El legado de la colección Aras Jáuregui
Pocas figuras hubo más llamativas en la sociedad vasca de los años veinte como el joven Ramón Aras Jáuregui. Perfectamente comparable a Jay Gatsby, era de esas personas que estaban en todos los puntos clave de la sociedad dando la sensación de manejar sus hilos. Entre otros cargos, ostentó desde el de socio de honor y tesorero del Atthelic Club de Bilbao (en parte financiado por su propio bolsillo), concejal de la ciudad desde 1913 a 1917 o mecenas de pintores del momento como Darío de Regoyos.
Al igual que otras tantas fortunas vascas de su tiempo, dedicó grandes sumas de dinero en crear una vastísima y valorada colección de arte, siendo durante buena parte del siglo XX una de las colecciones más reseñadas e importantes de Bilbao tal y como indican entre otros autores Lafuente Ferrari. Si bien muchos de los nuevos enriquecidos gastaban para aparentar los lujosos interiores de sus mansiones el caso de Aras Jauregui fue totalmente diferente.
Mantuvo un fiel compromiso en que su colección fuera accesible al público de la ciudad, prueba de ello son los catálogos del Museo durante las tres primeras décadas del siglo en las que figuran obras cedidas o donadas. Desde una selección de tapices flamencos, marfiles y relicarios y, por supuesto, pinturas. Un buen número de esas obras forman parte del actual Museo de Bellas Artes de Bilbao. Su vinculación con el Museo fue una constante. Su nombre está presente como uno de sus patrocinadores además de juez en los certámenes artísticos.
La magnitud de la colección original era tan grande que simplemente por comparar la del propio museo que abrió sus puertas en 1914 contaba con 137 obras, mientras que la suya fácilmente multiplicaría varias veces esa cifra. Nuestra subasta acoge unas 123 obras de lo que fue en su día una de las principales pinacotecas privadas.
Durante el conflicto de la Guerra Civil, y más teniendo en cuenta el bombardeo de la ciudad de Guernica, fue un objetivo prioritario el que el patrimonio cultural fuera puesto a salvo para su supervivencia y, como es lógico, la colección de Aras Jauregui se incluía. Buena parte de sus obras fueron trasladadas al Museo de Bilbao para evitar su destrucción. En varias de las obras que presentamos en Setdart podemos encontrar etiquetas y anotaciones de cuando fueron custodiadas en el museo. Por miedo a los bombardeos, parte de los fondos fueron sacados de la institución y trasladados a París. El descontrol con el que se llevó a cabo, sumado a las propias vicisitudes de la guerra, hicieron que buena parte de los fondos que se atesoraran se perdieran. Un ejemplo de ello lo vemos en imágenes de los años 1936 y 1937 en los que se ven apilados los cuadros y los marcos que fueron separados de las pinturas para así facilitar su traslado y por consiguiente perjudicando su estado de conservación.
Don Ramón Aras Jáuregui vería como tras la guerra su peso en la ciudad de Bilbao iría perdiendo fuerza, así como el volumen de la colección, parte perdida y otra donada a su propio pueblo. Fallecería en San Sebastián en el año 1966 sin mención en la prensa pese a haber sido uno de los grandes hombres de la sociedad vasca. Un enorme y misterioso legado que llegó a tener desde trípticos flamencos a obras de Velázquez, Murillo o Goya.
Una historia aún por desvelar.