanto en Francia como Italia, Europa central, Rusia y América. Por estos años expone en los Salones Roger e inicia sus famosas composiciones de ambiente dieciochesco, en los que aparecen personajes ataviados a la moda de la época en el marco de lujosos interiores, minuciosamente detallados a través de una técnica preciosista, que se recrea en la descripción colorista de ropas y encajes pero, sobre todo, en el magistral tratamiento de las carnaciones femeninas, deliberadamente sensuales. También en esta etapa Salinas realizará varias series para la decoración de grandes salones.

Además de estos temas, abordó escenas de carácter orientalista e interiores de iglesia. En la última etapa de su trayectoria se aprecia una disminución del detallismo, un carácter más suelto y menos descriptivo. Actualmente Juan Pablo Salinas está representado en el Museo del Prado (obra en depósito en el de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo), la Colección Bellver de Sevilla y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Escuela china del siglo XIX. “Vapor, mercante y junco chino frente a Cantón”.

Lote en subasta:

Escuela China

Escuela china del segundo tercio del siglo XIX. “Vapor, mercante y junco chino frente a Cantón”.
Óleo sobre lienzo.
23 x 56 cm; 35 x 69 cm (marco).

 

El interés por los productos artísticos y de lujo producidos en Oriente se despertó muy pronto en Occidente. La famosa Ruta de la Seda, una compleja red de conexiones comerciales a través de las que circulaban todo tipo de productos, además de los codiciados tejidos de seda, se originó en la primera centuria antes de Cristo y se mantuvo vigente a lo largo de toda la edad media. Ya en la edad moderna, portugueses, ingleses, españoles y holandeses buscaron nuevas rutas e importaron nuevos productos que reforzaron la fascinación de Occidente por el extremo Oriente. Entre los mayores impulsores del comercio con China se encontraba la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, con sede en numerosos emplazamientos asiáticos, y especialmente en Cantón. Desde Cantón viajaron en los barcos holandeses una gran variedad de productos realizados en China pero, en muchas ocasiones, adaptados al gusto de los compradores occidentales a los que iban destinados, como es el caso del conjunto de pinturas que ahora presentamos.

La pintura china nació ligada a la caligrafía y por ello tradicionalmente se realizaba con tinta, acuarela o gouache sobre papel de arroz o seda. De entre todos los géneros practicados por los pintores chinos el paisaje fue muy apreciado, y a menudo entendido como la plasmación de una reflexión profunda o una emoción del artista ante la naturaleza y el mundo. En el siglo XIX, el intenso contacto con Occidente propiciará la creación de nuevos subgéneros dentro del paisajismo chino. Los artistas empezarán a trabajar con óleo sobre lienzo, una de las técnicas más valoradas en Europa desde su perfeccionamiento en el siglo XV, y se producirán para la exportación detalladas panorámicas costeras que serán enormemente apreciadas en Occidente. Estas vistas, como las que presentamos, poseen una gran precisión topográfica, de manera que pueden reconocerse los diversos puertos comerciales a los que arribaban los barcos occidentales. En ocasiones incluso es posible identificar los almacenes de diversas naciones, así como sus barcos, gracias a la representación de sus banderas. En estas pinturas se conjuga, pues, el exotismo de los paisajes lejanos y las embarcaciones chinas, los juncos, con la representación de lo que era conocido y apreciado por los compradores occidentales.
 

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Thomas Jones Barker (Reino Unido, 1815 – 1882). “El matrimonio de la novia de Lammermoor”.

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JONES BARKER

JONES BARKER, Thomas (Reino Unido, 1815 – 1882).
“El matrimonio de la novia de Lammermoor”, Londres, 1862.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha. Firmado, fechado y localizado al dorso.
Con marco de época.
121 x 190 cm; 145 x 222 cm (marco).

 

Esta obra puede ser considerada como una de las mejores obras de Thomas Jones Barker de su género, tanto por su gran calidad y gran formato como por su compleja composición, con numerosos personajes, la maestría en todos los aspectos (paisaje, calidad de las telas, etc.) y, especialmente, por el trabajo de los personajes, cercano al retrato. Sobre la autoría no existen dudas: el estilo coincide con el de Jones Barker, así como el tema (una escena de género histórica), y además la obra aparece firmada “T.J. Barker pinxit” y, al dorso, “Thomas Jones Barker pinxit, London 1862”. Por otro lado, el dorso de la obra presenta además varios detalles que corroboran su autenticidad. En primer lugar, los sellos de la casa encargada de realizar el bastidor y el lienzo, que se corresponde con los utilizados por el autor (C. Davy Artists, 83 Newman st.). La fecha de la obra, 1862, se corresponde con el periodo en el que esta firma estuvo localizada en la calle Newman de Oxford (1843-1862). En la parte inferior del marco observamos una leyenda que pertenece al taller de enmarcación, J.M. Hill, activa a mediados del siglo XIX. También aparecen otras etiquetas y leyendas, todas correspondientes a la época. Finalmente cabe señalar que esta obra fue vendida en Christie’s Londres en 1983, identificada como obra de Jones Barker sin dudas.

“La novia de Lammermoor” es una novela histórica de Sir Walter Scott, publicada en 1819. Narra la trágica historia de amor entre Lucy Ashton y Edgar Ravenswood, y el autor indica que se basa en hechos históricos reales, acaecidos en el siglo XVII.

Hijo del pintor Thomas Barker, Thomas Jones inició su formación junto a su padre, y a partir de 1835 la continuó en París con Horace Vernet, con quien permaneció muchos años. Durante estos años en Francia, Jones Barker expuso con frecuencia sus obras en el Salón de París, siendo galardonado con tres medallas de oro. Asimismo, pintó varios cuadros para Luis Felipe de Francia, destacando entre ellos el titulado “La muerte de Luis XIV”. Para la princesa María, hija de Luis Felipe, Jones Barker pintó en 1840 “La novia de la muerte”, por la que recibió la Cruz de la Legión de Honor. El pintor regresó a Inglaterra en torno a 1845, y pronto comienza a exponer sus obras en la Royal Academy de Londres, principalmente retratos. También envió a esta institución una obra inspirada por un poema de Sir Walter Scott, “El trobador” (1849). Según avancen los años Jones Barker continuará mostrando asiduamente sus obras en la Royal Academy, de diversa temática según evolucione en su carrera (obras bélicas, históricas, retratos…). Siguiendo probablemente la influencia de Vernet, en sus primeras obras Jones Barker abordó principalmente temas de las guerras napoleónicas. Hacia el final de su vida retomará los temas bélicos con gran éxito de crítica y público, plasmando temas de las guerras franco-prusiana y de Crimea. Actualmente está representado en la National Portrait Gallery de Londres, el National Army Museum, el National Museum of Wales, la National Gallery of Ireland, la Southampton Art Gallery y el Maidstone Museum, entre otras colecciones públicas y privadas.

 

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Joaquín Torres García (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949). “Bruxelles”.

Joaquín TORRES GARCÍALote en subasta:

TORRES GARCÍA, Joaquín (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949).
“Bruxelles”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, titulado y dedicado en la zona inferior.
27 x 35 cm; 41 x 48,5 cm (marco).

 

Como indican las etiquetas visibles al dorso, esta obra ha formado parte de las siguientes exposiciones:
– “Torres García”, Museo Español de Arte Contemporáneo, Madrid, Dirección General de Bellas Artes, Ministerio de Educación y Ciencia, 1973.
– “J. Torres García”, galería Dau al Set, Barcelona, 1986.
– “Torres García”, Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, 1988, organizada por la Generalitat de Catalunya.
Puede adjuntarse certificado de autenticidad emitido por Marçal Barrachina, a petición y cargo del comprador.

 

Tras iniciar su formación de modo autodidacta, en 1890 Torres García decide emigrar a fin de formarse como pintor. Así pues, viaja a Europa con su familia al año siguiente, con diecisiete años. En 1892 se instala en Barcelona, e ingresa en la Escuela de Bellas Artes. Allí entra en contacto con el impresionismo francés, principal influencia en aquel momento para él y otros famosos alumnos, como Mir, Sunyer, Canals y Nonell. Simultaneó esta escuela, con clases en la Academia Baixas, la más reputada entonces. Desde 1894 participa en las Exposiciones Generales de Bellas Artes, en la sección extranjera. Durante esta década publicó varios dibujos en periódicos y revistas como “La Vanguardia”, “Iris”, “Barcelona Cómica” o “La Saeta”. En 1901 empieza a pintar al fresco, atraído por el espíritu atemporal de las obras antiguas realizadas en esta técnica, y entra en una dinámica de trabajo en grupo en la que colaboraban pintores, músicos, escultores y poetas. Años más tarde viajará a Italia para perfeccionar su conocimiento de esta disciplina.

Trabajó también en decoración, ámbito en el que destaca su colaboración con Antoni Gaudí en la catedral de Palma de Mallorca. Hacia 1910 empieza a introducir en su obra elementos formales propios de Cataluña, imbuido del espíritu de reivindicación de la identidad catalana propio del momento. Se relacionan con este nuevo enfoque varios encargos oficiales, entre los que destacó, como punto de inflexión en su carrera, la decoración mural del Salón de Sant Jordi de la sede de la Diputación Provincial de Barcelona. En 1920 se traslada a Nueva York, y entra en contacto con artistas de la talla de Max Weber, Man Ray o Marcel Duchamp. Al poco tiempo regresa a Europa y se instala en París, donde frecuentó las reuniones del grupo liderado por Mondrian, acercándose así a la abstracción y el constructivismo.

En 1934 decide volver finalmente a Montevideo, donde se le recibe como miembro de la élite artística europea. Allí crea la Sociedad de las Artes del Uruguay, cuyo objetivo era integrar todas las artes y actuar como nexo de unión entre los artistas y el público. Entra en contacto con el arte precolombino e indígena uruguayo, y esta estética, nueva para él, influirá de forma crucial en su pensamiento. Reivindicó que los artistas no necesitaban renunciar a ser latinoamericanos por pretender ser contemporáneos al uso, y aportó una nueva dimensión a la construcción del lenguaje americano moderno. Además, desde este momento la simbología cultural propia de su tierra cobra una importancia determinante en su obra. Se conserva obra suya en el museo Thyssen-Bornemisza, los museos de Arte Moderno de Nueva York, San Francisco y Lille, el Museo Nacional Reina Sofía, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo Torres García de Montevideo, los museos de Bellas Artes de Houston, Filadelfia y Santa Bárbara, el Museo Nacional de Bellas Artes de São Paulo, los museos Hirshhorn y de Arte de las Américas de Washington DC, la Albright-Knox Gallery de Buffalo y el Los Angeles County Museum, entre otros.

 

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Santiago Rusiñol Prats (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931). “Jardí de Can Puig”.

Santiago RUSIÑOL PRATSLote en subasta:

RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931).
“Jardí de Can Puig”, Girona.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Con etiqueta al dorso de la Exposición Nacional de Bellas Artes del Real Círculo Artístico de 1930.
110 x 100 cm; 133,5 x 124 cm (marco).

 

En este lienzo podemos ver uno de los hermosos y poéticos jardines de Santiago Rusiñol, rincones románticos y evocadores en los que el maestro catalán reflejó su propio temperamento sensible, logrando trasladar al lienzo la atmósfera única de estos lugares secretos, reales pero a la vez metáfora de un estado del alma.

Pintor, escritor y dramaturgo en lengua catalana, Rusiñol fue uno de los principales ideólogos del movimiento modernista catalán. Se formó como discípulo de Tomás Moragas y frecuentó el Centro de Acuarelistas, del cual fue uno de los fundadores. Debutó en 1884 en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos Ramon Casas y Enric Clarasó. Por esos años realizó con Casas un viaje en carro por Cataluña, tomando apuntes de tipos y paisajes. El año de 1888 marca un punto de inflexión en su carrera, dado que comienza con tres actividades nuevas: publica unos escritos en “La Vanguardia”, participa en el Salón de París y celebra su primera exposición individual en la Sala Parés.

Al año siguiente, 1889, Rusiñol se instala en París, en el barrio de Montmartre, con Utrillo, Clarasó y Canudas. Asiste a la academia del pintor Henri Gervex, y completa su formación con Puvis de Chavannes y Carrière. Desaparece entonces el ruralismo que había adoptado en Barcelona, y su estilo evoluciona hacia el naturalismo. También se acerca a los planteamientos temáticos, que no técnicos, de los impresionistas, así como a su voluntad de captar una instantánea fugaz. En 1890 establece relación con Sitges, donde pintará algunos de sus primeros patios y jardines, temática que definirá su estilo posterior. Ese mismo año celebra su primera exposición en la Sala Parés, junto a Casas y Clarasó.

En 1890 regresa a París con Casas y Utrillo. En este momento se centrará en representar los espacios de diversión de la zona, como el Moulin de la Galette, que protagonizará muchos de sus cuadros. No obstante, en 1893 deja su estudio de Montmartre y se traslada a la isla de San Luis, donde se centra en el estudio psicológico de la figura, sobre todo femenina, reflejando la tristeza, la melancolía y la soledad típicamente finiseculares. Al año siguiente viaja a Italia junto a Zuloaga, visitando Pisa, Florencia y otras localidades, lo que le permite conocer de cerca a los primitivos. A su regreso expone las pinturas realizadas en este viaje en la que será su primera muestra personal en la Sala Parés. Ese mismo año inaugura el Cau Ferrat en Sitges, germen del actual museo.

En 1895 realiza su primer viaje a Granada, y comienza la serie “Jardines de España”. En 1897 realizará algunas de sus mejores pinturas de jardines, interés que también aparece en su obra literaria “El jardín abandonado”, donde cultiva un decadentismo de carácter simbolista. El jardín elegante se convierte en protagonista, símbolo de la poesía; el jardín abandonado esconde un pasado de esplendor perdido. Rusiñol entonces viaja, buscando jardines que le seduzcan, y los pinta interiorizándolos, mostrando su personal concepción de la belleza, de la vida y la muerte, del arte y de la realidad, de la soledad y del paso del tiempo.

Por esta época, expondrá en París en el Salón de los Independientes, en la Exposición Nacional y en la galería de Samuel Bing, principal impulsor del Art Nouveau en Francia. Esta última muestra, de carácter individual y celebrada en 1899, supuso el reconocimiento internacional de Rusiñol, cuyo éxito radicó en una nueva visión de España, totalmente alejada de tópicos y cargada de veracidad. Desde entonces su actividad se multiplica como pintor, novelista y comediógrafo, estrena destacadas obras en Madrid y Barcelona y celebra exposiciones anuales de pintura en la Sala Parés, siempre con Casas y Clarasó. En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Camón Aznar de Zaragoza y el Thyssen-Bornemisza, entre otros.
 

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Joaquín Mir Trinxet (Barcelona, 1873 – 1940). “Camino de montaña”.

JOAQUIM MIR TRINXETLote en subasta:

MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Camino de montaña”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
58 x 68 cm; 77 x 88 cm (marco).

 
Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que en 1893 fundó junto con otros compañeros (Nonell, Canals, Pichot, Vallmitjana y Gual) la “Colla del Safrà”, para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo. El nombre les venía de los tonos azafranados y ocres que utilizaban en sus cuadros, con los que pretendían captar la luminosidad mediterránea y rechazar la frialdad de los grises y azules de los impresionistas franceses. No obstante, imitaron a los impresionistas en su gusto por la pintura al aire libre, captando allí los ambientes y tipos que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, a la que Mir presentó dos obras que nos dan una clara idea de los ideales del grupo: “La huerta del rector” y “El vendedor de naranjas”.

Asimismo, desde 1897 frecuentaba el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”, donde se daban cita todos los artistas conocedores de las vanguardias europeas, lo que le sirvió para madurar en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son “Laderas de Montjuic” (1897) y “La catedral de los pobres” (1898), las dos obras maestras de su etapa juvenil. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. El artista desplegará desde entonces toda una combinación de colores imposibles, fruto de su interpretación personal de la majestuosa naturaleza de la isla. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desaparecer los objetos y los referentes espaciales. En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional.

Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Desde entonces, instalado en Camp de Tarragona, no se moverá del género del paisaje, pero ahora serán los pueblos de los alrededores los protagonistas de su pintura. Pintará las casas, las iglesias, los huertos, la gente, los almendros floridos, los corrales… Temas intrascendentes que cada vez se ajustan más a la realidad de la naturaleza, puesto que ya sólo querían reflejar su amor por su tierra y su búsqueda constante de los cambios de luz. Su estilo ya no será tan expresivo como el de Mallorca, aunque sí perdura el uso atrevido del color y de la mancha.

Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia. Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Reflejos en el agua”.

MEIFRÈN ROIG Reflejos en el aguaLote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Reflejos en el agua”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
120 x 80 cm; 144,5 x 105 cm (marco).

 

La pintura de Meifrèn, que demuestra su gran destreza técnica, representa a la perfección el espíritu “Fin de Siècle”. Su estilo se mantiene receptivo a diferentes estéticas, desde el impresionismo al simbolismo, y es ante todo fruto de su tiempo. El pintor fue capaz de plasmar mediante su género preferido, el paisaje, el carácter eterno de la naturaleza, frente a una época de constantes cambios políticos y sociales. En este lienzo, Meifrèn plasma la delicadeza de un paisaje fluvial desierto, silencioso y poético, inundado por los tonos fríos, azules y plateados, de cualidad nacarada, de un día húmedo y fresco. El espacio en sí, de hecho, prácticamente desaparece bajo el juego de reflejos, de ecos cromáticos, de brillos evanescentes y de densas sombras.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro. Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses.

A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes. En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina.

Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Paisaje”.

MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
80 x 100 cm; 106,5 x 125,5 cm (marco).

 

Eliseo Meifrèn refleja en esta obra la madurez de su estilo impresionista, con un paisaje de tratamiento puramente cromático y lumínico, que deja a un lado la descripción minuciosa del modelo real para plasmar una impresión de la naturaleza, una imagen puramente visual y netamente plástica, en la que la pincelada suelta, empastada y precisa configura formas y espacios a base de la yuxtaposición de colores. Así, las formas se desdibujan y devienen pura mancha expresiva; la luz, trabajada y pensada, adquiere un renovado protagonismo, y la naturaleza cobra una nueva dimensión atmosférica, que va más allá de la pura reproducción de la realidad.

La composición es clara, ordenada y amplia, con un gran espacio abierto en el primer plano que multiplica la luz y aleja de nosotros la ciudad, de modo que nuestro ojo capte en plenitud el juego de colores, luces y sombras, evitando que la mirada se detenga en el detalle para apreciar el conjunto al completo. Pese al vacío de elementos de estos primeros planos, el espacio aparece perfectamente construido tridimensionalmente gracias al conocimiento cromático de Meifrèn; aunque dominan las zonas de luz, el juego de yuxtaposición de colores complementarios, evitando los negros al modo impresionista, construye eficazmente el espacio sin necesidad de complejos trazados en perspectiva. Más allá vemos algunas figuras, perfectamente integradas en el paisaje, un elemento más de la escena, que parecen reflejar el pausado movimiento de las nubes que surcan el cielo. De hecho, existe un claro diálogo cromático y compositivo entre los planos de cierra y de cielo, con una acusada horizontalidad y una conseguida armonía de tonos fríos y cálidos.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro.

Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Joaquim Mir Trinxet (Barcelona, 1873 – 1940). “Alrededores de Olot”.

Joaquim Mir

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MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Alrededores de Olot”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta certificado de D. Marçal Barrachina.
Medidas: 63 x 83 cm; 75 x 95 cm (marco).

 

Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. En 1893 forma la “Colla del Safrà” junto con artistas como Isidro Nonell, Ricard Canals o Ramón Pichot, y en los últimos años del siglo se relaciona con el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”. Completó su formación en 1895, año en que pasó una temporada en Madrid copiando obras de Velázquez. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional.

Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia. Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

En esta obra perteneciente a la primera etapa del artista, el paisaje se construye a base de manchas sueltas de color, pinceladas ligeras de formato y textura diferente: amplias y lisas para el último término y el celaje, pequeñas y cargadas de materia, casi puntillistas, para los árboles o las ocas.
 

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Francesc Gimeno Arasa (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927). “Paisaje de montaña”.

Francesc GimenoLote en subasta:

GIMENO I ARASA, Francesc (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927).
“Paisaje de montaña”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
51,5 x 68 cm; 84,5 x 106 cm (marco).

 
 

En esta obra Francesc Gimeno nos ofrece un impresionante paisaje natural, solitario y en calma, dominado por una atmósfera silenciosa y llena de luz, derivada de un detenido estudio del natural y de un sabio uso del color. De hecho, mediante el contraste tonal el pintor logra evocar la fresca sombra de los primeros planos, acogedora ante la soleada montaña que cierra el espacio en el segundo plano, su cumbre recortada contra un cielo blanco y luminoso.
Pintor y dibujante, Francesc Gimeno inicia su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instala en Barcelona y trabaja como pintor decorador. En este momento, ante el triunfo indiscutible de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantiene alejado del ambiente artístico catalán, sino que insiste en seguir la huella de los pintores del Siglo de Oro. Así, cuando el destino habitual de los pintores solía ser París, él viaja a Madrid en 1884. Allí trabaja con Carlos de Haes, maestro del paisajismo realista, y se dedica a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez. A su regreso a Barcelona, en 1889, rechaza los contratos que se le ofrecen, y se dedica de nuevo a la pintura decorativa.

Gimeno se mantuvo casi siempre al margen del mundo comercial del arte. Durante la mayor parte de su vida, apartado de los círculos oficiales, pintaba lo que le era más cercano, su familia y él mismo, sin descuidar nunca el paisaje. Participó en algunas exposiciones, consiguiendo premios como los diplomas honoríficos en la de Barcelona de 1894 y la Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras eran frecuentemente rechazadas por los jurados. Los críticos y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también repudiaban su realismo expresivo, el tema proletario y su pincelada fuerte y gruesa. Desengañado, acentuó su marginación respecto al mundo del arte y de la sociedad en general, y aquel joven abierto, apasionado y lleno de ilusión se transformó en un hombre cerrado, desaliñado y automarginado. A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición tuvo éxito de crítica y por primera vez su tarea artística fue reconocida.

Este hecho marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos mecenazgos que liberaron a Gimeno del trabajo de pintor decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas paisajísticas. El reconocimiento a la obra de Gimeno fue creciendo en los últimos años de su vida hasta culminar en el homenaje que, en la Navidad de 1925, se le dedicó en la Sala Parés. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña celebró la primera exposición de carácter verdaderamente antológico dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el de Montserrat, el Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en diversas colecciones particulares de importancia. Las escenas que pintó Gimeno representan la realidad cruda, sin concesiones estéticas, y revelan a un pintor y dibujante extraordinario. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó ante todo por su expresividad, que domina sobre el resto de valores plásticos. Gimeno se consideró siempre como un obrero, nunca escondió su condición de trabajador, y ni su figura ni su obra encajaban dentro de los ambientes burgueses y los círculos artísticos de la época.

 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Port Lligat”.

Eliseo MEIFRÈN ROIG

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MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Port Lligat”.
Óleo sobre cartón.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 35 x 46 cm; 61,5 x 72 cm (marco).

 
 

En este lienzo Meifrèn retrata la costa del pueblo de Port Lligat, en Cadaqués (Girona), mostrándonos la cala del Cabo de Creus que ocupa la localidad desde un rincón escarpado, un punto alto que permite que la vista se recree en el sereno paisaje.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Catalunya. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros.

Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro. Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell.

Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Ramon Casas Carbó (Barcelona, 1866 – 1932). “Retrato de Glòria Codina de Riera”.

Lote en subasta:

RAMON CASAS

CASAS CARBÓ, Ramón (Barcelona, 1866 – 1932).
“Retrato de Glòria Codina de Riera”, h. 1929.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 90 x 80 cm; 115 x 105 cm (marco).
Obra catalogada en “Ramon Casas. Una vida dedicada a l’art. Catàleg raonat de l’obra pictòrica”, de Isabel Coll, nº 678, p. 396 (Barcelona: El Centaure Groc, 1999).
Se puede expedir certificado de D. Marçal Barrachina a petición y cargo del comprador.

 

Ramón Casas fue un artista célebre por sus ilustraciones y sus retratos, y en concreto en sus retratos femeninos confluyen ambas vertientes de su obra, dado que la figura femenina constituyó la esencia misma de sus carteles e ilustraciones. Así, en sus retratos femeninos vemos la misma visión sensual y decorativa de la figura de la mujer, tanto en aquellos en los que la dama posa en actitud insinuante como en aquellos de concepción más sobria, como el que aquí presentamos. Así, aunque lejos de sus retratos de Julia Pelaire, amante del pintor, aquí vemos un retrato digno y elegante, con una mujer que mira directamente al espectador, orgullosa e incluso retadora, pero sin embargo mostrando la misma belleza delicada y seductora propia de los tipos femeninos de Casas. Esto queda además reflejado, de forma sutil, a través de elementos puramente plásticos como es el del contraste entre la frialdad casi metálica del elegante vestido de la modelo y la calidez, blandura y suavidad de las carnaciones, rosadas en el rostro y algo más nacaradas en el pecho y los brazos.

A nivel compositivo vemos la simplicidad, el orden y la claridad propios de todos los retratos de Casas, que por otro lado siguen las formas de representación más del gusto de la época. La mujer aparece en primer plano, sentada en una silla de madera pintada de blanco, con tapicería amarilla, sobre un fondo neutro y luminoso, trabajado en delicados tonos azules y amarillos que funcionan como un eco de los colores del vestido y la silla. La composición es centrada y piramidal, recordando incluso a los clásicos italianos; la figura adquiere así una mayor monumentalidad, a la manera clásica, y la composición se articula en torno a ella. La cúspide de la pirámide es el rostro de la mujer, elegantemente peinada, cuyos profundos y expresivos ojos oscuros, resaltados por una delicada sombra en los párpados, de recuerdo simbolista, miran directamente al espectador. Completa la sobria y casi solemne expresión la pequeña boca pintada de color coral intenso, fruncida y seria, que nos habla del carácter fuerte e independiente de la mujer mejor que ningún símbolo accesorio. La dama aparece adornada con varias joyas, magníficamente trabajadas pero que, sin embargo, no compiten en importancia con el rostro, absoluto centro de la composición.

Ya desde sus inicios Casas mostró una clara predilección por el retrato, y una especial maestría para captar la realidad a través de un lenguaje totalmente propio, sintético, expresivo y moderno, que dejaba atrás el decorativismo y el simbolismo del Art Nouveau imperante. Ya en 1899, con tan sólo treinta y dos años, inaugura en Barcelona una exposición antológica de su obra. Esta muestra dio a conocer al público su colección de más de cien retratos al carbón de personalidades de la época, realizadas en aquel mismo año. Esta exposición consagró a Casas como el mejor retratista de su época, gracias no sólo a su maestría formal, sino también a la perfecta descripción psicológica de sus modelos.

Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse. Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán.

Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893. Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Munich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.
 

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Luis Graner Arrufí (Barcelona, 1863 – 1929). “Los bebedores”.

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GRANER ARRUFÍ

GRANER ARRUFÍ, Luis (Barcelona, 1863 – 1929).
“Los bebedores”. Óleo sobre lienzo.
Firmado y dedicado “A mi buen amigo D. Hugo Herberg” en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 40 x 90 cm; 58 x 108 cm (marco).

 

Luis Graner aprovecha en esta obra una temática costumbrista y local para realizar cinco magníficos retratos, captados con una inmediatez que nos hace pensar en la fotografía, pero que sin embargo va más allá del simple afán documental para reflejar las distintas personalidades de los hombres, reflejadas tanto en sus rasgos como en sus gestos y actitudes. Los cinco parecen posar para el pintor, o más bien mirarnos directamente, integrándonos en la festiva escena que protagonizan. El situado en el centro aparece coronado con hojas de parra, lo que nos indica que se trata de una imagen propia de una celebración popular relacionada con la vendimia. Sólo uno de ellos permanece ajeno a nuestra presencia; se trata del más joven, colocado en un segundo plano, cuya mirada vemos perdida, quizás por efecto del vino que protagoniza la celebración.

Luis Graner se formó en la Escuela de La Llotja de Barcelona, donde fue discípulo de Benito Mercadé y Antonio Caba, y en 1886 se traslada a París gracias a una beca de la Diputación de Barcelona. Durante sus cinco años en la capital francesa obtuvo dos terceras medallas en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888) y París (1889). Instalado de nuevo en Barcelona en 1891, sigue participando en importantes exposiciones internacionales, como las de Berlín (1891), Munich (1892), Dusseldorf (1904). Asimismo, remitió obras a las Nacionales de Bellas Artes, obteniendo tercera medalla en 1895 y 1897, segunda en 1901 y condecoración en 1904. Ese mismo año Graner crea la Sala Mercè, diseñada por Gaudí, donde organizó sus “visiones musicales”, espectáculos que combinaban la poesía con la música, la escenografía con el cine. Finalmente, arruinado, se traslada a América. Llegó a Nueva York en 1910, y ese mismo año celebró una exposición individual en la galería Edward Brandus. El éxito de esta muestra acarreará para Graner importantes encargos, entre ellos el retrato del magnate Carlos B. Alexander.

Tras pasar cinco meses en Barcelona, Graner parte de nuevo hacia Nueva York, con destino final a La Habana. Allí realizará un ambicioso y monumental proyecto, una obra titulada “La pesca de la noche”. En 1911 deja Cuba para trasladarse a Nueva Orleans, y poco después se encuentra ya en San Francisco. Allí inaugurará una exposición de setenta y seis cuadros, celebrada en el California Club, que fue la muestra individual más extensa nunca realizada hasta la fecha en la ciudad. Las obras allí expuestas fueron admiradas por el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, a cuyo hijo y nuera Graner ya había retratado. En esta misma época realizará varios tapices pintados para el director de cine David W. Griffith. Antes de que finalice el año se halla de nuevo en Nueva York, donde expone de nuevo individualmente con gran éxito. Continúa realizando retratos de importantes personalidades del país, y en 1912 celebra otra exposición clave, esta vez en The Ralston Galleries (Nueva York). En los años siguientes continuará con su brillante carrera internacional en Brasil y Chile, para finalmente regresar a los Estados Unidos, donde permanecerá debido al estallido de la Gran Guerra, pasando por Nueva York, Nueva Orleans, Chicago y otras ciudades, siempre exhibiendo con gran éxito su pintura. En los años veinte viajará a Argentina, Uruguay y Cuba, y finalmente en Nueva Orleans queda postrado por una grave enfermedad que dañará irremediablemente su mente, transformando también su obra, que perderá la garra y la trascendencia de sus etapas anteriores.

Arruinado y enfermo, sin hallar mercado para sus cuadros, finalmente regresa a Barcelona en 1928, poco antes de su muerte, tras dieciocho años de gloria que terminaron en penuria. Ese mismo año expuso individualmente en el hotel Ritz y en las Galerías Layetanas de Barcelona, y a finales de año celebra una importante retrospectiva en la Sala Parés, para finalmente fallecer en mayo de 1929 a los sesenta y seis años de edad. Sus pinturas, de un estilo realista en la forma, toman por tema la vida cotidiana de la gente humilde, si bien también cultivó el paisaje y el retrato. En sus escenas de interior muestra una profunda influencia de Latour, aprendida en sus años parisinos, que le lleva a centrarse en la expresividad de la luz artificial. Especializado en la pintura de género, también cultivó el paisaje y el retrato. Su obra está presente en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el Nacional de Arte de Cataluña, la Hispanic Society de Nueva York y el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú, entre otros, así como en importantes colecciones privadas catalanas.

 

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Ramon Casas Carbó (Barcelona, 1866 – 1932). “Retrato femenino”.

Ramon CASAS

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CASAS CARBÓ, Ramón (Barcelona, 1866 – 1932).
“Retrato femenino”.
Carboncillo y ceras sobre papel.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Con etiqueta al dorso de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 55 x 43 cm; 90 x 78 cm (marco).

 

En esta obra Ramón Casas nos presenta un retrato de gran inmediatez, captado como una instantánea de la vida cotidiana, un momento fugaz inmortalizado gracias al arte del pintor, que obliga a nuestra mirada a fijarse en la belleza de lo que nos rodea, pero que por costumbre o por su propio carácter fugaz no somos capaces de reconocer o admirar. La mujer aparece representada de medio cuerpo, cubierta por un chal floreado y tocada con un gracioso sombrero ladeado, de corte masculino, un detalle que refuerza la impresión del carácter fuerte e independiente de la mujer, que se muestra ante nosotros orgullosa, clavando su mirada sin pudor en algo que no vemos, ignorando nuestra presencia. Esta imagen combina la sensualidad formal de la línea sinuosa y enérgica, típicamente modernista, con el gran realismo con el que se ha plasmado una imagen estrictamente contemporánea. Se trata de una obra muy ligada al diseño gráfico de la época; la expresiva linealidad, la sobriedad de los colores y la atención a temas actuales, coinciden con los rasgos de los carteles y las ilustraciones para revistas. Se trata de un dibujo dinámico, sensual y esquematizado, con el tema de la mujer como centro absoluto.

La figura femenina fue la protagonista del modernismo catalán; una mujer moderna, manola popular o burguesa barcelonesa, damas jóvenes y elegantes sorprendidas en sus momentos de ocio, leyendo, paseando o mirando al espectador, melancólicas y tentadoras. La escuela catalana de dibujo modernista fue radicalmente opuesta a la decorativista y simbólica del Art Nouveau imperante. Realista y sintética, centra su atención en el mundo urbano contemporáneo y no en el símbolo literario. Así, Ramón Casas y sus contemporáneos utilizan la misma línea sinuosa, movida y profundamente expresiva, pero la base conceptual es totalmente personal y diferente. Destaca así en esta obra la impresión de fugacidad; en el mundo moderno, industrial y urbano, nada permanece, la sociedad está en constante cambio, la ciudad está en obras y la gente recorre con prisa sus calles.

Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse. Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán.

Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893. Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Munich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.
 

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Luis Graner Arrufí (Barcelona, 1863 – 1929). “La comida del niño”.

GRANER ARRUFÍ

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GRANER ARRUFÍ, Luis (Barcelona, 1863 – 1929).
“La comida del niño”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
76 x 101 cm; 94 x 120,5 cm (marco).

 
Luis Graner se formó en la Escuela de La Llotja de Barcelona, donde fue discípulo de Benito Mercadé y Antonio Caba, y en 1886 se traslada a París gracias a una beca de la Diputación de Barcelona. Durante sus cinco años en la capital francesa obtuvo dos terceras medallas en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888) y París (1889). Instalado de nuevo en Barcelona en 1891, sigue participando en importantes exposiciones internacionales, como las de Berlín (1891), Munich (1892), Dusseldorf (1904). Asimismo, remitió obras a las Nacionales de Bellas Artes, obteniendo tercera medalla en 1895 y 1897, segunda en 1901 y condecoración en 1904. Ese mismo año Graner crea la Sala Mercè, diseñada por Gaudí, donde organizó sus “visiones musicales”, espectáculos que combinaban la poesía con la música, la escenografía con el cine.

Finalmente, arruinado, se traslada a América. Llegó a Nueva York en 1910, y ese mismo año celebró una exposición individual en la galería Edward Brandus. El éxito de esta muestra acarreará para Graner importantes encargos, entre ellos el retrato del magnate Carlos B. Alexander. Tras pasar cinco meses en Barcelona, Graner parte de nuevo hacia Nueva York, con destino final a La Habana. Allí realizará un ambicioso y monumental proyecto, una obra titulada “La pesca de la noche”. En 1911 deja Cuba para trasladarse a Nueva Orleans, y poco después se encuentra ya en San Francisco. Allí inaugurará una exposición de setenta y seis cuadros, celebrada en el California Club, que fue la muestra individual más extensa nunca realizada hasta la fecha en la ciudad. Las obras allí expuestas fueron admiradas por el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, a cuyo hijo y nuera Graner ya había retratado. En esta misma época realizará varios tapices pintados para el director de cine David W. Griffith. Antes de que finalice el año se halla de nuevo en Nueva York, donde expone de nuevo individualmente con gran éxito. Continúa realizando retratos de importantes personalidades del país, y en 1912 celebra otra exposición clave, esta vez en The Ralston Galleries (Nueva York).

En los años siguientes continuará con su brillante carrera internacional en Brasil y Chile, para finalmente regresar a los Estados Unidos, donde permanecerá debido al estallido de la Gran Guerra, pasando por Nueva York, Nueva Orleans, Chicago y otras ciudades, siempre exhibiendo con gran éxito su pintura. En los años veinte viajará a Argentina, Uruguay y Cuba, y finalmente en Nueva Orleans queda postrado por una grave enfermedad que dañará irremediablemente su mente, transformando también su obra, que perderá la garra y la trascendencia de sus etapas anteriores. Arruinado y enfermo, sin hallar mercado para sus cuadros, finalmente regresa a Barcelona en 1928, poco antes de su muerte, tras dieciocho años de gloria que terminaron en penuria. Ese mismo año expuso individualmente en el hotel Ritz y en las Galerías Layetanas de Barcelona, y a finales de año celebra una importante retrospectiva en la Sala Parés, para finalmente fallecer en mayo de 1929 a los sesenta y seis años de edad.

Sus pinturas, de un estilo realista en la forma, toman por tema la vida cotidiana de la gente humilde. En sus escenas de interior muestra una profunda influencia de Latour, aprendida en sus años parisinos, que le lleva a centrarse en la expresividad de la luz artificial. Especializado en la pintura de género, también cultivó el paisaje y el retrato. Su obra está presente en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el Nacional de Arte de Cataluña, la Hispanic Society de Nueva York y el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú, entre otros, así como en importantes colecciones privadas catalanas.

 

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