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Francisco Javier Amérigo Aparici (Valencia, 1842 – Madrid, 1912) “Paseo en barca”.

AMÉRIGO Y APARICILote en subasta:

AMÉRIGO Y APARICI, Francisco Javier (Valencia, 1842 – Madrid, 1912)
“Paseo en barca”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la popa de la barca.
Marco de época.
84 x 115,5 cm; 110 x 131 cm (marco).

 

Francisco Javier Amérigo nos muestra aquí una alegre fiesta a bordo de una barca de paseo, ocupada por una serie de damas y caballeros ataviados a la moda, uno de ellos con traje de majo, acompañados por varios niños. La barca es dirigida por un hombre de poderosa musculatura, que queda de espaldas a nosotros en una posición magistralmente plasmada, que refleja su esfuerzo y la tensión de su cuerpo. El resto de personajes, en cambio, permanecen ajenos a su presencia, ocupados charlando y bebiendo. Una niña, situada frente al timonel, se inclina para contemplar el agua, y en el mismo lado de la barca vemos a una joven dama que toca con su mano derecha el agua, jugando con los delicados cisnes que nadan junto a la embarcación, un detalle a la vez narrativo y ornamental que enriquece la escena. Las actitudes son pues muy variadas, si bien centra nuestra atención la figura de espaldas del caballero que alza una copa de licor haciendo un brindis hacia las damas. En la proa de la barca, un segundo grupo se sitúa en torno a la figura del majo, sentado de forma despreocupada en una situación elevada, sirviendo gallardamente vino a una de las damas situadas junto a él. La barca aparece en el centro del cuadro, perfectamente equilibrada en el espacio, sobre unas aguas en calma, espejadas, de tonalidad nacarada y ricas en reflejos y matices cromáticos. El río, muy ancho en el primer plano, gira formando un recodo al fondo, en el lado derecho, dirigiendo nuestra mirada hacia el fondo, delimitado por un horizonte azulado, de montañas de cumbres envueltas en nubes. Este horizonte se sitúa a media altura, dejando un amplio espacio para el desarrollo del cuelo, casi completamente cubierto por nubes blancas trazadas con dinamismo y delicadeza.

Francisco Javier Amérigo desarrolló su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, en Valencia, donde tuvo como maestro a Francisco Martínez Yago. Entre sus compañeros de estudios se hallaba el hijo de éste, Salvador Martínez-Cubells, quien sería su gran amigo el resto de su vida. Amérigo se trasladó posteriormente a Madrid para ampliar sus estudios en la Escuela de San Fernando, y en 1865 partió hacia Roma. Allí conoció a Eduardo Rosales y a Mariano Fortuny, y desde Roma envió el cuadro “Un Viernes Santo en el Coliseo de Roma”, con el que obtuvo segunda medalla en la Exposición Nacional de Madrid de 1876. En 1877 regresa a España, instalándose en Madrid, y ese mismo año participa de nuevo en la Nacional con el monumental lienzo de historia “Del saqueo de Roma”, obteniendo la ansiada medalla de primera clase. Aunque este cuadro se enmarca dentro de un género considerado como el supremo entonces, la pintura de historia, representa sin embargo la corriente más liberal de la misma, opuesta al triunfalismo propagandista que era generalmente premiado en los certámenes nacionales. De hecho, en él Amérigo retrata la devastación llevada a la capital del catolicismo por las tropas de Carlos V en 1527. No obstante, sus éxitos se continuarán, y será de nuevo premiado con primera medalla en 1892 por “Derecho de asilo”. Aparte de estos grandes lienzos de historia, Amérigo cultivó la pintura religiosa (pinturas del techo de la sacristía de la basílica de San Francisco el Grande, Madrid), y también creó escenografías para el Teatro Martín de la capital. Actualmente se conservan obras de Francisco Javier Amérigo en el Museo del Prado (obras en depósito en el Ministerio de Cultura, el Museo de Bellas Artes de Valencia y el Colegio Cervantes de Jerez de la Frontera), el Museo Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Carles Nadal Ferreres (París, 1917 – Sitges, 1998). “Le Jardin”.

CARLES NADALLote en subasta:

NADAL FERRERES, Carles (París, 1917 – Sitges, 1998).
“Le Jardin”.
Óleo sobre táblex.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Con sello del Atelier Carlos Nadal al dorso.
47’5 x 47’5 cm; 79 x 79 cm (marco).

 

Hijo de Santiago Nadal, pintor decorador afincado en París, Carles Nadal vive desde la infancia en Barcelona, donde se traslada la familia debido a una enfermedad del padre. A los trece años empieza a trabajar de aprendiz en un taller de pintura decorativa, y en 1936 recibe una beca del Ayuntamiento de Barcelona para cursar estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi. Al estallar la Guerra Civil es enrolado en el ejército republicano, con el que luchará en los frentes de Aragón y Tremp. A principios de 1939 cruza la frontera francesa y es internado en el campo de refugiados de Saint Cyprien, donde permanecerá varios meses. Consigue escapar y volver a cruzar la frontera, pero es detenido y encarcelado en Figueras. Bajo libertad condicional vuelve a Barcelona, donde continúa con su carrera artística simultaneando los trabajos de decoración en los estudios de Bellas Artes.

En 1941 debuta en una exposición colectiva de la galería Dalmau, obteniendo buenas críticas. Finaliza sus estudios con buenas notas, obteniendo el reconocimiento de profesores y catedráticos, algunos de los cuales se convertirán en amigos y colaboradores del joven Nadal. De hecho fue uno de ellos, Luis Muntané, quien le facilita exponer individualmente por primera vez en 1944, en la sala La Pinacoteca de Barcelona. Dos años después se traslada a París, becado de nuevo por el Ayuntamiento de Barcelona. Allí trabaja y expone con el grupo Présence de l’Homme, además de participar en los Salones de Otoño. Más tarde asistirá, gracias a una beca del Estado francés, a la Escuela parisina de Bellas Artes. En 1948 contrae matrimonio con Flore Joris, estableciendo su residencia en Bruselas, donde permanecerá hasta mediados de los años setenta. En Bélgica descubrirá, como manifestó él mismo repetidas veces, la luz y el color. Durante estos años seguirá mostrando su obra tanto en España y Bélgica como en Francia, Alemania, Holanda, Suiza, Reino Unido y Estados Unidos.

La pintura de Nadal es de carácter postimpresionista, intensamente colorista, y se basa en la búsqueda de la fuerza cromática como medio más directo de comunicación. Así puede constatarse en la obra que ahora presentamos, donde los intensos contrastes cromáticos entre verdes, azules, naranjas y grises son, sin duda, los protagonistas.

Entre sus premios destacan el Gran Premio de Spa, Bélgica, y su nombramiento como miembro de la Royal Academy of London. Sus obras se encuentran en el Museo de Arte Moderno de Barcelona, el Museo Spa en Bélgica y el Museo Real de Bruselas.
 

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Joan Miró Ferrà (Barcelona, 1893 – Palma de Mallorca, 1983). Sin título, h. 1963.

Lote en subasta:

JOAN MIRÓ

MIRÓ I FERRÀ, Joan (Barcelona, 1893 – Palma de Mallorca, 1983).
Sin título, h. 1963.
Rotulador sobre papel.
Firmado y dedicado a Carmen Gaspar en la parte inferior.
Adjunta certificado de autenticidad.
26 x 22 cm; 59 x 65 cm (marco).
Dibujo original a tinta de colores, dedicado a Carme Gaspar, copropietaria de la Sala Gaspar. Miró regaló este dibujo a la señora Gaspar con motivo de la exposición del Àlbum 19, celebrada en dicha sala en 1963.

 

Joan Miró fue una de las grandes figuras del arte del siglo XX a nivel internacional, y desarrolló un personal lenguaje cercano al surrealismo que influyó poderosamente tanto en sus contemporáneos como en las generaciones siguientes. Se formó en Barcelona, primero en la Escuela de la Lonja y posteriormente en la Academia Galí, de espíritu más renovador. En esa escuela y en el Cercle Artístic de Sant Lluc, también en Barcelona, el joven Miró conocerá a algunos de sus grandes amigos, como el crítico Sebastià Gasch, el poeta J.V. Foix, el pintor Josep Llorens Artigas o el promotor artístico Joan Prats. Así, desde sus años de formación se relacionó directamente con los círculos más vanguardistas de Barcelona, y ya en la temprana fecha de 1918 realiza su primera exposición, en las Galerías Dalmau de Barcelona.

En 1920 se traslada a París y se encuentra con Picasso, Raynal, Max Jacob, Tzara y los dadaístas. Estos serían los años cruciales de su carrera artística, en los que Miró descubrirá su lenguaje personal. En París entabló amistad con André Masson, en torno a quien se agrupaba el denominado grupo de la Rue Blomet, futuro núcleo del surrealismo. Así, bajo la influencia de los poetas y pintores surrealistas, con quienes compartía muchos de sus planteamientos teóricos, va madurando su estilo; trata de trasponer a lo visual la poesía surrealista, basándose en la memoria, la fantasía y lo irracional. Desde este momento su estilo inicia una evolución que le lleva a obras más etéreas, en las que las formas y las figuras orgánicas se reducen a puntos, líneas y manchas de color abstractos. En 1924 firma el primer manifiesto surrealista, aunque la evolución de su obra, demasiado compleja, no permite adscribirle a ninguna ortodoxia determinada. Su tercera exposición en París, en 1928, supone su primer gran triunfo: el Museo de Arte Moderno de Nueva York adquiere dos obras suyas.

A partir de los años treinta Miró se consagra como una de las figuras más destacadas del panorama artístico internacional, así como uno de los creadores clave del siglo XX. Precisamente en ese momento el artista, inconformista por naturaleza, entra en una fase que denominó de “asesinato de la pintura”, en la que renuncia voluntariamente a ser pintor y experimenta con otros medios, como el collage, el dibujo sobre papeles de diferentes texturas o la construcción de “objetos” con elementos encontrados, su primer acercamiento a la escultura. Así, aunque pronto retomó la práctica de la pintura, Miró ya nunca abandonará su deseo de experimentación con todo tipo de materiales y técnicas, entre ellas la cerámica, el bronce, la piedra, las técnicas gráficas e incluso, desde 1970, el tapiz.

Regresa a España en 1941, y ese mismo año el Museo de Arte Moderno de Nueva York le dedica una retrospectiva que supondrá su definitiva consagración internacional. Durante la década de los cincuenta experimentó con otros medios artísticos, como el grabado, la litografía y la cerámica. Desde 1956 y hasta su muerte, en 1983, reside en Palma de Mallorca en una suerte de exilio interior, mientras crece su fama internacional. A lo largo de su vida recibió numerosos premios, como los Grandes Premios de la Bienal de Venecia de 1954 y de la Fundación Guggenheim en 1959, el Carnegie de Pintura en 1966, las Medallas de Oro de la Generalitat de Cataluña (1978) y de las Bellas Artes (1980), y fue nombrado Doctor Honoris Causa por las universidades de Harvard y Barcelona.

En la actualidad su producción puede contemplarse en la Fundación Joan Miró de Barcelona, inaugurada en 1975, así como en los principales museos de arte contemporáneo de todo el mundo, como el Thyssen-Bornemisza, el MoMA de Nueva York, el Museo Reina Sofía de Madrid, la National Gallery de Washington, el MNAM de París o la Albright-Knox Art Gallery de Buffalo.
 

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Josep Roca-Sastre Muncunill (Terrassa, 1928 – Barcelona, 1997). “La azotea”.

ROCA-SASTRE MUNCUNILLLote en subasta:

ROCA-SASTRE MUNCUNILL, Josep (Terrassa, Barcelona, 1928 – Barcelona, 1997).
“La azotea”.
Óleo sobre lienzo, encolado sobre tabla.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 45 x 50 cm; 50 x 55 cm (marco).

 

Josep Roca-Sastre se forma como discípulo de Ramón Rogent, y realiza varios viajes a París. Se dio a conocer en 1952 en el II Salón del Jazz de Barcelona y en el V Salón de Octubre. En 1958 obtuvo en París el premio Jeune Pinture de la galería Drouant y se integró en el grupo de la sala Parés de Barcelona, donde celebrará exposiciones durante cuarenta años. Expuso su obra en París en 1967, y realizó numerosas muestras en diversas ciudades españolas, además de en los Estados Unidos.

Roca-Sastre partió de un figurativismo esquemático, y desde los años sesenta iniciará un estilo personal, independiente, creando un lenguaje propio. Su estilo derivó en una abstracción constructivista, para de nuevo retornar a la figuración. Así pues, su lenguaje maduro se caracteriza por un estilo figurativo de temática intimista, aplicando una personal y subjetiva mirada tanto en sus escenas de interior como a sus paisajes urbanos, siempre centrados en Barcelona. Su propuesta se centró por tanto en recuperar la mirada de lo próximo y lo cotidiano, lo conocido. En este sentido cabe destacar su serie de “La Pedrera” de Gaudí (1969), edificio donde él mismo tuvo su primer estudio.

En 1966 obtiene el premio Sant Jordi de la Diputación de Barcelona, y dos años más tarde la medalla de honor del Salon des Artistes Français de París. En 1980 fue nombrado académico de la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi, y en 1993 se le concedió el Premi Quadern de la Fundació Amics de les Arts i de les Lletres de Sabadell. A partir de su fallecimiento se han celebrado retrospectivas de Josep Roca-Sastre en La Pedrera y las salas Parés y Oriol (Barcelona), Muncunill (Terrassa) y Juan Oliver Maneu (Palma de Mallorca). Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
 

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Olga Sacharoff (Tiflis, Georgia, 1889 – Barcelona, 1967). “Paisaje”.

Olga SacharoffLote en subasta:

SACHAROFF, Olga (Tiflis, Georgia, 1889 – Barcelona, 1967).
“Paisaje”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
60 x 73 cm; 71,5 x 84,5 cm (marco).

 

Olga Sacharoff construye en este lienzo un paisaje de clara raigambre postimpresionista, cézanniana, que conserva sin embargo el sabor local, la individualidad de un paisaje concreto, reflejando el amor por la tierra que profesa la pintora. A nivel formal, el paisaje rural cobra vida gracias al contraste de tonos fríos y cálidos, que se repite en todo el escenario, unificándolo; los colores verdes, totalmente anticlásicos, se yuxtaponen a los ocres, rojizos y anaranjados de la tierra y los tejados, y ambas tonalidades se ven enriquecidas por los toques de blancos y grises sabiamente aplicados, aportando brillo, jugando con la luz y construyendo una atmósfera luminosa y acogedora, fruto de un detenido estudio del natural. La pintora construye el paisaje basándose en un dibujo claro y riguroso, que define líneas de fuga claras y limpias, cuya rotundidad parece ordenar el espacio, sometiendo y domesticando a la vegetación, hasta que ésta se libera hacia el fondo, para cubrir por entero las colinas que cierran el espacio. Estos suaves y redondeados montes determinan un horizonte alto, que casi no deja espacio al cielo, aunque sí el suficiente para que las nubes inunden las cumbres más lejanas, desdibujando sus contornos. Por otro lado la luz, en apariencia uniforme (se evitan los contrastes violentos), va señalando los distintos planos que se suceden paralelos, abriéndose desde el primer plano hacia ambos lados, reflejando con naturalismo y sutileza los cambios de luz y de relieve.

Tras estudiar en la Escuela de Bellas Artes de Tiflis, Sacharoff se traslada a Munich en 1910, donde entra en contacto con el expresionismo alemán. Al año siguiente se traslada a París, donde su obra recibe en un primer momento la influencia de Cézanne, para luego evolucionar hacia el cubismo sintético. Al iniciarse la Primera Guerra Mundial Sacharoff se desplaza a España, donde se instala en 1915, pasando primero por Mallorca para finalmente establecerse en Barcelona al año siguiente. De hecho, algunos historiadores señalan que ella fue la introductora del cubismo en la ciudad condal. Desde allí colaboró en la revista “391” de Francis Picabia, considerada portavoz del dadaísmo y que se editaba en Barcelona. Expuso obras en los Salones de Otoño de París de 1920, 1921, 1922 y 1928, obteniendo importantes elogios de la prensa y logrando organizar, en 1929, una muestra individual en la galería parisina Bernheim Jeune, una de las más importantes del momento. Durante estos años celebró una exposición en las Galerías Layetanas de Barcelona (1934) y participó en el Salón de Montjuic, del que fue nombrada miembro en 1935.

Al estallar la Guerra Civil Sacharoff regresa a París, y en 1939 expone en la Perls Gallery de Nueva York. Tras la guerra vuelve a Barcelona, y deja atrás la vanguardia para sumergirse en un gusto naif cercano al noucentisme catalán. Su estilo adoptó rasgos líricos y amables, y se puso al servicio de una visión idealizada de Cataluña: paisajes, costumbres, tipos populares, etc. En general, predominan en este momento las composiciones con múltiples personajes, plasmadas con trazos esquemáticos y vivo colorido. Elegida por Camón Aznar, participa en el I Salón de los Once de Eugenio D’Ors (1943), celebrado en la Galería Biosca de Madrid. Dos años después organiza una retrospectiva de su obra parisina, y en 1960 la Dirección General de Bellas Artes le dedica una exposición antológica. En 1964 se le concedió la Medalla de la Ciudad de Barcelona. Sacharoff también abordó la ilustración de libros, con ejemplos como “La casa de Claudine” de Colette (1944) y “Netochka Nezvanova” de Dostoievski (1949). Recientemente se le dedicó una antológica a dúo con María Blanchard en Bilbao (Sala de Exposiciones BBK, 2002). Olga Sacharoff está representada en la Fundación Mapfre de Madrid, el Centro Nacional Reina Sofía, el Museo Thyssen-Bornemisza, el de Art Nouveau y Art Déco Casa Lis, el Marés, el Pablo Gargallo de Zaragoza y el del monasterio de Montserrat, entre muchos otros.

 

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Ramón Martí Alsina (Barcelona, 1826 – 1894). “Marina”.

MARTÍ ALSINALote en subasta:

MARTÍ ALSINA, Ramón (Barcelona, 1826 – 1894).
“Marina”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
90 x 167 cm; 110 x 186 cm (marco).

 

Martí Alsina despliega en este lienzo una amplia panorámica natural, dominada por un cielo turbulento, ominoso, absolutamente protagonista, que parece reflejar el alma del pintor, casi al modo romántico. La composición es sobria y clara, con un plano de tierra abrupto, despojado casi de toda vegetación, una costa rocosa alzada frente a un mar nacarado y movido, cuyas olas en movimiento, magníficamente captadas por el pintor, reflejan las sensaciones que transmite el cielo, moviéndose amenazantes. No obstante, las figuras que adivinamos en el camino aparecen tranquilas, seguras en tierra y rodeadas por tonalidades claras, en contraste con los tonos fríos y brillantes, cristalinos incluso, del cielo y el mar. Martí Alsina refleja así una naturaleza cercana, conocida, pero que transmite esa impresión de monumentalidad sublime del paisaje romántico, empequeñeciendo la figura humana, mostrándose en todo su esplendor, con toda su fuerza, que parece a punto de desatarse, en el momento de silenciosa tensión previo a la tormenta.

Considerado hoy en día como la figura más importante del realismo español, Martí Alsina se enmarca dentro de la vanguardia europea del momento. Revolucionó el panorama artístico español del XIX, fue pionero del estudio al natural, y creador de la escuela catalana moderna, así como maestro de toda una generación, con discípulos de la importancia de Vayreda, Urgell o Torrescassana. Inició sus estudios en Filosofía y Literatura, alternándolos con las clases nocturnas de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona hasta 1848. Finalizado este primer aprendizaje y decidido por la pintura, da sus primeros pasos en la comarca del Maresme, donde comenzó a ganarse la vida haciendo retratos de estilo naturalista y paisajes a “plen air”. A partir de 1850 su carrera artística se afianza, en 1852 ingresa como profesor de dibujo lineal en la Escuela de la Lonja de Barcelona, y dos años después pasó a impartir dibujo de figura, puesto que mantuvo hasta la ascensión al trono de Amadeo de Saboya.

En 1853 viaja a París, donde visita el Louvre y se familiariza con la obra de Horace Vernet, Eugène Delacroix y el romanticismo francés. Más adelante conocerá la obra de Gustave Courbet, el mayor exponente del realismo. En 1859 fue nombrado académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona. Su primera muestra importante fue la Exposición General de Bellas Artes de Barcelona de 1851. A partir de ese momento expondrá con regularidad en Barcelona, Madrid y París, y fue invitado a la Exposición Universal de la capital gala de 1889. Entre sus premios destacan las medallas obtenidas en las Exposiciones Nacionales de Madrid, tercera en 1858 con la obra “Último día de Numancia” y segunda en 1860 con su paisaje. En sus últimos años vivió recluido, centrados sus esfuerzos en la búsqueda de nuevas formas de expresión, con una pincelada deshecha próxima al impresionismo. Entre sus temas encontramos numerosos paisajes y marinas, vistas urbanas (especialmente de Barcelona), retratos y figuras humanas, escenas costumbristas, temperamentales desnudos femeninos, pintura de historia y escenas bíblicas. En pocas ocasiones se dedicó al bodegón, aunque también pintó algunos de ellos. Se conservan obras de Martí Alsina en el Museo del Prado, el Thyssen-Bornemisza, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA, el de la abadía de Montserrat y el de l’Empordà, en Figueras.
 

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Eduard Boehm (Viena, 1830 – después de 1900). “Partie aus Baiern”.

Eduard BoehmLote en subasta:

BOEHM, Eduard (Viena, 1830 – después de 1900).
“Partie aus Baiern”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 50 x 82 cm; 79 x 110 cm (marco).

 

En esta obra Eduard Boehm plasma uno de sus personales paisajes alpinos, en este caso localizado en la región de Baviera. Como es habitual en su obra, la vegetación está trabajada a base de vibrantes tonos cálidos, perfectamente equilibrados e iluminados por una luz escenográfica, de herencia romántica, que refuerza la construcción tridimensional del espacio. También bebe de la influencia romántica la propia forma de componer el paisaje, con dos planos claramente diferenciados, el de fondo alzándose como un telón teatral y trabajado con una acusada monumentalidad, reforzada por el propio tratamiento atmosférico y lumínico. En primer plano se sitúan un camino y el curso de un río, ambos serpenteantes casi en paralelo, guiando nuestra mirada hacia el fondo, invitándonos a detenerrnos en cada recodo para disfrutar de la lírica del paisaje. La presencia de una pequeña figura en el primer término es también propia del paisaje romántico, dado que sirve como cicerone al espectador y, a la vez, indica la proporción monumental de la naturaleza salvaje.

Hijo del también artista Johann Boehm, el pintor austriaco Eduard Boehm se especializó en el paisaje, centrándose principalmente en los países alpinos, especialmente de las regiones de Hoher Dachstein, Salzburgo y Estiria. Desarrolló su carrera en Viena, si bien realizó diversos viajes en busca de nuevos paisajes. Actualmente está representado en numerosas colecciones particulares.
 

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Imanol Marrodán (Bilbao, 1964). “El Valais”.

Lote en subasta:

Imanol MARRODÁN

MARRODÁN, Imanol (Bilbao, 1964).
“El Valais”, 2014.
Fotografía. Chromogenic color print en papel RC Fuji mate.
Ed. 4 ejemplares y una prueba de autor.
Se emitirá certificado de autenticidad a petición del comprador.
Medidas: 50 x 76,6 cm.

 

Marrodán traza cartografías personales forjadas sobre geografías íntimas, topografías corporales o paisajes sublimados por procesos interiores de mitificación y reinterpretación de conceptos románticos aplicados al sentimiento de la naturaleza. Con el tiempo ha ido proyectando sobre variedad de soportes mapas cuyos territorios se sitúan en las antípodas de la tierra firme, pues se conforman de estratos movedizos hechos de nostalgia, anhelo y sentimiento de desarraigo. Placas tectónicas craqueladas por el imposible acuerdo entre naturaleza y artificio, entre misterio atávico y cultura aniquiladora de lo arcano, entre la percepción fragmentaria y el ansia totalizadora de lo político, entre el azar y el raciocinio. Pero es en esas fisuras, en esos desacuerdos, donde reside la belleza paradójica de sus haikus visuales.

Imanol Marrodán es un artista interdisciplinar. Actualmente reside y trabaja en Vitoria. Ha expuesto en países como Reino Unido, Francia, Alemania, Portugal, Bélgica, Corea, Argentina, Suiza y Estados Unidos. Su trabajo se ha podido ver en ferias internacionales de arte contemporáneo como arco, Valencia Art, Arte Santander y Dfoto (España), Art Cologne y Kunst Köln (Alemania), Kiaf (Seúl), Arteba (Buenos aires), Balelatina (Basilea). En 2009 imparte un seminario taller en la Fundación Bilbao Arte con el titulo “Nuevas tecnologías y aplicaciones en la pintura contemporánea”. Exposiciones individuales recientes: galería Juan Silió de Santander, Blanca Soto de Madrid, Krisis Factory de Bibao. Ha sido galardonado en: V Bienal de Pintura Ciudad de Estella Lizarra; V Bienal de Pintura Cuidad de Albacete; Primer premio en el Concurso de escultura para el Parque Natural de Aiako Harria; III Premio de Artes Plásticas Gobierno de Cantabria …

Su obra está representada en numerosas colecciones particulares e institucionales, entre ellas la del Artium, Museo Vasco de Arte Contemporáneo; Museo de Bellas Artes de Bilbao; Colección Caja Castilla La Mancha; Museo de Navarra; Colección Olor Visual, etc. Asimismo interviene con obras de gran formato en espacios públicos: “Plenitud y Vacío, Centro”, Parque Natural de Aiako Harria, Oiartzun. Gipuzkoa; “Conversaciones entre Oteiza y Serra”, Escultura, Amurrio; etc.
 

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Francisco Pradilla Ortiz (Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921). “Fiesta en el jardín”.

Lote en subasta:

PRADILLA ORTIZ

PRADILLA ORTIZ, Francisco (Villanueva de Gállego, Zaragoza, 1848 – Madrid, 1921).
“Fiesta en el jardín”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Puede adjuntarse certificado de autenticidad, a petición y cargo del comprador.
31 x 44 cm; 49 x 62 cm (marco).

 

La obra que aquí presentamos es un magnífico ejemplo de la etapa italiana de Pradilla, una escena galante de ambientación dieciochesca, con una compleja composición abierta en profundidad, llena de luz y dotada de una especial vibración gracias a la magistral pincelada del pintor, que refleja con acierto el movimiento de las ricas telas de los cortesanos, los reflejos de la luz en el agua y la densidad de las copas de los árboles.

Francisco Pradilla inicia su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Luis de Zaragoza, para en 1868 continuar en la de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Federico de Madrazo, Carlos de Haes, Carlos Luis de Ribera y Ponciano Ponzano. Completa su formación en estos años copiando obras de los grandes maestros del Museo del Prado. En 1874 consigue el Premio de Dibujo de la “Ilustración Española y Americana”, y obtiene la beca para estudiar en Roma, ciudad en la que residirá veintitrés años, hasta su nombramiento como director del Prado en 1897. En 1878 concurre a la Exposición Nacional de Madrid, y obtiene la Medalla de Honor, la misma distinción que obtiene ese mismo año en la Universal de París. A raíz de estos éxitos le llegan numerosos encargos no sólo de España y Francia, sino también de América y otros países europeos. Realiza viajes por España y se interesa por plasmar escenas costumbristas plenas de gracia y color, apoyadas siempre en un excepcional dominio del dibujo. Si bien no realizó exposiciones individuales, sus obras formaron parte de muestras y certámenes en ciudades de todo el mundo, como Londres, París, Berlín, São Paulo o Buenos Aires. Fue miembro de las Reales Academias de San Fernando y San Luis, de la Academia Francesa y de la Hispanic Society de Nueva York. Obtuvo, entre otras condecoraciones, la Cruz de Isabel la Católica y la Legión de Honor. Su obra está presente en el Museo del Prado, los de Bellas Artes de Zaragoza, Santander, La Habana y São Paulo, el MACBA, la Biblioteca Nacional y el Museo Romántico de Madrid, entre otros.

 

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Escuela flamenca del siglo XVII. “La adoración de los Magos”, “La adoración de los pastores” y “Los desposorios de la Virgen”.

35027120-(100)Lote en subasta:

Escuela flamenca del siglo XVII.
“La adoración de los Magos”, “La adoración de los pastores” y “Los desposorios de la Virgen”.
Tres óleos sobre cobre.
25,5 x 35 cm; 42 x 48 cm (marco).

 

Se trata de tres óleos sobre cobre de pequeño formato, quizás pinturas devocionales destinadas a un altar o capilla privados, con tres temas narrativos del Nuevo Testamento: los desposorios de María y José y la adoración de los Magos y los pastores del Niño Jesús recién nacido. El primero de ellos nos presenta la escena sin apenas elementos iconográficos, de hecho ni siquiera aparece la vara florida de José. El carácter sacro de la escena queda señalado por la presenta del Espíritu Santo que, en forma de paloma, aparece volando sobre la cabeza del sacerdote que oficia la unión, sobre un rompimiento de Gloria y acompañado por seis querubines. La composición es simétrica, al modo clásico, rigurosamente ordenada. Vemos un espacio interior perfectamente descrito, trazado en perspectiva, con un suelo pavimentado que refuerza esta construcción tridimensional. La pareja y el sacerdote quedan en el centro, flanqueados por dos monaguillos, y completan la escena a ambos lados dos hombres (a la izquierda) y dos mujeres (a la derecha). No obstante, el rigor geométrico de este esquema compositivo queda suavizado por las distintas actitudes y gestos de los personajes.

Respecto a las dos adoraciones, ambas presentan composiciones asimétricas, con la Sagrada Familia en el lado derecho, protagonizando la composición, y los personajes avanzando hacia ellos desde el lado izquierdo. Este esquema es más evidente en la adoración de los Magos, mientras que en la de los pastores la presencia del buey y la mula en el lado derecho, y la organización en dos planos de los personajes, indican una composición que, aunque asimétrica, tiende a lo circular. También los escenarios son diferentes; en la adoración de los Magos vemos una edificación clásica y un fondo abierto a paisaje, que evidencia la influencia de Rubens. En el otro cobre, en cambio, el espacio es cerrado, un sencillo pesebre de muros desnudos, en el cual destacan sin embargo los maderos que se alzan tras la Sagrada Familia, clara prefiguración de la cruz.

Mientras que en el siglo XVII la demanda de arte religioso para las iglesias cesaba radicalmente en las provincias del norte, la actual Holanda, en Flandes florece en cambio un arte monumental al servicio de la Iglesia católica, en parte debido a la necesaria restauración de los estragos que las guerras habían causado en iglesias y conventos. En el terreno del arte profano, los pintores flamencos trabajan para la corte en Bruselas y también para las demás cortes de Europa, produciendo una pintura con temas clásicos, mitológicos e históricos que había de decorar brillantemente los Reales Sitios de España, Francia e Inglaterra. En Holanda, en cambio, el trabajo del artista está destinado principalmente a una burguesía que establece la demanda de obras de pequeño a mediano formato y de temas que ilustran la vida y la naturaleza de esa región. Mientras los pintores flamencos trabajan por encargo de un mecenas, los holandeses pintan para vender a esa burguesía lo que producen. La demanda de pintura de historia o alegórica para la decoración de residencias palaciegas desaparece casi por completo; poca es la pintura monumental que se produce en Holanda en el siglo XVII, y gran parte de ella está realizada por artistas flamencos.
 

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Rafael Zabaleta Fuentes (Quesada, Jaén, 1907 – 1960). “Parque nevado”.

ZABALETA FUENTESLote en subasta:

ZABALETA FUENTES, Rafael (Quesada, Jaén, 1907 – 1960).
“Parque nevado”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior izquierda.
Medidas: 50 x 61 cm; 76 x 86 cm (marco).

 

En esta obra Rafael Zabaleta construye un escenario sombrío y poético, trabajado con un lenguaje reducido a su esencia, enormemente expresivo en su simplicidad, basado en el contraste entre la racional composición y la libre disposición de las ramas peladas de los árboles, que se enmarañan creando una suerte de celosía que cubre el cielo, manteniendo su transparencia.

Nacido en el seno de una familia acomodada, Rafael Zabaleta manifiesta ya desde niño su afición a la pintura, por lo que tras finalizar sus estudios de bachillerato se traslada a Madrid e ingresa, en 1925, en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí tendrá como maestros a Lainez Alcalá, Cecilio Pla e Ignacio Pinazo, y en 1932 participa por primera vez en una exposición colectiva, la de los alumnos de San Fernando. Una de sus obras, titulada “La pareja,” será seleccionada para ilustrar la reseña crítica que Manuel Abril realiza para la revista “Blanco y Negro”. Tres años más tarde Zabaleta realiza su primer viaje a París, donde conoce y estudia las obras de los maestros de la pintura contemporánea. En 1937 es nombrado delegado del Tesoro Artístico Nacional, y también por estas fechas inicia una serie de dibujos sobre la Guerra Civil. Al terminar la contienda fue denunciado, y pasó brevemente por el campo de concentración de Higuera de Calatrava y por la cárcel de Jaén, donde le son incautados los dos álbumes de dibujos realizados durante la guerra.

Finalmente liberado, en 1940 se instala en Madrid, donde asiste a las tertulias del Café Gijón y dibuja y pinta en el Círculo de Bellas Artes. Dos años más tarde visita a Aurelio Biosca, director de la madrileña galería Biosca, con una carta de presentación del escultor Manolo Hugué. Allí celebrará su primera muestra individual ese mismo año, tras ser rechazado en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Sin embargo, al año siguiente participa en el Primer Salón de los Once y pasa a formar parte de la Academia Breve de Crítica de Arte de Eugenio d’Ors, a la que también pertenecía Biosca. Zabaleta tomará parte en la mayoría de sus Salones de los Once y exposiciones antológicas. En 1945 Zabaleta participa en la colectiva “Floreros y bodegones” realizada en el Museo Nacional de Arte Moderno, mientras sigue exponiendo individual y colectivamente en galerías de la capital. En 1947 realiza su primera muestra personal en Barcelona, en la galería Argos, y se publica su primera monografía. Dos años más tarde viaja de nuevo a París, entrando en contacto con Picasso, Óscar Domínguez, M. Ángeles Ortiz y otros. El año de su definitiva consagración será el de 1951, cuando celebre una exposición individual en el Museo de Arte Moderno de Madrid.

En 1955 obtendrá el Premio de la UNESCO en la Bienal Hispanoamericana de Barcelona. Ese mismo año participa en la Bienal del Mediterráneo celebrada en Alejandría, y realiza una exposición personal en Bilbao. Durante sus últimos años Zabaleta será un artista ya plenamente reconocido, invitado a las más importantes exposiciones y salones tanto en España como en ciudades extranjeras de la importancia de París. La colección más importante de su obra se encuentra en el Museo Zabaleta de Quesada, si bien también está presente en los más prestigiosos museos del mundo, en ciudades como Buenos Aires, Nueva York o Tokio.
 

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Ignacio Gil Sala (Barcelona, 1913 – 2003). “Mujeres en la calle”.

GIL SALALote en subasta:

GIL SALA, Ignacio (Barcelona, 1913 – 2003).
“Mujeres en la calle”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
72,5 x 92 cm; 101,5 x 120,5 cm (marco).

 

Tras iniciar su formación artística con sólo nueve años, Gil Sala ingresa en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde tuvo por maestros a Félix Mestres y Vicente Borrás. Ya en 1930, siendo aún casi un aprendiz, obtuvo la medalla de bronce de la Escuela, y en 1936 ganó por concurso una beca para realizar un viaje de estudios por España. Durante toda su vida Gil Sala se dedicó a viajar tanto por la Península como por diferentes países islámicos y latinoamericanos. Expuso su obra en España, Francia, Filipinas, Suiza, Estados Unidos, Canadá y Colombia, entre otros muchos países, destacando especialmente sus exposiciones individuales celebradas en las galerías Costa (Palma de Mallorca, 1940), Augusta (Barcelona, expone periódicamente desde 1940), Lars Laine (Palm Springs, 1952), Toisón (Madrid, 1956), Cano (Madrid, expone bianualmente desde 1958) y Cézanne (Cannes, 1956 y 1966).

A partir de 1997, y hasta su fallecimiento, mostró su obra habitualmente en las galerías del Grup d’Art Escolà, que le dedicó varias exposiciones homenaje tras su muerte. Los reconocimientos artísticos y humanos han sido constantes, aunque no tantos como se merecía, y como ejemplo citaremos la calle que le dedicó el pueblo de Castelldefels, donde residió, o el que el Consejo Insular de las Baleares le otorgase un galardón por las numerosas veces que inmortalizó las tierras, las gentes y el mar de Ibiza. Dibujante extraordinario, ágil manejando el lápiz y el carboncillo, Gil Sala inmortalizó paisajes de toda España, puertos pesqueros del Mediterráneo, distintas ciudades europeas, etc., todos plasmados a través de una pincelada rotunda y un estudiado colorido. Entre sus premios destacan la Medalla de Plata de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona (1930), la Primera Medalla en la Exposición Internacional de Palma de Mallorca (1941), el premio en la Exposición Nacional de Barcelona (1944), y dos primeros premios y un primer premio extraordinario en la Exposición Pintores de África (1955, 1960 y 1961). Asimismo, tras su muerte se le dedicaron varios homenajes, entre ellos las exposiciones celebradas en las galerías Terra Ferma de Lleida en 2004 y Salduba de Zaragoza en 2007, ambas pertenecientes al Grupo Escolà.
 

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Ricardo Canals Llambí (Barcelona, 1876 – 1931). “El torero herido” y “Retrato de cantante”.

Lote en subasta:

CANALS LLAMBÍ

CANALS LLAMBÍ, Ricardo (Barcelona, 1876 – 1931).
“El torero herido” y “Retrato de cantante”.
Óleo sobre lienzo, pintado por ambas caras.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo y al dorso. Con etiqueta y sello en el bastidor de la Sala Parés de Barcelona.
Medidas: 50 x 61 cm; 69 x 80 cm (marco).
Esta obra fue exhibida en la exposición “Ricard Canals. 11 olis i 24 dibuixos”, celebrada en la Sala Parés de Barcelona en 1990.

 

En este lienzo Canals nos presenta una obra principal, una escena taurina en la que dominan los tonos azafranados propios de la “Colla del Safrà”, y un peculiar retrato al dorso, una figura femenina trabajada en un estilo de enorme expresividad, abocetado y rápido. Se trata de un retrato en el que poco importan los rasgos de la modelo; el protagonismo recae en el juego de colores y, sobre todo, de luces y sombras en el rostro, que dotan a la mujer de un cierto aspecto artificioso, a modo de instantánea de los personajes que poblaban la vida nocturna de la Barcelona de la época.

La obra principal, en cambio, se nos muestra perfectamente pensada y terminada, con una composición asimétrica que juega a distraer la atención del espectador en un primer momento, para luego guiarla irrevocablemente hacia el centro dramático de la escena, el torero herido que es sacado de la arena ante los asustados y atónitos rostros del público. Formalmente en esta obra se aprecia por qué Canals es considerado, junto a Pidelaserra, el pintor catalán que mejor asimiló la lección del impresionismo francés y, más concretamente, de la obra de Auguste Renoir. Por su temática, podría enmarcarse en las fechas en las que el maestro catalán trabajó para Durand-Ruel, a principios del siglo XX, dado que se centró entonces principalmente en temas típicamente españoles, como la tauromaquia. Respecto a la factura, Canals construye sus composiciones y figuras al carboncillo y luego las pinta, superponiendo finalmente el color al dibujo. De ahí el absoluto protagonismo del color a nivel formal, un cromatismo que crea una atmósfera determinada, deliberadamente buscada, que juega con las luces y las sombras, reforzando la construcción del espacio en profundidad. Como ya hemos indicado más arriba, dominan los colores azafranados, y también otros propios de la “Colla del Safrà” como los rojos y los naranjas. En definitiva, era una apuesta por un cromatismo contrario al azul y al gris modernista. Sin embargo, hay que decir que en “El torero herido” aparecen tonalidades grisáceas que sirven como contrapunto a los tonos más cálidos, aunque carecen del cariz lúgubre de los grises modernistas. Son más bien como los que pintaba Rusiñol en su época de Sitges, hacia 1890. Así, estéticamente Canals se posiciona con esta obra a contracorriente, en su apuesta por la luminosidad. Era por tanto crítico con la corriente modernista, que tan complaciente era con la clase burguesa.

Canals fue pintor, dibujante y grabador, miembro de la “Colla del Safrà” (Grupo del Azafrán, así denominado por su peculiar paleta cromática) junto con los pintores Nonell, Mir, Pichot y Vallmitjana. Inició sus estudios en la Escuela de La Lonja de Barcelona, pero los abandonó poco después para continuar pintando en la calle. Amigo de Isidre Nonell, en 1896 viajan juntos a Caldes de Boí, y al año siguiente se trasladan a París. En la capital francesa ambos expusieron en la galería Chez Dosbourg con gran éxito. Nonell vuelve a Barcelona y Canals se queda trabajando para el marchante Durand-Ruel, el marchante de los impresionistas, representante de artistas como Corot, Monet o Pissarro. Fue amigo personal de Picasso en esta época, quien retrató a su esposa. Destacó su participación en los salones franceses de 1897 y 1898, así como en la exposición celebrada en 1902 en la galería de Durand-Ruel de Nueva York. En 1907 regresa definitivamente a Barcelona, donde presidió la asociación Las Artes y los Artistas. Desde entonces realizará varios viajes por España, visitando Madrid, Sevilla y Granada. Sus obras tuvieron desde entonces un sabor netamente español, conjugado con su lenguaje de factura moderna. Precisamente será esa temática española la que le granjee en París sus mayores éxitos, aunque en sus últimos años evolucionó hacia una pintura más cercana al noucentisme. Se distinguió también como retratista. Su última obra importante, antes de su prematura desaparición, fue la decoración del techo de una de las salas del Ayuntamiento de Barcelona. En 1933, dos años después de su muerte, la sala Parés de Barcelona le dedicó una amplia exposición de homenaje. Gran parte de su obra se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, pero también está presente en las colecciones de la abadía de Montserrat, el museo Thyssen-Bornemisza o el museo Nacional de Bellas Artes de Chile.
 

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Antoni Clavé Sanmartí (Barcelona, 1913 – Saint Tropez, Francia, 2005). “Les Saintes Maries”.

Lote en subasta:
Antoni CLAVÉ SANMARTÍ
CLAVÉ I SANMARTÍ, Antoni (Barcelona, 1913 – Saint Tropez, Francia, 2005).
“Les Saintes Maries”, 1950.
Óleo sobre cartón.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Con documentación al dorso, firmada por Nathalie Clavé.
Obra registrada en los Archivos Antoni Clavé, París, número 50 HPP 4.
50 x 65 cm; 70 x 85 cm (marco).

 

En esta obra Clavé aborda un tema religioso, la representación de las Tres Marías, con un lenguaje de transición entre la figuración de su primera época y la abstracción que dominará su obra más adelante, apoyado en un tratamiento lumínico que tiene mucho que ver con el barroco español. De hecho, en la obra de Clavé es una constante la influencia de autores clásicos españoles como El Greco, Zurbarán o Velázquez, una influencia que en ocasiones se convierte en referencia directa. Así, aquí el artista recoge el testigo del tenebrismo español más dramático, acercándose incluso al expresionismo a través del magistral trabajo de luces y sombras. Mediante una materia viva, fluida en unas zonas y densa en otras, que evidencia la mano del artista y combina planos con manchas, gotas con pinceladas, el maestro catalán construye un espacio metafísico que va más allá de la referencia a lo real para devenir una realidad autónoma, en la cual lo emocional y lo dramático son los absolutos protagonistas.

Antoni Clavé es una de las más relevantes figuras del arte contemporáneo español. Formado en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona, Clavé se dedica en un primer periodo al grafismo publicitario, la ilustración y las artes decorativas. En 1936 toma parte activa en la Guerra Civil, en las filas republicanas, lo que le lleva a exiliarse a Francia al terminar la contienda. Este mismo año de 1939 expone los dibujos que realizó en los campos de batalla. Se instala en París, donde conoció a Vuillard, Bonnard y Picasso. A partir de esta época, Clavé empieza a desarrollar una obra marcada por una plástica distinta, menos clásica. Durante este periodo sus figuras fueron perdiendo precisión y forma, dando paso al trazo y a una personal gama de colores y texturas que protagonizarán desde entonces sus obras.

Gozaba ya de un gran prestigio internacional en el momento en que se inicia su reconocimiento en España, a partir de su exposición en la sala Gaspar de Barcelona, en 1956. En 1952 realiza los decorados para la película “Hans Christian Andersen”, de Charles Vidor, y obtiene una candidatura al premio Óscar. En 1954 abandona la decoración para dedicarse a la pintura. En la década de los sesenta realizó un homenaje al Greco, y su pintura de este momento revela las influencias recibidas de dicho maestro, así como de los pintores del barroco. Toma especial relevancia la temática del caballero de la mano en el pecho, referente que se repetirá en las obras futuras de Clavé. Este periodo se caracteriza por el paso definitivo a la abstracción. En los años setenta continúa la evolución en la obra de Clavé, utilizando técnicas diversas como el collage, e inventando nuevas como el “papier froissé”, fruto de una casualidad en el uso del aerosol sobre papeles arrugados.

En 1978, el Museo Nacional de Arte Moderno de París, actual Centro Georges Pompidou, le dedicó una retrospectiva que le convirtió en uno de los artistas de más prestigio de su generación. En la década de 1980 dedicó una serie de obras a Picasso, bajo el título de “A don Pablo”. Sus últimas obras se caracterizan por la recreación de texturas dentro de la abstracción, con una profusa utilización del “papier froissé”. Fue premiado en la Hallimark de Nueva York en 1948, en la Bienal de Venecia de 1954 y en la Bienal Internacional de Tokio de 1957. En 1984 el Estado Español reconoció su valía artística con la exposición de más de cien de sus obras en el pabellón español de la Bienal de Venecia. Ese mismo año le fue concedida la Medalla de Oro de la Generalitat de Cataluña. La obra de Clavé se encuentra, entre muchos otros, en los museos de Bellas Artes de Bilbao, Tate Gallery, de Arte Moderno de París y Tokio, el British Museum y en el Reina Sofía de Madrid.
 

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Cecilio Pla Gallardo (Valencia, 1860 – Madrid, 1934). “Autorretrato pintando”.

Cecilio PLA GALLARDOLote en subasta:

PLA GALLARDO, Cecilio (Valencia, 1860 – Madrid, 1934).
“Autorretrato pintando”, 1903.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, fechado y dedicado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 39 x 49 cm.

 

En esta obra la absoluta protagonista es la luz del día, la luz clara y vibrante que rodea al artista y le permite plasmar en el lienzo la vitalidad del paisaje, el brillo de sus colores y la riqueza de sus matices tonales. De hecho, Cecilio Pla se presenta a sí mismo plenamente inmerso en el entorno natural, en un paisaje construido a base de largas y fluidas pinceladas, sin dibujo de base ni descripción. Se trata de una vegetación exuberante que envuelve al pintor, quien aparece perfectamente concentrado en su trabajo, trazando pinceladas sobre un lienzo que queda oculto a nuestra vista. La figura destaca especialmente por la densidad de los tonos oscuros de su traje, equilibrados sin embargo en su tonalidad con el fondo de vegetación. Las ropas se han trabajado a base de pinceladas densas, muy empastadas, que permiten apreciar su recorrido, intuir la mano del artista trabajando con precisión y energía. También el rostro y el sombrero están trabajados con esta misma densidad. La mano, en cambio, queda desdibujada, borrosa en su movimiento, al igual que el fondo natural. Asimismo, el caballete parece perderse entre las ramas, al igual que la pequeña silla plegable.

Cecilio Pla inicia su formación en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, para luego continuar en la de San Fernando de Madrid, donde tuvo como maestro a Emilio Sala. En 1880 realiza un viaje de estudios a Roma, visitando Italia, Francia y Portugal. Desde allí comienza a enviar obras a las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, siendo premiado con tercera medalla en 1884 por la obra de tema italiano “El Dante: círculo de los avaros”, y con segunda medalla en 1887 por el lienzo religioso titulado “Entierro de Santa Leocadia”. En 1892 obtuvo de nuevo una segunda medalla por el cuadro realista de intención social “Las doce (el almuerzo)”, e idéntico galardón en 1895 por una escena de desavenencia conyugal en un interior burgués, “Lazo de unión”. Pla siguió participando en las Exposiciones Nacionales durante toda su vida, obteniendo en 1910 consideración de primera medalla por el cuadro “Dos generaciones”, caracterizado por los distintos efectos de luz natural que fueron la verdadera especialidad de este artista.

Ese mismo año de 1910 sustituyó a su antiguo maestro Emilio Sala en la clase de estética del color y procedimientos pictóricos en la Academia de San Fernando, donde impartió clases a Juan Gris, Francisco Bores, Pancho Cossío y José María López Mezquita, entre otros. Es entonces cuando publica su “Cartilla de arte pictórico”. Pla también participó en certámenes internacionales, siendo premiado con medalla de honor en la Exposición Universal de París de 1900. En 1924 será nombrado académico de San Fernando. Alternó su actividad docente con la pintura, además de colaborar como ilustrador con publicaciones como “La Ilustración Española y Americana”, “Blanco y Negro” y “La Esfera”. También realizó carteles, como el del Carnaval del Círculo de Bellas Artes de 1892, y participó en decoraciones murales, entre las que cabe destacar el techo del hotel de la infanta Isabel de Borbón, el Casino de Madrid, el Círculo de Bellas Artes o el palacio de los duques de Denia.

Considerado el máximo exponente de la pintura modernista valenciana, no obstante abarcó diferentes tendencias, desde el academicismo y costumbrismo de sus inicios hasta el wagnerianismo y el luminismo de sus vistas costeras pintadas en Valencia. Actualmente, Cecilio Pla está representado en el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza, los de Bellas Artes de Valencia, Zaragoza, Santander y Bilbao, el Círculo de Bellas Artes de Madrid, el Ayuntamiento de Valencia y la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, entre otras colecciones tanto públicas como privadas, como la Colección UEE. En 1999, la Fundación Mapfre le dedicó una amplia retrospectiva.
 

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Juan Pablo Salinas Teruel (Madrid, 1871 – Roma, 1946). “Velada con el cardenal”.

SALINAS TERUELLote en subasta:

SALINAS TERUEL, Juan Pablo (Madrid, 1871 – Roma, 1946).
“Velada con el cardenal”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
Medidas: 32 x 42 cm; 49 x 58 cm (marco).

 

Juan Pablo Salinas inició su formación artística en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y en 1885 participó en la exposición de la Asociación de Escritores y Artistas y en la Exposición Aragonesa, siendo galardonado en ambas con medalla de tercera clase. En torno a 1886 se trasladó a Roma para ampliar sus estudios gracias a una beca concedida por la Diputación Provincial de Zaragoza. Allí acudirá al Círculo Internacional de Bellas Artes, así como a las clases nocturnas de la Academia Chigi. Se integrará además en la colonia artística española residente en la ciudad, y trabajó junto a su hermano, el también pintor Agustín Salinas, quien llevaba instalado en Roma desde 1883. Ambos hermanos remitieron obras a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid de 1887; Juan Pablo envió “Marco Antonio y Cleopatra”, tema de la historia clásica.

A semejanza de su hermano, su auténtico maestro, Salinas recreó también temas medievales de notable influencia toscana. Su trayectoria se mantuvo muy ligada a la de su hermano hasta que conoció, en un viaje a París, la obra de Ernest Meissonier, cuya influencia le llevó centrarse en el género de casacones, con el que alcanzó un gran éxito de ventas tanto en Francia como Italia, Europa central, Rusia y América. Por estos años expone en los Salones Roger e inicia sus famosas composiciones de ambiente dieciochesco, en los que aparecen personajes ataviados a la moda de la época en el marco de lujosos interiores, minuciosamente detallados a través de una técnica preciosista, que se recrea en la descripción colorista de ropas y encajes pero, sobre todo, en el magistral tratamiento de las carnaciones femeninas, deliberadamente sensuales. También en esta etapa Salinas realizará varias series para la decoración de grandes salones.

Además de estos temas, abordó escenas de carácter orientalista e interiores de iglesia. En la última etapa de su trayectoria se aprecia una disminución del detallismo, un carácter más suelto y menos descriptivo. Actualmente Juan Pablo Salinas está representado en el Museo del Prado (obra en depósito en el de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo), la Colección Bellver de Sevilla y otras colecciones públicas y privadas.
 

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Jorge Castillo Casalderrey (Pontevedra, 1933). “Portal metafísico en Estocolmo”.

CASTILLO CASALDERREYLote en subasta:

CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933).
“Portal metafísico en Estocolmo”, 2014.
Acrílico sobre lienzo.
Adjunta certificado de autenticidad.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo. Fechado y titulado al dorso.
Medidas: 150 x 150 cm.

 

En esta obra Castillo vuelve su mirada hacia los espacios metafísicos de Giorgio de Chirico, si bien su mirada se traslada desde el sur hacia el norte, a la ciudad de Estocolmo. En este paisaje urbano tan diferente las arquitecturas clásicas, atemporales e icónicas conviven con volúmenes arquitectónicos radicalmente modernos, de formas geométricas limpias y depuradas. Castillo hace hincapié en este contraste de imágenes, construyendo a través de él un espacio que atraviesa el alma de la ciudad, yendo más allá de la apariencia para captar el espíritu del lugar.

Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas. No obstante, a la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo. No obstante, su contacto con Viola y Jorge Cela, que quedaron impresionados por sus dibujos, cambiarían el rumbo de su vida.

Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittsburgh y Tokio. Y fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas. En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975. En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición dedicada, en un museo, a un periodo concreto de su carrera, y después en numerosas galerías berlinesas.

Cuando deja Berlín Castillo se traslada a Barcelona, siendo para entonces un pintor reconocido en Europa y América. Allí expondrá regularmente en la galería Joan Prats, y conoció a Salvador Dalí. Por estos años comienza a visitar Nueva York y finalmente se instala allí en 1981, permaneciendo en la ciudad hasta 1992. Allí fue contratado por la prestigiosa galería Marlborough, y siguieron sucediéndose sus éxitos. A lo largo de su carrera, Castillo obtuvo premios como los Internacionales de Dibujo (1964) y de Pintura (1975) de Darmstadt, el Ciudad de Pontevedra (1994), y el Cultura Viva de las Artes Plásticas (2006). Se puede contemplar obra de Jorge Castillo en el Museo de Bellas Artes de Lausana, la Fundación Juan March, las Galerías Nacionales de Edimburgo y Berlín, los Museos de Arte Moderno de San Francisco y Vitoria, la Kunsthalle de Bremen, el Albertina de Viena, la Biblioteca Nacional de España y el Guggenheim de Nueva York, entre otros.
 

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Escuela china del siglo XIX. “Vapor, mercante y junco chino frente a Cantón”.

Lote en subasta:

Escuela China

Escuela china del segundo tercio del siglo XIX. “Vapor, mercante y junco chino frente a Cantón”.
Óleo sobre lienzo.
23 x 56 cm; 35 x 69 cm (marco).

 

El interés por los productos artísticos y de lujo producidos en Oriente se despertó muy pronto en Occidente. La famosa Ruta de la Seda, una compleja red de conexiones comerciales a través de las que circulaban todo tipo de productos, además de los codiciados tejidos de seda, se originó en la primera centuria antes de Cristo y se mantuvo vigente a lo largo de toda la edad media. Ya en la edad moderna, portugueses, ingleses, españoles y holandeses buscaron nuevas rutas e importaron nuevos productos que reforzaron la fascinación de Occidente por el extremo Oriente. Entre los mayores impulsores del comercio con China se encontraba la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, con sede en numerosos emplazamientos asiáticos, y especialmente en Cantón. Desde Cantón viajaron en los barcos holandeses una gran variedad de productos realizados en China pero, en muchas ocasiones, adaptados al gusto de los compradores occidentales a los que iban destinados, como es el caso del conjunto de pinturas que ahora presentamos.

La pintura china nació ligada a la caligrafía y por ello tradicionalmente se realizaba con tinta, acuarela o gouache sobre papel de arroz o seda. De entre todos los géneros practicados por los pintores chinos el paisaje fue muy apreciado, y a menudo entendido como la plasmación de una reflexión profunda o una emoción del artista ante la naturaleza y el mundo. En el siglo XIX, el intenso contacto con Occidente propiciará la creación de nuevos subgéneros dentro del paisajismo chino. Los artistas empezarán a trabajar con óleo sobre lienzo, una de las técnicas más valoradas en Europa desde su perfeccionamiento en el siglo XV, y se producirán para la exportación detalladas panorámicas costeras que serán enormemente apreciadas en Occidente. Estas vistas, como las que presentamos, poseen una gran precisión topográfica, de manera que pueden reconocerse los diversos puertos comerciales a los que arribaban los barcos occidentales. En ocasiones incluso es posible identificar los almacenes de diversas naciones, así como sus barcos, gracias a la representación de sus banderas. En estas pinturas se conjuga, pues, el exotismo de los paisajes lejanos y las embarcaciones chinas, los juncos, con la representación de lo que era conocido y apreciado por los compradores occidentales.
 

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Thomas Jones Barker (Reino Unido, 1815 – 1882). “El matrimonio de la novia de Lammermoor”.

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JONES BARKER

JONES BARKER, Thomas (Reino Unido, 1815 – 1882).
“El matrimonio de la novia de Lammermoor”, Londres, 1862.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha. Firmado, fechado y localizado al dorso.
Con marco de época.
121 x 190 cm; 145 x 222 cm (marco).

 

Esta obra puede ser considerada como una de las mejores obras de Thomas Jones Barker de su género, tanto por su gran calidad y gran formato como por su compleja composición, con numerosos personajes, la maestría en todos los aspectos (paisaje, calidad de las telas, etc.) y, especialmente, por el trabajo de los personajes, cercano al retrato. Sobre la autoría no existen dudas: el estilo coincide con el de Jones Barker, así como el tema (una escena de género histórica), y además la obra aparece firmada “T.J. Barker pinxit” y, al dorso, “Thomas Jones Barker pinxit, London 1862”. Por otro lado, el dorso de la obra presenta además varios detalles que corroboran su autenticidad. En primer lugar, los sellos de la casa encargada de realizar el bastidor y el lienzo, que se corresponde con los utilizados por el autor (C. Davy Artists, 83 Newman st.). La fecha de la obra, 1862, se corresponde con el periodo en el que esta firma estuvo localizada en la calle Newman de Oxford (1843-1862). En la parte inferior del marco observamos una leyenda que pertenece al taller de enmarcación, J.M. Hill, activa a mediados del siglo XIX. También aparecen otras etiquetas y leyendas, todas correspondientes a la época. Finalmente cabe señalar que esta obra fue vendida en Christie’s Londres en 1983, identificada como obra de Jones Barker sin dudas.

“La novia de Lammermoor” es una novela histórica de Sir Walter Scott, publicada en 1819. Narra la trágica historia de amor entre Lucy Ashton y Edgar Ravenswood, y el autor indica que se basa en hechos históricos reales, acaecidos en el siglo XVII.

Hijo del pintor Thomas Barker, Thomas Jones inició su formación junto a su padre, y a partir de 1835 la continuó en París con Horace Vernet, con quien permaneció muchos años. Durante estos años en Francia, Jones Barker expuso con frecuencia sus obras en el Salón de París, siendo galardonado con tres medallas de oro. Asimismo, pintó varios cuadros para Luis Felipe de Francia, destacando entre ellos el titulado “La muerte de Luis XIV”. Para la princesa María, hija de Luis Felipe, Jones Barker pintó en 1840 “La novia de la muerte”, por la que recibió la Cruz de la Legión de Honor. El pintor regresó a Inglaterra en torno a 1845, y pronto comienza a exponer sus obras en la Royal Academy de Londres, principalmente retratos. También envió a esta institución una obra inspirada por un poema de Sir Walter Scott, “El trobador” (1849). Según avancen los años Jones Barker continuará mostrando asiduamente sus obras en la Royal Academy, de diversa temática según evolucione en su carrera (obras bélicas, históricas, retratos…). Siguiendo probablemente la influencia de Vernet, en sus primeras obras Jones Barker abordó principalmente temas de las guerras napoleónicas. Hacia el final de su vida retomará los temas bélicos con gran éxito de crítica y público, plasmando temas de las guerras franco-prusiana y de Crimea. Actualmente está representado en la National Portrait Gallery de Londres, el National Army Museum, el National Museum of Wales, la National Gallery of Ireland, la Southampton Art Gallery y el Maidstone Museum, entre otras colecciones públicas y privadas.

 

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Rafael Durancamps Folguera (Sabadell, 1891 – Barcelona, 1979). “Sardanes”.

35027128-(100)

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DURANCAMPS I FOLGUERA, Rafael (Sabadell, 1891 – Barcelona, 1979).
“Sardanes”, Cadaqués.
Óleo sobre lienzo. Con boceto al dorso.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Medidas: 59 x 74 cm; 79 x 95 cm (marco).

 

En esta obra Durancamps nos ofrece una bella estampa festiva, típicamente catalana tanto por el baile representado –una sardana- como por el paisaje, la escarpada costa de la localidad de Cadaqués, en la Costa Brava. La composición es amplia, marcada por un punto de vista algo elevado que permite un amplio desarrollo del paisaje en profundidad. No obstante, los absolutos protagonistas son los personajes que bailan en primer plano, tomados de las manos. En primer término, frente a ellos, vemos a un perrillo que ladra, con el cuerpo en tensión, un detalle que refuerza el carácter narrativo de la escena. Más allá vemos a un grupo de personas sentadas en el suelo, contemplando a los danzantes, y un segundo corro de bailarines.

Rafael Duran i Camps, más conocido como Durancamps, fue discípulo de Vila Cinca en la Escuela Industrial de Artes y Oficios de Sabadell. Más adelante conocerá a Joaquín Mir, con quien estableció una estrecha relación, y cuyo estilo influyó en el colorido del lenguaje de la primera época de Durancamps. Expuso por primera vez en 1917, en las Galerías Layetanas de Barcelona, cosechando un éxito que le animó a seguir pintando pese a la oposición de su familia. Pasó varias temporadas en Madrid, donde estudió a los maestros del Museo del Prado, y a continuación viajó a Italia. Regresa a Barcelona y participa en diversos certámenes, obteniendo importantes premios como la medalla Masriera de 1920, además de realizar varias exposiciones en la sala Parés. En 1921 viaja por primera vez a París. Su obra en este momento se acerca al impresionismo, pero también denota las influencias de Zurbarán, El Greco y el colorismo veneciano, conjugando la precisión del dibujo con la gravedad del color. En 1926 regresa a Francia y se instala en Passy, ciudad en la que residirá hasta 1939.

Durante estos años conoce a Picasso, que le anima a celebrar exposiciones en la galería Zak, muestras en las que obtuvo un considerable éxito, que fue acrecentándose en sus sucesivas exposiciones. Regresa a España y se instala en San Sebastián, pero sigue manteniendo una estrecha colaboración con la Sala Parés, donde siguió realizando exposiciones hasta su muerte. Asimismo, celebró distintas exposiciones en Madrid, Sabadell, Bilbao, Valencia, Londres y Filadelfia. Si bien su primera etapa estuvo influenciada por Mir, Durancamps pronto evolucionó hacia una concepción más personal, dando especial preponderancia a la línea constructiva y a un peculiar colorido de sobria belleza. Sus naturalezas muertas, que trató con profusión de línea y transparencia, son un prodigio de serenidad y elegancia, con un sello tan personal que escapan a cualquier clasificación contemporánea. Sus paisajes y escenas costumbristas, especialmente las capeas en distintos pueblos españoles, son de gran emotividad. Los “cielos de presagio” que expresan el dramatismo de la fiesta evocan su agudo sentido lírico. Está representado en los Museos de Arte Contemporáneo de Barcelona, Madrid, San Sebastián y Buenos Aires, así como en gran número de colecciones tanto españolas como extranjeras.
 

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Taller de Francisco de Zurbarán (Badajoz, 1598 – Madrid, 1664). “La casa de Nazaret”.

Taller de ZURBARÁNLote en subasta:

Taller de ZURBARÁN, Francisco de (Fuente de Cantos, Badajoz, 1598 – Madrid, 1664).
“La casa de Nazaret”.
Óleo sobre lienzo. Siglo XVII.
Se adjunta estudio y certificado de José Gudiol Ricard, director del Instituto Amatller de Arte Hispánico.
Medidas: 152 x 200 cm.

Este cuadro es una versión, ligeramente más pequeña, de la pintura del mismo título realizada por Zurbarán en 1630, y hoy conservada en el Museo de Arte de Cleveland. Según Gudiol Ricard ésta “segunda versión (…) está realizada, como tantas obras zurbaranescas, en el taller del pintor con la intervención del propio maestro”. La composición es una velada alegoría religiosa bajo la apariencia de una escena cotidiana. Zurbarán pintó este tema en varias ocasiones, empleando algunas veces una composición muy similar y cambiando en otras algunos elementos simbólicos o de construcción de la escena. Esta versión en concreto es muy similar a la conservada en Cleveland, pues se retoman el mismo escenario, los detalles narrativos y simbólicos como el espléndido jarrón con flores y el trabajo de los pliegues en las ropas. Varía ligeramente el punto de vista, más próximo al espectador, la representación de la gloria celestial, de mayores dimensiones, y el tratamiento de los rostros, especialmente por lo que respecta a su factura pictórica superficial.

La escena ilustra la infancia de Jesús, y éste aparece acompañado de su madre en su hogar. Las figuras no presentan nimbos ni otros rasgos de divinidad, tan sólo el rompimiento de gloria en el ángulo superior izquierdo nos indica que estamos ante una escena sagrada. María aparece ensimismada en sus pensamientos, interrumpida su labor de costura. Jesús, ocupado en tejer una pequeña corona de espinas, se ha pinchado con una de ellas en un dedo, un detalle narrativo que es una clara prefiguración de su futuro sacrificio. El asunto del cuadro es por tanto la Redención, que queda simbolizada por el dolor de Jesús, anticipo de la Pasión, y también por la propia corona de espinas.

Hay también otras metáforas visuales diseminadas a modo de elementos secundarios en el cuadro: los paños blancos son símbolo de pureza, las palomas representan el alma resucitada, el cacharro de agua a los pies de Jesús alude al bautismo, y los libros situados sobre la mesa sugieren las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías. Junto a ellos, un racimo de peras simboliza el amor de Cristo por la humanidad y la salvación, por contraposición con la manzana que introdujo el pecado en el mundo. Por último, el bello jarrón de flores, con lirios y rosas, es una clara referencia a la virginidad de María y a su maternidad divina. Como vemos, Zurbarán escoge objetos humildes y cotidianos, en la línea de la representación barroca naturalista, para representar ideas teológicas complejas.

Francisco de Zurbarán se formó en Sevilla, donde fue discípulo de Pedro Díaz de Villanueva entre 1614 y 1617. En este período tendría la ocasión de conocer a Pachecho y Herrera, y de establecer contactos con sus coetáneos Velázquez y Alonso Cano, aprendices como él en la Sevilla de la época. Tras varios años de aprendizaje, Zurbarán regresó a Badajoz sin someterse al examen gremial sevillano. Se estableció en Llerena entre 1617 y 1628, ciudad donde recibió encargos tanto del municipio como de diversos conventos e iglesias de Extremadura. En 1629, Zurbarán se instala definitivamente en Sevilla, iniciándose el decenio más prestigioso de su carrera. Recibió encargos de todas las órdenes religiosas presentes en Andalucía y Extremadura, y finalmente fue invitado a la corte en 1934, para participar en la decoración del salón grande del Buen Retiro. De regreso a Sevilla, Zurbarán siguió trabajando para la corte y para diversas órdenes monásticas.

En 1958, se trasladó a Madrid. Durante esta última época de su producción realizó lienzos de devoción privada de pequeño formato y ejecución refinada. Zurbarán fue un pintor de realismo sencillo, excluyendo de su obra la grandilocuencia y la teatralidad, e incluso podemos hallar algo de torpeza en el momento de resolver los problemas técnicos de la perspectiva geométrica, como se observa en este lienzo en el trazado de la mesa, pese a la perfección de su dibujo en anatomías, rostros y objetos. Tampoco le interesan los escorzos ni la sugerencia de espacios ilusionistas a la italiana. Sus composiciones severas, rigurosamente ordenadas, alcanzan un nivel excepcional de emoción piadosa.

Con respecto al tenebrismo, el pintor lo practicó sobre todo en su primera época sevillana, tanto en sus conocidas obras monásticas como en piezas para devoción privada. Nadie le supera en la manera de expresar la ternura y el candor de los niños, jóvenes vírgenes y santas adolescentes. Su técnica excepcional le permitió, además, representar los valores táctiles de las telas y de los objetos, lo que hace de él un bodegonista excepcional, como se aprecia en los detalles anecdóticos que llenan la escena que aquí presentamos. Su sobriedad, la fuerza expresiva y la plasticidad de sus figuras, añadidas a sus evidentes dotes de colorista, los sitúan en la cumbre de los maestros españoles del siglo de oro y quizás es, de entre todos ellos, el que más conmueve nuestra sensibilidad moderna.

Francisco de Zurbarán está representado en las pinacotecas más importantes de todo el mundo, como el Museo del Prado, el Metropolitan de Nueva York, el Louvre, el Hermitage de San Petersburgo o la National Gallery de Londres, entre muchos otros.

 

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Jorge Castillo Casalderrey (Pontevedra, 1933). “Barcelona. Cerca del mar”.

CASTILLO CASALDERREYLote en subasta:

CASTILLO CASALDERREY, Jorge (Pontevedra, 1933).
“Barcelona. Cerca del mar”.
Acrílico sobre madera entelada.
Adjunta certificado de autenticidad.
Sin firma. Fechado y titulado al dorso.
Medidas: 130 x 95 cm.

 

Desde niño, Jorge Castillo se apasiona por el dibujo, y con sólo diez años realiza, con lápices de colores, su primera copia de Rubens. Según Castillo, la pintura de Rubens le enseñó a entender el cubismo de Braque y Picasso. Ha vivido en Argentina, España, Francia, Italia, Alemania y los Estados Unidos, y desde 2008 reside en Ibiza. Se crió en Buenos Aires, donde pasaba largas horas en el puerto, además de dedicar su tiempo a pintar y escribir. Por estos años empieza a mostrar sus pinturas, llegando a exponer en el Salón de Mayo. También publicó poemas y relatos cortos en revistas.

A la edad de veintidós años decide dejar su ciudad y marchar a París. Sin embargo, por razones económicas se radicará en España, concretamente en Madrid, donde pasará seis años, entre 1957 y 1963, los tres primeros de ellos viviendo como vagabundo. No obstante, su contacto con Viola y Jorge Cela, que quedaron impresionados por sus dibujos, cambiarían el rumbo de su vida. Por estos años irá poco a poco decantándose por la técnica del grabado, que será desde entonces uno de sus principales medios de expresión. Empieza entonces a despuntar como artista, a vender sus primeras obras y a establecer algunos contactos importantes, protegido por Luis González Robles, quien en 1960 lo llevó a la Bienal de São Paulo. Allí sus obras sorprendieron y obtuvieron elogiosas críticas, y por estos años expondrá también en Madrid y Barcelona, así como en San Francisco, Lisboa, Pittsburgh y Tokio.

Fue en 1964, año de su participación en la Bienal de Venecia, cuando al fin se le abrieron las puertas de París, gracias al contrato que firmó con el marchante André Schoeller. En la capital francesa se establecerá durante casi cuatro años, hasta 1967, y allí visitará asiduamente el Museo del Louvre y continuará celebrando exposiciones, cada vez más exitosas. En 1967 Castillo abandona París y se traslada a Ginebra, dado que Schoeller había vendido su contrato al suizo Jan Krugier, por entonces uno de los galeristas más importantes de Europa. No obstante, no le gustó la ciudad, por lo que marchó a Boissano, en Italia. En este país se empapará de arte italiano clásico, especialmente del Trecento y el Quattrocento, y en 1969 es invitado por el gobierno alemán para trabajar en Berlín, ciudad en la que residirá hasta 1975.

En 1970 expuso en la Nationalgalerie de la capital alemana, la primera gran exposición dedicada, en un museo, a un periodo concreto de su carrera, y después en numerosas galerías berlinesas. Cuando deja Berlín Castillo se traslada a Barcelona, siendo para entonces un pintor reconocido en Europa y América. Allí expondrá regularmente en la galería Joan Prats, y conoció a Salvador Dalí. Por estos años comienza a visitar Nueva York y finalmente se instala allí en 1981, permaneciendo en la ciudad hasta 1992. Allí fue contratado por la prestigiosa galería Marlborough, y siguieron sucediéndose sus éxitos. A lo largo de su carrera, Castillo obtuvo premios como los Internacionales de Dibujo (1964) y de Pintura (1975) de Darmstadt, el Ciudad de Pontevedra (1994), y el Cultura Viva de las Artes Plásticas (2006).

Se puede contemplar obra de Jorge Castillo en el Museo de Bellas Artes de Lausana, la Fundación Juan March, las Galerías Nacionales de Edimburgo y Berlín, los Museos de Arte Moderno de San Francisco y Vitoria, la Kunsthalle de Bremen, el Albertina de Viena, la Biblioteca Nacional de España y el Guggenheim de Nueva York, entre otros.

 

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Albert Léon Gleizes (Francia, 1881 – 1953). “Composition aux personnages”, 1923.

Albert GleizesLote en subasta:

GLEIZES, Albert Léon (Francia, 1881 – 1953).
“Composition aux personnages” o “Femme à la guitarre” o “Personnage dans un décor cubiste” o “Madame Gleizes au chevalet”, 1923.
Óleo y gouache sobre cartón.
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho. Certificado al dorso por la mujer del artista, Juliette Roche-Gleizes.
32 x 27 cm; 59 x 48,5 cm (marco).
Obra catalogada en “Albert Gleizes. Catalogue raisonné”, p. 375 (Somogy Editions d’Art, 1998).

 

En esta obra Gleizes trabaja con la línea, el plano y textura, conjugando formas irregulares para construir cuerpos y espacios, introduciendo incluso un cierto juego de luces y sombras a través del trazo, grueso y expresivo, mutable, que cobra un especial protagonismo en la zona central de la obra, perdiendo intensidad hacia los márgenes. El autor analiza la realidad y la reduce a su esencia, sintetizándola en planos, colores y texturas, indicando más que representando, realizando un proceso de experimentación plástico perfectamente enmarcado dentro del cubismo, ilustración de sus teorías estéticas. Considerado a día de hoy como el gran teórico del movimiento cubista, Gleizes parte de un cubismo sintético inicial, que irá evolucionando a través del creciente interés del artista por la composición, el cromatismo y sus ritmos. Aún mantiene las referencias figurativas, que desaparecerán de su obra poco después, y todavía se aprecia la influencia de la fábrica de textiles que tenía su padre, especialmente en los patrones que se asemejan a telas estampadas, utilizados como planos de color.

Durante sus primeros años, Gleizes trabaja en el estudio de diseño industrial de su padre en París. Finalmente, tras completar la enseñanza secundaria, pasó cuatro años en el ejército y luego inició su carrera como pintor, haciendo en un principio paisajes. Sus primeras obras se enmarcan en el impresionismo, con obras como “La Seine à Asnières”, exhibida en la Sociedad Nacional de las Bellas Artes en 1902. Al año siguiente participó en el primer Salón de Otoño de París, y pronto entró en contacto con Fernand Léger, Robert Delaunay, Jean Metzinger y Heri Le Fauconnier. En 1910 se integró en el cubismo, del que fue uno de sus primeros y más importantes teóricos, junto a Metzinger. Ese mismo año expuso en el Salón de los Independientes. Tres años más tarde participó en la colectiva del Armory Show, en Nueva York.

Durante la guerra se alistó de nuevo en el ejército, y tras la contienda se trasladó a Nueva York. También viajará a Barcelona y las Bermudas, y en 1916 celebró su primera exposición individual en las Galerías Dalmau de la ciudad condal. Dos años más tarde lo encontramos plenamente comprometido en la búsqueda de los valores espirituales, que se verá reflejada tanto en su pintura como en sus textos. En 1927 funda en Sablons Moly-Sabata, una comunidad utópica de artistas y artesanos, en cierto modo continuación de la Abbaye de Créteil que había formado, junto a otros artistas y escritores, a las afueras de París en 1906. En 1931, Gleizes participó en el comité de Abstraction-Création que actuó como un foro para el arte no figurativo internacional. Para entonces, su obra refleja el fortalecimiento de sus convicciones religiosas y en 1932, en su libro “La Forme et l’histoire” examina el arte celta, románico y oriental.

Durante estos años impartirá conferencias en Polonia y Alemania, y será contratado para realizar unos murales para la Exposición Universal de París de 1937. Ya casi una década más tarde, entre 1949 y 1950, trabajará en las ilustraciones para el libro de Blaise Pascal “Pensées sur l’homme et Dieu”. En 1951 Gleizes fue nombrado jurado del Premio de Roma, y el gobierno francés le otorgó la Legión de Honor. Considerado gran renovador del arte religioso, en 1951 realizó su última gran obra, un fresco titulado “Eucharist” que pintó para la capilla jesuita en Chantilly. Albert Gleizes está actualmente representado en los Museos Guggenheim de Venecia y Nueva York, el Centro Georges Pompidou de París, la Albright-Knox Gallery de Buffalo, el MoMA y el Metropolitan de Nueva York, el Museo Nacional de Arte Occidental de Tokio, el Reina Sofía de Madrid, la Tate Gallery y el Thyssen-Bornemisza, entre otras colecciones de todo el mundo.

 

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Godofredo Ortega Muñoz (1899 – 1982). “Campos”.

Ortega Muñoz

Lote en subasta:

ORTEGA MUÑOZ, Godofredo (San Vicente de Alcántara, Badajoz, 1899 – Madrid, 1982).
“Campos”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en la zona inferior derecha.
Adjunta certificado de autenticidad emitido por la Fundación Ortega Muñoz.
38 x 46,5 cm; 55,5 x 63 cm (marco).
 

Esta obra será incluida en el catálogo razonado de Godofredo Ortega, en preparación.

Ortega Muñoz fue uno de los grandes creadores del contemporáneo paisaje español. Se inició en el arte siendo aún niño, de manera autodidacta, y pese al consejo paterno en 1919, con veinte años, decide trasladarse a Madrid para dedicarse a la pintura. Allí se dedicará desde el primer momento a realizar copias de los grandes maestros en el Museo del Prado y en el antiguo Museo de Arte Moderno. Continuará así con su formación autodidacta y comenzará a pintar al aire libre en el entorno de la Dehesa de la Villa, acompañado de otros jóvenes artistas como el filipino Fernando Amorsolo.

Un año más tarde decide trasladarse a París, y allí conocerá al que será su gran amigo de por vida, el poeta Gil Bel. En París conoció además la obra de Van Gogh, Gaugin y Cézanne, pero a la vez vivió la crisis formal e ideológica que se desarrollaba en esta época de entreguerras, lo que le llevaría a dejar Francia para viajar al sur, a Italia, donde hallar en los maestros del pasado unos valores más auténticos de espiritualidad, sencillez y pureza. Ortega Muñoz recorrerá Italia de Norte a Sur entre 1921 y 1922, y en el Lago Maggiore conoce al pintor inglés Edgard Rowley Smart, con quien pasará un corto periodo de aprendizaje. Con él Ortega Muñoz llega a la conclusión que, frente a la aparente sinrazón del arte contemporáneo, hay que volver a la naturaleza y devolver al are la autenticidad de las verdades espirituales y de las emociones sencillas.

En 1926 regresa a España, donde protagonizará una de las excursiones fundacionales de la Escuela de Vallecas. Poco después, en 1927, celebra su primera exposición en el Círculo Mercantil de Zaragoza. Entonces deja España de nuevo, y esta vez recorre Centroeuropa, pasando por Zurich, Bruselas y varias ciudades alemanas. En 1928, en Worpswede entra en contacto con una colonia de artistas de lenguaje expresionista, interesados en los paisajes y la vida campesina, como reacción frente a los sofisticados artificios y refinamientos de las vanguardias. Notablemente influido por su experiencia en Worpswede, Ortega Muñoz vuelve a Francia en 1928, y entre 1930 y 1933 sigue viajando entre Centroeuropa y el Norte de Italia; finalmente llega a El Cairo en 1933, una fecha en la que sus capacidades como retratista le han proporcionado un modo de vida desahogado e importantes contactos.

Expone en Alejandría con un enorme éxito, que le llevará a repetir la experiencia un año después, presentando una muestra casi antológica en la que se aprecia ya su amor por la naturaleza, el equilibrio entre el color y el estado de ánimo, y esa atmósfera de quietud y tristeza características de su lenguaje. En 1935 regresa a Epaña y al año siguiente se presenta con una exposición en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. No obstante la guerra civil le lleva a salir de España; tras la contienda regresa a su localidad natal, y se reencuentra por fin con la silenciosa y solitaria extensión de su paisaje y con la cercana realidad de ese mundo que siente como auténticamente propio. Durante la posguerra arranca de nuevo una carrera profesional que le deparará numerosos triunfos, tanto en España como en el extranjero.

Celebrará desde entonces importantes exposiciones individuales, como las que tuvieron lugar en los años cincuenta en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Madrid, en las Galerías Syra de Barcelona o en el Museo de Bellas Artes del Parque de Bilbao. También participará en la II Bienal Hispanoamericana de La Habana (1953), donde recibe el Gran Premio de pintura, en la Internacional de Venecia (1954) y en la Hispanoamericana de Barcelona (1955), donde se le dedica una sala de honor. Lo mismo ocurrirá más tarde en la Bienal de Venecia de 1957. Este incremento de su actividad expositiva, así como el crecimiento de su fama a nivel internacional, llevarán a una década de los sesenta con importantes exposiciones como la colectiva celebrada en el Guggenheim de Nueva York en 1961. Asimismo, en 1968 se le dedicó una sala monográfica de honor en la última Exposición Nacional de Bellas Artes. Actualmente Ortega Muñoz está representado en la Fundación que lleva su nombre en Badajoz, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el de Bellas Artes de Bilbao y otras colecciones, tanto públicas como privadas.
 

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Joaquín Torres García (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949). “Bruxelles”.

Joaquín TORRES GARCÍALote en subasta:

TORRES GARCÍA, Joaquín (Montevideo, Uruguay, 1874 – 1949).
“Bruxelles”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado, titulado y dedicado en la zona inferior.
27 x 35 cm; 41 x 48,5 cm (marco).

 

Como indican las etiquetas visibles al dorso, esta obra ha formado parte de las siguientes exposiciones:
– “Torres García”, Museo Español de Arte Contemporáneo, Madrid, Dirección General de Bellas Artes, Ministerio de Educación y Ciencia, 1973.
– “J. Torres García”, galería Dau al Set, Barcelona, 1986.
– “Torres García”, Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo, 1988, organizada por la Generalitat de Catalunya.
Puede adjuntarse certificado de autenticidad emitido por Marçal Barrachina, a petición y cargo del comprador.

 

Tras iniciar su formación de modo autodidacta, en 1890 Torres García decide emigrar a fin de formarse como pintor. Así pues, viaja a Europa con su familia al año siguiente, con diecisiete años. En 1892 se instala en Barcelona, e ingresa en la Escuela de Bellas Artes. Allí entra en contacto con el impresionismo francés, principal influencia en aquel momento para él y otros famosos alumnos, como Mir, Sunyer, Canals y Nonell. Simultaneó esta escuela, con clases en la Academia Baixas, la más reputada entonces. Desde 1894 participa en las Exposiciones Generales de Bellas Artes, en la sección extranjera. Durante esta década publicó varios dibujos en periódicos y revistas como “La Vanguardia”, “Iris”, “Barcelona Cómica” o “La Saeta”. En 1901 empieza a pintar al fresco, atraído por el espíritu atemporal de las obras antiguas realizadas en esta técnica, y entra en una dinámica de trabajo en grupo en la que colaboraban pintores, músicos, escultores y poetas. Años más tarde viajará a Italia para perfeccionar su conocimiento de esta disciplina.

Trabajó también en decoración, ámbito en el que destaca su colaboración con Antoni Gaudí en la catedral de Palma de Mallorca. Hacia 1910 empieza a introducir en su obra elementos formales propios de Cataluña, imbuido del espíritu de reivindicación de la identidad catalana propio del momento. Se relacionan con este nuevo enfoque varios encargos oficiales, entre los que destacó, como punto de inflexión en su carrera, la decoración mural del Salón de Sant Jordi de la sede de la Diputación Provincial de Barcelona. En 1920 se traslada a Nueva York, y entra en contacto con artistas de la talla de Max Weber, Man Ray o Marcel Duchamp. Al poco tiempo regresa a Europa y se instala en París, donde frecuentó las reuniones del grupo liderado por Mondrian, acercándose así a la abstracción y el constructivismo.

En 1934 decide volver finalmente a Montevideo, donde se le recibe como miembro de la élite artística europea. Allí crea la Sociedad de las Artes del Uruguay, cuyo objetivo era integrar todas las artes y actuar como nexo de unión entre los artistas y el público. Entra en contacto con el arte precolombino e indígena uruguayo, y esta estética, nueva para él, influirá de forma crucial en su pensamiento. Reivindicó que los artistas no necesitaban renunciar a ser latinoamericanos por pretender ser contemporáneos al uso, y aportó una nueva dimensión a la construcción del lenguaje americano moderno. Además, desde este momento la simbología cultural propia de su tierra cobra una importancia determinante en su obra. Se conserva obra suya en el museo Thyssen-Bornemisza, los museos de Arte Moderno de Nueva York, San Francisco y Lille, el Museo Nacional Reina Sofía, el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo Torres García de Montevideo, los museos de Bellas Artes de Houston, Filadelfia y Santa Bárbara, el Museo Nacional de Bellas Artes de São Paulo, los museos Hirshhorn y de Arte de las Américas de Washington DC, la Albright-Knox Gallery de Buffalo y el Los Angeles County Museum, entre otros.

 

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Santiago Rusiñol Prats (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931). “Jardí de Can Puig”.

Santiago RUSIÑOL PRATSLote en subasta:

RUSIÑOL I PRATS, Santiago (Barcelona, 1861 – Aranjuez, Madrid, 1931).
“Jardí de Can Puig”, Girona.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho. Con etiqueta al dorso de la Exposición Nacional de Bellas Artes del Real Círculo Artístico de 1930.
110 x 100 cm; 133,5 x 124 cm (marco).

 

En este lienzo podemos ver uno de los hermosos y poéticos jardines de Santiago Rusiñol, rincones románticos y evocadores en los que el maestro catalán reflejó su propio temperamento sensible, logrando trasladar al lienzo la atmósfera única de estos lugares secretos, reales pero a la vez metáfora de un estado del alma.

Pintor, escritor y dramaturgo en lengua catalana, Rusiñol fue uno de los principales ideólogos del movimiento modernista catalán. Se formó como discípulo de Tomás Moragas y frecuentó el Centro de Acuarelistas, del cual fue uno de los fundadores. Debutó en 1884 en la Sala Parés de Barcelona, junto a sus amigos Ramon Casas y Enric Clarasó. Por esos años realizó con Casas un viaje en carro por Cataluña, tomando apuntes de tipos y paisajes. El año de 1888 marca un punto de inflexión en su carrera, dado que comienza con tres actividades nuevas: publica unos escritos en “La Vanguardia”, participa en el Salón de París y celebra su primera exposición individual en la Sala Parés.

Al año siguiente, 1889, Rusiñol se instala en París, en el barrio de Montmartre, con Utrillo, Clarasó y Canudas. Asiste a la academia del pintor Henri Gervex, y completa su formación con Puvis de Chavannes y Carrière. Desaparece entonces el ruralismo que había adoptado en Barcelona, y su estilo evoluciona hacia el naturalismo. También se acerca a los planteamientos temáticos, que no técnicos, de los impresionistas, así como a su voluntad de captar una instantánea fugaz. En 1890 establece relación con Sitges, donde pintará algunos de sus primeros patios y jardines, temática que definirá su estilo posterior. Ese mismo año celebra su primera exposición en la Sala Parés, junto a Casas y Clarasó.

En 1890 regresa a París con Casas y Utrillo. En este momento se centrará en representar los espacios de diversión de la zona, como el Moulin de la Galette, que protagonizará muchos de sus cuadros. No obstante, en 1893 deja su estudio de Montmartre y se traslada a la isla de San Luis, donde se centra en el estudio psicológico de la figura, sobre todo femenina, reflejando la tristeza, la melancolía y la soledad típicamente finiseculares. Al año siguiente viaja a Italia junto a Zuloaga, visitando Pisa, Florencia y otras localidades, lo que le permite conocer de cerca a los primitivos. A su regreso expone las pinturas realizadas en este viaje en la que será su primera muestra personal en la Sala Parés. Ese mismo año inaugura el Cau Ferrat en Sitges, germen del actual museo.

En 1895 realiza su primer viaje a Granada, y comienza la serie “Jardines de España”. En 1897 realizará algunas de sus mejores pinturas de jardines, interés que también aparece en su obra literaria “El jardín abandonado”, donde cultiva un decadentismo de carácter simbolista. El jardín elegante se convierte en protagonista, símbolo de la poesía; el jardín abandonado esconde un pasado de esplendor perdido. Rusiñol entonces viaja, buscando jardines que le seduzcan, y los pinta interiorizándolos, mostrando su personal concepción de la belleza, de la vida y la muerte, del arte y de la realidad, de la soledad y del paso del tiempo.

Por esta época, expondrá en París en el Salón de los Independientes, en la Exposición Nacional y en la galería de Samuel Bing, principal impulsor del Art Nouveau en Francia. Esta última muestra, de carácter individual y celebrada en 1899, supuso el reconocimiento internacional de Rusiñol, cuyo éxito radicó en una nueva visión de España, totalmente alejada de tópicos y cargada de veracidad. Desde entonces su actividad se multiplica como pintor, novelista y comediógrafo, estrena destacadas obras en Madrid y Barcelona y celebra exposiciones anuales de pintura en la Sala Parés, siempre con Casas y Clarasó. En 1908 recibió la medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes. Está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el Camón Aznar de Zaragoza y el Thyssen-Bornemisza, entre otros.
 

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Peeter Sion (Flandes, 1649 – 1695). “Derrota de Marco Antonio y Cleopatra en Actium”.

Peeter SIONLote en subasta:

SION, Peeter (Flandes, 1649 – 1695).
“Derrota de Marco Antonio y Cleopatra en Actium”.
Óleo sobre cobre.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
Adjunta estudio realizado por Jorge Gutiérrez-García y Martínez de Marañón.
90 x 111 cm; 116,5 x 137,5 cm (marco).

 

En su estudio, Gutiérrez-García señala que la firma, “P. Sion”, se corresponde perfectamente con otras del artista, tanto en la inscripción misma como por su posición en el cuadro. Asimismo, señala que esta obra probablemente habría formado parte de una serie de pinturas sobre la vida de la reina Cleopatra. En concreto, el tema de este cobre es la derrota sufrida por la reina y su amante romano, Marco Antonio, ante las tropas de Octavio Augusto, en Actium. Egipcios y romanos se enfrentaron en una batalla naval frente a la costa de esta ciudad griega y, si bien el ejército egipcio era más numeroso y mejor provisto que el romano, el general Marco Agripa aseguró a Augusto la victoria. Sion ha resumido los acontecimientos históricos combinando varios planos, con la reina subiendo a su carro en el centro del cuadro, ayudada por sus sirvientas Iras y Charmian, mientras alza el cetro de mango ordenando la retirada de sus tropas. Junto a ella, Marco Antonio aparece montado sobre un caballo, herido, siguiendo a Cleopatra con parte de su ejército. En un segundo plano pueden verse las naves en plena batalla, varias de ellas ardiendo.

Pintor flamenco del periodo barroco, activo en Amberes, Peeter Sion fue maestro del Gremio de San Lucas entre 1649 y 1650, y posteriormente decano de la misma entre 1682 y 1683. Su estilo, de gran interés, se sitúa en la línea de Francken II y A. W. Forchondo. Su obra, que a día de hoy sólo ha sido localizada en España, se caracteriza en primer lugar por la calidad de su dibujo, así como por el gran espacio que ocupan las figuras en la composición. También se advierte en su lenguaje una clara tendencia al modelado blanco, rasgando las sombras en redondo. El carácter narrativo es asimismo patente en toda su producción, principalmente consagrada a las historias del Antiguo y el Nuevo Testamento. En sus escenas, Sion suele añadir secuencias de la historia, como es tan común en la obra de los Francken.

Sus obras se hallan con frecuencia en colecciones privadas, de lo que se deduce que, muy posiblemente, fueron importadas a través de casas de comercio para una clientela que tenía relación con los Países Bajos. Por otra parte, de mano de Sion se conocen series de pinturas en las catedrales de Valladolid y Málaga, además de otra que adornó la sacristía de la iglesia de Santiago en Medina de Rioseco, formada por seis cobres, y que narra la historia de José (Génesis: 37-50), desde la venta de éste por sus hermanos hasta el reencuentro con su padre. Actualmente se conservan obras de Peeter Sion en el Palacio de Navarra en Pamplona, el Museo de Santa María de Mediavilla en Medina de Rioseco y en el del Patrimonio Municipal de Málaga, así como en diversas colecciones particulares.
 

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Joaquín Mir Trinxet (Barcelona, 1873 – 1940). “Camino de montaña”.

JOAQUIM MIR TRINXETLote en subasta:

MIR TRINXET, Joaquín (Barcelona, 1873 – 1940).
“Camino de montaña”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior izquierdo.
58 x 68 cm; 77 x 88 cm (marco).

 
Joaquín Mir estudió en la Escuela de Bellas Artes de San Jordi de Barcelona y en el taller del pintor Luis Graner. Su estilo recibió también la influencia de la Escuela de Olot, ciudad de origen de su padre. Pronto se sintió incómodo con la enseñanza oficial, anclada en una concepción de la pintura realista, por lo que en 1893 fundó junto con otros compañeros (Nonell, Canals, Pichot, Vallmitjana y Gual) la “Colla del Safrà”, para indagar en común en las iniciativas pictóricas de fin de siglo. El nombre les venía de los tonos azafranados y ocres que utilizaban en sus cuadros, con los que pretendían captar la luminosidad mediterránea y rechazar la frialdad de los grises y azules de los impresionistas franceses. No obstante, imitaron a los impresionistas en su gusto por la pintura al aire libre, captando allí los ambientes y tipos que veían. En 1896 llegaron a participar como colectivo en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas, a la que Mir presentó dos obras que nos dan una clara idea de los ideales del grupo: “La huerta del rector” y “El vendedor de naranjas”.

Asimismo, desde 1897 frecuentaba el ambiente artístico de “Els Quatre Gats”, donde se daban cita todos los artistas conocedores de las vanguardias europeas, lo que le sirvió para madurar en el estudio compositivo de paisajes con figuras en distintos planos de profundidad. De esta época son “Laderas de Montjuic” (1897) y “La catedral de los pobres” (1898), las dos obras maestras de su etapa juvenil. En estos años concurrió a las Exposiciones de Bellas Artes de Barcelona, en sus ediciones de 1894, 1896 y 1898. Ganador de una segunda medalla en la Exposición de Madrid de 1899, ese mismo año se traslada a la capital con el objetivo de opositar a la beca en Roma. Al no conseguirla, marcha con Santiago Rusiñol a Mallorca, en un viaje que supondrá un definitivo punto de inflexión en su carrera. Mir queda deslumbrado por el paisaje mallorquín, en concreto por el de Sa Calobra, que supuso para él una inagotable fuente de inspiración. El artista desplegará desde entonces toda una combinación de colores imposibles, fruto de su interpretación personal de la majestuosa naturaleza de la isla. Las pinceladas se alargaron y se convirtieron en manchas que casi hacían desaparecer los objetos y los referentes espaciales. En 1901 expone individualmente en la sala Parés de Barcelona el fruto de esta primera etapa mallorquina, y obtiene de nuevo segunda medalla en la Exposición Nacional.

Tras un periodo de enfermedad que le obliga a trasladarse a Reus, obtiene en 1907 la primera medalla en la Exposición Internacional de Bellas Artes de Barcelona. Desde entonces, instalado en Camp de Tarragona, no se moverá del género del paisaje, pero ahora serán los pueblos de los alrededores los protagonistas de su pintura. Pintará las casas, las iglesias, los huertos, la gente, los almendros floridos, los corrales… Temas intrascendentes que cada vez se ajustan más a la realidad de la naturaleza, puesto que ya sólo querían reflejar su amor por su tierra y su búsqueda constante de los cambios de luz. Su estilo ya no será tan expresivo como el de Mallorca, aunque sí perdura el uso atrevido del color y de la mancha.

Ya consolidado como figura destacada del panorama catalán, adquiere el definitivo reconocimiento a nivel nacional en 1917, cuando se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes. Cuatro años después se casa y se instala definitivamente en Vilanova i la Geltrú. Sus éxitos se suceden, y en 1929 obtiene primera medalla en la Exposición Internacional de Barcelona. Al año siguiente gana la medalla de honor de la Exposición Nacional de Madrid, premio que perseguía desde 1922. Si bien fue un pintor principalmente autóctono, realizó muestras personales y colectivas en Washington, París, Pittsburg, Nueva York, Filadelfia, Ámsterdam, Buenos Aires y Venecia. Mir es hoy considerado como el más destacado representante del paisajismo postimpresionista español. Se conserva obra suya en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, el Museo del Prado, el Museo Thyssen-Bornemisza y el Museo Reina Sofía de Madrid, entre muchos otros.

 

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Escuela española del siglo XVII. “Vista de Barcelona”.

Vista de Barcelona

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Escuela española del siglo XVII.
“Vista de Barcelona”.
Óleo sobre lienzo.
Medidas: 36 x 52 cm; 42 x 58 cm (marco).

 

En este lienzo el pintor nos ofrece una amplia vista panorámica, basada en una composición equilibrada, clásica y racional, organizada en dos planos. El de tierra ocupa la mitad de la superficie pictórica, quedando la mitad superior libre para el desarrollo de un celaje movido y expresivo, de cierto carácter escenográfico, típicamente barroco. En el plano de tierra vemos, en primer término, los campos de cultivo que se despliegan a las afueras de la ciudad de Barcelona ya caracterizada en el siglo XVII por magníficos edificios religiosos y civiles, cuyas torres destacan en altura. En primer plano vemos a un campesino situado en el ángulo inferior derecho, una figura típica del paisaje clasicista barroco, que funciona cono cicerone para el espectador. El paisaje se desarrolla en profundidad a base de planos paralelos, pero se evita una excesiva bidimensionalidad con la introducción de un camino que discurre en oblicuo, destacado por la presencia de carros y animales, recorrido por árboles en uno de sus lados. Así, la mirada parte de la figura sentada en el ángulo inferior derecho, sigue hacia la izquierda recorriendo el perfil de los campos sembrados y, a partir del inicio de este camino, cambia de dirección hacia la derecha, recorriendo el paisaje hacia el fondo, donde el perfil de la ciudad nos guía de nuevo hacia la izquierda, hacia el mar apenas entrevisto entre las torres y cúpulas. Se establece así una composición en zigzag típicamente barroca, que introduce al espectador en el escenario a la vez que aporta dinamismo y tridimensionalidad a la composición, sin tener por ello que renunciar al naturalismo o a la fidelidad al modelo.
 

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Eliseo Meifrèn Roig (Barcelona, 1857 – 1940). “Reflejos en el agua”.

MEIFRÈN ROIG Reflejos en el aguaLote en subasta:

MEIFRÈN ROIG, Eliseo (Barcelona, 1857 – 1940).
“Reflejos en el agua”.
Óleo sobre lienzo.
Firmado en el ángulo inferior derecho.
120 x 80 cm; 144,5 x 105 cm (marco).

 

La pintura de Meifrèn, que demuestra su gran destreza técnica, representa a la perfección el espíritu “Fin de Siècle”. Su estilo se mantiene receptivo a diferentes estéticas, desde el impresionismo al simbolismo, y es ante todo fruto de su tiempo. El pintor fue capaz de plasmar mediante su género preferido, el paisaje, el carácter eterno de la naturaleza, frente a una época de constantes cambios políticos y sociales. En este lienzo, Meifrèn plasma la delicadeza de un paisaje fluvial desierto, silencioso y poético, inundado por los tonos fríos, azules y plateados, de cualidad nacarada, de un día húmedo y fresco. El espacio en sí, de hecho, prácticamente desaparece bajo el juego de reflejos, de ecos cromáticos, de brillos evanescentes y de densas sombras.

Pintor de paisajes y marinas, Eliseo Meifrèn es considerado uno de los primeros introductores del movimiento impresionista en Cataluña. Comenzó su formación artística en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde fue discípulo de Antonio Caba y Ramón Martí Alsina, con quienes comenzó a realizar paisajes románticos de factura académica. Tras finalizar sus estudios, en 1878, se traslada a París a fin de ampliar sus conocimientos artísticos, y allí pudo conocer de primera mano la pintura a “plen air”, que le influiría poderosamente en sus paisajes parisinos de esos años. Asimismo, en París coincide con el inicio público del impresionismo. Un año más tarde realiza un viaje a Italia, en el curso del cual visitó Nápoles, Florencia, Venecia y Roma; allí tomó contacto con el círculo de artistas catalanes formado por Ramón Tusquets, Arcadio Mas i Fondevila, Enrique Serra, Antonio Fabrés y Joan Llimona, entre otros. Ese mismo año de 1879 participa en la Exposición Regional de Valencia, y obtiene medalla de oro. Ya de regreso en Barcelona, en 1880 debuta individualmente en la Sala Parés de Barcelona, donde seguirá exponiendo con regularidad desde entonces. Por estos años formará parte del grupo de los modernistas, y frecuentará Els Quatre Gats. En 1883 regresa a París, donde realiza numerosos dibujos y acuarelas con vistas de la ciudad y de sus cafés, que le valieron una calurosa acogida por parte de la crítica y el público franceses.

A finales de los ochenta regresa de nuevo a Barcelona y continúa mostrando su obra en la Sala Parés, además de hacerlo en el Centro de Acuarelistas. Asimismo, en 1888 formará parte del jurado de la Exposición Universal celebrada en la ciudad condal. En 1890 regresa por tercera vez a la capital gala, donde participó en el Salón de Bellas Artes y en el de los Independientes de 1892, junto con Ramón Casas y Santiago Rusiñol, artistas con los que había formado el grupo pictórico de Sitges un año antes. En los años siguientes Meifrèn remitirá sus obras a numerosas muestras oficiales y certámenes, entre ellos las Exposiciones Nacionales de Madrid y Barcelona, y fue galardonado con tercera medalla en las Universales de París de 1889 y 1899, medalla de plata en la Universal de Bruselas de 1910, gran premio en la Universal de Buenos Aires de ese mismo año, medalla de honor en la Internacional de San Francisco de 1915 y gran premio en la de San Diego del año siguiente. También obtuvo el Premio Nonell de Barcelona en 1935. En 1952, el Ayuntamiento de Barcelona le dedicó una muestra retrospectiva, celebrada en el Palacio de la Virreina.

Sus paisajes iniciales, caracterizados por un concepto académico y romántico, evolucionarán más tarde hacia un lenguaje impresionista; abandonado el preciosismo romano, la suya será una técnica de pincelada suelta y paleta clara, en la que la concepción lumínica se acerca a presupuestos de raíz simbolista, dentro de la órbita de Modesto Urgell. Actualmente está representado en el Museo del Prado, el Nacional de Arte de Cataluña, el MACBA de Barcelona y el Thyssen-Bornemisza, entre muchos otros.
 

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