Cofres: Tesoros en sí mismos.
¿Cómo nos imaginamos una casa en la España del siglo XVI o XVII? ¿Sería realmente como vemos en las películas o novelas? De forma inconsciente, tenemos grabado el fasto y lujo de los palacios de los monarcas, repletos de pinturas y objetos preciosos o, por el contrario, el aspecto precario y decadente de los humildes. La realidad de la época parece distar mucho de la que el imaginario colectivo ha creado. Gracias a documentos como las valoraciones de las almonedas o las tasaciones de los testamentos podemos comprobar cómo eran las viviendas.
Los ajuares de los hogares constaban de pocos muebles y no sería prácticamente hasta el siglo XVIII cuando estos empiezan a diversificarse con un uso concreto y especifico. Las casas solían ser de paredes encaladas con suelos de barro y cubiertas de esteras vegetales. Este ambiente austero se ocupaba con muebles de igual modo robustos e incluso versátiles en el sentido de servir para varias estancias o ser transportados junto a su propietario. Los bargueños por ejemplo también tenían un carácter portátil de ahí que suelan contar con asas en sus costados. El aspecto monacal y sobrio de los interiores podía romperse con algunos objetos de lujo, como los espejos, cuadros y pequeños cofres.
Las arquetas y cofres eran empleados como el lugar perfecto donde atesorar joyas, documentos o aquellos elementos de valor del dueño. La importancia de su contenido también se reflejaba muchas veces en el exterior, por este motivo se decoraban profusamente con marquetería de maderas exóticas, piedras, hueso o marfil, eran policromados con diseños vegetales o escenas, y solían presentar aplicaciones de bronce plata o herrajes de hierro dorados. La apariencia sobresaliente y lujosa contrastaba con los espacios austeros y los volvía aún más llamativos.
Como ya hemos apuntado, estas pequeñas proezas artesanas, tenían un especial carácter portátil hasta el punto de ser un bien importando desde los rincones más lejanos del mundo. El caso español comprendía además los ejemplos cercanos de los vecinos europeos y los de los territorios de ultramar en América u Oriente. Estas piezas eran especialmente apreciadas en la península por su estilo propio de las tradiciones y gustos locales. Dos ejemplos de este tipo saldrán a subasta el próximo día 28 de septiembre.
La primera de las obras es un cofre del Virreinato de Perú realizado con un alma de madera sobre la que se ha aplicado cuero repujado, creando relieves que son realzados con oro. El aspecto naif y al mismo tiempo elaborado recuerda a la herencia prehispánica de sus artesanos.
Desde las colonias portuguesas en la India, como por ejemplo Goa, procede la siguiente pieza, un cofre realizado en madera con una policromía siguiendo la estética del periodo Mogol. Esta pieza recoge influencias orientales, ya fueran del mundo islámico a través de tradiciones persas y las de la cultura india. El refinamiento de este tipo de objetos los convertía en piezas de gran lujo para los coleccionistas europeos. Las travesías que tenían que recorrer hasta las ciudades del Viejo Mundo dan fe de la importancia y valor que se les concedía. Hoy en día ese interés no ha cambiado, los apasionados por el arte y la historia han sabido siempre apreciar los cofres y las arquetas, más allá de las joyas y riquezas que protegían en su interior, estas obras de arte portátiles son en sí mismas un tesoro.