Coral: magia y simbolismo.
El arte oriental siempre ha ejercido gran fascinación sobre el hombre occidental. Desde los primeros contactos comerciales a lo largo de la Ruta de la Seda, los europeos han quedado fascinados por el extraño material translúcido que los chinos eran capaces de modelar con tanta maestría: la porcelana.
Este producto, ricamente acabado y decorado, gozó de gran éxito en las cortes europeas y era utilizado como símbolo de estatus entre las casas reales y la nobleza. Sin embargo, junto a la porcelana, podemos contar con otro gran protagonista del arte oriental, transformado para adoptar las formas más complejas e imaginativas: el coral.
Símbolo de elegancia y buen gusto, se obtiene a partir de una sustancia calcárea producida por pequeñísimos naturales marinos, cuyas colonias van desapareciendo poco a poco, lo que las hace cada vez más raras y preciosas. Los corales presentan numerosas variaciones cromáticas, que caracterizan a cada especie en función de la profundidad y el lugar donde se pescan.
Sin embargo, este material no ha sido elegido únicamente por su suavidad, lustre y color único. De hecho, las raíces del vínculo entre Oriente y el coral son mucho más profundas y están inextricablemente entrelazadas con la cultura y la espiritualidad de las personas que lo extraían y trabajaban.
Además de su belleza como elemento decorativo, el coral se consideraba un amuleto para alejar la negatividad y se creía que su intenso color desprendía energía vital. Los aventureros y los soldados nunca se embarcaban en una aventura sin asegurarse de llevar un trocito de coral con ellos como amuleto.
La milenaria tradición de la artesanía china, la cual sigue floreciendo en nuestros días, dio vida a estos pequeños y maravillosos tesoros que nos transportan a un plano mágico, en donde encontramos esculturales bellezas femeninas, pescadores tirando de las redes llenos de vitalidad y dioses de la fortuna. En todas las piezas se puede apreciar la intención de los artistas de conectar el coral con su forma original, creando largas figuras ramificadas que encarnan perfectamente la unión del hombre y la naturaleza.
Precisamente por la rareza y el riesgo de extinción del coral, nos encontramos con ejemplares que pueden ser las últimas creaciones de este oficio, y somos depositarios de una destreza que difícilmente se ha conseguido en otros lugares geográficos o en otras ejecuciones plásticas.