Ecce Homo: El sufrimiento estoico ante la mortalidad

“Este es el hombre”. Estas fueron las palabras pronunciadas por Pilato cuando presentó a Jesucristo, sufriendo y escarnecido, a la multitud antes de su crucifixión. Su intención era burlarse de él, mofándose junto con los soldados, destacando la impotencia del hombre frente a su poderío militar.

A lo largo de la historia del arte occidental, este tema ha fascinado a numerosos artistas que han intentado una interpretación personal de este preciso momento de la Pasión. La mayoría de las veces el resultado es una figura esbelta y sangrante, encorvada por el sufrimiento que se refleja cruelmente en los rasgos faciales: el pintor quería trasladar al espectador la sensación de formar parte del público que se burla de Jesús, logrando altos resultados de identificación y empatía con el sujeto sagrado.

Es especialmente célebre la obra de Correggio en la colección de la National Gallery de Londres en la que, según una iconografía tradicional, Jesucristo se presenta ante la multitud, rodeado por la Virgen María y San Juan, envuelto en un paño púrpura y con la corona de espinas.

Probablemente el autor del cuadro presentado en la subasta de Setdart estaba familiarizado con la obra de Correggio: no sabemos su nombre, pero la elección del tema y la ambientación de la composición recuerdan al estilo de la escuela italiana.

Sin embargo, en esta exquisita obra destinada a la devoción privada apenas hay rastro de los sufrimientos padecidos por Cristo: su pecho desnudo y sin heridas brilla sobre el fondo oscuro; la alusión a la Pasión sólo la proporciona el reguero de sangre que gotea de su manto púrpura y la corona de espinas sobre su cabeza. La escena no está inmersa en un contexto arquitectónico, no hay referencias a ningún lugar. Esta elección contribuye a que el tema quede casi congelado, inmóvil en el tiempo, o más bien a darle un valor etéreo y eterno.
La mirada de Cristo atrae magnéticamente al espectador, transformando el concepto mismo de Ecce Homo: parece querer reiterar perentoriamente que su conciencia imperturbable sólo puede ser propia de un Dios. Los efectos lumínicos realizados por el artista contribuyen a crear esta percepción, destacando claramente la figura de Cristo sobre el fondo oscuro, surcado por la luz casi expansiva del halo.

Una reinterpretación suave y tranquilizadora de un Dios a punto de ser crucificado, que mira con amor a sus fieles.

Un caso peculiar dentro de la iconografía tan querida por artistas de todos los siglos: una variante del tema propuesta en una clave más suave, accesible para la contemplación íntima y privada, en subasta en Setdart.