Gernika tras los ojos de Picasso.

 

Al estallar la guerra civil en España, Picasso no dudó en alinearse con el bando republicano. El fatídico 26 de abril de 1937, la noticia del bombardeo del pueblo vasco Gernika por parte de la aviación alemana corrió como la pólvora entre los refugiados españoles en París, donde se encontraba el artista malagueño.

Picasso, que aquel año había sido invitado a formar parte del Pabellón Español en la Exposición Internacional de París, supo entonces sobre qué versaría su propuesta. Sin embargo, el título es lo único de este gran cuadro de la historia contemporánea que ubica la escena en un lugar, pues una de las cosas que la hace grande es que carece de toda voluntad documental.

El tratamiento temático es puramente alegórico, de modo que el alegato antibelicista se torna universal al exceder los límites de un tiempo y un lugar. En lo iconográfico y en lo formal la plástica picassiana alcanza un elevado nivel expresivo y sutileza simbólica. Las figuras representadas han generado múltiples interpretaciones, aunque los historiadores tienden a coincidir en algunos aspectos: el toro, símbolo del fascismo, en contraposición al caballo, asociado al pueblo herido, y a la paloma como la paz traicionada. Más ambigua es la bombilla que para unos es el ojo que todo lo ve, testigo de la barbarie, pero otros divisan en él un ápice de esperanza. En cuanto a los personajes humanos, representan distintos aspectos del sufrimiento anónimo de víctimas inocentes.

 

Tonos de grisalla unifican la pintura, impidiendo así que la sensualidad cromática interrumpa la fuerza del mensaje.