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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Paisaje”.

MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
80 x 100 cm; 106,5 x 125,5 cm (marco).

 

Eliseo Meifrèn refleja en esta obra la madurez de su estilo impresionista, con un paisaje de tratamiento puramente cromático y lumínico, que deja a un lado la descripción minuciosa del modelo real para plasmar una impresión de la naturaleza, una imagen puramente visual y netamente plástica, en la que la pincelada suelta, empastada y precisa configura formas y espacios a base de la yuxtaposición de colores. Así, las formas se desdibujan y devienen pura mancha expresiva; la luz, trabajada y pensada, adquiere un renovado protagonismo, y la naturaleza cobra una nueva dimensión atmosférica, que va más allá de la pura reproducción de la realidad.

La composición es clara, ordenada y amplia, con un gran espacio abierto en el primer plano que multiplica la luz y aleja de nosotros la ciudad, de modo que nuestro ojo capte en plenitud el juego de colores, luces y sombras, evitando que la mirada se detenga en el detalle para apreciar el conjunto al completo. Pese al vacío de elementos de estos primeros planos, el espacio aparece perfectamente construido tridimensionalmente gracias al conocimiento cromático de Meifrèn; aunque dominan las zonas de luz, el juego de yuxtaposición de colores complementarios, evitando los negros al modo impresionista, construye eficazmente el espacio sin necesidad de complejos trazados en perspectiva. Más allá vemos algunas figuras, perfectamente integradas en el paisaje, un elemento más de la escena, que parecen reflejar el pausado movimiento de las nubes que surcan el cielo. De hecho, existe un claro diálogo cromático y compositivo entre los planos de cierra y de cielo, con una acusada horizontalidad y una conseguida armonía de tonos fríos y cálidos.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro.

Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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Pere Pruna Ocerans (Barcelona, 1904 – 1977). “Las bañistas”.

PERE PRUNA OCERANSLote en subasta:

PRUNA OCERANS, Pere (Barcelona, 1904 – 1977).
“Las bañistas”, 1968.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 130 x 100 cm.

 

En este lienzo Pruna aborda un tema clásico en el arte occidental desde el Renacimiento, y muy recurrente en las vanguardias del periodo de entreguerras, no sólo como tema protagonizado por la belleza femenina, sino también como símbolo de una Arcadia perdida, de un mundo ideal en perpetua calma, donde reina la belleza. De hecho, el pintor construye una imagen de herencia clásica, dominada por una atmósfera silenciosa y estática, contemplativa, en la cual el cuerpo femenino se aleja de toda concepción erótica para encarnar el ideal platónico de perfección imposible en el mundo físico. Esta idea queda reforzada por la propia figuración utilizada por Pruna, de herencia clásica pero sintética en sus formas, reducida a su esencia, más cercana a la representación antigua de lo sagrado que a la captación de una escena real. Esta imposibilidad de existencia real queda destacada por la mirada de dos de las muchachas, que contemplan directamente al espectador con expresión de contenida tristeza, viéndonos sin poder compartir nuestro plano de existencia.

Artista principalmente autodidacta, Pere Pruna completó su formación en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona. Tras empezar a exponer en la ciudad condal siendo aún muy joven, viajó a París en 1921, donde fue ayudado y orientado por Picasso. En la capital francesa realizó una exitosa muestra personal en la Galerie Percier, y entró en contacto con intelectuales como Cocteau, Drieu la Rochelle, Max Jacob y otros, con los que fundó la revista “Philosophie” en 1924. Serge Diaghilev, quien visitó una de sus exposiciones, le propuso además realizar los decorados y figurines del ballet “Les matelots”, en 1925. Desde entonces trabajó asimismo en otras obras musicales, como “La vie de Polichinele” (1934) y “Oriane” (1938), entre otras. En 1928 obtuvo el segundo premio absoluto de la exposición del Carnegie Institute de Pittsburg y posteriormente, de vuela a Barcelona, obtuvo otros galardones como el del concurso “Montserrat visto por los artistas catalanes” (1931) o el Premio Nonell (1936). Este último estuvo rodeado de polémica, porque Pruna lo obtuvo por su óleo “El vi de Chios”, para el cual utilizó como modelo una fotografía publicada en una revista pornográfica parisina. Ante el revuelo causado, Pruna renunció al premio, pero el jurado se ratificó en su decisión.

A raíz del estallido de la Guerra Civil, Pruna se instala en París y continúa con su actividad expositiva internacional, destacando su muestra organizada en Londres en 1937. En paralelo trabaja para los servicios de propaganda de Ridruejo, con obras como el cartel conmemorativo de la promulgación del Fueron del Trabajo, y Eugenio d’Ors, Jefe Nacional de Bellas Artes, le introduce en la representación española de la Bienal de Venecia de 1938. Tras la contienda compaginó las exposiciones de pintura de caballete con la pintura mural, género en el que fueron especialmente celebrados sus trabajos en el monasterio de Montserrat. En 1965 ganó el premio Ciudad de Barcelona, y tres años después fue nombrado académico del Far de Sant Cristòfor. Su estilo, centrado en una figura femenina grácil y estilizada, parte de la clara delicadeza del Picasso rosa y “neoclásico”, y revela un cierto paralelismo con el Novencento italiano, enmarcándose de pleno en la corriente clasicista aparecida en el arte occidental tras la primera oleada vanguardista, y de la cual su amigo Cocteau fue impulsor.

Pruna se centró en el retrato y sobre todo en la figura femenina, plasmando imágenes marcadas por una gran delicadeza y una sobria distinción. Sus representaciones se caracterizan por una línea estilizada y diáfana, y sintonizan con la vuelta al orden posterior a la ruptura que supuso el cubismo en Francia, enlazando así directamente con las vanguardias. Pere Pruna está actualmente representado en el Museo de Montserrat, donde existe un espacio con su nombre, el MACBA de Barcelona y el Museo Maricel de Sitges, entre otros.
 

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Antonio Beneyto (Albacete, 1934)

BENEYTOLote en subasta:

BENEYTO, Antonio (Albacete, 1934).
Sin título, 1986.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado al dorso.
210 x 420 cm; 212 x 422 cm (marco).

 

Pintor y escritor, Antonio Beneyto reside desde 1967 en Barcelona, y ha celebrado exposiciones individuales de su obra tanto en España como en Italia, Francia, Portugal, Polonia, Andorra, Suiza, Alemania, Estados Unidos (varias veces en Nueva York), Nicaragua, Chile y Guinea Ecuatorial, entre otros países. Actualmente está representado en el Museo de Arte Contemporáneo de Lódz (Polonia), el de Arte e Historia de Ginebra, el de Albacete, el Fan Museum de Greenwich (Reino Unido), la Fundación Blackheat de Londres, el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid y el Internacional de Arte Contemporáneo de Guinea Ecuatorial, entre otros.
 

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Escuela española del siglo XVII. “Vista de Barcelona”.

Vista de BarcelonaLote en subasta:

Escuela española del siglo XVII.
“Vista de Barcelona”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 36 x 52 cm; 42 x 58 cm (marco).

 

En este lienzo el pintor nos ofrece una amplia vista panorámica, basada en una composición equilibrada, clásica y racional, organizada en dos planos. El de tierra ocupa la mitad de la superficie pictórica, quedando la mitad superior libre para el desarrollo de un celaje movido y expresivo, de cierto carácter escenográfico, típicamente barroco. En el plano de tierra vemos, en primer término, los campos de cultivo que se despliegan a las afueras de la ciudad de Barcelona ya caracterizada en el siglo XVII por magníficos edificios religiosos y civiles, cuyas torres destacan en altura.

En primer plano vemos a un campesino situado en el ángulo inferior derecho, una figura típica del paisaje clasicista barroco, que funciona cono cicerone para el espectador. El paisaje se desarrolla en profundidad a base de planos paralelos, pero se evita una excesiva bidimensionalidad con la introducción de un camino que discurre en oblicuo, destacado por la presencia de carros y animales, recorrido por árboles en uno de sus lados. Así, la mirada parte de la figura sentada en el ángulo inferior derecho, sigue hacia la izquierda recorriendo el perfil de los campos sembrados y, a partir del inicio de este camino, cambia de dirección hacia la derecha, recorriendo el paisaje hacia el fondo, donde el perfil de la ciudad nos guía de nuevo hacia la izquierda, hacia el mar apenas entrevisto entre las torres y cúpulas. Se establece así una composición en zigzag típicamente barroca, que introduce al espectador en el escenario a la vez que aporta dinamismo y tridimensionalidad a la composición, sin tener por ello que renunciar al naturalismo o a la fidelidad al modelo.

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Joaquim Mir Trinxet (Barcelona, 1873 – 1940). “Alrededores de Olot”.

Joaquim Mir

Lote en subasta:

MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Alrededores de Olot”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta certificado de D. Marçal Barrachina.
Medidas: 63 x 83 cm; 75 x 95 cm (marco).

 

Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. En 1893 forma la “Colla del Safrà” junto con artistas como Isidro Nonell, Ricard Canals o Ramón Pichot, y en los últimos años del siglo se relaciona con el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”. Completó su formación en 1895, año en que pasó una temporada en Madrid copiando obras de Velázquez. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional.

Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia. Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

En esta obra perteneciente a la primera etapa del artista, el paisaje se construye a base de manchas sueltas de color, pinceladas ligeras de formato y textura diferente: amplias y lisas para el último término y el celaje, pequeñas y cargadas de materia, casi puntillistas, para los árboles o las ocas.
 

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Artus Wolffort (Amberes, 1581 – 1641). “Divino Pastor”.

WOLFFORTLote en subasta:

WOLFFORT, Artus (Amberes, 1581 – 1641).
“Divino Pastor”, 1611.
Óleo sobre tabla.
Firmado con iniciales y fechado.
Medidas: 111 x 80 cm.

 

Realizando un estudio comparativo, encontramos esta obra claramente enmarcada dentro de la producción de Artus Wolffort, tanto por su composición y otros rasgos formales como por detalles típicos del pintor, que constituyeron casi una firma disimulada en sus obras, como la forma de trabajar las uñas, sucias, de gran naturalismo, algo que podemos ver también en los tres evangelistas conservados en el Museo del Prado y atribuidos a Wolffort, los tres óleos sobre tabla de formato menor a este “Divino Pastor”. Dichas tablas, sin embargo, muestran una calidad claramente inferior a la que se aprecia en la que aquí presentamos, con un tratamiento más tosco de los rostros, un dibujo menos correcto y una iluminación y un modelado más torpes. No obstante, en todos ellos hallamos la misma ejecución prieta típica de Wolffort, reflejo de su arraigo en la tradición flamenca anterior. También encontramos similitudes con obras del maestro de mayor calidad, equivalente a la de nuestro “Divino Pastor”, como es el caso del “San Jerónimo” vendido el 30 de abril de 2014 en Sotheby’s Londres por 90.000 libras (nº de lote 786, óleo sobre tabla de 64,5 x 48,9 cm). Se trata de una obra de menor formato, casi la mitad que la tabla que aquí presentamos, y se caracteriza por un magnífico tratamiento no sólo del rostro, de acusado naturalismo, sino también una maestría en el dibujo y el trabajo de modelado equivalentes a lo que podemos ver en nuestro “Divino Pastor”. Además, se aprecia en el mencionado “San Jerónimo” el mismo detalle de las uñas sucias, totalmente realistas, tan típico de Artus Wolffort.

La tabla que aquí presentamos se caracteriza por una composición de mayor impacto expresivo, dado que el personaje aparece de medio cuerpo, y no de busto como es más habitual en la obra de Wolffort. Aunque queda en primer plano, su tamaño determina una mayor amplitud de la composición, que rompe la tensión casi manierista de obras como los evangelistas del Prado. El rostro de Cristo como buen pastor es asimismo magnífico, captado con un naturalismo y una carga emotiva difíciles de alcanzar para la mayoría de pintores contemporáneos. El cuadro cuenta además con la atractiva presencia de la oveja, cuyo gran tamaño parece oprimir la figura de Cristo, si bien él la alza sin aparente esfuerzo, un detalle claramente simbólico cargado de significado teológico. El animal aparece trabajado con el mismo acento naturalista que la figura, con una atención al detalle y un exquisito modelado lumínico que remiten a la herencia de la tradición flamenca tan presente en la obra de Wolffort.

El tema del buen pastor es muy antiguo dentro del arte cristiano, y hunde sus raíces en el arte antiguo occidental, en concreto en los Moscóforos de la Grecia Antigua. Los cristianos seguirán estos modelos iconográficos para sus primeras representaciones, como vemos en ejemplos como las catacumbas de San Calixto. En cuanto a su significado, el buen pastor es una alegoría bíblica, referida originalmente a Yahveh y más tarde a Jesucristo. Se interpreta que el buen pastor es Dios, que salva a la oveja descarriada (el pecador). El tema aparece en el Antiguo Testamento, y en los Evangelios se aplica la misma alegoría a Jesús como Hijo de Dios. Dentro del arte, el tema es el más representado en la iconografía paleocristiana, y pueden encontrarse testimonios a partir del siglo II. A partir del siglo IV decae su representación hasta desaparecer totalmente en la Edad Media, pero finalmente se recupera entre los siglos XV y XVI. Tras la aparición de la Divina Pastora en el XVII, el tema vuelve a quedar relegado en el siglo XIX.

Nacido en Amberes en 1581, se trasladó con su familia a Dordrecht (Holanda) en 1584, y allí ingresará en el gremio de San Lucas en 1603. Ya como maestro, especializado en los temas mitológicos y religiosos, regresará a Amberes hacia 1610-1615. Pasa entonces a trabajar con Otto van Veen, y en torno a 1616-1617 se inscribe como maestro en la guilda de San Lucas de esta ciudad. En 1635 lo hallamos en Amberes tomando parte en la ilustración del “Pompa Introitus Ferdinandi”, libro escrito por Jan Caspar Gevaerts e ilustrado con grabados, editado por Theodoor van Thulden en 1642. Wolffort desarrolló un lenguaje que evidencia la influencia clasicista de Otto van Vennius, y de hecho utilizará a menudo idénticos temas y motivos, lo que ha llevado a menudo a la confusión de las obras de ambos. Se muestra también receptivo a las composiciones monumentales y plásticas de Jordaens, aunque sin abandonar una factura lisa y apretada que revela su arraigo en la tradición flamenca del siglo XVI. En obras maestras de su estilo maduro, como “Cristo en casa de Simón” (Museo Municipal de Bergues) evidencia además el estilo dramático y sensual de la última etapa de Rubens, dotando de mayor dinamismo tanto a las composiciones como a las figuras. Wolffort pintó varios altares para distintas instituciones religiosas de Amberes, como la “Asunción de la Virgen” de la iglesia de San Pablo o la “Adoración de los Reyes Magos” en la catedral de Amberes. También realizó numerosas obras religiosas para el mercado, en ocasiones series completas de los apóstoles, los padres de la Iglesia o la vida de Cristo, obras que fueron muy bien acogidas por los coleccionistas. Lo abundante de su producción, así como la irregularidad de su calidad, nos llevan a pensar que tuvo un importante obrador, y de hecho Wolffort contó con discípulos como Pieter van Mol y Pieter van Lint, quienes realizaron copias de obras de su maestro. Actualmente se conservan obras de Artus Wolffort el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Besançon y Burdeos, la colección KHM Bilddatenbank, el Museo de Arte de Columbia y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Imanol Marrodán (Bilbao, 1964). “Sin título”.

Imanol MarrodánLote en subasta:

MARRODÁN, Imanol (Bilbao, 1964).
“Sin título”, 2013.
Fotografía RC en papel Fuji mate.
Edición: 5 ejemplares y 2 pruebas de autor firmadas y numeradas al dorso.
Con certificado de autenticidad.
Medidas: 75 x 102 cm.

 

Imanol Marrodán es un artista interdisciplinar. Actualmente reside y trabaja en Vitoria. Ha expuesto en países como Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, Bélgica, Corea, Argentina, Suiza y Estados Unidos. Su trabajo se ha podido ver en ferias Internacionales de arte contemporáneo como ARCO, VALENCIA ART, ARTE SANTANDER y DFOTO (España), ART COLOGNE y KUNST KÖLN (Alemania), KIAF (Seúl, Corea), ArteBA (Buenos Aires, Argentina), BALELATINA (Basilea, Suiza). En 2009 imparte un seminario taller en la Fundación Bilbao Arte con el titulo “Nuevas tecnologías y aplicaciones en la pintura contemporánea”. Exposiciones individuales recientes: galería Juan Silió de Santander, Blanca Soto de Madrid, Krisis Factory de Bibao. Ha sido galardonado en: V Bienal de Pintura Ciudad de Estella Lizarra; V Bienal de Pintura Cuidad de Albacete; Primer premio en el Concurso de escultura para el Parque Natural de Aiako Harria; III Premio de Artes Plásticas Gobierno de Cantabria … Su obra está representada en numerosas colecciones particulares e institucionales, entre ellas la del Artium, Museo Vasco de Arte Contemporáneo; Museo de Bellas Artes de Bilbao; Colección Caja Castilla La Mancha; Museo de Navarra; Colección Olor Visual, etc.

Asimismo interviene con obras de gran formato en espacios públicos: “Plenitud y Vacío, Centro”, Parque Natural de Aiako Harria, Oiartzun. Gipuzkoa; “Conversaciones entre Oteiza y Serra”, Escultura, Amurrio; etc. La serie de “pinturas codificadas” está inspirada en el I Ching o “Libro de las Mutaciones”, en el pensamiento taoísta. Están resueltas con una técnica innovadora basada en pintura bicapa para carrocería de automóviles. Ir más allá de la representación, que a través de “núcleos de emoción” nos adentra en la utopía a través de la comunicación sensorial. En “Emotional landscapes” lleva esta investigación a un grado más depurado, al sugerir horizontes que sólo existen en nuestra imaginación. Las pulsaciones que registra un ecocardiograma o los hexagramas del I Ching proporcionan más información sobre el mundo fenomenológico, sobre el universo fluyente en el que estamos inmersos, que cualquier registro documental sobre la realidad aparente que habitamos. La obra pictórica y fotográfica de Marrodán se nutre de estos referentes informativos para hacer visible el flujo energético que subyace a los objetos.
 

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Círculo de Joseph Vernet (Francia, 1714 – 1789). “El naufragio”.

Claude-Joseph VERNETLote en subasta:

Círculo de VERNET, Claude-Joseph (Francia, 1714 – 1789).
“El naufragio”, h. 1800.
Óleo sobre lienzo.
110 x 150 cm; 130 x 170 cm (marco).

 

En esta obra se representa un paisaje costero de clara raigambre romántica, donde se sitúa la escena del naufragio de un velero, debido a la violenta tempestad que asola la costa. El buque destruido se sitúa en primer plano, y de él surgen pequeñas figuras, supervivientes que nadan y se aferran a las rocas, tratando de salvarse. En un risco que domina el paisaje vemos a una serie de personajes, desesperados ante lo ocurrido. Más allá vemos a un segundo velero, totalmente escorado debido al fuerte viento. El oleaje, las densas y oscuras nubes que cubren el cielo, todo se pone al servicio de la narración, construyendo una imagen de gran fuerza expresiva. Por su temática y aspectos formales podemos relacionar esta obra con el círculo de Joseph Vernet, destacado pintor francés de la segunda mitad del siglo XVIII.

Joseph Vernet debió iniciar su formación junto a su padre, el también pintor Antoine Vernet, y más tarde ingresará como aprendiz en el taller de Philippe Sauvan, donde se dedicará principalmente a la pintura religiosa. Posteriormente pasará a ser discípulo de Jacques Vialia, en cuyo taller de Aix-en-Provence despertará su interés por los paisajes, género al que consagrará desde entonces su obra. Por estos años realizará sus primeras obras como pintor independiente, una serie de pinturas para la decoración del palacete del marqués de Simiane. Vernet logró este encargo gracias a la recomendación de Joseph de Seytres, marqués de Caumont, quien tres años más tarde financiará la visita del joven pintor a Italia. Vernet finalizó pues allí su formación artística, realizando dibujos de arte antiguo, y de hecho permanecerá veinte años en Italia. Por estos años, la vista del mar en Marsellas y su viaje a Civitavecchia despertarán su pasión por los temas marinos, llevándole a ingresar en el taller del pintor de marinas Bernardino Fergioni.

Desarrollará desde entonces un lenguaje especialmente sensible a los efectos atmosféricos, gracias a la detenida observación del natural, caracterizado además por la perfecta integración de la figura humana en el paisaje. En este último sentido revela la influencia de Giovanni Paolo Panini, a quien probablemente conoció en Roma. También es patente en su obra el conocimiento de la obra de Claudio de Lorena, especialmente en el sentido armónico de sus composiciones. Ya como pintor maduro, Vernet pintó en Roma vistas de puertos, marinas bajo la tormenta, en calma o a la luz de la luna, cuadros que gozaron de un gran éxito entre la aristocracia británica. En 1753 será llamado por la corte a París, y allí realizará una serie de pinturas retratando distintos puertos de Francia. Aunque regresará más tarde a Roma, siendo nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes, Vernet finalmente fallecerá en Versalles en 1789. Actualmente está representado en museos de todo el mundo, entre ellos el Hermitage de San Petersburgo, el Louvre y la National Gallery de Londres.
 

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Francesc Gimeno Arasa (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927). “Paisaje de montaña”.

Francesc GimenoLote en subasta:

GIMENO I ARASA, Francesc (Tortosa, Tarragona, 1858 – Barcelona, 1927).
“Paisaje de montaña”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
51,5 x 68 cm; 84,5 x 106 cm (marco).

 
 

En esta obra Francesc Gimeno nos ofrece un impresionante paisaje natural, solitario y en calma, dominado por una atmósfera silenciosa y llena de luz, derivada de un detenido estudio del natural y de un sabio uso del color. De hecho, mediante el contraste tonal el pintor logra evocar la fresca sombra de los primeros planos, acogedora ante la soleada montaña que cierra el espacio en el segundo plano, su cumbre recortada contra un cielo blanco y luminoso.
Pintor y dibujante, Francesc Gimeno inicia su formación en Tortosa a los catorce años. En 1880 se instala en Barcelona y trabaja como pintor decorador. En este momento, ante el triunfo indiscutible de la pintura modernista, Gimeno no sólo se mantiene alejado del ambiente artístico catalán, sino que insiste en seguir la huella de los pintores del Siglo de Oro. Así, cuando el destino habitual de los pintores solía ser París, él viaja a Madrid en 1884. Allí trabaja con Carlos de Haes, maestro del paisajismo realista, y se dedica a estudiar las obras del Museo del Prado, especialmente las de Velázquez. A su regreso a Barcelona, en 1889, rechaza los contratos que se le ofrecen, y se dedica de nuevo a la pintura decorativa.

Gimeno se mantuvo casi siempre al margen del mundo comercial del arte. Durante la mayor parte de su vida, apartado de los círculos oficiales, pintaba lo que le era más cercano, su familia y él mismo, sin descuidar nunca el paisaje. Participó en algunas exposiciones, consiguiendo premios como los diplomas honoríficos en la de Barcelona de 1894 y la Nacional de Madrid de 1904, pero sus obras eran frecuentemente rechazadas por los jurados. Los críticos y el público, acostumbrados a otro tipo de pintura, también repudiaban su realismo expresivo, el tema proletario y su pincelada fuerte y gruesa. Desengañado, acentuó su marginación respecto al mundo del arte y de la sociedad en general, y aquel joven abierto, apasionado y lleno de ilusión se transformó en un hombre cerrado, desaliñado y automarginado. A pesar de todo, Gimeno también tuvo un pequeño círculo de admiradores. El crítico Romà Jori, el pintor Ignasi Mallol y el galerista Josep Dalmau organizaron la primera exposición individual del pintor en 1915. La exposición tuvo éxito de crítica y por primera vez su tarea artística fue reconocida.

Este hecho marcó el inicio de la última etapa del artista; aparecieron algunos mecenazgos que liberaron a Gimeno del trabajo de pintor decorador y, a partir de entonces, realizó diversas campañas paisajísticas. El reconocimiento a la obra de Gimeno fue creciendo en los últimos años de su vida hasta culminar en el homenaje que, en la Navidad de 1925, se le dedicó en la Sala Parés. El MACBA le dedicó una exposición en 1978, y en 2006 el Museo Nacional de Arte de Cataluña celebró la primera exposición de carácter verdaderamente antológico dedicada a su obra. Gimeno está representado en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el de Montserrat, el Nacional de Arte de Cataluña, la Fundación Francisco Godía y la colección J. Sala, así como en diversas colecciones particulares de importancia. Las escenas que pintó Gimeno representan la realidad cruda, sin concesiones estéticas, y revelan a un pintor y dibujante extraordinario. Su obra, de un realismo directo y transgresor, destacó ante todo por su expresividad, que domina sobre el resto de valores plásticos. Gimeno se consideró siempre como un obrero, nunca escondió su condición de trabajador, y ni su figura ni su obra encajaban dentro de los ambientes burgueses y los círculos artísticos de la época.

 

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Pol Marban (Menorca, 1985). “Hipstamatic”.

Pol MARBANLote en subasta:

MARBAN, Pol (Menorca, 1985).
“Hipstamatic”, 2013.
Óleo sobre collage y lienzo.
Se emitirá certificado de autenticidad a petición del comprador.
Medidas: 150 x 103 cm.

 

Salidas nocturnas, jóvenes volubles que escudan sus miedos tras actitudes deliberadamente frívolas. Pol Marban Paltor estudió Bellas Artes en la Universidad Miguel Hernández de Elche, obteniendo después la Beca SICUE de la Universidad de Barcelona. El recién obtenido premio de la Fundación Reynolds (2012) le ha permitido viajar por toda Europa, inspirándole ese “tour” artístico sus últimas impresiones interiorizadas de viajes.

Entre sus últimas exposiciones individuales citamos las celebradas en la galería Artara de Mahón (2013), Bar Nou (2012), Sa Fábrica de Mahón (2011), en Arxiu Imatge i Só. Menorca (2009), AutDes en AlteArte (2009)… En cuanto a muestras colectivas, ha participado en “Juegos reunidos” de la galería Vidrart de Menorca (2012), Colectiva 20 gallery, Menorca (2012), Galería Sa Fábrica (2011), skates pintados en Santa Mónica Lounge (2010); galería Bini-Art de Mahón (2007)…

En 2011 fue seleccionado por New Era como artista reveleación. Para Pol Marban el taller es la ciudad, no sólo porque despliegue por los muros urbanos su universo pictórico sino sobre todo porque es un pintor a plein air. Pero así como los pleinairistas de antaño salían con sus bártulos para reflejar los cambios lumínicos sobre la naturaleza, Marbán sale a la calle para estudiar cómo la atmósfera de cada lugar y momento afecta el ánimo de los transeúntes. Se impregna de luz natural para penetrar en las sombras del subconsciente, observa los paisajes marinos para adentrarse en los naufragios de la naturaleza interior.
 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Port Lligat”.

Eliseo MEIFRÈN ROIG

Lote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Port Lligat”.
Óleo sobre cartón.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 35 x 46 cm; 61,5 x 72 cm (marco).

 
 

En este lienzo Meifrèn retrata la costa del pueblo de Port Lligat, en Cadaqués (Girona), mostrándonos la cala del Cabo de Creus que ocupa la localidad desde un rincón escarpado, un punto alto que permite que la vista se recree en el sereno paisaje.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Catalunya. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros.

Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro. Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses. A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes.

En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina. Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell.

Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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EQUIPO CRÓNICA (Valencia, 1964 – 1981). “Telegrama”.

 

EQUIPO CRÓNICA

Lote en subasta:

EQUIPO CRÓNICA (Valencia, 1964 – 1981).
“Telegrama”.
Serigrafía sobre papel Arches, ejemplar XV/XXV.
Firmada y justificada a mano.
71 x 100 cm; 110 x 138,5 cm (marco).

 

El Equipo Crónica, o Crónicas de la Realidad, fue un grupo de pintores españoles activo entre 1964 y 1981. Lo fundaron Manolo Valdés, Juan Antonio Toledo, quien se desligó pronto del grupo, y Rafael Solbes, cuya muerte en 1981 puso fin al proyecto. Formó también parte del grupo el historiador y crítico Tomás Llorens, quien explica las bases teóricas del Equipo en un texto titulado “La distanciación de la Distanciación”. Asimismo, los tres pintores firmaron un manifiesto en 1965, donde se definieron como un grupo de trabajo con métodos colectivos y fines supraindividuales.

Equipo Crónica se apartó del informalismo imperante para cultivar una pintura figurativa, muy ligada al pop-art. Hartos de la introspección, estos artistas salieron a la calle y observaron el mundo que les rodeaba, una sociedad de industrialización incipiente y de turistas. Sus temas analizaron de forma crítica la situación política de España, así como la Historia del Arte, para lo que se inspiraron en obras clásicas como el “Guernica” de Picasso o “Las meninas” de Velázquez. Su estilo supuso una mezcla única de realismo, crítica, pop, citas pictóricas, anacronismos y pastiches agridulces. Frente a la imagen grandiosa y pintoresca de España que el régimen de Franco quería proyectar al exterior, Equipo Crónica incidía en otra imagen más oscura y sombría del país, recurriendo siempre a la ironía. Partiendo de un estilo propio, directo, de imágenes claras que todos pudieran leer, trataban de hacer “crónica de la realidad”, una suerte de realismo social pero que utilizaba los sistemas visuales actuales.

El grupo produjo pinturas, esculturas y grabados, y solía trabajar en series, lo que permitía analizar un mismo tema con diferentes variantes. Equipo Crónica parte de un lenguaje muy sencillo, con imágenes monocromas y repetidas, muy próximas a los medios de comunicación contemporáneos, a la foto de periódico sobre todo. Existen obras del Equipo Crónica en el IVAM de Valencia, el Museo Reina Sofía de Madrid, el MACBA de Barcelona, la Fundación Juan March y en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, entre otros. En 2007 se organizó una muestra dedicada al Equipo Crónica en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca.

 

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Ramon Casas Carbó (Barcelona, 1866 – 1932). “Retrato de Glòria Codina de Riera”.

Lote en subasta:

RAMON CASAS

CASAS CARBÓ, Ramón (Barcelona, 1866 – 1932).
“Retrato de Glòria Codina de Riera”, h. 1929.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 90 x 80 cm; 115 x 105 cm (marco).
Obra catalogada en “Ramon Casas. Una vida dedicada a l’art. Catàleg raonat de l’obra pictòrica”, de Isabel Coll, nº 678, p. 396 (Barcelona: El Centaure Groc, 1999).
Se puede expedir certificado de D. Marçal Barrachina a petición y cargo del comprador.

 

Ramón Casas fue un artista célebre por sus ilustraciones y sus retratos, y en concreto en sus retratos femeninos confluyen ambas vertientes de su obra, dado que la figura femenina constituyó la esencia misma de sus carteles e ilustraciones. Así, en sus retratos femeninos vemos la misma visión sensual y decorativa de la figura de la mujer, tanto en aquellos en los que la dama posa en actitud insinuante como en aquellos de concepción más sobria, como el que aquí presentamos. Así, aunque lejos de sus retratos de Julia Pelaire, amante del pintor, aquí vemos un retrato digno y elegante, con una mujer que mira directamente al espectador, orgullosa e incluso retadora, pero sin embargo mostrando la misma belleza delicada y seductora propia de los tipos femeninos de Casas. Esto queda además reflejado, de forma sutil, a través de elementos puramente plásticos como es el del contraste entre la frialdad casi metálica del elegante vestido de la modelo y la calidez, blandura y suavidad de las carnaciones, rosadas en el rostro y algo más nacaradas en el pecho y los brazos.

A nivel compositivo vemos la simplicidad, el orden y la claridad propios de todos los retratos de Casas, que por otro lado siguen las formas de representación más del gusto de la época. La mujer aparece en primer plano, sentada en una silla de madera pintada de blanco, con tapicería amarilla, sobre un fondo neutro y luminoso, trabajado en delicados tonos azules y amarillos que funcionan como un eco de los colores del vestido y la silla. La composición es centrada y piramidal, recordando incluso a los clásicos italianos; la figura adquiere así una mayor monumentalidad, a la manera clásica, y la composición se articula en torno a ella. La cúspide de la pirámide es el rostro de la mujer, elegantemente peinada, cuyos profundos y expresivos ojos oscuros, resaltados por una delicada sombra en los párpados, de recuerdo simbolista, miran directamente al espectador. Completa la sobria y casi solemne expresión la pequeña boca pintada de color coral intenso, fruncida y seria, que nos habla del carácter fuerte e independiente de la mujer mejor que ningún símbolo accesorio. La dama aparece adornada con varias joyas, magníficamente trabajadas pero que, sin embargo, no compiten en importancia con el rostro, absoluto centro de la composición.

Ya desde sus inicios Casas mostró una clara predilección por el retrato, y una especial maestría para captar la realidad a través de un lenguaje totalmente propio, sintético, expresivo y moderno, que dejaba atrás el decorativismo y el simbolismo del Art Nouveau imperante. Ya en 1899, con tan sólo treinta y dos años, inaugura en Barcelona una exposición antológica de su obra. Esta muestra dio a conocer al público su colección de más de cien retratos al carbón de personalidades de la época, realizadas en aquel mismo año. Esta exposición consagró a Casas como el mejor retratista de su época, gracias no sólo a su maestría formal, sino también a la perfecta descripción psicológica de sus modelos.

Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse. Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán.

Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893. Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Munich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.
 

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Círculo de Matías de Arteaga y Alfaro (Villanueva de los Infantes, 1633 – Sevilla, 1703)

ARTEAGA Y ALFAROLote en subasta:

Círculo de ARTEAGA Y ALFARO, Matías de (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1633 – Sevilla, 1703).
“Adoración de los Magos”.
Óleo sobre lienzo.
108 x 158 cm; 126,5 x 176,5 cm (marco).

 

Para la realización de la obra, el autor partió de composiciones grabadas, siguiendo el método de trabajo más común en la escuela andaluza del barroco. En concreto, podemos advertir la huella de una composición de Pedro Pablo Rubens: la pintada entre 1617 y 1618 y conservada en el Museo de Bellas Artes de Lyon. Esta composición llegaría a Andalucía a través de versiones grabadas, como las realizadas por Luc Vosterman o Christoffel Jegher. No obstante, el autor de este lienzo aclara la composición reduciendo el número de personajes, y cambia el estilo arquitectónico del escenario, así como a todas las figuras, en mayor o menor grado.

No obstante, aparte de la composición general podemos advertir gran similitud en los gestos de María, José y el Niño, quien se inclina para bendecir la cabeza del Mago arrodillado ante él, también muy parecido al que pinta Rubens. El resto de personajes aparecen libremente modificados o eliminados, si bien el pintor introduce niños, como hace Rubens, y mantiene el esquema cromático dominante en el primer plano, las grandes zonas de rojo y dorado de los mantos de dos de los Magos. No obstante, las similitudes con Rubens se reducen precisamente a la composición. Por el estilo y factura de la obra podemos relacionarla con los discípulos de Matías de Arteaga y Alfaro, pintor y grabador del barroco español, adscrito a la escuela sevillana, que supo recoger e interpretar con personalidad propia la doble influencia de Murillo y Valdés Leal.

Hijo del grabador Bartolomé Arteaga, siendo aún un niño su familia se trasladó a Sevilla, donde se formaría en el taller paterno y en contacto con Murillo, cuya influencia revela su obra temprana junto con la de Valdés leal, quien se estableció en Sevilla el mismo año que Arteaga aprobaba el examen de maestro pintor, en 1656. En 1660 figuró entre los miembros fundadores de la célebre academia de dibujo promovida por Murillo, entre otros, de la que ejerció como secretario entre esa fecha y el año de 1673. En 1664 ingresó en la Hermandad de la Santa Caridad y dos años después en la Sacramental del Sagrario de la catedral sevillana, para la que realizó algunos trabajos. Hacia 1680 hay también constancia de su trabajo como tasador de pinturas.

Fallecido en 1703, el inventario de los bienes dejados a su muerte revela un modo de vivir acomodado, disponiendo de una esclava y una casa grande y bien amueblada, que contaba con una mediana biblioteca con importantes libros en latín y castellano y un estudio de grabado, además de más de ciento cincuenta pinturas, casi la mitad de asunto religioso. Entre ellas se hallaban cuatro series de la Vida de la Virgen, de algunas de las cuales se decía expresamente que contenían vistas arquitectónicas, como las que vemos en esta obra y en las conservadas en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Lo más característico de su peculiar estilo son precisamente estas series de asuntos siempre religiosos, situadas en amplios paisajes y perspectivas arquitectónicas tomadas de estampas. Hábil en la creación de estas profundas perspectivas, diestramente iluminadas, sin embargo en el tratamiento de las figuras y sus expresiones corporales suele desenvolverse con cierta torpeza. Arteaga está representado en el citado museo hispalense, diversos templos sevillanos incluyendo la catedral y el Museo Lázaro Galdiano, entre otros.
 

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Pablo Picasso (Málaga, 1881 – Mougins, Francia, 1973).

PICASSO

Lote en subasta:

PICASSO, Pablo (Málaga, 1881 – Mougins, Francia, 1973).
Sin título.
Dibujo a tinta y carbón sobre papel, por ambas caras.
Adjunta certificado de autenticidad, emitido por Maya Picasso.
Medidas: 31 x 19 cm; 58,5 x 45 cm (marco).

 

Este conjunto de dibujos a carboncillo y tinta, realizados por ambas caras del papel, ilustra la maestría del trazo del genial Picasso, su capacidad de captar no sólo formas y volúmenes sino también expresiones y espacios con tan sólo unos pocos trazos. Pero, además, funciona como una ventana a la mente del artista; estos esbozos rápidos, mitad imaginarios mitad tomados del natural, nos hablan de las inquietudes e intereses plásticos de Picasso, de su reflexión sobre la línea, de su interés por el desnudo femenino y por las escenas del pasado, de su forma de estudiar el cuerpo y el rostro humanos. Especialmente expresiva es la figura femenina esbozada en el ángulo superior derecho de uno de los lados del papel. Mientras que en el dibujo a tinta vemos una línea fina y sinuosa, casi caligráfica, en este boceto al carboncillo el trazo adquiere agresividad, intensidad cromática y profundidad, independizándose prácticamente de la forma, como una evidencia de la libertad creativa de un artista que, en dibujos como este, realizados de forma rápida, se muestra más pura que en ninguna otra obra.

Pablo Ruiz Picasso es el gran genio de la pintura contemporánea. Creador del cubismo junto con Braque, su capacidad de invención y de creación le sitúa en la cima de la pintura mundial. Nació en Málaga, donde su padre era profesor de dibujo y director del Museo Municipal. La familia Ruiz Picasso pronto se traslada a La Coruña, y de allí a Barcelona, donde el joven Pablo inicia sus estudios artísticos en la Escuela Provincial de Bellas Artes (1895). Aunque el de la escuela es un estilo totalmente académico, el pintor pronto entra en contacto con grupos modernistas que hacen cambiar su forma de expresión. Tan sólo dos años después, en 1897, Picasso realiza su primera muestra individual, en el café “Els Quatre Gats”. París se va a convertir en la gran meta de Pablo y en 1900 se traslada a la capital francesa por un breve periodo de tiempo. Al regresar a Barcelona, empieza a trabajar en una serie de obras en la que se observan las influencias de todos los artistas que ha conocido o cuya obra ha visto. Es una esponja que lo absorbe todo pero no retiene nada; está buscando un estilo personal. Entre 1901 y 1907 se desarrollan la Etapa Azul y la Etapa Rosa, caracterizadas por el uso de esos colores y por su temática con figuras sórdidas, aisladas, con gestos de pena y sufrimiento.

La pintura de estos años iniciales del siglo XX está viviendo continuos cambios y Picasso no puede quedarse al margen. Se interesa entonces por Cézanne, y partiendo de su ejemplo va a desarrollar una nueva fórmula pictórica junto a su amigo Braque: el cubismo. Pero Picasso no se queda ahí y en 1912 practica el collage en la pintura; a partir de este momento todo vale, la imaginación se hace dueña del arte. Picasso es el gran revolucionario y cuando todos los pintores se interesan por el cubismo, él se preocupa por el clasicismo de Ingres. El movimiento surrealista de 1925 no le coge desprevenido y, aunque no participa abiertamente, le servirá como elemento de ruptura con lo anterior, introduciendo en su obra figuras distorsionadas con mucha fuerza y no exentas de rabia y furia. Igual que ocurre con Goya, a Picasso también le influye en gran medida la situación personal y social a la hora de trabajar. Sus relaciones con las mujeres, frecuentemente tumultuosas, van a afectar seriamente a su obra. Sin embargo, lo que mayor impacto tuvo en Picasso fue el estallido de la Guerra Civil española y el bombardeo de Guernica, que provocó la realización de la obra más famosa del arte contemporáneo. París fue su refugio durante mucho tiempo, pero los últimos años de su vida los pasó en el sur de Francia, trabajando en un estilo muy personal, con vivos colores y formas extrañas.

Picasso está representado en los museos más importantes de todo el mundo, como el Metropolitan, el MOMA y el Guggenheim de Nueva York, el Hermitage de San Petersburgo, la National Gallery de Londres o el Reina Sofía de Madrid.
 

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Imanol Marrodán (Bilbao, 1964). “Núcleos de Emoción Pinturas Codificadas”.

Lote en subasta:

Imanol MARRODÁN

MARRODÁN, Imanol (Bilbao, 1964).
“Núcleos de Emoción Pinturas Codificadas”.
Óleo y grafito sobre tablero.
Firmada y fechada.
Enmarcada con listón gris.
Medidas: 48 x 76,5 cm.

 

Imanol Marrodán es un artista interdisciplinar. Actualmente reside y trabaja en Vitoria. Ha expuesto en países como Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, Bélgica, Corea, Argentina, Suiza y Estados Unidos. Su trabajo se ha podido ver en ferias internacionales de arte contemporáneo como Arco, Valencia Art, Arte Santander y Dfoto (España), Art Cologne y Kunst Köln (Alemania), Kiaf (Seúl), Arteba (Buenos aires), Balelatina (Basilea). En 2009 imparte un seminario taller en la Fundación Bilbao Arte con el titulo “Nuevas tecnologías y aplicaciones en la pintura contemporánea”. Exposiciones individuales recientes: galería Juan Silió de Santander, Blanca Soto de Madrid, Krisis Factory de Bibao. Ha sido galardonado en: V Bienal de Pintura Ciudad de Estella Lizarra; V Bienal de Pintura Cuidad de Albacete; Primer premio en el Concurso de escultura para el Parque Natural de Aiako Harria; III Premio de Artes Plásticas Gobierno de Cantabria…

Su obra está representada en numerosas colecciones particulares e institucionales, entre ellas la del Artium, Museo Vasco de Arte Contemporáneo; Museo de Bellas Artes de Bilbao; Colección Caja Castilla La Mancha; Museo de Navarra; Colección Olor Visual, etc. Asimismo interviene con obras de gran formato en espacios públicos: “Plenitud y Vacío, Centro”, Parque Natural de Aiako Harria, Oiartzun. Gipuzkoa; “Conversaciones entre Oteiza y Serra”, Escultura, Amurrio; etc.

La serie de “pinturas codificadas” está inspirada en el I Ching o “Libro de las Mutaciones”, en el pensamiento taoísta. Están resueltas con una técnica innovadora basada en pintura bicapa para carrocería de automóviles. Ir más allá de la representación, que en “núcleos de emoción” nos adentra en la utopía a través de la comunicación sensorial. Las pulsaciones que registra un ecocardiograma o los hexagramas del I Ching proporcionan más información sobre el mundo fenomenológico, sobre el universo fluyente en el que estamos inmersos, que cualquier registro documental sobre la realidad aparente que habitamos. La obra pictórica y fotográfica de Marrodán se nutre de estos referentes informativos para hacer visible el flujo energético que subyace a los objetos.

 

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Escuela peruana del siglo XVII

Escuela peruana del siglo XVIILote en subasta:

Escuela peruana del siglo XVII.
“Patio interior del Palacio del Virrey en Lima”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 125 x 172 cm.

 

 

En este lienzo vemos una detallada vista del patio interior del Palacio del Virrey de Lima, hoy Palacio de Gobierno del Perú. El edificio original fue construido por mandato de Francisco Pizarro en 1536, sobre los territorios que habían pertenecido al curaca Taulichusco, para que fuera su residencia y la sede de la gobernación de Nueva Castilla. Durante la etapa colonial fue la residencia de los virreyes del Perú, y pasó por saqueos, terremotos e incendios que destruyeron parcial o totalmente el edificio. No obstante, las sucesivas reedificaciones mantuvieran la disposición y la planta originales, si bien con el paso de los siglos las modificaciones serán cada vez más libres, hasta llegar a las reformas de la primera mitad del siglo XX. La edificación original fue de adobe y, siguiendo los usos de Castilla, con dos grandes patios y amplios espacios destinados a la tropa y las caballerizas.

En este cuadro se nos muestra un amplio patio interior de clara herencia española, organizado de forma racional, con una calle central delimitada por parterres en la que destaca una fuente de piedra, de estructura vertical. El patio queda delimitado a ambos lados por arquerías, tras las cuales se alzan las densas copas de los árboles, dispuestas como los muros en estricta perspectiva, un tanto forzada, como es corriente en la escuela colonial barroca. El patio queda delimitado en el frente por dos verjas ornamentales, y al fondo por un muro plano con varios vanos y una gran puerta monumental con pilastras a los lados y frontón triangular. A través de esta puerta podemos ver un camino que parte, siempre en línea recta, hacia un gran edificio blanco, cuyas formas quedan difuminadas por efecto de la distancia. Sobre la balaustrada que remata este muro se alza una esbelta palmera, que funciona como eje de simetría de la composición, recortándose contra un cielo azul que se torna blanco en su parte baja debido a las nubes bajas que lo cubren. El horizonte, muy alto pese al punto de vista del resto de la composición, queda cerrado por montañas azuladas.

El patio no aparece vacío, sino que en él se escenifica una escena cortesana. En primer plano vemos un carruaje tirado por cuatro caballos de estilo popular, con una dama ataviada al estilo español en su interior. De hecho, todos los personajes que vemos lucen la moda española de la época: las mujeres con guardainfantes y cuellos blancos bordados, y los hombres de negro, con golilla y calzón. Tras el carruaje vemos una escena de carácter podríamos decir que galante, protagonizada por una dama y un caballero que se encuentran ante la fuente. El caballero, que luce la cruz de Santiago en su capa, se inclina y se quita el sombrero para saludar a la dama, que inclina a su vez la cabeza con modestia, mientras muestra su azoramiento llevándose una mano al rostro, con timidez. En el lado derecho vemos a dos damas, con la cabeza cubierta por una mantilla, sentadas en el suelo al modo español, contemplando la escena. Algo más hacia el fondo aparece un jardinero trabajando en uno de los parterres. En el lado izquierdo vemos a dos parejas de figuras paseando, caminando hacia el fondo del patio: dos monjes delante y dos caballeros más cerca del primer plano.

Dentro de la escuela colonial del barroco, podemos enmarcar esta obra dentro del conjunto de pinturas cuya principal función fue la de referencia, documento o testimonio gráfico de carácter histórico. Como es lógico, en estas obras el estilo se pliega a las exigencias de su función, por lo que utilizarán un lenguaje esquemático y sintético, rico en detalles y de preciso dibujo.

 

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Jean-Baptiste-Camille Corot (París, 1796 – 1875). “Souvenir de Mortefontaine”.

Jean-Baptiste-Camille COROT

Lote en subasta:

COROT, Jean-Baptiste-Camille (París, 1796 – 1875).
“Souvenir de Mortefontaine”, 1864.
Boceto a la tinta china sobre papel.
Firmado y fechado en la zona inferior derecha.
Existe certificado emitido por Martin Dieterle y Claire Lebeau (nº reg. 4452).
Medidas: 16 x 21 cm.

 

Esta obra es un boceto de la pintura del mismo título que se conserva en el Museo del Louvre. Se trata de un óleo sobre lienzo pintado en 1864, de 65,5 x 89 cm, actualmente considerado una de las obras maestras de Corot y sin duda una de sus pinturas más poéticas. Este artista se manifestó como el más preclaro representante del tránsito que va del paisaje clásico al realista, manteniéndose al margen de todas las escuelas y constituyendo el fundamento del futuro impresionismo. Rompiendo con los planteamientos animados y fogosos del paisaje romántico, Corot mostró en sus obras de madurez, de las que “Souvenir de Mortefontaine” es un magnífico ejemplo, una nueva forma de abordar el paisaje.

En sus composiciones utiliza una gama tonal restringida –azul para los cielos, ocres y rosas para las arquitecturas, castaños y verdes para la vegetación-, siendo sus más destacados valores la atmósfera plasmada y la dosis precisa de luz que proporciona a la superficie de los volúmenes. Todo ello porque, en palabras del propio autor: “El dibujo es lo primero que hay que buscar. Después, la relación de las formas y los valores. He aquí los puntos de apoyo. Después, el color y, finalmente, la ejecución”. Corot empleaba en su método de trabajo la toma de apuntes del natural, a los que proporcionaba un lirismo especial, tal y como se aprecia en el que aquí presentamos. No podría ser de otro modo si se tiene en cuenta esta confesión del artista: “Mientras busco la imitación concienzuda, no pierdo ni un instante en la emoción… Lo real es una parte del arte, pero el sentimiento lo completa. Si estamos verdaderamente conmovidos, la sinceridad de nuestra emoción se transmitirá a los demás”.

Mortefontaine es un pequeño pueblo en el departamento de Oise, en el norte de Francia, que Corot visitó con frecuencia en la década de los cincuenta para estudiar los efectos de la luz y sus reflejos en el agua. En “Souvenir de Mortefontaine” Corot no reproduce una escena de la vida cotidiana, ni retrata una escena real sino que, como el mismo título sugiere, plasma sus impresiones captadas a lo largo de sus numerosas visitas, protagonizadas por los juegos de la luz al reflejarse en la superficie del lago.

 

 

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Manolo Valdés Blasco (Valencia, 1942). “Mariana I”.

VALDÉS BLASCOLote en subasta:

VALDÉS BLASCO, Manolo (Valencia, 1942).
“Mariana I”, 2008.
Grabado al aguafuerte y aguatinta con collage, sobre papel con filigrana “V”, ejemplar 48/50.
Estampado en el taller del artista, en Madrid.
Firmado y justificado a mano.
Medidas: 107 x 70 cm; 125 x 93 cm (marco).

 

Manolo Valdés fue el introductor en España de una forma de expresión artística que combina el compromiso político y social con el humor y la ironía. Inició su formación en 1957, año en que ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia. No obstante, dos años después abandona los estudios para dedicarse plenamente a la pintura. En 1964 fundó el grupo artístico Equipo Crónica, junto a Juan Antonio Toledo y Rafael Solbes, en el cual permaneció hasta la muerte del segundo, en 1981, pese al hecho de que Toledo había abandona el grupo a los dos años de su fundación. Desde entonces se estableció en Nueva York, ciudad en la que reside actualmente y donde ha seguido experimentando con las nuevas formas de expresión, incluyendo la escultura.

Entre los numerosos galardones que ha obtenido Manolo Valdés destacan los Lissone y Biella de Milán (1965), la medalla de la plata de la II Bienal Internacional de Grabados de Tokio (1979), el premio del Museo de Arte Bridgestone en Lisboa (1979), el Premio Nacional de Artes Plásticas (1983), la medalla del Festival Internacional de Artistas Plásticos de Bagdad (1986), la Condecoración de la Orden de Andrés Bello en Venezuela (1993), el premio del Consejo Nacional de Mónaco (1997), la Medalla de Oro al Mérito de Bellas Artes (1998), el Premio de la Asociación Española de Críticos de Arte (2000) y el Premio al Mejor Artista de Estampa (2002), entre otros.

Con el Equipo Crónica, Valdés se sirvió de la figuración como vehículo de expresión para sus planteamientos, para sus críticas al arte, la sociedad y la política, pero primando por encima de cualquier otro contenido el puro acto de pintar. Desde el punto de vista temático, Valdés se inspira en el arte de los grandes maestros de la pintura: Goya, Velázquez, El Greco, Ribera o Zurbarán, y nunca oculta sus modelos, sino que más bien los subraya, incluso en los títulos de sus obras. Formalmente, realiza una obra de gran formato en la que las luces y los colores expresan valores táctiles, debido al tratamiento dado a los materiales. Su obra fuerza a quien la observa a indagar en la memoria y buscar imágenes significativas de la historia del arte.

Valdés está representado en algunos de los museos más destacados de todo el mundo, como el Reina Sofía de Madrid, el Metropolitan, el MoMA y el Guggenheim de Nueva York, el Centro Georges Pompidou y el Fons National d’Arts Plastiques de París, la Kusnthalle de Hamburgo, el Kunstmuseum de Berlín y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, entre muchos otros.
 

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Antoni Clavé i Sanmartí (Barcelona, 1913 – Saint Tropez, Francia, 2005).

ANTONI CLAVÉ I SANMARTÍ

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CLAVÉ I SANMARTÍ, Antoni (Barcelona, 1913 – Saint Tropez, Francia, 2005).
Sin título.
Técnica mixta sobre papel.
Firmado en la zona inferior central.
Medidas: 26 x 20 cm; 51 x 45 cm (marco).

Antoni Clavé es una de las más relevantes figuras del arte contemporáneo español. Formado en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, Clavé se dedica en un primer periodo al grafismo publicitario, la ilustración y las artes decorativas. En 1936 toma parte activa en la Guerra Civil, en las filas republicanas, lo que le lleva a exiliarse a Francia al terminar la contienda. Este mismo año de 1939 expone los dibujos que realizó en los campos de batalla.

Se instala en París, donde conoció a Vuillard, Bonnard y Picasso. A partir de esta época, Clavé empieza a desarrollar una obra marcada por una plástica distinta, menos clásica. Durante este periodo sus figuras fueron perdiendo precisión y forma, dando paso al trazo y a una personal gama de colores y texturas que protagonizarán desde entonces sus obras. Gozaba ya de un gran prestigio internacional en el momento en que se inicia su reconocimiento en España, a partir de su exposición en la sala Gaspar de Barcelona, en 1956. En la década de los sesenta realizó un homenaje al Greco, y su pintura de este momento revela las influencias recibidas de dicho maestro, así como de los pintores del barroco. Toma especial relevancia la temática del caballero de la mano en el pecho, referente que se repetirá en las obras futuras de Clavé. Este periodo se caracteriza por el paso definitivo a la abstracción.

En los años setenta continúa la evolución en la obra de Clavé, utilizando técnicas diversas como el collage, e inventando nuevas como el “papier froissé”, fruto de una casualidad en el uso del aerosol sobre papeles arrugados. En 1978, el Museo Nacional de Arte Moderno de París, actual Centro Georges Pompidou, le dedicó una retrospectiva que le convirtió en uno de los artistas de más prestigio de su generación. Sus últimas obras se caracterizan por la recreación de texturas dentro de la abstracción, con una profusa utilización del “papier froissé”.

Fue premiado en la Hallimark de Nueva York en 1948, en la Bienal de Venecia de 1954 y en la Bienal Internacional de Tokio de 1957. En 1984 el Estado Español reconoció su valía artística con la exposición de más de cien de sus obras en el pabellón español de la Bienal de Venecia. Ese mismo año le fue concedida la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña. La obra de Clavé se encuentra, entre muchos otros, en los museos de Bellas Artes de Bilbao, Tate Gallery, de Arte Moderno de París y Tokio, el British Museum y en el Reina Sofía de Madrid.
 

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José María Mallol Suazo (Barcelona, 1910 – 1986). “Bodegón con figura”.

José María MALLOL SUAZO

Lote en subasta:

MALLOL SUAZO, José María (Barcelona, 1910 – 1986).
“Bodegón con figura”, 1966.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Con etiqueta al dorso de la Sala Parés de Barcelona.
64,5 x 91,5 cm; 89 x 116 cm (marco).

Nacido en el seno de una familia muy religiosa, Mallol Suazo se formó en la Escuela de La Llotja, en Barcelona, donde fue discípulo de Félix Mestres y de Ramón Calsina entre 1929 y 1935. Fue dibujante además de pintor, y publicó ilustraciones humorísticas en “En Patufet”, “Virolet” y “L’Esquitx”, revistas con las que colaboró ya desde sus años de estudiante.

Una deformidad congénita en los pies, que le hacía andar con dificultad, le impidió desarrollar la temática paisajística, al no poder desplazarse para realizar la copia la natural. De ahí que se decantase por otros temas, como el bodegón o el retrato. La primera exposición de su obra tuvo lugar en el Salón de Arte Contemporáneo de Barcelona de 1936, meses antes del estallido de la Guerra Civil. Ese mismo año fue premiado en la Exposición de Primavera de la ciudad condal. La contienda fuerza la dispersión de su familia, pero Mallol permanecerá en Barcelona, donde se dedica por completo a pintar y obtiene, en 1938, el Premio Nonell de Pintura, concedido por la sala Tardor. En 1945 pasa a formar parte del grupo de artistas de la sala Parés, galería en la que conocerá al coleccionista Josep Omar Gelpi, quien se convertirá desde entonces en su marchante.

Considerado como una de las más destacadas promesas de la pintura joven catalana, en 1953 participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Barcelona con un desnudo, y en 1959 visita por primera vez Brasil, país de procedencia de su esposa y al que viajará sucesivas veces a lo largo de su vida. Alejado del sentimiento de “riesgo y aventura” en un sentido plástico, Mallol no se dejó arrastrar por las corrientes artísticas imperantes, manteniéndose fiel siempre a su propio lenguaje realista-poético. En 1987, un año después de su muerte, la Sala Parés le dedicó una gran exposición homenaje, antológica de su obra.

Mallol está representado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el de Valls, el Deu Font en El Vendrell, el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona y la Abadía de Montserrat, además de en importantes colecciones como la de Caixa Terrassa, la Caixa de Catalunya, la Marta María Millet o la Modest Rodríguez Cruells.

 

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Luis Graner Arrufí (Barcelona, 1863 – 1929). “Los bebedores”.

Lote en subasta:

GRANER ARRUFÍ

GRANER ARRUFÍ, Luis (Barcelona, 1863 – 1929).
“Los bebedores”. Óleo sobre lienzo.
Firmado y dedicado “A mi buen amigo D. Hugo Herberg” en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 40 x 90 cm; 58 x 108 cm (marco).

 

Luis Graner aprovecha en esta obra una temática costumbrista y local para realizar cinco magníficos retratos, captados con una inmediatez que nos hace pensar en la fotografía, pero que sin embargo va más allá del simple afán documental para reflejar las distintas personalidades de los hombres, reflejadas tanto en sus rasgos como en sus gestos y actitudes. Los cinco parecen posar para el pintor, o más bien mirarnos directamente, integrándonos en la festiva escena que protagonizan. El situado en el centro aparece coronado con hojas de parra, lo que nos indica que se trata de una imagen propia de una celebración popular relacionada con la vendimia. Sólo uno de ellos permanece ajeno a nuestra presencia; se trata del más joven, colocado en un segundo plano, cuya mirada vemos perdida, quizás por efecto del vino que protagoniza la celebración.

Luis Graner se formó en la Escuela de La Llotja de Barcelona, donde fue discípulo de Benito Mercadé y Antonio Caba, y en 1886 se traslada a París gracias a una beca de la Diputación de Barcelona. Durante sus cinco años en la capital francesa obtuvo dos terceras medallas en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888) y París (1889). Instalado de nuevo en Barcelona en 1891, sigue participando en importantes exposiciones internacionales, como las de Berlín (1891), Munich (1892), Dusseldorf (1904). Asimismo, remitió obras a las Nacionales de Bellas Artes, obteniendo tercera medalla en 1895 y 1897, segunda en 1901 y condecoración en 1904. Ese mismo año Graner crea la Sala Mercè, diseñada por Gaudí, donde organizó sus “visiones musicales”, espectáculos que combinaban la poesía con la música, la escenografía con el cine. Finalmente, arruinado, se traslada a América. Llegó a Nueva York en 1910, y ese mismo año celebró una exposición individual en la galería Edward Brandus. El éxito de esta muestra acarreará para Graner importantes encargos, entre ellos el retrato del magnate Carlos B. Alexander.

Tras pasar cinco meses en Barcelona, Graner parte de nuevo hacia Nueva York, con destino final a La Habana. Allí realizará un ambicioso y monumental proyecto, una obra titulada “La pesca de la noche”. En 1911 deja Cuba para trasladarse a Nueva Orleans, y poco después se encuentra ya en San Francisco. Allí inaugurará una exposición de setenta y seis cuadros, celebrada en el California Club, que fue la muestra individual más extensa nunca realizada hasta la fecha en la ciudad. Las obras allí expuestas fueron admiradas por el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, a cuyo hijo y nuera Graner ya había retratado. En esta misma época realizará varios tapices pintados para el director de cine David W. Griffith. Antes de que finalice el año se halla de nuevo en Nueva York, donde expone de nuevo individualmente con gran éxito. Continúa realizando retratos de importantes personalidades del país, y en 1912 celebra otra exposición clave, esta vez en The Ralston Galleries (Nueva York). En los años siguientes continuará con su brillante carrera internacional en Brasil y Chile, para finalmente regresar a los Estados Unidos, donde permanecerá debido al estallido de la Gran Guerra, pasando por Nueva York, Nueva Orleans, Chicago y otras ciudades, siempre exhibiendo con gran éxito su pintura. En los años veinte viajará a Argentina, Uruguay y Cuba, y finalmente en Nueva Orleans queda postrado por una grave enfermedad que dañará irremediablemente su mente, transformando también su obra, que perderá la garra y la trascendencia de sus etapas anteriores.

Arruinado y enfermo, sin hallar mercado para sus cuadros, finalmente regresa a Barcelona en 1928, poco antes de su muerte, tras dieciocho años de gloria que terminaron en penuria. Ese mismo año expuso individualmente en el hotel Ritz y en las Galerías Layetanas de Barcelona, y a finales de año celebra una importante retrospectiva en la Sala Parés, para finalmente fallecer en mayo de 1929 a los sesenta y seis años de edad. Sus pinturas, de un estilo realista en la forma, toman por tema la vida cotidiana de la gente humilde, si bien también cultivó el paisaje y el retrato. En sus escenas de interior muestra una profunda influencia de Latour, aprendida en sus años parisinos, que le lleva a centrarse en la expresividad de la luz artificial. Especializado en la pintura de género, también cultivó el paisaje y el retrato. Su obra está presente en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el Nacional de Arte de Cataluña, la Hispanic Society de Nueva York y el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú, entre otros, así como en importantes colecciones privadas catalanas.

 

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Joan Ponç Bonet (Barcelona, 1927 – Saint-Paul, Francia, 1984)

Joan PONÇ BONETLote en subasta:

PONÇ BONET, Joan (Barcelona, 1927 – Saint-Paul, Francia, 1984).
Sin título, 1953.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 65,5 x 99 cm; 88,5 x 122 cm.

 
Obra catalogada en Robert S. Lubar, “Joan Ponç”, p. 285 (Barcelona: Ediciones Polígrafa, 1994) y en “Joan Ponç. Exposición retrospectiva. Del 18 de febrero al 12 de marzo de 1994”, p. 38 (Zaragoza; Museo Camón Aznar, 1994).

En esta obra Ponç se manifiesta como artista brujo, que concibe el arte como magia, como poder extraordinario, un conjuro, algo sobrenatural. Pero el gran maestro catalán no fue sólo eso; su arte es también la exploración de lo negativo, la atracción por lo perverso y lo diabólico, reflejo de un universo plagado de seres monstruosos y malignos, de espíritus satánicos y pérfidos, reflejo de la fascinación que sentía su autor por el mal. Para el espectador, este mundo dramático de Joan Ponç es una metáfora. En cambio, para el artista era su mundo real. Sus monstruos no eran simple fantasía, sino que tenían una vida auténtica y dialogaban con el pintor, dentro de un complejo mundo de personajes y obsesiones. Así, su obra parece realizada bajo la clarividencia de una cierta crisis existencial permanente, reflejando un mundo inteligente, poético y complejo. Por otro lado, su fidelidad a unos planteamientos plásticos que se alejaban de las corrientes dominantes de la época situó a Ponç al margen de los discursos artísticos oficiales. Será la perspectiva del tiempo la que reafirme la relevancia y la excepcionalidad de su trabajo, como también la intensidad de su voz y la necesidad de su redescubrimiento.

Pintor y dibujante, Joan Ponç se formó en Barcelona, en el taller de Ramón Rogent y en la Academia de Artes Plásticas con Ángel López-Obrero. Tras dedicarse a la pintura y el dibujo en el anonimato, realiza su primera exposición individual en 1946, en la Galería Arte de Bilbao, la cual supondrá su definitivo afianzamiento dentro del panorama artístico nacional. En 1948 funda, junto a Tharrats, Puig, Cuixart, Tàpies y Brossa entre otros, el grupo de vanguardia Dau al Set. Seleccionado por Eugenio D’Ors, participó en el Salón de los Once de Madrid en 1951 y 1952. En 1952 participa en la Bienal Hispanoamericana, y al año siguiente pasa una temporada en París, donde conoce a Joan Miró y logra exponer en el Museo de la Villa. Con la recomendación de éste, Ponç logra acceder a los círculos artísticos brasileños, instalándose en São Paulo desde 1953 hasta 1962. En 1954, año de disolución de Dau al Set, realiza una exposición en el Museo de Arte Moderno de la ciudad, con tal éxito que la entidad adquirió la totalidad de las obras. En Brasil conoció las selvas ecuatoriales, donde quedó impresionado por su fauna, especialmente por los insectos, que incorporó a su imaginería. En 1955 fundó el grupo Taüll con Marc Aleu, Modest Cuixart, Jaume Guinovart, Jaume Muxart, Mercadé, Tàpies y Tharrats. Tras regresar a Cataluña a causa de una enfermedad, como artista ya totalmente consagrado realiza muestras en Nueva York, Río de Janeiro, Bonn, París, Frankfurt, Ginebra, Antibes y en diversas ciudades españolas. En 1965 consigue el Gran Premio Internacional de Dibujo en la Bienal de São Paulo. La pintura de Ponç presenta imágenes fantasmagóricas a la vez que dolientes y torturadas, en las que el subconsciente es el protagonista. Para el pintor el arte no es sino una introducción al misterio y a los secretos que encierra el espíritu. Más dibujante que pintor, su obra es extremadamente detallista y minuciosa.

La producción de Ponç se puede dividir en seis periodos: época de Dau al Set (1947), época brasileña (1958), época metafísico-geométrica (1969), etapa de los personajes metafísicos (1970), etapa de la acupintura (1971) y un periodo final de síntesis (1972). Uno de los pintores más singulares y enigmáticos de la historia del arte moderno, Ponç pintaba para sobrevivir al mundo, y convertía cada una de sus creaciones en un acto mágico. Su trayectoria describe un camino circular a lo largo de los años, casi sin evolución, si entendemos como tal el cambio de un lenguaje a otro, la variación de estilos, la transformación de las incógnitas que le llevaban a pintar. Ponç fue un pintor-poeta, que utilizaba los pinceles para descubrir el único mundo que conocía, el más real de todos, aquel mundo que se encuentra en el fondo del propio ser. Es un mundo habitado por extrañas criaturas de cuerpos semihumanos, medio animales, de demonios que nos hacen partícipes de sus actos, de espacios desiertos en los cuales sobresalen montículos simétricos, cráteres en línea, lagunas Estigias bajo cielos oscuros sólo rotos por el brillo de las lunas de colores. Actualmente está representado en el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo, el Museo Patio Herreriano de Valladolid, el MACBA de Barcelona, el Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo en Vitoria, el Museo de L’Empordà y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

 

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Ramon Casas Carbó (Barcelona, 1866 – 1932). “Retrato femenino”.

Ramon CASAS

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CASAS CARBÓ, Ramón (Barcelona, 1866 – 1932).
“Retrato femenino”.
Carboncillo y ceras sobre papel.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Con etiqueta al dorso de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 55 x 43 cm; 90 x 78 cm (marco).

 

En esta obra Ramón Casas nos presenta un retrato de gran inmediatez, captado como una instantánea de la vida cotidiana, un momento fugaz inmortalizado gracias al arte del pintor, que obliga a nuestra mirada a fijarse en la belleza de lo que nos rodea, pero que por costumbre o por su propio carácter fugaz no somos capaces de reconocer o admirar. La mujer aparece representada de medio cuerpo, cubierta por un chal floreado y tocada con un gracioso sombrero ladeado, de corte masculino, un detalle que refuerza la impresión del carácter fuerte e independiente de la mujer, que se muestra ante nosotros orgullosa, clavando su mirada sin pudor en algo que no vemos, ignorando nuestra presencia. Esta imagen combina la sensualidad formal de la línea sinuosa y enérgica, típicamente modernista, con el gran realismo con el que se ha plasmado una imagen estrictamente contemporánea. Se trata de una obra muy ligada al diseño gráfico de la época; la expresiva linealidad, la sobriedad de los colores y la atención a temas actuales, coinciden con los rasgos de los carteles y las ilustraciones para revistas. Se trata de un dibujo dinámico, sensual y esquematizado, con el tema de la mujer como centro absoluto.

La figura femenina fue la protagonista del modernismo catalán; una mujer moderna, manola popular o burguesa barcelonesa, damas jóvenes y elegantes sorprendidas en sus momentos de ocio, leyendo, paseando o mirando al espectador, melancólicas y tentadoras. La escuela catalana de dibujo modernista fue radicalmente opuesta a la decorativista y simbólica del Art Nouveau imperante. Realista y sintética, centra su atención en el mundo urbano contemporáneo y no en el símbolo literario. Así, Ramón Casas y sus contemporáneos utilizan la misma línea sinuosa, movida y profundamente expresiva, pero la base conceptual es totalmente personal y diferente. Destaca así en esta obra la impresión de fugacidad; en el mundo moderno, industrial y urbano, nada permanece, la sociedad está en constante cambio, la ciudad está en obras y la gente recorre con prisa sus calles.

Destacado pintor y dibujante, Casas se inicia en la pintura como discípulo de Joan Vicens. En 1881 realiza su primer viaje a París, donde completó su formación en las academias Carolus Duran y Gervex. Al año siguiente participa por primera vez en una muestra en la Sala Parés de Barcelona, y en 1883 presenta, en el Salón de los Campos Elíseos de París, un autorretrato que le valió la invitación para convertirse en miembro del salón de la Societé d’Artistes Françaises. Los siguientes años los pasa viajando y pintando entre París, Barcelona, Madrid y Granada. En 1886, aquejado de tuberculosis, se asienta en Barcelona para recuperarse. Allí entra en contacto con Santiago Rusiñol, Eugène Carrière e Ignacio Zuloaga. Tras un viaje recorriendo Cataluña junto a Rusiñol, en 1889, Casas regresa con su amigo a París. Al año siguiente participa en una colectiva en la Sala Parés, junto con Rusiñol y Clarasó, y de hecho los tres continuarán realizando exposiciones conjuntas en dicha sala hasta la muerte de Rusiñol en 1931. Sus obras de este momento se encuentran a medio camino entre el academicismo y el impresionismo francés, en una suerte de germen de lo que sería más tarde el modernismo catalán.

Su fama continúa extendiéndose por toda Europa, y realiza exposiciones de éxito en Madrid y Berlín, además de participar en la Exposición Mundial de Chicago de 1893. Casas se establece definitivamente en Barcelona, inmerso en el ambiente modernista, aunque sigue viajando a París para los salones anuales. Financió el local que sería punto de referencia para los modernistas, el café Els Quatre Gats, inaugurado en 1897. Dos años después organiza su primera muestra individual en la Sala Parés. Mientras crecía su fama como pintor, Casas empezó a trabajar como diseñador gráfico, adoptando el estilo Art Nouveau que llegó a definir al Modernismo catalán. En los años siguientes se suceden sus éxitos: presenta dos obras en la Exposición Universal de París de 1900, gana un premio en Munich en 1901, varias de sus obras quedan en la exposición permanente del Círculo del Liceo, realiza diversas muestras internacionales y, en 1904, obtiene el primer premio en la Exposición General de Madrid. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Nacional Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza, el de Montserrat, el Cau Ferrat de Sitges, el Camón Aznar de Zaragoza y los de Arte Contemporáneo de Barcelona y Sevilla, entre muchos otros.
 

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Antonio Vila Arrufat (Sabadell, 1894 – Barcelona, 1989). “Mañana en el campo”.

Antonio VILA ARRUFAT

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VILA ARRUFAT, Antonio (Sabadell, 1894 – Barcelona, 1989).
“Mañana en el campo”, 1934.
Óleo sobre lienzo.
Firmado y fechado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 116 x 89 cm; 137,5 x 109,5 cm (marco).

 

 
En esta obra Antonio Vila Arrufat nos ofrece un soberbio retrato familiar, que trasciende las rígidas normas del género y se nos presenta como una escena cotidiana, protagonizada por personajes relajados y cómodos, que no ignoran ni olvidan sino que aceptan la presencia del pintor-espectador entre ellos, rompiéndose así la distancia entre los espacios real y pictórico. El punto de vista escogido por el autor es en cierto modo extraño; netamente contemporáneo, rompe las convenciones de la perspectiva académica para mostrarnos un espacio natural organizado en dos planos, con la familia en primer término, resguardada del fuerte sol de la mañana por la fresca vegetación, y un espacio abierto en profundidad al fondo, donde vemos los campos de cultivo, los lejanos edificios de un pueblo, las montañas azuladas por la distancia e incluso un fragmento de un cielo blanqueado por nubes bajas. En este segundo espacio vemos a dos muchachas protegidas del sol por coloridos parasoles, junto a las que juega un perrillo magníficamente captado en pleno movimiento.

Hijo del también pintor Joan Vila i Cinca (cofundador de la Academia de Bellas Artes de Sabadell), y padre del pintor Joan Vila-Grau, Antonio Vila Arrufat se formó principalmente con su padre y en la Escuela de La Lonja de Barcelona, para finalmente terminar sus estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, gracias a una beca concedida por el ayuntamiento de Sabadell. Realizó asimismo diversos viajes de estudios por Francia e Italia, y a su regresó se dedicó principalmente a la pintura mural, sobre todo de temática religiosa, destacando especialmente su altar del Santísimo en la iglesia de la Trinidad de Vilafranca del Penedés (1935) y los de la Sala de la Ciutat en el Ayuntamiento de Barcelona (1950), estos últimos al óleo sobre lienzo. Fue también un destacado grabador, e impartió clases de esta disciplina en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, de la que más tarde sería nombrado catedrático (1949 – 1958). Fue académico de las Reales Academias de San Fernando y Sant Jordi, y expuso en España, Italia, Francia y Argentina. Su obra madura se desarrolla a partir de los años veinte, se centra en figuras y maternidades de tono intimista, y se caracteriza por su nitidez y por la serenidad noucentista de su ambientación. Obtuvo varios premios, entre los que destacan la medalla de honor de la Exposición Nacional de Barcelona (1942) y la primera medalla de grabado en la de Madrid (1948).

Aunque cierto sector de la crítica le ha vinculado al Noucentisme, y por edad pertenece a la generación del 17, Vila Arrufat fue siempre un pintor independiente en su trabajo y fiel a su personal temperamento, completamente atemporal. Hoy considerado un clásico de la modernidad, recogió el espíritu de la pintura realista del siglo XIX y lo sumó a su visión matizada por el cubismo, el constructivismo y las corrientes neofigurativas del siglo XX. A lo largo de su extensa trayectoria cultivó la figura, el bodegón, el paisaje y el grabado, además de sobresalir especialmente en la pintura mural. Desde 1919, año en que celebró su primera exposición en las Galeries Laietanes de Barcelona, presentó su obra en distintas ciudades catalanas, así como en Madrid y Sevilla y, fuera de nuestras fronteras, en Buenos Aires y Venecia, entre otras ciudades. Cinco años antes de su muerte, en 1984, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una importante exposición antológica. Vila Arrufat desarrolló una carrera sin altibajos, de una reiterada depuración estilística, creando obras serenas, equilibradas y armoniosas, cuya factura es reflejo de su personalidad artística. La suya es una pintura de honda sensibilidad, ricos valores plásticos y cromáticos, marcada por un sutil realismo que elimina toda superficialidad. Actualmente Vila Arrufat está representado en el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en el de la abadía de Montserrat, así como en la Calcografía Nacional.

 

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Luis Graner Arrufí (Barcelona, 1863 – 1929). “La comida del niño”.

GRANER ARRUFÍ

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GRANER ARRUFÍ, Luis (Barcelona, 1863 – 1929).
“La comida del niño”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
76 x 101 cm; 94 x 120,5 cm (marco).

 
Luis Graner se formó en la Escuela de La Llotja de Barcelona, donde fue discípulo de Benito Mercadé y Antonio Caba, y en 1886 se traslada a París gracias a una beca de la Diputación de Barcelona. Durante sus cinco años en la capital francesa obtuvo dos terceras medallas en las Exposiciones Universales de Barcelona (1888) y París (1889). Instalado de nuevo en Barcelona en 1891, sigue participando en importantes exposiciones internacionales, como las de Berlín (1891), Munich (1892), Dusseldorf (1904). Asimismo, remitió obras a las Nacionales de Bellas Artes, obteniendo tercera medalla en 1895 y 1897, segunda en 1901 y condecoración en 1904. Ese mismo año Graner crea la Sala Mercè, diseñada por Gaudí, donde organizó sus “visiones musicales”, espectáculos que combinaban la poesía con la música, la escenografía con el cine.

Finalmente, arruinado, se traslada a América. Llegó a Nueva York en 1910, y ese mismo año celebró una exposición individual en la galería Edward Brandus. El éxito de esta muestra acarreará para Graner importantes encargos, entre ellos el retrato del magnate Carlos B. Alexander. Tras pasar cinco meses en Barcelona, Graner parte de nuevo hacia Nueva York, con destino final a La Habana. Allí realizará un ambicioso y monumental proyecto, una obra titulada “La pesca de la noche”. En 1911 deja Cuba para trasladarse a Nueva Orleans, y poco después se encuentra ya en San Francisco. Allí inaugurará una exposición de setenta y seis cuadros, celebrada en el California Club, que fue la muestra individual más extensa nunca realizada hasta la fecha en la ciudad. Las obras allí expuestas fueron admiradas por el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, a cuyo hijo y nuera Graner ya había retratado. En esta misma época realizará varios tapices pintados para el director de cine David W. Griffith. Antes de que finalice el año se halla de nuevo en Nueva York, donde expone de nuevo individualmente con gran éxito. Continúa realizando retratos de importantes personalidades del país, y en 1912 celebra otra exposición clave, esta vez en The Ralston Galleries (Nueva York).

En los años siguientes continuará con su brillante carrera internacional en Brasil y Chile, para finalmente regresar a los Estados Unidos, donde permanecerá debido al estallido de la Gran Guerra, pasando por Nueva York, Nueva Orleans, Chicago y otras ciudades, siempre exhibiendo con gran éxito su pintura. En los años veinte viajará a Argentina, Uruguay y Cuba, y finalmente en Nueva Orleans queda postrado por una grave enfermedad que dañará irremediablemente su mente, transformando también su obra, que perderá la garra y la trascendencia de sus etapas anteriores. Arruinado y enfermo, sin hallar mercado para sus cuadros, finalmente regresa a Barcelona en 1928, poco antes de su muerte, tras dieciocho años de gloria que terminaron en penuria. Ese mismo año expuso individualmente en el hotel Ritz y en las Galerías Layetanas de Barcelona, y a finales de año celebra una importante retrospectiva en la Sala Parés, para finalmente fallecer en mayo de 1929 a los sesenta y seis años de edad.

Sus pinturas, de un estilo realista en la forma, toman por tema la vida cotidiana de la gente humilde. En sus escenas de interior muestra una profunda influencia de Latour, aprendida en sus años parisinos, que le lleva a centrarse en la expresividad de la luz artificial. Especializado en la pintura de género, también cultivó el paisaje y el retrato. Su obra está presente en el Museo del Prado, el MACBA de Barcelona, el Nacional de Arte de Cataluña, la Hispanic Society de Nueva York y el Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú, entre otros, así como en importantes colecciones privadas catalanas.

 

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Jorge Castillo Casalderrey (Pontevedra, 1933). “Habitación de los mármoles”.

CASTILLO CASALDERREY

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CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933).
“Habitación de los mármoles”, 1997.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo superior izquierdo.
Adjunta certificado de autenticidad.
Medidas: 150 x 150 cm.

 

Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas.

No obstante, a la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo. No obstante, su contacto con Viola y Jorge Cela, que quedaron impresionados por sus dibujos, cambiarían el rumbo de su vida. Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittsburgh y Tokio. Y fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas.

En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975. En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición dedicada, en un museo, a un periodo concreto de su carrera, y después en numerosas galerías berlinesas. Cuando deja Berlín Castillo se traslada a Barcelona, siendo para entonces un pintor reconocido en Europa y América. Allí expondrá regularmente en la galería Joan Prats, y conoció a Salvador Dalí. Por estos años comienza a visitar Nueva York y finalmente se instala allí en 1981, permaneciendo en la ciudad hasta 1992. Allí fue contratado por la prestigiosa galería Marlborough, y siguieron sucediéndose sus éxitos.

A lo largo de su carrera, Castillo obtuvo premios como los Internacionales de Dibujo (1964) y de Pintura (1975) de Darmstadt, el Ciudad de Pontevedra (1994), y el Cultura Viva de las Artes Plásticas (2006). Se puede contemplar obra de Jorge Castillo en el Museo de Bellas Artes de Lausana, la Fundación Juan March, las Galerías Nacionales de Edimburgo y Berlín, los Museos de Arte Moderno de San Francisco y Vitoria, la Kunsthalle de Bremen, el Albertina de Viena, la Biblioteca Nacional de España y el Guggenheim de Nueva York, entre otros.

 

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Román Ribera Cirera (Barcelona, 1849 – 1935). “La siesta”.

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Román RIBERA CIRERA

RIBERA CIRERA, Román (Barcelona, 1849 – 1935).
“La siesta”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
130 x 150 cm; 147 x 167 cm (marco).

Esta obra participó en la exposición “La febre d’or. Escenes de la nova burgesia”, CaixaForum Girona, 2011, y aparece en el correspondiente catálogo: Miguel Ángel Codés Luna et. al, La febre d’or, escenes de la nova burguesia, 2011, p. 119 y cat. 70.

 

Pintor catalán, Román Ribera Cirera estudia dibujo en la Escuela de La Llotja de Barcelona, y pintura en la academia de Pere Borrell. Amplía sus estudios en Roma, entre 1873 y 1976, y viaja y expone en Londres. En la capital italiana asiste a una academia y se dedica a la pintura, pero evitando el contagio del amaneramiento academicista de la escuela romana. En 1877 marcha a París, de la mano del marchante Goupil. Allí continuó su formación, esta vez estudiando directamente escenas de la vida callejera parisina. Un año después participará en la Exposición Universal de París, donde obtuvo un éxito decisivo gracias a las tres obras que presenta, de un notable verismo de raíz literaria. De esta temática pasa seguidamente a la plasmación de la vida elegante, en obras como “Salida del baile”, que alterna con escenas de género en la tradición barroca española. En 1881 tomó parte en la Exposición Nacional de Madrid, y en 1883 se le concedió la Encomienda de Isabel la Católica. Tras doce años en París regresa a Barcelona, donde expondrá en el Centro de Acuarelistas, la Asociación Artística y Literaria y en las salas Parés y Rovira, así como en las Exposiciones Universal de 1888 y de Bellas Artes de 1894. Individualmente muestra asiduamente su obra en la sala Rovira y, en grupo, integrado en la Sociedad Artística y Literaria de Cataluña. Formó parte de diversos jurados oficiales, y también de la Junta de Museos de Barcelona, en 1901. En 1915 fue nombrado Socio de Mérito del Círculo Artístico de la ciudad condal. Se conserva obra suya en el Museo de Arte Moderno de Barcelona y en el museo de la abadía de Montserrat.

Seguidor de la veta realista iniciada por Ramón Martí Alsina, Román Ribera dedica sus lienzos a la vida decadente y fastuosa de la burguesía parisina de fin de siglo. Como fiel seguidor del nuevo realismo, el pintor trató de plasmar “pedazos de vida”, tomando la realidad tal como se presenta. Su obra se enmarca dentro del llamado anecdotismo, siendo Ribera un pintor especialmente interesado por lo concreto, por la captación de un momento preciso, de la anécdota. Esta obra pertenece a su segunda etapa, iniciada durante sus últimos años en París y en la cual centra su temática en la figura femenina. El tipo femenino que le atrae es la mujer joven y bella, elegante y distinguida. Generalmente la pinta aislada, de busto o de cuerpo entero, y siempre muy bien vestida. Ribera plasma a estas mujeres en escenas relacionadas con el baile y generalmente en interiores, como sucede en este lienzo. Respecto al cromatismo, en este periodo el pintor emplea matizaciones delicadas, y una paleta rica dominada por las gamas cálidas, característica por otra parte común a toda su obra.

 

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José Mongrell Torrent (1870 – 1937). “Familia de pescadores”.

MONGRELL

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MONGRELL TORRENT, José (Valencia, 1870 – Barcelona, 1937).
“Familia de pescadores”, años 30.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, fechado y localizado (parcialmente ilegible) en el ángulo inferior izquierdo.
Certificado de autenticidad, emitido por Marçal Barrachina, a petición y cargo del comprador.
100 x 75 cm; 122,5 x 96,5 cm (marco).

 

 

Esta impresionante obra refleja la maestría del luminismo de Mongrell, pintor clave para comprender no sólo el impresionismo valenciano, sino el español en general. En ella el artista aborda uno de sus temas predilectos, el costumbrista, que une paisaje y atmósfera con escenas cotidianas de la vida diaria, protagonizada por personajes populares captados con una dignidad que los equipara a los antiguos héroes clásicos. Sus personajes se convierten así en héroes modernos, humildes u orgullosos, indiferentes incluso, pero siempre admirables y captados con un acento poético que trasciende la simple representación del natural.

Esto es perfectamente visible en nuestra obra, en la cual nuestra mirada queda irremediablemente atrapada por la magnética expresión de la niña, que avanza resuelta, enérgica, esbozando una sonrisa para sí misma, ignorando nuestra presencia. Junto a ella, su padre carga con un pesado fardo a las espaldas, y baja el rostro para protegerse del sol, mostrando un semblante relajado y satisfecho. Tras ellos vemos a la madre, erguida como una cariátide de la Antigüedad, sosteniendo sobre su cabeza el cesto con la captura del día. Los personajes aparecen en primer término, ocupando la mayor parte de la superficie pictórica, destacados sobre un paisaje de playa magníficamente trabajado, cuyas tonalidades parecen un eco de los colores de las ropas de los personajes.

Domina la escena una paleta cálida que refleja el sol mediterráneo, teñido de dorado en el crepúsculo; los ocres, verdes pardos y rojizos quedan contrastados, aunque entonados y equilibrados, con el intenso y luminoso blanco de las ropas de la muchacha, que tienen su reflejo en la espuma del mar, y que como el agua brillan con los tonos malvas y anaranjados del crepúsculo.

 

José Mongrell

 

Pintor y cartelista, José Mongrell estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, donde fue discípulo de Ignacio Pinazo y Joaquín Sorolla. Fue obteniendo renombre artístico gracias a su participación en numerosos concursos y exposiciones en Madrid y Barcelona. En 1897 realiza, con gran éxito, el cartel taurino para la Feria de San Jaime de Valencia, y de hecho su cartel de la Feria de Julio de Valencia de 1912 fue reeditado en 1971 con ocasión del centenario de estas fiestas. Obtuvo plaza de profesor en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, donde residió el resto de su vida. De este periodo destacan su retrato de Alfonso XIII y la obra monumental que realizó para el Palacio de la Generalitat de Cataluña, por encargo de la Diputación de Barcelona. En esta obra representó a la Virgen de Montserrat, rodeada por santos y reyes que le rinden culto. También realizó mosaicos de estilo modernista, como los del gran arco del Mercado de Colón y de la fachada de la Estación del Norte, ambos en Barcelona. Mongrell se dedicó al género costumbrista, al retrato y al paisaje, y fue un maestro de la captación del instante, logrando que sus escenas adquirieran vitalidad y dinamismo, a través de colores y luces brillantes y naturalistas.

Tradicionalmente encasillado como discípulo de Sorolla, sin embargo Mongrell sólo aprendió del maestro aquello que le sirvió para extender su arte. El pintor desarrolló su obra a caballo entre el regionalismo y el modernismo, pero en su obra se aprecia también un cierto simbolismo de influencia francesa. De hecho, Mongrell se caracterizó por poner el acento en el contenido, atribuyendo a la imagen un significado que va más allá de la pura apariencia. En una época en la que triunfaban las grandes composiciones históricas, ideales y dramáticas, este pintor desarrolló una pintura preocupada por plasmar el pasado y el presente desde una perspectiva cotidiana, amable y pintoresca, ajena por lo general a la grandilocuencia y teatralidad de la pintura de historia académica.

Pese a su dominio técnico, Mongrell no cayó como otros en un refinado manierismo al servicio de una temática intrascendente, sino que desarrolló un lenguaje plenamente personal, caracterizado por su dinamismo y su libertad expresiva. No obstante, será en su obra cartelística donde despliegue con mayor libertad sus conocimiento del colorido, evidenciando además su maestría para transmitir el mensaje publicitario. De hecho, el cartel que realizó en 1912 para la Feria de Julio de Valencia fue elegido en 1971 para ser reeditado con ocasión del centenario de estas fiestas. Mongrell realizó también distintos trabajos para la litografía Ortega, entre ellos varios carteles taurinos. También fue autor de varios carteles para la Exposición Regional Valenciana. Cabe destacar asimismo la importancia de sus mosaicos modernistas, en los que supo transmitir la vibración de la materia: el que decora al gran arco del Mercado de Colón y el situado en la fachada de la Estación del Norte (1915). También destacan por su calidad las decoraciones al fresco que realizó para la Casa Ferrer, en Cullera (Valencia), caracterizados por un lenguaje plenamente modernista y totalmente personal.

Actualmente, José Mongrell está representado en el Museo de Bellas Artes San Pío V y el Nacional de Cerámica y de Artes Suntuarias González Martí de Valencia, los de Bellas Artes de Asturias, Badajoz y Pontevedra, el Nacional de Arte de Cataluña, el Rijksmuseum de Ámsterdam, el Museo de La Habana y el de Bellas Artes de Buenos Aires, entre otros.

 

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Arca castellana, ca. 1600

Arca Castellana

Lote en subasta:

Arca castellana, hacia 1600.
Medidas: 80 x 152 x 57 cm.

 

Arca castellana con cerradura doble, lo que nos indica que podría haberse tratado de un arca destinada a guardar los ingresos de un ayuntamiento o centro religioso. Este tipo de arcas de caudales solían presentar dos o más cerraduras, de modo que fuera necesario que hubiera siempre más de una persona presente a la hora de acceder a su contenido. Se trata de un arca típicamente española de la época, con estructura prismática de base escalonada y tapa de perfil moldurado, también escalonado. Se alza, eso sí, sobre patas torneadas que elevan su altura, algo más propio del periodo barroco que de épocas anteriores.

Se trata de un mueble funcional, por lo que no tiene más decoración que las mencionadas molduras y los herrajes. Vemos ricos escudos de cerradura aplicados sobre tela roja, recortados y calados, a juego con las placas de fijación de las asas laterales, móviles y en forma de arco compuesto por dos tornapuntas con lenteja central. La tapa es articulada mediante bisagras largas visibles en el interior, y cuenta con un compartimento secundario en uno de los laterales, algo común en el arca española de la época. Cuenta además con sus llaves originales.

 

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